MANOLO PÉREZ: MÁS ACÁ DE LA GUERRILLA.
Por
ANGEL DELGADO PÉREZ Y JOAQUÍN SANMARTÍN MONAJ
La noticia de
la muerte del sacerdote guerrillero Manolo Pérez ha suscitados muchos silencios
turbados, alguna cadena y escasas adhesiones públicas. Seguramente a los que lo
conocimos nos ha cogido viejos ya y derrotados. Hoy algunos lo tachan de
sanguinario y sólo surge alguna voz defensora desde Alafamén o desde Ainsa.
Este escrito quiere ser una reflexión sobre él, José Antonio Jiménez y Domingo
Laín, que fueron también sacerdotes y compañeros suyos en el Ejército de
Liberación Nacional, convencida de ser una reflexión sobre el amor extremo al
pueblo.
Hace treinta
años, cuando se conoció que los tres curas se habían enrolado en la guerrilla y
surgieron las primeras condenas de los escandalizados, inmediatamente un grupo
de más de cuarenta sacerdotes aragoneses hizo público un manifiesto de respeto
a su decisión y de afirmación de su indudable espíritu evangélico.
Efectivamente, si seguimos el éxodo de sus vidas comprobamos que Manolo Pérez,
Laín y Jiménez, fueron siempre a donde les exigieron los más pisoteados. Su
relación con el pueblo no comienza con la guerrilla colombiana. Hay una primera
parte anterior a sus historia personal. En 1962 pasan desde el Seminario de
Zaragoza al Seminario Hispanoamericano de Madrid, entre otros seminaristas
aragoneses, Manolo Pérez y J. A. Jiménez. Al curso siguiente se incorporaron A.
Gil, J. Sanmartín y otros. Van a formar equipo para, en su día, marchar a San
Juan de la Maguana (República Dominicana), en la frontera con Haití. Tras cuatro años de estudios, de
convivencia y de experiencias pastorales habrían de partir para San Juan de la
Maguana.
Aquellos años
se nos llenaba la boca hablando del pueblo o de los pueblos. Ahora se habla de
partidos, de gobiernos, de instituciones. El protagonismo descafeinado y
usurpado por los poderes de siempre y por los nuevos. De las recuperaciones
cristianas impulsadas por Juan XXIII la más rotunda en aquellos años fue ésa:
somos el pueblo de Dios. O sea, iguales y hermanos. Parte de la Jerarquía Católica
ya mostró su miedo a la fraternidad avisando del peligro de la horizontalidad.
Propugnaban también el protagonismo de los pueblos, los movimientos de
liberación, los intelectuales y universitarios críticos, y los marxistas.
Un equipo formado en Europa.
El verano del
64 Pérez y Sanmartín pasaron dos meses en Francia, en formación pastoral según
la llamada “pastoral de conjunto” liderada por los Fils de la Charité. Viajaron
en autostop, pernoctaron en los “Foyer de Nuit”, vivieron con emigrantes españoles
y con curas obreros en Pas de Calais, conocieron las minas de carbón de Lille,
se ganaron el pan en un “chantier” en Sallaumines, y acabaron compartiendo
techo y pan con emigrantes granadinos y polacos en los barracones de un antiguo
campo de concentración. Compromiso de clase. Opción por los pobres decían los
documentos de debate del Vaticano II que estaba celebrándose.
Al verano
siguiente Pérez, Sanmartín y Jiménez Comín vuelven a su extraño turismo,
buscando otra experiencia que pudiera prepararles para Centroamérica: trabajan
de peones en un almacén cooperativa en el puerto de Rouen.
Ya sacerdote
en 1966, Pérez se inicia en Getafe, cuando este barrio era el sur, lo
marginado, el aluvión emigrante a la capital. Pandillas de jóvenes, familias
desorientadas, gente desarraigada.
Por fin en
1967 Manolo Pérez y José Antonio Jiménez marchan a la República Dominicana.
Gil, por enfermedad y Sanmartín por tener que finalizar aún los estudios de
Teología, quedan en España. Parte del equipo comenzaba su experiencia
misionera. Al poco tiempo de estar en San Juan de la Maguana conectan con Domingo
Laín, entonces en Colombia. Él viaja a visitarlos desde Cartagena de Indias.
Un equipo para América.
