LIBERACIÓN Y REENCUENTRO.
Algo estaba ocurriendo porque a través del cristal de la ventana
penetraba un gran resplandor y de vez en cuando se producían explosiones. El
exiliado Molina se despertó sobresaltado, pero desde la ventana de su
habitación no se divisaba nada. En mitad de la noche se vistió, y desafiando el
toque de queda bajó a la pequeña plaza de Camille Pelletan. Otras gentes se
asomaban por ventanas y balcones con precaución. De puerta en puerta y de
trecho en trecho se deslizó por calles estrechas hasta salir a la ribera del
río Garona, cerca del Puente de Piedra.
“¡El espectáculo era dantesco!” “El río ardía convertido en un reguero de
fuego”. Aguas abajo del puente, todo el puerto fluvial estaba en llamas.
Alguien había abierto los depósitos de combustible, y el río se convirtió
en un denso y pastoso líquido al que prendieron fuego posteriormente. Al mismo
tiempo ardían varios barcos varados en el puerto, y después de producirse
explosiones en los barcos, éstos se hundían quedando sumergidos en el agua. -
Cuando visité por primera vez Burdeos en 1954, desde el puente de Piedra se
veían algunos mástiles que emergían de las aguas -.
Nunca se supo si fue debido a un sabotaje o a una acción de autodefensa.
El Ejército de la Alemania Nazi ocupaba la Ciudad de Burdeos. Eran días
críticos para el dominio de la Guerra en Europa.
Durante toda la noche del domingo-lunes 28 de Agosto de 1944, la aviación
de los Aliados sobrevolaba la Ciudad. Todos estaban expectantes. Unos con
esperanza y otros con preocupación.
Los alemanes habían colocado “un pequeño cañón en la entrada del Puente
de Piedra bombardeando así una de las principales arterias de la Ciudad”, la
Rue de Víctor Hugo. Con ello aseguraban su huída hacia el norte, hacia Royan y
La Rochelle.
Según el testimonio de Pascual Sangüesa, “el español Pablo Sánchez quiso
arrebatar a pecho descubierto con una pistola del calibre 6´35 en la mano el
cañón a los dos alemanes que, antes de llegar a ellos, le asesinaron
fríamente”.
Según Molina: “un español con una bomba bien visible en la cabeza se
dirigió hacia el cañón, posiblemente con el fin de amedrentar a los alemanes,
esperando que huyeran, y así apoderarse de la situación”. “Su actitud era la de
un auténtico kamikaze”. Lo acribillaron antes de llegar.
Burdeos: Arco y Puente de Piedra, frente a la Rue de Victor Hugo.
Cerca de la Esplanade des Quinconces, salida de la ciudad hacia Medoc,
había instalada una ametralladora cubriendo la retirada alemana hacia
Pointe-de-Grave frente a Royan en la desembocadura de los ríos Garona y Dordoña.
En realidad había instaladas varias defensas hacia el Noroeste de Burdeos.
Los invasores nazis habían sido sorprendidos. Los Aliados se aproximaban
a Burdeos por el Sur.
Efectivamente, desde Biscarosse, al sur de la Bahía de Arcachón, los
liberadores se fueron haciendo dueños y tomando posiciones firmes para la
conquista de Burdeos.
Un poco más hacia el Este, “una columna de alemanes se dirigía hacia
Burdeos, y a la que había que cortarles el paso para que no apoyasen a los
ocupantes de la Ciudad”. “Nos hicimos con el control de la carretera
Bayona-Burdeos”. “La liberación de Burdeos, se realiza casi sin pegar un tiro:
las fuerzas nazis se retiran por la carretera de Medoc en dirección de la
Pointe-de-Grave, en la desembocadura conjunta de los ríos Garonne y Dordogne”,
que forman el Estuario de la Gironda. Así es contado por el aragonés nacido en
Borja-Zaragoza, José Manuel Montorio Gonzalvo. Era
el 28 de Agosto de 1944.
Madame Denán patrona viticultora de Molina le contó que en su retirada,
los alemanes se encontraron en el camino de su propiedad a un español indefenso
que fue acribillado a quemarropa, sin miramiento alguno.
