DE NIÑOS A HOMBRES.
Poco a poco, paso a paso,
año tras año, sigilosamente, sin darnos cuenta nuestra niñez iba madurando, iba
quedando atrás. Fue entonces cuando Francisco Artal Luesma, cura párroco del
pueblo nos propuso a los monaguillos mayores y algún que otro jovenzuelo
realizar una excursión especial. Había que llevarse merienda y cantimplora.
Y es que el cura joven,
inquieto y emprendedor, estaba inmerso en un mar de curiosidad. Había escuchado
el relato de las gentes, se había leído la Historia de Albalate de Mosén
Vicente Bardavíu Ponz editada en 1914, y quería ser conocedor en primera
persona de gentes y tierras de la Villa de Albalate.
Acompañado de algún vecino
había visitado el Barranco de la Hoz, lugar de asentamiento de nuestros
antiguos antecesores. Nosotros habíamos recorrido con él también el Barranco de
Valdoria. Teníamos planeado llegar hasta la Cueva Negra cosa que nunca llegamos
a hacer. El plan comprendía igualmente el recorrido del cauce del río aguas
abajo desde El Batán a unos diez kilómetros del pueblo y a dos del Santuario de
la Virgen de Arcos.
Cuando en 1970 visité el
Parrissal de Beceite, a medida que iba subiendo hacia el manantial del río
Matarraña, hasta una altitud de 1.229 metros, me acordaba de la aventura que de
jovenzuelo tuvimos ascendiendo hasta Valdoria, origen de las aguas que
abastecían el municipio de Albalate.
Valdoria se encuentra
en una zona de la Sierra de Arcos llamada La Silleta a 600 m. de altitud sobre el
nivel del mar. El pico más alto y más cercano es el Coronas a 853 m. Y la altitud máxima de
la Sierra la dan las Cucutas con 987
m. A la izquierda del barranco de Valdoria se encuentra
la cueva del “Gorgo”, a la derecha la cueva de la Tarranclera, y en el centro
la cueva de la “Higuera”. Llamada así por la higuera que nos recibe en la
entrada al pequeño valle ¡Qué paisaje tan hermoso! Vegetación abundante y muy
variada. El discurrir de las aguas y la frescura del ambiente. Una vez dentro
del angosto te envolvía un microclima en plena Sierra de Arcos.
Cuenta la leyenda, recogida
en su historia por Bardavíu Ponz, página 23 que recomiendo volver a leer, que
desde una de esas cuevas comenzaba un pasadizo que llevaba hasta la Cueva Negra
por debajo y a lo largo de la Sierra, unos dos kilómetros en línea recta. Y que
al salir del túnel aparecía el río y al otro lado la Roca de Arcos. Leyenda que
todavía no ha sido comprobada. También se decía que por allí se escondían los
bandidos que asaltaban a las gentes cuando ascendían la Cuesta de la Calzada,
paso obligado entre Andorra y Albalate.
Me consta que en estos
momentos el Ayuntamiento de Albalate está haciendo un esfuerzo en la zona para
hacer accesible al turismo el atrayente angosto de Valdoria.
Era verano y estábamos de
vacaciones. Un coche nos subió hasta El Batán. Junto al puente por un estrecho
sendero descendimos hasta el cauce del río. Exactamente donde comienza la
acequia que Rivera-Bernad realizó para el salto de agua de la Central
Hidroeléctrica en 1.901. El agua nos marcaría el camino. Íbamos a hacer el
mismo recorrido que la acequia. Ésta se adentraba en el interior de la montaña
excavada, y nosotros recorríamos paralelamente el cauce del río. Siempre con
los pies en el agua. Posiblemente corría el año 1949 ó 1950. Arbustos, piedras,
algunos árboles y las aguas limpias y trasparentes. Nos metimos por un estrecho
donde el agua se iba encauzando. Anduvimos un buen rato hasta que llegó un
espacio en el que a izquierda y a derecha se levantaban unas paredes de piedra
viva imposible de escalar sin cuerdas. Delante de nosotros se originaba una
cascada deslizándose el agua sobre una roca fina y resbaladiza.
