III.- AÑOS DE ILUSIÓN Y DE TRABAJO
3.1. Tiempo de conflictos
En septiembre de 1969 se trasladó
a Zaragoza. Había sido nombrado Director de la Oficina de Estadística y
Administrador de la publicación diocesana “Mi
Parroquia”, cargos que desempeñó hasta 1972. Se suponía que estas eran
tareas a las que dedicar la mañana y, por ello, se le dio también nombramiento
como coadjutor en la parroquia de San Agustín.
A partir de estas fechas, resulta
complicado organizar una narración que describa la actividad de Teodoro porque
se encuentra relacionado con campos pastorales muy variados: asuntos
diocesanos, barrio de San José, instituto de enseñanza media, CRETA, parroquia,
pastoral juvenil… Además, es imprescindible describir, siquiera someramente,
las circunstancias para poder situar su actuación en cada caso. Los diez años
siguientes iban a ser especialmente movidos tanto en la iglesia diocesana como
en lo referente a los aspectos políticos de la sociedad civil. En lo
estrictamente de iglesia, los posibles cambios derivados del Concilio Vaticano
II originaban una ilusión que se explicitó también en diversas situaciones de
crisis: la Asamblea Conjunta,
la adecuación de los seminarios, posturas contestatarias en el clero, las
multas gubernativas por homilías, las comunidades de base, los curas obreros[9], etc. En lo político, dos
meses de estado de excepción, detenciones, huelgas, encierros-protesta,
manifestaciones, reuniones clandestinas, asambleas para buscar la convergencia
de los diversos partidos, etc. Teodoro se implicó en todo.
3.2. Crisis en el seminario
Desde finales de los años 50 los
seminaristas se cuestionaban la funcionalidad de la formula “Seminario” para
preparar a los futuros sacerdotes. Pensaban que se deberían adoptar otros
cauces para formar con más eficacia en los planos pastoral, académico,
espiritual y humano. A finales de los 60, el tema tuvo una expresión más
externa y notoria. Paradójicamente, mientras el Seminario de Zaragoza
atravesaba una aguda crisis, en la ciudad había más seminarios que nunca porque
existía también el Seminario de San Carlos para vocaciones tardías (1965-1974)
y, además, el sacerdote José Solans Allué, disconforme con el funcionamiento de
los dos existentes, organizó un seminario en la zaragozana calle Mariano Escar.
Los hechos que más transcendieron
comienzan en 1967 cuando algunos seminaristas teólogos manifiestan su disgusto
con algunos profesores. En 1968, la protesta es contra el régimen interno del
centro. Un grupo de sacerdotes escribe al prelado pidiéndole información y
ofreciendo su ayuda. Como era norma constante en él, monseñor Cantero contesta
individualmente a cada uno (nunca a grupos). Con la debida autorización, hay
seminaristas que residen en un piso de la calle Oviedo, bajo la dirección de un
sacerdote. Los cursos siguientes tampoco se viven con serenidad. Las cartas,
las comisiones y los pequeños incidentes continúan.[10]
A mediados de 1973, el Arzobispo
pide la opinión de los seminaristas de último curso y ellos, para contestarle
con más fundamento real, le encargan a Teodoro Sánchez -su profesor de
sociología religiosa- una encuesta para que la responda la totalidad de los 44
seminaristas. Serán finalmente 139 preguntas que responden todos a la vez. De
las contestaciones se deduce que en el funcionamiento del seminario hay ciertas
“anomalías”, pero los resultados que menos le gustan al arzobispo son los
referentes a la vida espiritual. Solo el 37 % participa diariamente en la Eucaristía; el 31 % no
se confiesa; el 25 % no lo hacen ni
siquiera una vez cada seis meses; el 11 % cada tres meses; el 70% hace menos de
media hora de oración diaria… Sin quitar importancia a los datos, hay que tener
en cuenta que poner en porcentajes los resultados de 44 seminaristas impresiona
más que dar la cifra de personas (el 2,2 % es una persona). Además, 8 de los
encuestados habían decidido dejar el seminario antes de cumplimentar la
encuesta (18 %).[11]
[10] Plácido
Fernández García. El Seminario de Zaragoza Siglo XX. 2001
[11] Boletín
Eclesiástico Oficial del Arzobispado de Zaragoza, octubre de 1973
[12]
Formación doctrinal del clero, Ideologías vigentes, Aspectos funcionales de la
vida del clero, Aspectos sico-sociales de la vida sacerdotal, Relaciones
sociales del sacerdote, El sacerdote y la acción pastoral de la Iglesia, Vida espiritual
del sacerdote, Otras cuestiones (aficiones, habilidades, ingresos económicos,
los religiosos, vocaciones, etc)
Hacia 1977, se vuelve a la calma
pero -en opinión de muchos- el problema sigue sin solucionarse y se patentiza
en la deficiente preparación en conocimientos, habilidades y destrezas para el
ejercicio de la pastoral en esta diócesis.
