Zaragoza, 28-06-05.
Fue nuevamente el Padre Misionero, J. Mª. Alcober, quien abrió el tema,
originándose un buen debate. Le siguió ARTURO BOSQUE. (Ver Pagina Web SUBPÓRTICA).
Ver ALCOBER:
http://www.abosque.es/ex/subportica/Articulos/muerte.htm
Ver ARTURO BOSQUE:
http://www.abosque.es/ex/subportica/Articulos/lamuerte.htm
Ver ALCOBER:
http://www.abosque.es/ex/subportica/Articulos/muerte.htm
Ver ARTURO BOSQUE:
http://www.abosque.es/ex/subportica/Articulos/lamuerte.htm
LAUREANO MOLINA: esta fue mi reflexión.
LA
MUERTE.
La
experiencia.
Serían las tres de la madrugada cuando alguien golpeaba en la puerta de
la Casa Parroquial. Naturalmente yo me encontraba sumido en un profundo sueño.
Esperé que nuevamente golpearan la puerta para saber que se me llamaba a
enfrentarme con la realidad.
Los familiares de la Señora María habían pasado el Río Ebro con el pontón
del “pescatero” para que les acompañara y diese la Extrema Unción. Durante el
trayecto me instruían para que lo hiciera de tal manera que ella no se enterara
y para que no se asustara. Le había dado una embolia cerebral. Personalmente no
estaba muy convencido en dar la Unción “de tapadillo”. Yo tenía veintisiete años y una ilusión de
cura recién estrenado. Me puse al lado de la enferma, le hablé al oído, le dije
quien era, y que su familia, toda su familia, estaba junto a ella. Yo quería
aportarle mi cariño, y el cariño de Jesucristo. Por eso estaba allí. Le dije
que tuviera confianza en todos y en sí misma, y que no pasaba nada, pero sí que
estaba muy enferma Mientras la ungía con el Santo Öleo se echó a llorar y
nosotros con ella. El llanto la hizo “desahogarse”, y de tal manera que la
Señora María se repuso y vivió unos cuanto años más.
El Señor Jorge se quiso confesar y comulgar porque estaba gravemente
enfermo por una pulmonía que había contraído a raíz de estar en los calabozos
de la Guardia Civil. Le achacaron el robo en una “casa rica” del pueblo, y le
obligaron a confesar lo que él nunca hizo. Me hice solidario con él, sufrí con
él, y le acompañé hasta que murió. “El cura estuvo a su lado”, al lado del
presunto “ladrón”. Todavía recuerdo la “confesión” del verdadero autor del robo
a pesar de haber pasado cuarenta años. Frecuentemente me sigo haciendo esta
pregunta: “¿puede el secreto de confesión amparar la injusticia, la falsedad y
la mentira?. Y lo que es más todavía la condena del inocente?.
El Señor Román, portero del Seminario de Zaragoza, durante tantos años
rodeado del bullicio de los seminaristas, murió completamente solo en el Barrio
de Casablanca, donde vivía después de jubilarse. Su esposa había fallecido con
anterioridad.
Se encontró su cadáver después de llevar más de un mes muerto en su casa.
Mis abuelos Remigio y Eulalia, juntos a Ramona Gómez Manero, hija de ambos y hermana de Joaquina y de Pilar.
Cuando volví de la calle, allá por los años cuarenta, mi abuelo había
muerto y estaba ya amortajado. Era el abuelo con quien yo me había criado a
falta de mi padre, exiliado en Burdeos por causa de haber perdido la guerra. Mi
admiración por él era inmensa. Mi madre me dijo si quería darle un beso de
despedida. Se lo di y quedé extrañado de que estuviera tan frío. Murió rodeado
de los suyos. Lo recuerdo con la misma admiración y agrado que cuando estaba
vivo.
Mi madre y mi suegra quisieron morir en casa desechando los cuidados
técnicos del hospital. Nosotros estuvimos de acuerdo con ello y sus muertes
fueron lo menos traumáticas posible. Mis hijos, pequeños entonces, estuvieron
presentes y despidieron a sus abuelas
antes de ser llevadas al cementerio.
PILAR GÓMEZ MANERO + 1983. Madre de Laureano.
JAQUINA GÓMEZ MANERO, hermana de Pilar Gómez.
Paquita y Carmen Serrano Gómez, primas de laureano.
Miguel Palos Gómez, primo de Laureano
Cuando nuestro compañero Félix Cardiel moría su mujer lo tenía cogido de
la mano. Después puse mi mano sobre su frente, todavía caliente, deseando
recibir su última energía, la energía de un luchador incansable por la libertad
y la justicia.