De esos
contactos sale un nuevo compromiso. Los tres acuerdan trabajar juntos en la
realidad más pobre que conocían, en unos submundos de marginación, con una
conflictividad social tremenda: Pérez y Jiménez Comín deciden pasarse con Laín
a Cartagena, en Colombia. Ya es otro equipo, otro contexto social, otras
exigencias, una acción evangelizadora distinta, no encajable en la pastoral
eclesiástica al uso. En Cartagena de Indias ejercieron la denuncia social y
política, la defensa pública de los pobres, la exigencia humana y social del
Evangelio. Y empezaron a ser fichados por “alterar el orden establecido” y a
enfrentarse con los poderes políticos y eclesiásticos. En 1970 los tres fueron
expulsados a España. Pero en América habían descubierto ya a un pueblo más
oprimido de lo imaginado y seguramente a un sacerdocio distinto: defender a los
más pisoteados de la tierra haciéndose como ellos. Como hiciese el Dios eterno
con los hombres. ¿Cómo? La oficialidad colombiana no se lo permitía. ¿Y la
española?
En España
anduvieron dos o tres meses por Alfamén, Paniza y Ariño, sus pueblos
respectivos. Por aquí visitaron a muchos compañeros sacerdotes y también
mantuvieron encuentros sigilosos con personas y grupos comprometidos. Con la
Jerarquía oficial no llegaron a entenderse. A finales de junio
Pérez, Jiménez y Laín hicieron con Sanmartín un viaje relámpago a París. En
Burdeos y en París contactaron con organizaciones y comunidades de base
comprometidas en la ayuda al Tercer Mundo y con colombianos que buscaban en
Europa refuerzos para su pueblo. Los pasos de los tres exiliados eran ya
críticos y clandestinos. De nuevo en España, Pérez, Laín y Jiménez prepararon
la marcha calladamente. Un día desaparecieron sin despedirse de nadie, ni
siquiera de sus coequipiers Gil y Sanmartín.
Hacerse pueblo colombiano.
Seguramente
vía Francia llegaron clandestinamente a Colombia. Allí el movimiento
guerrillero existía desde 1948. ¿Sólo él supo acogerlos? ¿Fue el ELN la única forma de hacerse pueblo
colombiano? Ellos querían ser refuerzo de ese pueblo. ¿Es inmoral ser
“scheriff” de los pobres, buena policía de los pisoteados, defensores de los
agredidos, primera línea frente a los bárbaros que devastan a poblados
indefensos? La gente humilde y humillada, ¿qué quiere: vida o muerte, mártires
o guerrilleros? Y el Dios que habló de poner la otra mejilla y de guardar la
espada, ¿a quien se refería, a genocidas o a gilipollas? ¿Erraron los
dirigentes de la Acción Católica Italiana que lideraron, junto a los
comunistas, la lucha armada contra el fascismo?
Parece que
allí asumieron la violencia que los desarrollados definimos como inasumible. La
que los propios teóricos de la Teología de la Liberación han descrito como “sin
suficiente análisis político ni adecuada reflexión cristiana”. Ellos son
reformistas. Ninguno ha militado en guerrillas. Ninguno de los más
sobresalientes es colombiano. Parece, por el contrario, que la experiencia histórica de muchos
pueblos y de sus líderes, escarmentada,
no creía ya más que en la revolución. ¿Y en qué puede creerse en la actualidad,
si siguen los genocidios y las abismales diferencias? Tras 30 años de presión
internacional, ahí está Méjico, Guatemala, la propiua Colombia, con sus
masacres interminables, con sus 30.000 homicidios impunes anuales cada uno de
los tres últimos años, según informes de Cáritas de Colombia. En la India del
pacifismo de Gandhi y del amor abnegado de Madre Teresa, 50 años después se ha
llegado a las bombas nucleares pero no a redimir la miseria.
Eran de los mejores.
Los que fueron
sus compañeros o amigos saben de la profunda fe cristiana de los tres
sacerdotes aragoneses y conocieron sus consecuentes compromisos con los más
pobres. Por eso han creído en ellos antes, en y después. Algunos conservan aún
cartas en las que se habla de radicales actitudes evangélicas. El más reflexivo
del grupo fue indudablemente J. A. Jiménez Comín, diez años mayor que M. Pérez
y antiguo empleado de banca.Ya en diciembre de 1962 escribía desde Madrid a uno
se sus compañeros en Zaragoza: “Nunca es demasiado cuando el límite no se
alcanza”. Y el límite es “dar la vida”. Cierto que…, que cuesta abandonarse
cuando es propio del hombre buscar seguridades. Pero hay que seguir adelante
dejándose llevar por los que lo necesitan y partiendo de sus necesidades…,
ayudarles como ellos quieren ser ayudados…”
Quizás la reflexión debamos continuarla por la relación violencia-amor que apuntaba Helder Cámara, por la defensa propia legítima del pueblo no solo empobrecido sino martirizado, por la muerte de los tiranos que justificaba la teología escolástica más ortodoxa o por la simbiosis entre creyentes y no creyentes en la lucha por la liberación de estos pueblos amerindios.