3.3. Encuesta al clero y Asamblea Conjunta
En 1968, a finales de octubre,
307 sacerdotes diocesanos realizaron una encuesta consulta de 248 preguntas
sobre las cuestiones más importantes de la vida del clero[12].
En noviembre de 1969 se dio un informe sobre resultados a escala nacional. En
1970, la
Delegación Diocesana de Estadística, que entonces dirige
Teodoro, da a conocer con el epígrafe de “confidencial” el estudio de las
respuestas. Fueron las referentes a las ideologías las que acarrearon las
consecuencias prácticas más inmediatas. El Gobierno pudo comprobar que no tenía
el apoyo del clero y, menos, del clero joven. Hablar de “curas rojos” se
convirtió en algo habitual en los medios oficiales. Entraron en escena las
multas gubernativas y la cárcel concordataria de Zamora.
Los resultados de la encuesta
revelan un clero poco
identificado con la postura de la
Iglesia española en relación con lo social y lo político,
descontento con la imagen del sacerdote tradicional y bastante desconectado de
la jerarquía e inclinado hacia opciones políticas progresistas, hasta entonces
impensables. Se perciben dos teologías distintas, dos visiones del mundo, de la Iglesia y del sacerdocio,
dos maneras de entender la autoridad y dos estilos filosóficos de pensar. Se
quiere una “Iglesia comunidad” más que estructura jerarquizada.
La Asamblea Conjunta
de Obispos y Sacerdotes se preparó desde las bases de cada diócesis. Los sacerdotes,
distribuidos en grupos con un responsable al frente, tuvieron muchas reuniones
de trabajo hasta llegar a la
Asamblea diocesana. Fue un ejercicio de libre expresión
colectiva no exento de tensiones. En febrero de 1971, el Secretariado Nacional
del Clero subraya la falta de claridad de Roma y de la Nunciatura con respecto
a la Asamblea,
además de constatar la existencia de grupos de abierta oposición, postura que
también han adoptado algunos obispos. Teodoro Sánchez estuvo muy implicado en
la preparación: fue responsable del grupo de Las Fuentes, relator de la
ponencia de economía y miembro del Consejo de Presidencia de la Asamblea diocesana que se
celebró del 22 al 26 de junio.[13]
El 12 de julio de 1971, los
escrutadores dan a conocer los resultados de la votación definitiva de las
conclusiones propuestas. Es curioso constatar que el 87, 6 % del clero afirma
que está dividido y un 44 % señala como causantes a la sección sacerdotal del Opus Dei y a otros grupos.[14] Preguntada la Asamblea si desea que el
Sr. Arzobispo renuncie a sus cargos políticos, contestan que sí 94, que no
renuncie 126 y en blanco 28. En septiembre se celebró en Madrid la Asamblea Conjunta
de Obispos y Sacerdotes en su nivel nacional para la cual se eligieron los
representantes de esta diócesis.
[13] Boletín
Eclesiástico Oficial del Arzobispado de Zaragoza, septiembre y octubre 1971
[14] Grupos formales e informales servían como origen de posturas ante los
diversos problemas (Berit, Cabildo, Centro Pignatelli, curas obreros, hoja
“Eucaristía”, JARC, Opus Dei, Santa Engracia y otros).