Fue en las proximidades de St-André-de-Cubzac a orillas del Río Dordogne.
Y es que los alemanes nazis estaban obsesionados con los españoles
refugiados en Francia.
Recuerda mi padre - 98 años cuando escribo este relato - que estando en
Orleáns fue obligado por los alemanes nazis a trabajar a pico y pala en el
campo de aviación, apuntándole a la cabeza con un fusil ametrallador. También
recuerda que en otro momento se les “contrató” a los españoles dándoles además
la comida gratis para estar todo el día sin hacer nada. Al principio no
comprendían el porqué de aquel comportamiento de los alemanes. Después se
dieron cuenta que en realidad les estaban empleando como “escudos humanos” ante
un posible ataque de la aviación aliada. Fue entonces cuando decidió dejar
Orleáns y bajar hasta Burdeos.
En El Solar Español de Burdeos, según me contó en 1955 la Superiora de
las religiosas que administraban entonces la institución, tuvieron que
esconder a un empleado suyo, español refugiado vasco, quien era una y otra vez
buscado por la GESTAPO, registrando todo el complejo minuciosamente. Durante
bastante tiempo tuvo que estar escondido como si estuviera emparedado.
Según cuenta el historiador y profesor aragonés Julián Casanova en su
artículo “Serrano Suñer y la sombra de la represión franquista”, Serrano Suñer
se reunió con Himmler en octubre de 1940 “para preparar las medidas de
seguridad del encuentro entre Hitler y Franco en Hendaya”, y “según ha contado
Paul Preston, para una mayor colaboración entre la GESTAPO y las fuerzas de la
policía franquista”. Franco quiso deshacerse de sus enemigos aun estando
refugiados en Francia. “Muchos acabaron exterminados en los campos de
concentración nazis”. “Algunos de los más distinguidos, fueron entregados a las
autoridades franquistas por la GESTAPO y el régimen de Vichy”. Por ejemplo:
Julián Zugazagoitia, Lluís Campanys, y Joan Peiró, que serían fusilados uno
tras otro.
Otros muchísimos españoles republicanos colaboraron con la Resistencia
Francesa.
Una “Bolsa de Resistencia Alemana” se formó desde Pointe-de- Grave a
Lorient, por lo que Royan, Rochefort, La Rochel y Saint Nazaire, serían las
últimas ciudades en ser liberadas. Ello ocurría el 8 de Mayo de 1945. Al día
siguiente se firmó el Acta de Rendición de la Alemania Nazi.
Los vascos con su Batallón Guernika, el Batallón Libertad de miembros de
la CNT y compañeros socialistas, y en concreto la 31 Brigada, que cortó la
carretera Bayona-Burdeos, el español Pablo Sánchez muerto en el Puente de
Piedra de Burdeos, y todos que dieron sus vidas por la defensa de la Democracia
son datos que hay que tener muy en cuenta para que no caigan en el olvido. La participación
de españoles en la liberación de Francia fue muy importante.
En Abril de 1945 hubo un gran desfile por las calles de Burdeos en la que
tanto el General De Gaulle como el Alcalde de Burdeos Sr. Andeguil, saludaron a
nuestros representantes españoles, lo mismo que saludaron a las banderas
republicana y vasca que ondeaban en la Explanade des Quinconces.
Francia concedió oficialmente a los republicanos españoles de su
territorio el estatuto de refugiados.
Desde ese momento los españoles comenzaron a sentirse ciudadanos
franceses. Se inició “la Reconstrucción Nacional”.
Laureano Molina López. Burdeos 1945.
Cronología de Liberación:
1943, 2 de Febrero. Victoria rusa en Stalingrado: cambia el signo de la
guerra.
1943, 10 de Julio. Desembarco aliado en Sicilia.
1944, 5 de Junio. Tropas americanas entran en Roma.
1944, 6 de Junio. Desembarco aliado en Normandía.
1944, 15 de Agosto. Desembarco aliado en Provenza.
1944, 20 de Agosto. Liberación de Toulouse.
1944, 24 de Agosto. El general Leclerc entra en París.
