“DESPUES DE LA BATALLA DEL EBRO”…
Laureano Molina López.
(16 – 7 - 1909, Albalate del Arzobispo – 10 - 9 - 2010, Zaragoza).
Desde estas páginas quiero relatar lo vivido por mi padre en unos años tan difíciles como fue la guerra y posguerra, para que no quede en el olvido. Dándole voz en primera persona.
“Todavía recuerdo lo que me hizo abrazar las ideas revolucionarias y republicanas, un hecho que sucedió de esta manera tan injusta.
Ocurrió un día en la casa “del amo” en Albalate. Para cenar tenían acelgas. Yo era un pastorcico “rabadán”, niño todavía, comía y dormía en casa del amo. Pero esa noche llegó un amigo del señor de la casa y no teniendo qué darle para cenar, me quitaron el plato para dárselo al recién llegado. Me fui a dormir habiendo comido únicamente pan y olivas. De madrugada me fui con el pastor a cuidar de las ovejas del amo hasta que el sol se escondiera.
Recordaba el esfuerzo que había hecho en roturar tierra para el cultivo en el paraje de La Silleta en la Sierra de Arcos de Albalate del Arzobispo; quedaba todo inútil. La llegada de la 2ª República Española suponía para mí el sueño que comenzaba a ser realidad. Por eso defendí la República.
Mi suegro, el tío Remigio, que había sido para mí muy exigente, sin embargo, yo le veía como un hombre justo y honrado. “No quiero rojos en mi casa”, me dijo en alguna ocasión.
Cuando en el mes de febrero del 1938 deje en el andén de la estación de Caspe, a mi mujer con mis dos hijos para unirme al frente republicano, no me imagine los que tardaría en verlos. Mi familia estaba “abandonada”. Aunque es verdad que confiaba en mis suegros, y sabía que éstos no les dejarían. Porque la vida en el pueblo era dura, muy dura.
Perdida la “batalla el Ebro” del ejército de la República, emprendimos el camino hacia nuestro exilio en Francia a través del Pirineo. Bielsa fue el punto donde más gente nos concentramos. Lentamente, silenciosamente, penosamente, iniciamos la travesía hacia lo desconocido para la mayoría de nosotros. Nieve, lluvia, viento y frío es lo que sufrimos. El alma helada y nuestro corazón compungido. Nuestro futuro se presentaba incierto, pero nuestras ganas de vivir permanecían intactas. Por el camino encontré una preciosa muñeca abandonada por el cansancio y quizás también por la desilusión y llanto de alguna niña. Cogí la muñeca pensando en mi hija María de dos años que dejé despidiéndome juntamente con Pilar, mi mujer, y mi hijo de once meses, Laureano, dándome su último a dios. Al llegar al primer pueblo francés había mucha gente esperando nuestra llegada. Entre esa gente estaba una madre con su niña. La mujer nos miraba a nosotros, la niña miraba la muñeca. Llevado por un impulso emocional me acerqué a la niña y le di la muñeca que la abrazo con fuerza.
Otros españoles decidieron dirigirse hacia Hendaya para volver a España por Irún. Yo preferí ir hacia el Mediterráneo, y por La Junquera volví a entrar a España para reforzar la defensa de Barcelona todavía republicana. Perdida la ciudad, una nueva marea de gente nos dirigimos hacia Francia. Allí se nos concentró en el Campo de Refugiados Argés sur Mer.
Los que volvieron a España por Irún fueron hechos prisioneros y conducidos al Campo de Concentración de Pamplona.
Quedarse en grupo, en el sur de Francia, cerca de los Pirineos, fue la “perdición” de muchos al ser ocupada Francia por los Alemanes Nazis. A éstos les fue más fácil cogerlos y llevarlos hacia los Campos de Concentración y de Exterminio. Fue la perdición de muchos.
Atrás quedaba el Campo de Concentración y de Acogida de Argelès sur Mere en la costa mediterránea francesa
Algunos, como yo, terminamos de aprender a leer y escribir, y las cuatro reglas de aritmética. Otros, plasmaban su imaginación artística en pobres lienzos. Y todos, de una manera o de otra, comenzamos a comerciar con todo lo que era útil en aquellas circunstancias. Había quienes redactaban elementales periódicos informativos. Otros constituían “Comités de Apoyo Mutuo” para sobre vivir y ayudar a los más débiles. Cada uno se auto protegía, pero sin olvidar la solidaridad hacia los demás. Porque en aquellas circunstancias ayudar a los demás, era ayudarse a sí mismo. “Hoy por mí, mañana por ti”.
Comenzaba una nueva etapa en mi vida y había que aprovecharla.
Había decidido subir hasta el centro de Francia, hasta el corazón de “La France”. Al salir de Argeles Sur Mere con el “pasé” que nos proporcionó la Administración Francesa, cogí el tren, y de un tirón dejé atrás Persignan, Carcassonne, Toulouse, Montauban hasta llegar a Orleáns.
La mayoría de mis compañeros prefirieron quedarse por el sur, cerca del Pirineo, cerca de España. En grupos, casi “en manada”. Se dejaban ver. Había quienes seguían pensando que la reconquista de España para la República, era posible. Yo pensé todo lo contrario: habíamos perdido la guerra y no había vuelta atrás. Por eso decidí ir hacia el interior de la Francia.
Tenía treinta y un años, y aunque era joven, mi cuerpo no aguantaba más. ¿Qué hacía aquella tarde lluviosa, con frío, en una ciudad que no conocía, y entre gentes que hablaban de tal manera que yo no entendía nada?