Curas contestatarios
3.4. Curas contestatarios
Los diversos casos de
contestación dentro del clero tuvieron un enorme eco en los medios de
comunicación. El primero con estas características estuvo localizado en
Mequinenza. La construcción de un embalse afectó al núcleo de población. Por
referéndum popular se aprobó un acuerdo con ENHER por el cual esta empresa se
compromete a dar a los vecinos, tanto a los afectados por las aguas como a los
no afectados, 50.000 ptas por cada familiar residente en el pueblo en la fecha
del convenio (1971) y además el justiprecio de los inmuebles en las condiciones
que marcaba la ley. Tras su desalojo, las casas afectadas por el embalse fueron
destruidas, excepto la casa del cura porque el arzobispado había pedido su
conservación hasta que estuviese construida la vivienda parroquial y el nuevo
templo. Cuando esto sucedió, la empresa urge, en diciembre de 1972, el desalojo
acordado.
Para apoyar a las 38 familias que
quedaban en el pueblo viejo, cuya permanencia allí no parecía muy viable, el
Arzobispado firmó el 9 de enero de 1973 un acta. El Cura párroco participó en
la elaboración del borrador. En este documento se exige a ENHER como condición
“sine qua non” para el abandono de la casa parroquial que mantenga durante todo
el año 1973 las condiciones del convenio de 1971 para las 38 familias antes
citadas (cuatro de ellas eran forasteros que habían llegado al pueblo tiempo
después). La casa deberá evacuarse antes del día 25 de enero. Hay también otra
cláusula referente a los pobres de solemnidad.[15]
En fechas previas, el arzobispado
conoce oficiosamente la negativa del párroco a abandonar la casa. A él se han
unido tres sacerdotes de parroquias vecinas. En carta fechada el día 23, los
cuatro comunican su negativa a abandonar la casa parroquial hasta que “no se
solucione el problema de todos los vecinos”. No es preciso decir que, por
ejemplo, llegar a una sentencia definitiva en un justiprecio podría durar mucho
tiempo e incluso cabría amenazar a la empresa con esto.
El 10 de febrero se trata el tema
en el Consejo Presbiteral y el 11 se desplazan a Mequinenza cinco de sus
miembros para conocer en directo el problema. Se invita a los sacerdotes a que
los expongan ellos ante todo el Consejo Presbiteral. El 14 de febrero acuden
los curas de Mequinenza, Fabara, Nonaspe y Maella. Wilberto Delso Díez, cura de
Fabara, hace de portavoz del grupo. En esa misma sesión se conoce que la Comisaría de Aguas ha
notificado la ocupación administrativa de la casa rectoral que en 15 días será
efectiva. El 25 de febrero, el pleno de la Corporación Municipal
de Mequinenza y la Junta Rectora
de la Cooperativa
de Viviendas “Santa Agatoclia” se personan en la residencia arzobispal para
pedir el traslado del sacerdote “por estimar que ya ha causado demasiado
perjuicio al pueblo”. La contestación fue “Tengan confianza en el Arzobispo”.
Posteriormente hubo otros contactos. La casa fue derruida.
El Arzobispo escribe el 8 de
septiembre una carta al cura de Mequinenza para que acuda a visitarle el día 11
ó el 12. Comienza una carrera contrarreloj. El día 13, el prelado recibe un
telegrama “ante imposibilidad de ir envío carta”. Recibida la carta al día
siguiente se ponen tres avisos de conferencia al cura y ninguno es contestado.
El día 15, el Vicario General para Pueblos lleva en mano una carta del
Arzobispo comunicando que irá él personalmente a bendecir el templo nuevo y
decir la misa. Verbalmente se le invita a pensar qué puesto pastoral desearía
ocupar en el futuro porque se ha nombrado otro cura para la localidad. El 16 de
septiembre, en las fiestas patronales de Santa Agatoclia, el Arzobispo bendice
el templo -lleno de gente- y celebra la misa. Luego se ausentó sin asistir con
las autoridades a ninguno de los demás actos del día.
En las hemerotecas se puede
comprobar el poco interés de la prensa por el problema de las 38 familias en
mala situación económica y la mucha atención que dedican a la peripecia de los
curas. “Los pobres no venden, la religión sí”
3.5. El caso Fabara
Durante mucho tiempo, la
población de Fabara ha sido más conocida por lo sucedido con su cura que por el
mausoleo romano del s. II.
