miércoles, 20 de julio de 2016

CAPÍTULO IV.- CAMILO TORRES

CAPÍTULO IV

CAMILO TORRES: Un sacerdote comprometido.

Domingo Laín tuvo un persona en quien mirarse para poder llevar a la práctica todo lo que su corazón sentía: se llamaba Jorge Camilo Torres Restrepo. Nacido en Bogotá (1929) en el seno de una familia acomodada, su padre fue un famoso médico que se casó con Isabel Restrepo Gaviria, una señora perteneciente a la alta burguesía. Tras estudiar en la Universidad Nacional de Colombia, se siente atraído por la vocación sacerdotal e ingresa en el Seminario Conciliar de la capital colombiana en donde permanece siete años hasta ordenarse sacerdote en 1954.
Se traslada a Europa y en la Universidad Católica de Lovaina cursa estudios de Sociología. Tras publicar diversos tratados socioeconómicos, entra en contacto con la Democracia Cristiana de Bélgica en los años previos al Concilio Vaticano II que tanto había de influir en sus pensamientos e ideas. Cuando vuelve a su tierra es nombrado capellán de la Universidad Nacional de Colombia, instaurando un año después en dicha Universidad los estudios de Sociología de la que sería profesor, fundando el Movimiento Universitario de Promoción Comunal, que se dedicaba a ejercer la acción social en barrios populares y obreros de Bogotá
Fue pionero en practicar las normas que el Vaticano II había anunciado: celebrar la misa mirando a los asistentes y emplear el español en lugar de la lengua latina con el fin de buscar una mayor participación entre los feligreses. Sin embargo, el arzobispo, que luego sería nombrado cardenal, Luis Concha Córdoba, no vio con buenos ojos su exceso activismo con los humildes y le obliga a renunciar a su cargo en la Universidad enviándolo a la parroquia de Veracruz. En 1964, al publicar el tratado La desintegración social en Colombia está gestando dos subculturas, es relevado de su cargo en la parroquia que tan dinámicamente regentaba. Este hecho no le desanima y se decide a participar en el VII Congreso Latinoamericano de Sociología logrando incorporase a su Facultad en calidad de profesor asociado, consiguiendo, tras muchas dificultades, crear una Cooperativa de Desarrollo Comunal.
En 1965 viaja clandestinamente a la selva colombiana, en el departamento de Santander, y toma contacto con Fabio Vásquez Castaño, un joven colombiano que junto a otros habían pasado una temporada en Cuba realizando prácticas militares, utilizando el modelo de Sierra Maestra apoyado por Fidel Castro; prácticas de guerrilla que le servirían para formar luego lo que llamarían el Ejercito de Liberación Nacional (ELN). Esta visita le impacta tanto que decide renunciar a sus cargos clericales orgánicos sin abandonar su sacerdocio. Y su primer trabajo será fundar un semanario, llamado Frente Unido, en cuyo primer número publica el escrito “Mensaje a los cristianos” que habría de ser significativo para su posterior andadura. Un texto que sería comentado favorablemente no sólo por los sacerdotes cristianos de todo el mundo, sino por los llamado entonces cristianos de base comprometidos con las necesidades de los más humildes.
(…) Lo principal en el Catolicismo es el amor al prójimo. “El que ama a su prójimo cumple con su ley” (San Pablo, Romanos XIII, 8). Este amor, para que sea verdadero, tiene que buscar eficacia. Si la beneficencia, la limosna, las pocas escuelas gratuitas, los pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado “la caridad”, no alcanza a dar de comer a la mayoría de los hambrientos, ni a vestir a la mayoría de los desnudos, ni a enseñar a la mayoría de los que no saben, tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de esas mayorías. Esos medios no los van a buscar las minorías privilegiadas porque ello les obligaría a perder sus grandiosos privilegios.
Yo he dejado los privilegios y deberes que el clero me otorgaba, pero no he dejado de ser sacerdote. Creo que me he entregado a la Revolución por amor al prójimo en el terreno temporal, económico y social. Cuando mi prójimo no tenga nada contra mí, cuando haya realizado la Revolución, volveré a ofrecer misa si Dios me lo permite. Creo que así sigo el mandato de Cristo: “Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda y anda, reconcíliate primero con él y entonces ven y presenta tu ofrenda” (San Mateo V, 23-24). La lucha es larga, comencemos ya.