No hace muchos años leí el libro del Círculo de Lectores “Cómo
morimos” de Sherwin B. Nuland, de New Haven, Junio de 1993, que recomiendo
su lectura y del que pretendo sacar algunas ideas.
... “la muerte tiene diez mil puertas distintas para que cada hombre
encuentre su salida”, Jhon Webster: “La duquesa de Malfí, 1612.
Acepto plenamente la visión de Arturo y la tengo presente al hacer mis
reflexiones. Acepto especialmente su visión realista de la vida. Más aún,
necesito su visión realista y científica de la vida.
Pero, ¿después de la muerte qué?. Pues lo primero que cabe pensar
es que lo mismo que antes de la vida. Si antes de la vida, de nuestra vida, no tenemos
conciencia, es de suponer que después tampoco la tengamos. Solo sabemos de
quien procedemos, porque así se nos ha dicho, y quien nos sustituirá porque así
lo estamos viendo.
Por lo tanto “no solo no somos insustituibles, sino que debemos ser
sustituidos”. Frente a las fantasías de inmortalidad y de la eterna juventud,
están los intereses de nuestra especie y la continuidad del progreso de la
humanidad, y de los intereses de nuestros propios hijos. “Los viejos deben
morir, o el mundo se agotaría y solo volvería a engendrar el pasado”, Tenyson.
La frase parece fuerte pero así es la vida y así es el progreso dialéctico de
la humanidad. Unos mueren y otros siguen viviendo. Debemos desdramatizar la
muerte, nuestra muerte, en función de más vida y de más vidas.
Decía Michel de Montaigne (S. XVI): “Vuestra muerte es una parte del
orden universal: es una parte de la vida del mundo... Es la conclusión de
vuestra creación”.
Tío Francisco, hermano de Joaquina y Pilar.
“Haced sitio a otros como otros os lo hicieron”.
La muerte será más fácil si durante la vida pensamos en ella. Hay que
preparase y aprender a morir... “La utilidad de la vida no está en su duración
sino en su uso: alguno ha vivido largo tiempo y ha vivido poco”.
Hay muchas puertas para morir.
Unas nos las abre la propia naturaleza en el sentido que Arturo nos
explica, y otras nos las abren los demás, y las menos son abiertas por voluntad
propia. Muerte natural, muerte por accidentes, suicidios, eutanasia. Muertes
violentas, homicidios, asesinatos, guerras, hambres. Por voluntad de los
Poderes Gobernantes. Muertes por temeridad, irreflexión. Muertes por
enfermedades, Alzheimer, Sida, Cáncer. Muertes por melancolía, soledad, falta
de ganas de vivir, etc...
Aprender a
morir.
“Que su memoria sirva de bendición”, dicen los rabinos judíos.
“En la muerte no hay mayor dignidad que la de la vida que la precedió”.
“No dejemos morir solo a ningún ser humano”.
“Ocultar la muerte que llega, y que impide la certeza de la muerte, es lo
más desolador de las muchas formas de muerte solidaria. Si el individuo no sabe
que se muere, no podrá participar en esta comunión final con sus seres
queridos. Permanecerá aislado y abandonado cuando más se necesita de la promesa
de compañía espiritual en el último momento”.
“La terrible soledad es el tema de “La muerte de Iván Ilich” de Tolstói.
La mentira era para Iván su mayor tormento. La muerte debe de ser algo natural
y la que no hay que ocultar a nadie”.
Con el moribundo, y precisamente por ello, hay que extremar la empatía.
Donde hay amor, hay cercanía.
En nuestros días la norma es apartar la muerte de nuestra vista. Es la
“muerte invisible” descrita por el historiador francés Philppe Ariès. “Morir es
feo y sucio y ya no toleramos fácilmente la fealdad y la suciedad”. El hospital
ofrece a las familias un lugar donde pueden esconder al enfermo incómodo, que
ni el mundo ni ellos pueden soportar”.
“Una muerte digna tiene su origen en una vida plena y en la aceptación de
la propia muerte como un proceso necesario de la naturaleza que permite a
nuestra especie perdurar tanto en nuestros hijos como en los de los demás”. “La
muerte es el verdadero acontecimiento que tiene lugar al final de
nuestra vida”.
En mi opinión hay que desterrar nuestro miedo a “asustar” al paciente. El
moribundo debe sentir la presencia solidaria de los suyos. Todos deberíamos
tener la certeza de no ser abandonados a morir solos. Mientras hay esperanza
debemos animar al médico a desarrollar todo el esfuerzo posible por la sanación
del enfermo. Pero el enfermo, y en la medida que pueda, debe contribuir a su
esperanza de vida, pero sabiendo que en último término será “lo que Dios
quiera”.
Con todas esta reflexiones no se pretende mas que nos habituemos a la
idea de que es bueno morir, porque así lo requiere el desarrollo de la
naturaleza. Educándonos para morir, sabremos mejor cómo vivir.