1944, 28 de Agosto. Burdeos es liberado.
1945, 28 de Abril. Mussolini y Clara Petacci son ejecutados por los
guerrilleros.
1945, 30 de Abril. Hitler y Eva Braun se suicidan.
1945, 2 de Mayo. Los rusos toman Berlín.
1945, 8 de Mayo. Capitulación alemana. Son liberados los puertos todavía
ocupados por los alemanes como Royan, La Rochelle, Lorient y Saint Nazaire.
1945, 9 de Mayo. Se firma el Acta de Rendición de los lemanes.
1945, 6 de Agosto. Los americanos arrojan la primera bomba atómica sobre
Hiroshima.
1945, 9 de Agosto. La segunda bomba atómica es lanzada sobre Nagasaki.
Japón se rinde. La guerra ha terminado).
Jacques Chaban-Delmas fue Alcalde de Burdeos a partir de 1947. Había
participado en la liberación de París. Ocupó varios e importantes cargos
políticos, y con él la Ciudad volvió a adquirir la importancia que ha tenido
siempre.
Mi padre encontró trabajo en la Campiña Girondina como agricultor en una
extensa propiedad vitivinícola.
Paisajes de la campiña de Tauriac
Tauriac le Moron.
Reencuentro con mi padre.
El tren “Topo” que circulaba desde San Sebastián hasta la frontera de
Irún con Francia nos dejó, a mi madre y a mí, cerca del viejo puente
internacional de Hendaya sobre el río Bidasoa. Yo tenía 17 años y no conocía a
mi padre. Habíamos dejado atrás el Cantón Curto de Albalate del Arzobispo.
Desde mitad del puente se ve la plaza de la estación y a su izquierda la
propia estación del ferrocarril que nos habría de llevar hasta Burdeos. Desde
allí la mirada ansiosa de mi madre divisó a un hombre que estaba paseando por
la acera de entrada a la estación. La exclamación rápida y tajante fue: ¡”Ese
es tu padre”! Lloros, abrazos, y unos ojos abiertos como platos, los míos.
Escenas parecidas se habían producido anteriormente y se producirían más tarde
en sucesivos reencuentros con distintas familias. Eran los primeros días del
mes de Agosto de 1954.
Las maletas se quedaron en consigna y al atardecer fuimos a cenar a un
restaurante al otro lado de la plaza. La primera noche la pasamos en un hotel.
A la mañana siguiente cogeríamos el tren para Burdeos.
Cenamos en una terraza con el sonido de fondo de música de acordeón. Fue
la primera sensación que recibí de “la dulce Francia”. Me llamó la atención que
tanto las fachadas de las casas como los toldos de los comercios eran de
colores muy vivos, especialmente el rojo y el amarillo. En España era todo “más
gris”. Al lado de nuestra mesa, había un grupo de jóvenes cenando y charlando
alegremente. De reojo miraba con gran curiosidad sin poder deducir quienes eran
chicos, y quienes chicas. Sus cabelleras largas y sus blusas amplias me
impedían sacar conclusión alguna. Aquella escena no se parecía a lo que yo
estaba acostumbrado a ver.
El tren era eléctrico, silencioso y muy rápido. El olor que desprendía
era a limpieza y a humedad. Lo mismo que las sábanas de la cama en la que
dormí. Para mí era un mundo nuevo y distinto al que estaba acostumbrado a vivir
en aquella época. St.Jean-de-Luz, Biarritz, Bayonne, Dax, Guétary, Bordeaux,
fue el itinerario. En un autobús llegamos hasta la Propiedad llamada “Maison
Neuve”. Se encontraba entre los términos de La Lustre y Tauriac le Morón.
Confluencia de los ríos Garona y Dordoña formando el
Estuario de la Gironda.
Entrando a la derecha estaban las bodegas con sus grandes cubas, a modo
de depósitos, las prensas y garrafas, botellas, etc... Ya no se producía el
vino aquí. Se hacía en la cooperativa donde todos llevaban su producción de
uvas. El olor de las bodegas era un olor a viejo, rancio, agridulce y húmedo.