Continuar era arrojarse a
la badina que había abajo. Si seguíamos adelante debía de ser a base de nadar y
sin poder volverse hacia atrás.
Nosotros decidimos continuar.
Pero el sacerdote no tenía previsto, en aquellos tiempos, ponerse en bañador
ante sus monaguillos. Lo cual le hizo decidirse por trepar la montaña, antes de
quedar encajonados, y caminar por encima hasta salir a nuestro encuentro cuando
ello le fuera posible. Comenzábamos a recorrer la zona llamada “Los Estrechos”.
Acequia del Batán para la Central Eléctrica. Tramo inicial.
Acequia El Batásn. Tramo medio
Sobradero
y Salto de agua para Central Eléctrica. El final de Los Estrechos.
Cogimos unas cañas y a un
extremo de ellas atamos nuestras ropas y meriendas, y cual si fueran banderas o
estandartes, nos lanzamos al pozo. La ropa quedaba por encima de las aguas
evitando así que se nos mojara. “Cada uno llevábamos nuestra bandera”.
Sacerdote y monaguillos
perdimos el contacto visual el uno de los otros. A los dos lados “paredes”, en
el agua peces, y en el cielo cuervos, buitres y otras aves. Fue impresionante.
Al cabo de algún tiempo
llegamos a una especie de vega ancha donde se cultivaban hortalizas y frutales.
Era donde vivían los “Pitorros”, zona llamada “Los Chaparros”. - Creo recordar
que su casa, corrales y parideras, formaban parte de una oquedad escavada en la
montaña -.
El cura no tardó en llegar.
Y los vecinos de aquel enclave del pueblo, nos agasajaron con embutidos y fruta
fresca.
Continuamos aguas abajo y
tras la anchura de los Chaparros, el río volvía a encajonarse durante un largo
trayecto.
Llegamos hasta la Central
Eléctrica de Rivera-Bernad. Ascendimos desde el cauce hasta la casa por medio
de unos peldaños de hierro incrustados en la pared. Saludamos a los luceros y como
ese día las turbinas estaban paradas para su mantenimiento, se nos permitió
subir por el tubo del salto de agua hasta el embalse desde donde se originaba
su caída.
El agua de la acequia
encauzada en El Batán y nosotros encaminados por el río, “volvíamos a
coincidir”.
Nos bañamos en aquella
piscina rodeada de vegetación con gran regocijo. La compuerta estaba cerrada
porque no se necesitaba el agua en aquellos momentos. Con la compuerta abierta
hubiéramos sido atraídos hacia la verja de hierro irremisiblemente.
El cometido de la verja era
detener y no dejar pasar hacia el tubo de caída de aguas, troncos, animales, y
malezas. El agua debía caer limpia para el movimiento de las turbinas.
Deberíamos cuidar no
acercarnos al sobradero del embalse donde se originaba un gran salto hasta el
río.
De todas las maneras, al
ser verano, el agua que bajaba era la mínima, y quizás por eso se aprovechaba
para el mantenimiento de la maquinaria productora de electricidad.
En aquel tiempo no teníamos
ni idea de las Pinturas Rupestres que había a lo largo de todo el recorrido que
habíamos hecho. Pasamos bajo ellas, cerca de ellas, y no nos percatamos en
absoluto.
Fue en 1985 cuando unos
jóvenes del pueblo dirigidos por Jesús Roldón descubrieron las pinturas. María Jesús
Sanz lo puso en conocimiento de Antonio Beltrán Martínez que juntamente con J.
Royo Lasarte comenzaron a estudiarlas y a divulgarlas.
Pinturas rupestres
en el paraje de los Estrechos, Albalate del Arzobispo
Yo me pregunto, ¿si el
sacerdote hubiera venido con nosotros por el cauce del río, se hubiera
apercibido de las pinturas rupestres?