Un mes después de este atrevido y apasionante manifiesto, el sacerdote Camilo Torres publica en el número dos de la revista Frente Unido, un nuevo mensaje, ahora destinado a los comunistas, ante las numerosas críticas que su escrito anterior levantó tratando de identificarle como uno de ellos. El nuevo mensaje recuerda que él, ni como colombiano ni como sacerdote, ni como sociólogo, es ni será comunista. Y añade: Considero que el Partido Comunista tiene elementos auténticamente revolucionarios y por lo tanto no puedo ser anticomunista ni como colombiano, ni como sociólogo ni como sacerdote, porque creo que como cristiano el anticomunismo acarrea la condenación en bloque de todo lo que ellos defienden Y entre lo que defienden hay cosas justas e injustas. Al condenarlos en conjunto nos exponemos a condenar igualmente lo justo y lo injusto, y eso es anticristiano.
Termina el manifiesto comunicando su deseo de luchar con todos los revolucionarios que deseen tomar el poder por parte de las clases populares en contra de las oligarquías, y recuerda al papa Juan XXIII cuando en su encíclica Pacem in terris habla de las teorías filosóficas sobre la naturaleza, el origen, el fin del mundo y del hombre, y las iniciativas de orden económico.
Pasa el tiempo y Camilo comprueba que su mensaje no es escuchado por el Gobierno. Ante esta situación decide trasladar su sacerdocio católico revolucionario a la práctica guerrillera, uniéndose al Ejercito de Liberación Nacional (ELN), formado entonces por un centenar de miembros. Camilo Torres, en enero de 1966 marcha a la selva en la montaña andina y desde allí difunde su “Proclama al Pueblo colombiano” que llegó a alcanzar una amplia difusión. En ella, tras explicar que se ha incorporado a la lucha armada en el Ejército de Liberación Nacional, porque en él encontró los mismos ideales del Frente Unido que, sin caudillismos, buscan liberar al pueblo colombiano de la explotación y del imperialismo, concluye con una llamada desesperada, anuncio de tiempos difíciles de sacrificio y hasta de muerte.
Hasta la victoria final con las consignas del Ejército de Liberación Nacional. Ni un paso atrás… ¡Liberación o muerte!
El texto es firmado por Camilo Torres Restrepo y refrendado por Fabio Vásquez Castaño y Víctor Medina Morón en enero de 1966.
Camilo pronto se convirtió en un ídolo. El vestirse con uniforme militar tal vez lo hiciera para hacer creer que estaba dispuesto a todo; sin embargo este hecho no fue bien visto por muchos de sus admiradores. Por ello, cuando entró en combate por vez primera, en el lugar conocido como Patio Cemento, su inexperiencia la pagó con la muerte. Sus restos quedaron olvidados en los terrenos cenagosos de la selva.
Como ocurre siempre, la muerte de una persona querida hace que su vida y obra se revaloricen. Al desaparecer Camilo muchos fueron los que le lloraron, pero muchos más los que lo convirtieron en un ídolo. Sus consignas “El deber de todo cristiano es ser Brevolucionario”; “Los marxistas luchan por una nueva sociedad, nosotros los cristianos deberíamos estar a su lado”; “Que no discutamos si el alma es mortal o inmortal, sino pensemos que el hambre sí es mortal y tratemos de derrotarlo para tener la capacidad y la posibilidad después de discutir la inmortalidad o no del alma” eran santo y seña para sus seguidores.
Domingo Laín, como sus compañeros Manuel Pérez y José Antonio Jiménez, cuando conocieron la vida e ideología de Camilo, quedaron impactados por ella y no dudaron en querer llevar a la práctica ese deseo de vivir el Evangelio con los más humildes y desprotegidos. Y como él, tras comprobar que con la palabra no podían redimir de la pobreza a los más necesitados, no dudaron en unirse a la guerrilla en donde también encontrarían la muerte.

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