[15] En la
“Nota del Arzobispado de Zaragoza sobre el problema de Mequinenza” publicada en
el Boletín Eclesiástico Oficial del Arzobispado de Zaragoza correspondiente al
mes de marzo de 1973 se pueden encontrar más detalles.
[16] En Hispania Sacra nº 58 (2006) Martín de Santa Olalla se ocupa con
detalle de estos sucesos. “El clero
contestatario de finales del franquismo. El caso Fabara”. También Javier
Ortega en “Así en la tierra como en el
cielo. La Iglesia
católica en Aragón. Siglo XX”. (2006)
Wirberto Delso Díez, ex cura que fue de Fabara
Sucedió que estaba prevista una
Visita Pastoral para el día 27 de mayo de 1974.[16]
Quienes conocían la situación sabían que ocurriría algo muy sonado. Las
características psicológicas de los protagonistas lo hacían casi inevitable.
También había otros datos: pocos días antes había tenido lugar en este pueblo
un cursillo de Acción Católica y quienes fueron a impartirlo notaron la enorme
división que había en torno a la actuación del párroco. En la visita,
acompañaban al Arzobispo Cantero el Vicario General para pueblos y el
arcipreste de Caspe. Algunos de los feligreses presentaron graves acusaciones
contra el cura y ante ellas él guardó silencio. Más tarde, el 14 de junio, el
Arzobispo le comunica su cese como regente de la parroquia y nombra como
encargado provisional de la misma al coadjutor.[17]
Las causas esgrimidas eran sus ideas, sus actitudes y su léxico.[18] Algunos días más tarde, la Asamblea Parroquial
de Fabara pide que se concreten los motivos del cese. El sacerdote pide “un
juicio eclesiástico público, donde la acusación sea pública y la defensa
también”. El día de San Pedro, concelebran allí un grupo de unos 29 sacerdotes
y varios de ellos participan en la homilía. Terminada la misa, tratan el tema
en una reunión. Hay una notable presencia de Guardia Civil.
El problema toma otras
dimensiones a partir del 5 de julio, cuando el grupo de sacerdotes se
solidariza con el cesado y amenaza con dimitir de sus cargos pastorales si en
el plazo de 15 días no se le repone en su anterior cargo. Tres representantes
del grupo se entrevistan en Madrid con el nuncio Dadaglio durante los días 12 y
13. El 16, en carta al arzobispo le avisan de que pueden recurrir a Roma. El
Consejo Presbiteral, en votación secreta, apoya al prelado. Lo mismo sucede con
el Ayuntamiento y la
Acción Católica de Fabara. La tensión es alta y las gestiones
incesantes. Teodoro Sánchez y otras
personas regresaban una noche de visitar al cura de Fabara; la Guardia Civil los
paró y hubieron de colocarse ante los focos del coche para ser identificados
debidamente.
El 21 de julio, el arzobispo
Cantero escribe al Nuncio y le explica la campaña que llevan a cabo estos
sacerdotes, expone las injerencias del obispo de Huesca, alude a “un sacerdote
secularizado” que es el ideólogo[19] y concluye “non possumus”. En carta del día 28, “el
grupo solidario” acusa a Cantero de no haber escuchado al sacerdote y de
haberlo difamado sin conocer las motivaciones que había detrás de las denuncias
presentadas contra él. En agosto, una nota del arzobispado niega que haya
habido amenaza de excomunión y el día 7 de este mes se acepta la dimisión de 25
curas con el consiguiente problema de su sustitución. Corre por la diócesis un
voluminoso informe y un cómic de 13 folios titulado “Simplemente Peter” donde se ridiculiza al arzobispo, al Cabildo y a
otros sacerdotes.
En septiembre, se intenta una
solución: un puesto como coadjutor de Alcañiz para el cesado (antes se le había
propuesto ser coadjutor en Ntra. Sra. de Begoña, en la ciudad de Zaragoza). No
acepta esta salida. Pasa el tiempo y, desde Roma, la Congregación del
Clero, ante quien el regente de Fabara había presentado sus reclamaciones, pide
información al arzobispo que la envía extensamente el 21 de enero de 1975,
cuando ya ocho de los curas dimisionarios habían vuelto a sus parroquias.[20]
Un grupo de sacerdotes -cercano
al centenar- presentó un escrito en el que defendían la línea pastoral de
compromiso y evangelización pero manifestaban su disconformidad con las
dimisiones. El cura cesado permaneció algún tiempo en el pueblo trabajando
manualmente y, en una etapa posterior, acudía desde Zaragoza a celebrar la misa
con su comunidad.