Lo cierto es que pasamos
bajo ellas, cerca de ellas, sin pena ni gloria.
En aquella excursión
insólita se encontraban posiblemente, Pascual Bielsa, Salvador Clavero, José
Serón, Serafín Andrés, Francisco Pérez Bascuñana, Pedro Roche, José Palacios,
Carlos Calvo, Pedro Clavería, y otros que ya no recuerdo.
No se si todos estaban,
pero sí estaban algunos de ellos. Con su recuerdo podrán testificar el día tan
extraordinario que pasamos.
Con ello nos habíamos
recorrido prácticamente todos los asentamientos de nuestros antepasados.
Chaparros, Estrechos, La Hoz,
Valdoria, Pinarosa, Cueva Negra, Cantalobos, Palomar, Val de Urrea, cerro del
Castillo, Calvario, Arcos, Zuera y Radiguero son escenarios lejanos de nuestros
antecesores que van más allá del comienzo de nuestra era.
Íberos, Romanos, Visigodos,
Musulmanes, Cristianos fueron los actores en esos escenarios.
Los musulmanes
probablemente ocuparon y fundaron Al-Balad (¿El Caserío?) en el año 713 de
nuestra era.
También es probable que
hacia el año 1.118, Alfonso I el Batallador hiciera huir a los musulmanes del
término de Albalate, a la vez que de las tierras de Belchite.
En 1.119 los Señores de
Belchite son poseedores del pueblo. En el Fuero de Calatayud (1.131) del Rey
Alfonso I aparece el nombre de Albalate.
Y en 1.149, el Conde
Berenguer IV, Príncipe de Aragón, concede al obispo de la Seo de Zaragoza la
Villa de Albalate, que será confirmado por la Bula del Papa Alejandro III en
1.160.
Albalate quedará ampliado
con Almochuel, Arcos y Ariño.
Según los datos hallados
(pinturas rupestres, puntas de flecha, restos de vasijas, documentos escritos,
etc.) de hecho nuestros antepasados se remontan hasta los años 8.000 a. de Cristo.
Es interesante leer los
índices cronológicos que detrás de cada etapa nos da el profesor Pina Piquer en
su Historia de Albalate. Ello nos ayuda a tener una visión de conjunto que hace
que no nos perdamos en el relato de tantos acontecimientos.
Y aquellos
niños de la guerra van creciendo, estudiando y trabajando.
Un día el maestro de
música, pianista y director de la orquesta del pueblo, Manuel
Gazulla, se presentó en nuestra clase, que de acuerdo con nuestro
profesor Ricardo Pérez, nos propuso a los alumnos la posibilidad de estudiar
solfeo y componer una nueva orquesta en sustitución de nuestros músicos que se
iban haciendo mayores. Nos apuntamos unos cuantos compañeros de clase.
Comenzamos a estudiar solfeo con el Método de D. Hilarión Eslava: Clave de Sol,
Clave de Fa, y las Claves de Do, llegando prácticamente a lo máximo de la
teoría musical. El solfeo lo hacíamos cantando, acompañados al piano por el
profesor.
Todas las noches, después
de cenar, y en salón de baile comenzamos a ejercitarnos con nuestros
instrumentos: trompetas, trombones, saxofones, clarinetes, bajos, e
instrumentos de percusión. Era una fiesta para nosotros. Al salir de cada
sesión, pasadas ya las once de la noche, nos retirábamos a nuestras casas y en
ocasiones originábamos algún que otro estruendo con las consiguientes protestas
de los vecinos que tenían que madrugar para ir a sus trabajos agrícolas.
Más de una vez alguien
arrojó sobre nosotros, por las ventanas y para nuestro escarmiento, aguas
menores pues notábamos que el líquido estaba algo templado. Por supuesto no dio
el grito medieval de “¡Agua va!”. No había agua corriente ni vertido por las
casas. Se usaba como W. C. la cuadra o el corral. Y por la noche en los
dormitorios nos acompañaba “el perico”, vaso de noche u orinal. En pocas
palabras, echaron sobre nosotros los orines.
