Y EN MI RECUERDO, EL TAMBOR.
Cuando
bajé al patio para ir a jugar a la calle, me encontré el bombo de mi padre roto
por el lado de percusión. Me dio mucha pena y no se me ocurrió otra cosa que
meterme dentro de él y esconderme. Mi madre se dio cuenta porque se movía hacia
adelante y hacia atrás.
El pasado
día de jueves Santo, mi padre volvió a recordar que quien le enseñó a tocar los
ritmos tradicionales del bombo fue Alfonso Zapater, gran bailador de la Jota
Aragonesa con su compañera Pascuala Sancho. Siendo molinero en Urrea de Gaén,
subía a Albalate, y en el Calvario ensayaban los ritmos de percusión para la
Semana Santa. “Cuando yo baje el pié, dale con la maza al bombo”, le decía
Alfonso. Él tocaba el tambor.
Y así poco
a poco los ritmos de tambor y de bombo se iban acoplando. Era el año 1.932.
Y es que
mi madre había “alquilado” el bombo a un joven del pueblo.
Mi padre
no podía usarlo porque estaba en el exilio en Francia por causa de la Guerra
Civil Española.
Yo era más
pequeño que el bombo y quedaban años todavía para que pudiera tocarlo.
Al final,
la necesidad hizo que mi madre vendiera al mismo joven, el instrumento
fundamental de ruido y de ritmo que junto con los tambores se tocan el
Viernes Santo en Albalate del Arzobispo y en toda la Ruta del Tambor y el Bombo
del Bajo Aragón.
Ese mismo
joven, “El Churres”, un Primero de Abril, junto con los vencedores de la guerra
celebraban en el salón de baile del pueblo la conmemoración del “Día de la
Victoria”. La victoria del General Franco sobre la 2ª República Española. El
joven y sus compañeros “alegres” en grupo hacían la “replegadora” corriendo y
cantando por todo el salón. Un empujón incontrolado de la cuadrilla, me arrojó
contra la puerta de entrada, clavándome el pestillo de la misma en mi cabeza de
niño curioso.
Todavía
conservo la señal. “A mi madre casi le da algo”.
Me vio el
médico, y me fue curando el Señor Miguel el Practicante. Pasó mucho tiempo
hasta que me recuperé totalmente.
Con la
cabeza todavía vendada, y en la Fábrica de Aceite de la Viuda de Manuel
Villanova, el hijo y yo estábamos viendo como hacían la limpieza y
mantenimiento de la maquinaria. Había que dejarla preparada para la campaña
siguiente.
Sentados
sobre una pilada de capazas, las que se empleaban para prensar las olivas y
extraer el aceite, medio escondidos, estábamos “dando cuenta” al anís de una
botella dentro de la cual había un gran pepino.
Decían que
el anís con el pepino tenía propiedades curativas.
Era
costumbre poner en el mismo pepinar botellas, dentro de la cuales se metía un
diminuto pepino sin separarlo de la mata hasta que se hacía grande dentro de
ella.
Posteriormente
se llenaba de anís y se dejaba que el tiempo fuera haciendo su efecto. Pepino y
anís iban adquiriendo un color de oro.
De allí se
bebía según la necesidad en pequeños sorbos. Se bebía y se rellenaba
continuamente siempre en menor cantidad de la que quedaba en la botella.
Manolo y
yo aquel día nos bebimos toda la botella de anís.
Nunca más
me he vuelto a emborrachar.
Comienzo
del Santo Entierro, bajando la Cuesta de las Losas de Albalate
En
cuanto me fue posible y con un tambor prestado por la Señora Carmen la
“Jabonera”, comencé a tocarlo en la Semana Santa. Era un tambor viejo, de piel,
y con cuerdas para tensarlo, con los colores de la bandera de España pintados
en la caja del mismo.
Por cierto
que la señora Carmen y su marido -creo que se llamaba José o quizás Mateo, no
recuerdo bien-, vendía leche de cabra y de oveja que su marido bajaba todos los
días desde el monte donde tenía el rebaño que él cuidaba y del cual era propietario.
Mateo, Josefa y José eran sus hijos.
José vino
a ser el gaitero del pueblo tocando la flauta extraordinariamente bien. Debe de
existir varias cintas de casete grabadas con su música una vez ya jubilado en
Zaragoza. Siento no tener copia alguna. Porque durante las fiestas todas las
mañanas tocaba diana juntamente con el tamborilero, delante de los cuales nos
encantaba bailar a los chicos. El nieto de la señora Carmen, Silverio, era
compañero de correrías cuando desde Zaragoza bajaba de vacaciones al pueblo.