En todo caso, esperamos que el libro sobre Manolo Pérez que la socióloga colombiana Fabiola Calvo Ocampo va a publicar prontamente nos ayude en esta reflexión. En la gira realizada por Colombia a mediados de marzo por una Misión Eclesial Internacional, entre cuyos miembros figuraba el Secretario General de Cáritas España, se ha constatado una vez más la envergadura del problema de la violencia. Parte de la responsabilidad se atribuye, sí, a las guerrillas, pero sobre todo a los paramilitares. Es curioso que entre las regiones más golpeadas por la violencia (Villavicencio, el Choco y el Urabá) no se destaque Santander, donde dominaba el ELN de Manolo Pérez.
Quizás la reflexión debamos continuarla por la relación violencia-amor que apuntaba Helder Cámara, por la defensa propia legítima del pueblo no solo empobrecido sino martirizado, por la muerte de los tiranos que justificaba la teología escolástica más ortodoxa o por la simbiosis entre creyentes y no creyentes en la lucha por la liberación de estos pueblos amerindios.
En todo caso, esperamos que el libro sobre Manolo Pérez que la socióloga colombiana Fabiola Calvo Ocampo va a publicar prontamente nos ayude en esta reflexión. En la gira realizada por Colombia a mediados de marzo por una Misión Eclesial Internacional, entre cuyos miembros figuraba el Secretario General de Cáritas España, se ha constatado una vez más la envergadura del problema de la violencia. Parte de la responsabilidad se atribuye, sí, a las guerrillas, pero sobre todo a los paramilitares. Es curioso que entre las regiones más golpeadas por la violencia (Villavicencio, el Choco y el Urabá) no se destaque Santander, donde dominaba el ELN de Manolo Pérez.
Una tesis inacabada.
Con la muerte
del último de nuestros tres sacerdotes guerrilleros termina tal vez una época
en la que las grandes inquietudes giraban entorno a esta pregunta: ¿cómo servir
o estar con el pueblo? Aprendimos a responder: siendo pueblo. A lo mejor no ha
sido una época sino una generación. Sin duda ha sido la tesis de nuestras
vidas y aún la tenemos sin concluir.
Al finalizar
el funeral celebrado por Manolo en Alfamén – donde hubo demasiadas ausencias- a
algunos nos hubiera gustado gritar: “¡Hasta siempre, Comandante! “ Es como han
despedido los pueblos latinoamericanos masacrados a los que se hicieron como
ellos sin tapujos. Era un brote de los sentimientos. Pero se impuso nuestro
razonamiento de desarrollados y nuestra prudencia de sufistas. Y nos fuimos
silenciosos, reprimiendo el corazón. Quizás fuimos sabios. Quizás respetuosos
con otros creyentes. Pero no demostramos haber entendido a Manuel Pérez. Porque
tenemos que creer que él vivió y murió guerrillero fue porque desde su
compromiso cristiano vio que no le quedaba más remedio. Aunque tuviese que
asumir un sufrimiento que premonitoriamente intuía ya en la Navidad de 1965,
cuando escribió en una carta: “Sufrimos bastante porque no acabamos de
comprender a nuestros hermanos sacerdotes de aquí, porque no acabamos de vivir
como nuestros hermanos seglares los hombres…” Y así teníamos que haberlo
despedido: como él quiso vivir.
- Delgado.
Nota: “Escrito
quince días después del 14 de febrero de 1998 – fecha de la muerte de Manolo
Pérez, con la ayuda de J. Sanmartín).
Zaragoza,
1-3-1998.
Fragmentos de cartas de Manuel Pérez Martínez y de José Antonio Giménez Comí
ALBÚN FOTOGRÁFICO:
IGLESIA DE ALFAMÉN-ZARAGOZA-ESPAÑA
IGLESIA DE ARIÑO-TERUEL-ESPAÑA
IGLESIA DE PANIZA-ZARAGOZA-ESPAÑA
BASÍLICA DEL PILAR. ZARAGOZA-ESPAÑA
Cañón de Chicamocha. COLOMBIA.