La humedad era la característica más común. Lo que sí se producía para el
consumo familiar y amigos era el famoso “L´eau de vie”, una especie de
“Aguardiante” u “orujo” hecho de ciruelas, uvas y otras frutas. Se tomaba
especialmente por las mañanas con el café a modo de “Carajillo”. Era muy
fuerte: 60º. “Al que no lo mata, le da vida”. También se hacía champagne de
vino tinto, del mejor vino tinto de la cosecha. Era delicioso, sabroso, “casi
se podía cortar con cuchillo”; llevaba yemas de huevo, azúcar, etc... Venía a
ser como un buen reconstituyente. A la izquierda había otro grupo de edificios
que componían el hangar, cobertizo para la paja, alimento de las vacas y para
su camada, y a continuación las viviendas de la finca.
En el centro de la explanada de entrada había unos algarrobos y castaños
con un pozo de agua de 27
metros de profundidad. Se sacaba el agua mediante dos
grandes cubos, y una cuerda adherida a una polea. Hacia la cima de la suave
montaña, y a derecha e izquierda se extendía la plantación de la viña. Al final
había un gran castaño, frondoso y fresco en verano. El paisaje que desde allí
se divisaba era el de un verde valle. El castaño daba una gran producción de
castañas. Desde allí y mirando hacia el sur se divisaban infinidad de pueblos
de la campiña del Río Dordogne.
Entre los ríos Dordogne y Garone se extendía un polígono de tierra donde
se estaba construyendo una gran Central Atómica. Por la noche se veían bien sus
luces y los resplandores de los soldadores que iban acoplando pieza por pieza
la estructura necesaria para el sistema productivo de energía eléctrica.
Mirando hacia la derecha, y desde el castaño, se veía la confluencia de
los dos grandes ríos formando una especie de brazo de mar hasta el Océano
Atlántico. En el encuentro con el Océano, en Ptª de Grave le Verdon y Royan
había establecido un servicio de Ferrys, a modo de puente flotante para
pasajeros y vehículos.
Para mí era todo un espectáculo hermoso, toda aquella visión desde mi
“marronnier”. Al atardecer, y después de haber ayudado a mi padre en algunas
labores agrícolas, me subía hasta el castañar para leer, rezar el rosario y
tocar con mi “pipeau” las melodías más comunes cantadas en el seminario. Era el
recuerdo nostálgico de mi otro mundo de origen. Los vecinos preguntaban a mi
padre quien tocaba la flauta al anochecer cuyo sonido se extendía por todo el
valle. Eran canciones españolas, pero también francesas, italianas y rusas, que
especialmente componían nuestro repertorio habitual de jóvenes seminaristas.
Mi padre era un hombre de 45 años, fuerte, trabajador, chistoso, y
habitualmente hablaba con voz suave. Era la suavidad del lenguaje de los
vecinos que le rodeaban. Las dos guerras, la española y la europea, el campo de
concentración de acogida francés y las nuevas costumbres que veía, le habían
pulido muchísimo y venía a ser un hombre más culto de lo habitual según se
vivía en Albalate por aquella época. “Él me estudiaba y yo también a él”. En
este primer encuentro todo fue perfecto. Las discusiones vendrían después,
cuando la confianza iba aumentando. Tarde o temprano tendrían que salir las
diferencias ideológicas entre su vida y mi educación muy bien dirigida, que se
me impartía en el seminario. Era evidente que su experiencia y la mía no podían
coincidir.
La visión de la Guerra Civil Española evidentemente no era la misma. Él
la vivió; a mi me la contaron. La visión de los ganadores, no coincidía con la
de los perdedores. Mi visión era la de los ganadores. No quiero descender a
detalles, pero lo que a mí se me había contado, eran relatos espeluznantes
sobre lo que hicieron los rojos durante la guerra. Relatos que contados por mí,
a mi padre, producían en él violentos “ataques” de rabia. Casi destrozamos
nuestra familia. Lo que tenía que ocurrir, ocurrió: padre e hijo enfrentados
dialécticamente por causa de la guerra. En este sentido afectivo e ideológico
sufrí las consecuencias de la guerra fraticida entre los españoles. Tan
espeluznantes eran las cosas que se nos decían en los primeros años de la
década de los cincuenta como producidas por los rojos, como lo son las que nos
cuenta nuestro Julián Casanova en su libro La Iglesia de Franco (2001), que
produjo la parte vencedora.