La lluvia
era temida porque humedecía la piel del tambor y del bombo y hacía que el
sonido fuera desagradable. Cuando comenzamos a estudiar música con el Maestro
Gazulla, nuestra cuadrilla de amigos no faltábamos nunca en “la Rompida de la
Hora” de todos los años.
El primer
año que toqué el tambor mi madre me permitió quedarme toda la noche. Hacia las
cinco de la madrugada del Viernes Santo, me senté en una puerta a descansar un
poco. Allí me quedé dormido. Alguien avisó a mi madre que me vino a buscar y
acostarme en mi cama. El dormir era todo un sobresalto. Se dormía en los
inérvalos que se daban entre el paso de una cuadrilla y otra con el
consiguiente estruendo que armaban. Y a las once horas ya estaba preparado para
subir otra vez tocando el tambor al Monte Calvario delante de los que hacían el
Vía crucis. No había tregua.
Bajando
del Calvario
Y en mi
recuerdo: el tambor.
“Cuando se
acerca la hora, las 24h del Jueves Santo, cada cual se viste su túnica, coge el
tambor o el bombo y se dirige hacia el lugar de encuentro, donde la gente se va
concentrando con el nerviosismo habitual de todos los años. En el balcón del
Ayuntamiento se encuentra su Alcalde con todo el acompañamiento en espera de
dar la señal convenida con la que comenzará la gran “Rompida” de tambores y
bombos.
Túnicas
negras, moradas, y azules, acompañadas de pañuelo blanco al cuello, banda roja
en la cintura, o tercerol del color de la túnica que cubre la cabeza y se deja
caer por la espalda para ser recogida, cual “toga romana”, en el costado
izquierdo.
Todos
tocan su tambor o su bombo al ritmo habitual de años que se pierden en el
recuerdo de sus historias. Son los sonidos inconfundibles y característicos de
los pueblos de la Ruta del Tambor y el Bombo. Tocarán un buen rato todos juntos
mirándose unos a otros con la satisfacción de poder volverse a ver un año más.
Aunque el estruendo no puede ahogar el recuerdo de los que ya nunca podrán
estar presentes por haber fallecido. Es una “borrachera” de ruido y de ritmos.
Personalmente le llamo “el tambor-shock”. Quien se mete en esa barahúnda olvida
por un rato todos sus problemas. A partir de este momento se empezará en
cuadrillas a recorrer las calles del municipio, aunque cada pueblo acota las
calles por donde se podrá desfilar.
Al
principio se toca a buen ritmo, pero la noche se va haciendo larga a medida que
avanzan las horas. Es por ello que se hace imprescindible reponer fuerzas. Los
miembros de la cuadrilla llevan hacia sus casas, o la de sus novias, - hace ya
bastantes años que la mujer se ha incorporado al toque del tambor o bombo, pero
antes no era así, solo tocaban los hombres -, llevan pues al grupo donde serán
agasajados con tortas, magdalenas, etc., acompañadas de aguardiente o mosto
hecho en casa. Aunque también se llega - o se llegaba, puesto que estoy
mezclando recuerdos con actualidad - a tirar de embutidos, jamón, etc., y vino
tinto en porrón, en bota, o en tonelete. En mis recuerdos está el vino tinto de
“La Espartosa”, “El Sasillo” o “El Plano”, éste en los límites de Albalate y de
Lécera. Vino recio, fuerte, que casi se mastica, que “rade las entrañas” con
sus 18º de alcohol, digestivo y nada traidor, porque “cuando lo bebes te
avisa”. Se reponen fuerzas, y se rompían ayunos obligados. Era como la
“auto-dispensa”, de lo que la “Bula Papal” permitía en algunas ocasiones,
previo pago de las tasas establecidas. El “pueblo”, en aquel momento, juzgaba
lo que era conveniente. “Aquel pecado no era pecado”, porque tocar el tambor y
el bombo “era una obligación”, “una necesidad”. Suficiente razón para no tener
que guardar el ayuno.
Era como
una liturgia no eclesiástica, era la liturgia del “pueblo llano” que
protestaba, y sigue protestando, por la muerte de un inocente, la de Jesús hijo
de José y de María, de Nazaret, en Palestina”.
“Inocentes
como Jesús siguen muriendo continuamente sean palestinos o de otros pueblos y
razas”.
Y en
nuestra tradición están grabados los sonidos y ritmos que año tras año se van
transmitiendo heredados de padres a hijos en un hilo histórico que se pierde en
nuestros recuerdos.
Zaragoza,
Junio de 2007.
__________
NOTAS:
Ver
“TAMBORES Y BOMBOS” en VALDORIA, Revista editada por el Ayuntamiento de
Albalate del Arzobispo. Agosto de 2006.
Y el mismo
artículo en http://www.etnografo.com/tambores_y_bombos.htm.
Cuadrilla
de tambores y bombos ante “San Cristóbal.
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