[17] Leoncio
Pablo Figueras era natural de Fabara y de tendencia muy distinta al sacerdote
cesado.
[18] Desviaciones doctrinales en catequesis y predicación,
moral sexual errónea, desprecio y difamación de cualquier autoridad en la Iglesia, desvalorización
del domingo, defensor de la lucha
violenta de clases y léxico grosero e indecente incluso en las homilías.
[1]9 Aunque
Félix Cardiel Mateo tenía un papel muy activo en las reuniones del grupo de
sacerdotes, parece que Cantero se refiere a José Bada Panillo, natural de
Fabara y con familia en esta localidad.
[20] Las
gestiones se atribuyen al despacho de Joaquín Ruiz Jiménez, aunque también
estuvo relacionado con el tema el abogado madrileño Manuel Villar Arregui.
Pantano de Mequinenza. "Todo quedó sumergido bajo el agua"
3.6. Multas gubernativas
Algunos sacerdotes que se habían
significado en alguna ocasión como no muy partidarios del régimen político en
vigor eran vigilados estrechamente y se aprovechaba cualquier cosa para
imponerles una multa gubernativa con base en la Ley de Orden Público. La ocasión más usada eran
las homilías. Solo en el periodo de 1972
a 1975, las multas gubernativas por homilías ascendieron
en España a la enorme cantidad de 11.095.000 ptas de entonces. Al cura de
Valderrobres se le sanciona con 150.000 pts por pedir en la misa dinero para
pagar la anterior sanción. Monseñor Cantero pidió que se retirase la sanción
porque aquello era suplicar ayuda económica “para fines de caridad fraterna”.
Negó también el permiso para procesar civilmente a este sacerdote. El párroco
de Alfamén, después de haber sido sancionado, comentó en la misa “no sabía que
Franco valoraba tanto mis homilías” y por ello se le sanciona otra vez con
mayor cantidad económica. Porfirio Pascual y el diácono Ricardo Hernández
Castillo fueron también sancionados. Por cierto, que este último recibió del
prelado cierta cantidad de dinero para pagar la sanción. En 1973, el Ministerio
de Información y Turismo intentó cerrar la hoja semanal “Eucaristía”, el Arzobispado se opuso y el cierre no se llevó a
cabo.[21]Resulta
extraño que Teodoro, a pesar de sus “poco recomendables amistades políticas”
nunca fuese sancionado.
Domingo Laín Sanz. José Antonio Jiménez Comín. Manuel
Pérez Martínez.
Muertos en la guerrilla colombiana. ELN.
3.7. Sacerdotes en la guerrilla
En 1967, a bordo del
“Valencia”, marcharon a distintos países de la América Latina tres
sacerdotes aragoneses: José Antonio Jiménez Comín, Domingo Laín Sanz y Manuel
Pérez Martínez. Tras diversos episodios fueron expulsados a España desde
Colombia. A este país regresaron en 1969 como integrantes de distintas unidades
en la guerrilla del Ejército de
Liberación Nacional. Imitaban así al también sacerdote Camilo Torres Restrepo.
Muy pronto, en 1970, José Antonio Jiménez perdió la vida. Agotamiento, picadura
de serpiente o tiro en la nuca de algún jefe guerrillero son algunas de las
causas que se barajan. Es realmente el menos citado de los tres. A Laín se le
dio varias veces por muerto hasta que finalmente lo fue en 1974. [22]Como homenaje, el ELN le
tiene dedicado un frente con su nombre. El “cura Pérez” llegó a comandante
supremo de los “elenos” y falleció por enfermedad en 1998. Aunque se
encontraban físicamente lejos, estuvieron siempre muy presentes en el recuerdo
y las conversaciones de sus compañeros; podría decirse que su existencia
formaba parte del “ambiente” del clero zaragozano de entonces.