Nuestra respuesta no
se hizo esperar. Desenfundamos nuestros instrumentos musicales, y allí “se armó
la marimorena”. Fueron los serenos que con su intervención apaciguaron nuestros
ánimos alterados.
Cuando la orquesta debutó
públicamente se hizo para todos y gratuitamente. Todo el mundo estaba contento.
El primero que “desertó” de
la orquesta fui yo al ingresar en el Seminario de Alcorisa. Mucho más tarde lo
harían otros compañeros yendo a trabajar a Barcelona o a Zaragoza: albañiles,
carpinteros, empleados de banca, mecánicos y alguno que permaneció en la
agricultura fueron nuestros destinos.
El esfuerzo del Maestro
Gazulla por rejuvenecer su orquesta se vino abajo.
Desde esta líneas nuestro
más sincero reconocimiento por la labor musical que desarrolló en nosotros.
¡Gracias D. Manuel!
Así lo cuento en el “Dios
de mi pequeña historia”:
“Entre las cosas que tuve
que dejar en el pueblo al ingresar en el seminario fue a mis compañeros de
orquesta. D. Manuel Gazulla, profesor de música, estaba preparando a un grupo
de compañeros de Albalate para constituir la nueva orquesta del pueblo. El
primer fin de semana que yo pasé en el seminario, mis compañeros de música
debutaban públicamente ante las gentes de Albalate. El amigo íntimo del alma,
Miguel Alcaine Soro, tuvo la delicadeza y el gesto solidario de enviarme sus
DIEZ pesetas de jornal que recibió ese día. Miguel, ¡que gran trompetista
podrías haber llegado a ser, si hubieras tenido ocasión de que alguien te
hubiera promocionado! Tenías potencia y gusto. La vibración que tu cuerpo
transmitía, a través de tus manos y de tu boca, al sonido de tu trompeta daba
la interpretación en “trémolo" a las piezas que tocabas. "Te removía
por dentro". Y eso que tu primera trompeta fue de segunda mano, porque no
había para más. Creo que después, y por exigencias de la orquesta te pasaste al
trombón de pistones. Me acordaba en el seminario de todos vosotros: el Serón,
el "Bochiga", Nicolás, Enrique, Emilio, Salvador, Miguel, etc...”
Y a partir de aquí
comienzan tantas historias personales como niñas y niños éramos los que hicimos
nuestra primera comunión aquel 13 de Mayo de 1.945, día de la Virgen de Fátima.
Zaragoza a 30 de Marzo de
2007.
__________
Bibliografía:
HISTORIA
DE LA ANTIQUISIMA VILLA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, del Doctor D. Vicente
Bardavíu Ponz. Tip. de P. Carra. Plaza del Pilar (Pasaje). Zaragoza. Año 1914.
DE
ILUSIONES Y TRAGEDIAS. HISTORIA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, de José Manuel Pina
Piquer. Edita Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo. Año 2.001.
LOS
ABRIGOS PREHISTÓRICOS DE ALBALATE DEL ARZOBISPO (TERUEL), de A. Beltrán
Martínez y J. Royo Lasarte. Edita Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo.
Diciembre de 1.997.
SUBPORTICA.
Revista digital de los alumnos que empezaron curso en 1951 en el Seminario
Menor de Alcorisa. Teruel. “EL DIOS DE MI PEQUEÑA HISTORIA” de L: M: G: Año
2.003.
EL PARQUE
CULTURAL DEL RÍO MARTÍN. Colección Rutascai por Aragón. Edición CAI. 2003.
Zaragoza.
Otros
datos me han sido aportados y precisados por Antonio Palos, Guía Turístico de
Albalate y del Parque Cultural del Río Martín, y por José Ignacio Remigio
Gómez, Concejal del Ayuntamiento de Albalate.
El viejo Albalate. Años 40 ?
No hay comentarios:
Publicar un comentario