Sandríne, la costurera-modistilla, me vio tan joven, desaliñado y tan abatido, que cogiéndome del brazo me llevó hasta su casa. Una casa pobre, pero digna morada de aquella mujer que había estado trabajando toda su vida, y que vivía sola. “Espagnol, guerre, exilé, réfugié, venez avec moi: me cogió de la mano y le seguí como un cordero. Me preparó la habitación, y después de tomar la “soupe” me acosté; más bien la anciana me obligó a que me acostara. Ella encontró “un hijo” y yo la miré como a mi madre.
Aquella noche no pude dormir. La anciana me había preparado una cama en un cuarto solo para mí. Hacía días, meses, que no dormía en una cama. Había adquirido el hábito de dormir en malas condiciones. ¡Tanto tiempo durmiendo con un ojo cerrado y el otro abierto! Siempre en continuo sobresalto. Semidormido y medio despierto. En constante actitud de vigilancia preventiva. Vigilando para seguridad de los demás y vigilando como mecanismo de autodefensa. Toda la noche se convirtió en un “sueño despierto”. Me tentaba a mí mismo, y no sabía bien cual era mi situación, Imágenes, ruidos, explosiones, huida repentina, retiradas, hechos horribles, gritos de dolor se agolpaban en mi cabeza, y mi corazón latía de tal manera que era imposible concebir el sueño.
Para no perder la cabeza, comencé a vivir intensamente el presente de mi “nueva vida”. En Orleáns, busqué trabajo, hice encargos, trabaje en el campo como jornalero eventual, hice cualquier cosa que saliera al paso con el fin de sobrevivir. A Sandríne le llevaba todo lo que le fuera útil: productos del campo, leña, carbón, etc., todo lo que nos hiciera la vida un poco más llevadera. Porque para Francia comenzaban también tiempos difíciles.
La costurera me quería, y yo le respetaba y cuidaba con cariño. Llegue a trabajar en el Campo de Aviación de Orleáns. Cualquier trabajo me proporcionaba, además del sustento, “un resguardo documental” para el futuro. Poco a poco me fui aclimatando a la nueva vida, a las nuevas costumbres”.
(El 10 de mayo de 1940, Alemania invade los Países Bajos y seguidamente pasan a Francia. El 14 de junio del mismo año, París es ocupado por los alemanes. Monsieur Reynand dimite el día 16, y el mariscal Petain forma un nuevo gobierno, al frente del cual firmaría el armisticio por el que Francia quedaba en manos de la Alemania de Hitler. Las tropas alemanas comenzarían a extenderse hacia el sur).
“En aquellas circunstancias, (sigue diciendo Laureano Molina López), una noche comunique a Sandrine que debía marcharme hacia el sur. “No solo corría peligro yo como anarquista español, sino que le ponía en peligro a ella”. La despedida fue desoladora, ella me abrazo con fuerza, yo dándole un beso, desaparecí”.
(Mi familia pensaba que no habíamos tenido noticias de mi padre hasta después del final de la Guerra Europea. Pero no fue así. Rebuscando entre las fotos estos días encontramos una de mi padre hecha en Burdeos, fechada el 31 de diciembre de 1942. Por su valor sentimental para nosotros la reproduzco con el texto que venía al dorso).
Decía:
“Querida esposa e hijos. Siempre y con cariño de vuestro querido padre, que tanto os quiere y no os olvida un momento. Feliz Año Nuevo 1943. Para toda mi familia besos y abrazos…, y a todos los que por mí pregunten… Adiós foto con fortuna, con más fortuna que yo, que vas a ver a mi familia a la que no puedo ver yo”. Firmado Laureano Molina. A 31-12-1942).
La foto llegó a Albalate del Arzobispo, vía Inglaterra, y con sello camuflado alemán. La Organización Anarquista logró sacar de Francia unos paquetes de cartas y hacerlas llegar hasta Inglaterra, y desde allí otros anarquistas las introdujeron en España).
Río Garona a su paso por Burdeos.
¡LIBERACIÓN!
“Algo estaba ocurriendo porque a través del cristal de la ventana penetraba un gran resplandor y de vez en cuando se producían explosiones. El exiliado Molina López, “el Cotipe”, de Albalate del Arzobispo. Era el apodo familiar de mis abuelos Santos y Blasa, con seis hijos, tres hombres y tres mujeres, se despertó sobresaltado, pero desde la ventana de su habitación no se divisaba nada. En mitad de la noche se vistió, y desafiando el toque de queda bajó a la pequeña plaza de “Camille Pelletan”, de Burdeos.
“¡El espectáculo era dantesco!”. Según conto mi padre,“El río ardía convertido en un reguero de fuego”. Aguas abajo del puente, todo el puerto fluvial estaba en llamas.
Alguien había abierto los depósitos de combustible instalados en la margen derecha del río. Y el río se convirtió en un denso y pastoso líquido al que prendieron fuego posteriormente. Al mismo tiempo ardían varios barcos varados en el puerto, y después de producirse explosiones, éstos se hundían quedando sumergidos en el agua.
Nunca se supo si fue debido a un sabotaje o a una acción de autodefensa.
El Ejército de la Alemania Nazi ocupaba la Ciudad de Burdeos.
Eran días críticos para el dominio de la Guerra en Europa”.
Es tal como me lo contó mi padre.
En el 54 yo conocí a mi padre. Yo tenía 17 años.
¨La vida de los muertos está en la memoria de los vivo¨.
(PLATÓN, Atenas, 427 a C – 327 a C, fue un filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles).
Laureano Molina Gómez.
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