[21] Esta hoja
de ayuda a la celebración y predicación nació en 1966. Constaba como editor el
sacerdote José Ramón Bada Panillo. Siguió así después de su secularización e
incluso algún tiempo después de ser nombrado Consejero de Cultura y Educación
del gobierno socialista aragonés (6 junio 1983). Problemas internos en el grupo
que la hacía posible hicieron que, en 1974, naciese “Dabar”, una publicación muy similar.
[22] Revista Vida Nueva nº 927 (06.04.1974); Sancho
Vallestín, Santiago “Domingo Laín”.
Zaragoza, 2007
[23] Boletín
Oficial Eclesiástico, diciembre 1971. Desde 1967 procurador en Cortés por
designación directa del Jefe del Estado y desde 1979 Consejero del Reino y
miembro del Consejo de Regencia. Después de morir Franco, durante dos días,
asumió la regencia junto con los otros dos miembros del Consejo.
3.8. Monseñor Cantero: sus cargos y sus ideas
En 1971, monseñor Cantero hizo
unas declaraciones a la agencia “Cifra” en las que manifiesta sus razones para
no abandonar los cargos políticos que ostentaba.[23]
Aunque a los demás no les fuese fácil comprenderlo, a él le molestaba mucho que
lo adjetivasen como “político” y procuraba evitar actos oficiales –incluso
ausentándose de la ciudad- para no dar pie a que se le etiquetase como tal.
Expresiones suyas, pronunciadas cuando pensaba que nadie lo podía oír, apoyan
esta afirmación. Según algunos analistas informales, el hecho de ostentar estos
altos cargos políticos hacía que más del 25% del clero rechazase todo lo que
venía de él. Entre las jerarquías de la Iglesia -en España o en Roma- que intentaban
distanciarse del régimen vigente tampoco caía bien su persona. En los ambientes
políticos se comentaba que tenía más afecto a la persona de Franco que a su
régimen. Él hablaba del “padrastro Estado” y de la “santa Madre Iglesia”.
Tenerlo en su demarcación era para las autoridades civiles un potencial
inconveniente que debían tener en cuenta. Simplificando: no era comprendido ni
en los ambientes de Iglesia ni en los medios políticos.
En cuanto al mundo del trabajo,
Don Pedro Cantero deseaba una pastoral obrera encuadrada en la pastoral de la
diócesis, bien dotada económicamente, con sus obras (residencias, centros de
reunión, etc) sus asociaciones y su clero dedicado a ello. Curas obreros sí, y
con toda la flexibilidad que se quiera, pero insertados en la estructura
diocesana. Obviamente le hería que le acusasen de defender a los ricos y
poderosos. Los movimientos apostólicos especializados no compartían esta idea y
tampoco los curas obreros. De hecho, se ignoraron importantes ofertas del
Arzobispado y fue éste quien debió poner orden en residencias para aprendices
que no cumplían su finalidad.[24] Los episodios de
desencuentro eran una constante. En abril de 1971, en la parroquia de Ntra.
Sra. de Begoña, durante el funeral del sacerdote obrero, Alfonso Gimeno Ruiz,
fallecido en accidente de carretera, la homilía del arzobispo fue contestada
por uno de los presentes. Luego, en la calle, subido en el capó de un coche, un
sacerdote obrero intentó concienciar sobre los hechos. En 1974, diversos grupos
cristianos de base le dirigen una carta abierta a través de la prensa...
3.9.- Involución postconciliar
Tal como afirman muchos
historiadores, no hay que olvidar que la evolución en la Iglesia no comenzó con el
Vaticano II sino a mediados de los años cincuenta, y no se originó desde la
jerarquía sino desde la base. En 1979, en el “I Encuentro de Cristianos de
Aragón”, celebrado en el Seminario de Zaragoza, en una de las pancartas se
decía “No a una Iglesia vieja. Sí a una Iglesia joven”. Este eslogan puede interpretarse como respuesta a los signos
que llegaban desde Roma: teólogos amonestados, profesores y directores de
revistas cesados, documentos y normativas en fondo y forma preconciliares…
Fue en 1980 cuando la revista
"Misión Abierta" sacó un
número con el título "¿Involución en la Iglesia?".[25]
La respuesta afirmativa estaba muy generalizada. Demasiados hechos avalaban
este juicio. La dimisión del Padre Arrupe segó muchas esperanzas. Para
describir la situación se emplearon diversas denominaciones: involución,
hibernación, frenazo, noche oscura, éxodo, golpe de timón... Teodoro creía que
se debía seguir luchando en la misma dirección: “al fin y al cabo, la Iglesia no es nuestra
madre sino nuestra hija: la hacemos nosotros”. Nunca se resignó a administrar
la agonía en lugar de preparar el futuro.