Creo que me siento, a través del sufrimiento de mi familia y del amor
desplegado entre mis padres, en condiciones suficientes para comprender ambas
partes. Creo sinceramente, y refiriéndome al libro de Casanova, que hasta que
los eclesiásticos no sean capaces de leer su libro, asumirlo y superarlo, no
estaremos los cristianos capacitados para evangelizar el inmenso mundo que
existe fuera de “nuestras murallas ideológicas, éticas y morales católicas”.
También creo que estas “murallas” deben de ser superadas por los de la otra
parte.
Lo que más me llamaba la atención del comportamiento de las personas con
las que nos relacionábamos, era el respeto por la propiedad ajena. El dinero
del periódico, del pan, de la leche, se dejaba en un cesto en la puerta de la
finca agrícola, y cada uno cogía lo que le pertenecía. Si alguien se encontraba
algo perdido, lo dejaba a un lado, recogido, para que cuando viniera el dueño
buscándolo, lo encontrare en perfecto estado de conservación. La gente era
tolerante y humanista. Cuando mi madre y yo íbamos a misa el domingo al pueblo,
la gente nos miraba y nos hacía un saludo inclinando ligeramente la cabeza. Por
supuesto el Cura esperaba en la puerta de la iglesia y saludaba a las personas
que iban entrando. Gestos que eran nuevos para mí.
Yo tenía que cumplir con mis obligaciones piadosas de seminarista: misa,
comunión diaria, y confesión semanal. En el primer viaje yo no sabía francés,
por lo que hube de hacer la confesión en latín, lengua que se supone que todo
sacerdote católico debe de saber. Cuando el primer día me clavo de rodillas
ante el confesionario y digo: “Pater, quaeso te dicas mihi in lingua latina”
(Padre, te ruego me hables en lengua latina). Frase dicha con mi acento baturro
aragonés, produjo en el hombre, -que no se lo esperaba-, tal ataque de risa que
todo el confesionario se movía. Lo que sudó para contestarme en latín
improvisando, a lo que yo sí que me había preparado. Pero el hombre me cogió
mucho cariño, ya que él no tenía ningún seminarista en el pueblo, y siempre me
trató muy delicadamente.
Zaragoza, Abril de 2008.
FUENTES CONSULTADAS:
Testimonio de Pascual Sangüesa, residente en
Burdeos. En Españoles en la liberación
de Francia: 1939-1945, de Félix Santos. Fundación Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes. http://www.cervantesvirtual.com
Laureano Molina, mi padre. Confesión personal.
Testimonio de José Manuel Montorio Gonzalvo. La
Gavilla Verde. Praga, 3 de Febrero de 2004.
Julián Casanova Ruiz, “Serrano Suñer y la sombra de
la represión franquista”. El País, viernes 12 de septiembre de 2003.
EuskoBlog: Gazteleraz: Acerca del Batallón Gernika.
Kaixo.blogspot.com/2006/09/acerca-del-batall-gernika.html-122k Joseba.
Memoria de los vascos en la IIª Guerra Mundial, de
Mikel Rodríguez. Editorial Pamela.
Iñaki Anasagasti: “Los heroicos defensores vascos de
Point-de-Grave”, en Memoria
de los vascos en la IIª Guerra Mundial. I. Anasagasti_.blogs. com/mi_ blog /2006 /12/los _ heroicos_de.html_36K
“Niños de la guerra (I)”, de Laureano Molina Gómez,
Etnografía de la memoria. http://www.etnografo.com.
Subpórtica: Revista digital de los alumnos que
comenzaron Curso en 1951 1952, en el Seminario de Alcorisa (Teruel). "El Dios de mi pequeña historia", de Laureano Molina Gómez.
La Iglesia de Franco, de Julián Casanova Ruiz.
Ediciones Temas de Hoy, S. A. Madrid 2001.
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