Embalse de Salvajina. COLOMBIA
Río Cauca. COLOMBIA
Manuel Pérez, en la selva colombiana
SELVA COLOMBIANA: Refugio de los defensores de los pobres.
SOBRE MANUEL PÉREZ, D. LAÍN, J. A. JIMÉNEZ COMÍN:
Manuel Pérez. Un cura español en la guerrilla colombiana, de Fabiola Calvo Ocampo. Edita VOSA S.L. MADRID, junio 1998.
La búsqueda. Del convento a la revolución armada: testimonio de Leonor Esguerra, de Inés Claux Carriquiry. Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A. Colombia noviembre 2011.
Cita del libro de María López Vigil: "MANUEL, EL CURA PÉREZ
Camilo camina en Colombia". 3ª Edición, Txalaparta, España 1990. 2ª Edic. Colombia 1990. 1ª edic. México 1989
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San Pablo al describirse a sí
mismo como hombre cristiano llegará a decir:
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, tenía
mentalidad de niño, discurría como un niño; cuando me hice un hombre, acabé con
las niñerías. Porque ahora vemos confusamente en un espejo, mientras entonces
(cuando venga lo perfecto) veremos cara a cara; ahora conozco limitadamente,
entonces comprenderé cómo Dios me ha comprendido. Así que esto queda: fe,
esperanza, amor; estas tres, y de ellas la más valiosa es el amor”. (1ª Carta a los Corintios. 13, 11-13).
San Juan por su parte dice
también:
“El que diga “Yo amo a Dios”, mientras odia a
su hermano, es un embustero, porque quien no ama a su hermano, a quien está
viendo, a Dios a quien no ve, no puede amarlo. Y éste es precisamente el
mandamiento que recibimos de él: quien ama a Dios, ame también a su hermano”.
(1ª Carta de San Juan, 5, 20-21). (Nueva Biblia
Española. Luis Alonso Schökel y Juan Mateos. Ediciones Cristiandad. Madrid,
1.975).
Esto ocurrió desde el comienzo del cristianismo. Dios (la idea de dios) ha ido cambiando a treavés de los siglos. O volvemos al evangelio de Jesús de Nazaret, o seguiremos creando dioses a imagen y semejanza nuestra. Nos llamaremos cristianos (o católicos), pero tendremos diferentes dioses. No es lo mismo el dios de los ricos que el dios de los pobres, por ejemplo.
Sigamos viendo lo que Manuel, el cura guerrillero, cuenta en la entrevista que María López Vigil describe en su libro arriba mencionado.
BIBLIOGRAFÍA:
Los sueños intactos; "el cura Pérez", de Ion Agueri. Donostia. 1998.
El guerrilero invisible, de Walter J. Broderick. Bogotá. 2000.
Diario de guerra "Francisco", Bolivia. 1970.
Subportica: revista digital de los alumnos de Alcorisa del Curso 1951- 1952, confeccionada por Arturo Bosque Fonz.
Rojo y negro, de Milton Hernández.
La revolución de las sotanas, de Javir Darío Restrepo.
Crucifijos, sotanas y fusiles, de Carlos Arango Zuloaga.
Camilo el cura guerrilero, de Walter Broderick. Bogotá. Ediciones Grjalbo. 1977.
Camilo, Liberación o muerte. Torres Restrepo. La Habasna. 1967.
Camilo camina en Colombia, de María López Vigil. México. 1989.
Entrevista con la nueva izquierda, de Marta Harnecker. Managua, México Lima. Ediciones latinoamericanas. 1989.
Teología de la Liberación y lucha de cleses, de J.M. Ibáñez Langlois. Madrid. 1985.
ELN: una historia contada a dos voces. Bogotá. Edit. Rodríguez Quito Editores. 1996.
Domingo Laín. (La utopía de un sacerdote aragonés en la guerrilla colombiana). de Santiago Sancho Vallestín. Edit. Comúniter, S.L. Zaragoza. 2007.
Les amó hasta la muerte (Biografía de José Antonio Giménez Comín), de Juan pedro Mora y Santos Giménez Comín. Apuntos fotocopiados. Madrid. Octubre 1996.
Manuel, el cura Pérez. Camilo camina en colombia, de María López Vigil. 4ª Edición. Comité de Solidaridad Internacionalista de Zaragoza, 4 de mayo de 2 000.
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