[24] Teodoro
intervino en el problema de la residencia “Juventud Obrera” situada en la calle
Martínez Vargas.
[25 Es
interesante repasar los títulos de la prensa internacional. L’Express (1967) “L’eglise en crise”; Time (1968) “Rebellion in the
Catholic Chuch”; (1970) The Catholic Exodus: Whay Priests and Nuns are
Quitting; L’Express (1971): Le Pape a peur…
3.10.- Profesor del CRETA
Durante veinte años -desde 1970-
fue profesor de Sociología Religiosa en el Centro Regional de Estudios
Teológicos de Aragón. En 1986, leyó la lección inaugural titulada “Relaciones Iglesia – Estado en la segunda
republica española (1930-1933)”. En la disertación se sacaban conclusiones
para la realidad actual.
Aunque era más lector empedernido
que escritor, publicó un comentario al libro “Para comprender la sociedad del hombre moderno” de A. Calvo y A.
Ruiz en el nº 2 de la Revista Aragonesa
de Teología (1995). Luego, en las primeras Jornadas de Teología de Aragón,
presentó, junto con Ángel Calvo, una comunicación titulada “Nueva cultura, teología y pastoral”.
Cuando el artículo se editó, Teodoro ya había fallecido.
3.11.- Espacios de vida personal
Pese a su presencia activa en los
más diversos campos, Teodoro se las arreglaba para tener los necesarios
espacios de vida personal. En vacaciones viajó a Portugal al poco de darse la
revolución de los claveles y hasta comió, por casualidad, junto a Otelo Saraiva
de Carvalho. Visitó también Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, Italia… Ya
estaba bastante delicado cuando fue a Turquía y a Marruecos.
Cuando se puso en marcha –con más
ilusión que realismo- el periódico aragonés “El Día” también tomó parte en aquel proyecto como accionista. [1]
Se sentía especialmente cercano a
la labor del sacerdote Cesar Royo Pardo, Medalla de Oro al trabajo por el
desarrollo del pueblo gitano (1971). Le gustaba compartir ratos nocturnos de
conversación con José Luís Palacio Asensio y los estudiantes que convivían en
el piso de la calle San Juan de la Cruz. Era
un ambiente informal y de gran creatividad. Cuando se terminaba el paquete de
“Ducados” era la hora de marcharse. Visitar en Alfamén a Ramón Arribas Sánchez
era siempre enriquecedor para él.
Aquella fue una época de
secularizaciones. En 1970 se recibieron en Roma 3.800 peticiones de reducción
al estado laical aunque un tercio de los que abandonaban el sacerdocio no
seguía este procedimiento. Generalmente eran sacerdotes entre los 30 y los 45
años. El encargado de tramitar estas peticiones
solía pedir que firmasen como testigos a personas que no se iban a negar
y entre ellas estaba con frecuencia Teodoro.
Era muy tenaz en la consecución
de lo que se había propuesto. Una vez apareció un panfleto con las firmas
falsificadas de varios sacerdotes. Lo curioso fue que la suya era la que más se
parecía a la realidad. Su enfado fue impresionante y tras recorrer con un amigo
muchas copisterías de Zaragoza –en las que se les tomaba por policías- logró
averiguar el origen: un alto cargo de la curia diocesana que curiosamente tenía
la letra muy parecida a la de Teodoro. Esto fue suficiente para que se calmase.
Comentaba con mucha satisfacción
la semblanza leída, en octubre de 1990, por su amigo Ricardo Berdié, concejal
de Izquierda Unida, cuando el Ayuntamiento nombró hijo adoptivo de Zaragoza, a
título póstumo, al sacerdote Benito Ardid Brinquis. [2]
[1] Entre los accionistas
había 8 sacerdotes.
[2] Puede encontrarse en el
libro Volveremos a sembrar. Agenda,
cuadernos y escritos de Benito Ardid. Zaragoza, 1991
No hay comentarios:
Publicar un comentario