“Cuando se aproxima la muerte hemos de soportar algo más que dolor y
tristeza”. “Es la carga del remordimiento”: conflictos sin resolver, heridas
sin cicatrizar, potenciales no realizados, promesas incumplidas y años que
nunca más se vivirán”. “De ahí que deberíamos vivir cada día como si fuera el
último”. Y “vivir cada día como si fuéramos a permanecer en la tierra para
siempre”.
“A cada generación ha de sucederle la siguiente”. “Contra las implacables
fuerzas y ciclos de la naturaleza no puede haber victoria duradera”. La
naturaleza tiene sus propios planes.
Estamos en una época que no es la del arte de morir, sino la del arte de
salvar la vida, pero los dilemas siguen siendo numerosos.
El Doctor Nuland, a quien nos estamos refiriendo constantemente,
concluye: “Del mismo modo que he visto algunos luchar demasiado tiempo, he
visto a otros rendirse demasiado pronto, cuando aún se podía hacer mucho, no
solo para conservar la vida, sino también la alegría”.
“Para el que muere y para quienes le aman, las expectativas realistas son
la mejor garantía de la serenidad”. Morimos para que el mundo pueda continuar
viviendo.
La visión de Arturo es tan necesaria, a mi modo de ver, como la visión de
Alcober. Realismo de ateo científico e idealismo de amor místico se
complementan irremisiblemente. “Tuve hambre y me diste de comer”...Amar y
luchar por crear una vida digna para todos los seres de esta tierra, es amar y
luchar por los mismos seres en nombre del Dios en que se cree. Solamente así es
como nos preparamos para saber morir. La muerte no es un fracaso. La muerte
es dejar paso.
Con fecha 11-7-2005 apareció en la lista SUBPORTICA
este comentario de Arturo Bosque:
He leído la intervención de
Laureano. Me parece excelente: las experiencias relatadas son muy vivas, buenas
recomendaciones de libros, citas interesantes y reflexiones que en algunas
ocasiones coinciden con las mías. ¿No habrá aquí más de un ateo?:-) (Como
no me veis, os digo que esta pregunta está hecha con una media sonrisa de
picardía. Todo con suma delicadeza) Un abrazo, Arturo
Y con la misma fecha llegó una respuesta de Laureano
Molina titulada "Tu Ciencia y mi Dios" que decía:
Efectivamente, más de uno
hay ateo. Personalmente yo soy ateo de las "creecias interesadas" (?)
que otros han elabarado en nombre de Dios y "para bien mío". No es lo
mismo creer en Dios, que creer en teólogos "oficiales" desde el
poder, y en cuanto poder, del vaticano, que desde la fuerza del ejemplo personal
a la luz del Mensaje de Jesús.
Pero mi creer en Dios,
"cosa vaga y confusa", comienza en creer en el hombre y en todo lo
que el hombre pueda conseguir con el avance de su ciencia. Soy ateo como tú. Lo
único que quizás nos pueda diferenciar es que, cuando tú pudieras "quedarte
quieto" esperando las novedades científicas, yo lo hago por un empuje que
no sé de donde me viene. Pero aquí tú tambien estás. Lo cual supone que ni tu
ateismo ni mi teismo nos separan, y ni siquiera nos distingue. La mejor prueba
es que si yo tuviera que elegir entre tú y Dios, te elegiría a tí. No
hacerlo supondría que tampoco podría decir que "creo en Dios". Lo más
próximo a mi eres tú. Dios es una creencia que debe llevarme a que si tú, de
alguna manera me decepcionaras, yo tendría que seguir creyendo en tí. Y ello en
el sentido profundo, eficáz, y superador de todas las contradiciones, que
"nuestra miopía" pueda engendrar.
Para mí esto es el
"espíritu de Alcorisa". Lo dije la primera vez: "antes que todas
las diferencias que podamos tener adquiridas a lo largo de nuestras vidas
separadas, está el cariño de niños que nos teníamos". Ese cariño de niño
podría ser un reflejo de mi Dios.
Creo como tú en todo lo que
tú crees, o no crees, y lo único de simple matíz que nos "sepera" es
que mientras tú apuestas por el realismo científico, yo además apuesto y
me gusta soñar.
Y después de creer en tí,
naturalmente en tí pongo a toda la humanidad, pues estoy hablando del hombre,
no de Arturo como individuo, para eso ya tienes a los tuyos que te quieren
mucho más y mejor que yo, creo en el Mesaje de Jesús que en definitiva me anima
también a creer en Dios, en su Dios, y en el Padre de todos. Pongamos aquí toda
la historia de hombres que han creído en los demás antes que cuidarse de sí
mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario