Pensando
en la mujer.
Todavía quiero recordar un tema, que en aquel
entorno de estudio y reflexión, se le dio bastante importancia, es el tema de
la diferencia psíquica entre el hombre y la mujer. Pero sigamos el
esquema de Fröbes (pág. 334):
a) “Algunas investigaciones que reunió
Lipmann en una idea general parecían rebajar muchísimo esa diferencia. La curva
de los trabajos en los niños supera en general a la de las niñas; primero sube
muy rápidamente para continuar después menos pendiente; a los cuatro y a los
diecinueve años se acercan bastante ambas curvas; a los doce años es cuando más
distan entre sí. Thorndike dice: “las investigaciones de la última generación
han mostrado que en la escuela el sexo femenino se halla a la misma altura que
el masculino; la experiencia actual demuestra lo mismo en cuanto a la formación
profesional y a los negocios; hay que admitir que esto se debe a la igualdad de
talentos. Sólo aparecen diferencias bastante claras en la afectividad y
voluntad. La amplitud de la conciencia es menor en las mujeres, entre ellas se
encuentra más a menudo estrechez de conciencia”.
“En general se admite mayor emotividad en
las mujeres. Las niñas se conmueven más facilmente que los niños, lloran y
ríen con más facilidad, muestran más temor ante el examen, son más nerviosas,
más excitables. La mujer lo toma todo emocionalmente, nada es para ella
indiferente. Le es dificil dividir la atención entre varios objetos: cada uno
le absorbe de tal manera, que por é olvida los demás (estrechez de conciencia).
Son apasionadas; con toda el alma se ponen a favor o en contra de algo; odian
toda tibieza; desean experimentar fuertes emociones. Tienden a las escénas
dramáticas”.
b) Diferencias en el orden cognoscitivo.
Ningún invento o descubrimiento notable se debe a las mujeres. Mantegazza sólo
encontró 4-8 por 100 de nombres de mujeres al examinar los trabajos
científicos. Pero hay que tener en cuenta que los centros de enseñanza superior
estuvieron cerrados para las mujeres. Para ellas era la pintura, la música y la
poesía, lo único que era igual que para los hombres. Pero a pesar de todo eran
los hombres los que sobresalían sobre las mujeres. Kirchhoff preguntó en 1896 a los profesores
alemanes; recibió 122 respuestas. Los juicios eran favorables a las mujeres en
cuanto a aplicación y pronta comprensión, pero desfavorables en cuanto a pensar
independientemente, poder de abstracción y trabajos científicos propios.
Heymans en Holanda obtuvo este resultado: En los exámenes más bien quedan
vencidos los estudiantes. Ellas se distinguen en el conocimiento escolar
general, en el fervor, en la perseverancia en acudir con fidelidad a las preelecciones,
en la escrupulosidad, en el estudio y en la buena memoria. Los hombres en
cambio aplicaban mejor lo aprendido, lo completaban
con su propia reflexión; tenían un conocimiento más exacto y extenso en la
propia especialidad; mostraban más independencia y más crítica; más interés en
lo puramente objetivo en cuestiones científicas, más estudio racional, en la
fría comprensión, en la habilidad práctica, en el don de la observación, en el
ingenio, en el pensar lógico, en el sano juicio, en la facultad de trabajar con
conceptos abstractos, en distinguir lo esencial, en la independencia, en la
investigación”.
Heymans cree que la explicación de esta
diversidad depende del interés. Como lo concreto da más ocasión a sentimientos
fuertes, es natural que el interés de las mujeres se dirija más a lo concreto.
Para ellas, más idiomas y menos matemáticas. La abstracción repugna
intrínsecamente a las mujeres.
Hombres y mujeres están de acuerdo en que los
hombres son con más frecuencia razonables, objetivos, independientes en sus
apreciaciones, y que las mujeres son con frecuencia intelectualmente
inferiores, difusas, hablan rara vez de las cosas y a menudos de las personas.
Las mujeres son superiores de ordinario en la intuición; los hombres lo son en
la reflexión. La falta de lógica en la vida ordinaria que parece que tienen las
mujeres, no está en que de las premisas deduzcan falsas conclusiones, sino solamente
en que descuidan una parte de las premisas. Les falta sano juicio, y el
fundamento de esa falta es su mayor emotividad”. Nos decía Alcalá: de la mujer
hay que fiarse de su primera intuición; después hay que tener mucho cuidado
porque a continuación empiezan a complicar las cosas.
Por tanto el entendimiento de la mujer no se
ha de considerar tanto deficiente como diverso: se acomoda más bien a la
complejidad de la vida. Discurso productivo del hombre en la ciencia,
productivo de la mujer en la vida.
c) Vida de la voluntad. La mujer se
entrega a todo con mucho entusiasmo, por eso el objeto le absorbe más la
conciencia. El hombre obra más por principios previamente establecidos. Las
mujeres son más sentimentalistas, por ello parecen menos reflexivas. ¿Se contradicen?,
cómo se explica su espíritu de sacrificio y su egoísmo?.
En cuanto a las necesidades corporales las
mujeres son más moderadas. Toleran más los padecimientos que los hombres. Y no
es que las sensaciones corporales sean más débiles, sino que las inclinaciones
dirigidas a otros fines son más fuertes.
Las mujeres están más dadas para el trato
social; la conversación es más sentimental que objetiva; la convierte facilmente
en fin, que satisface sus necesidades emotivas; (la mujer era más dada a acudir
al confesionario que el hombre); le es difícil interrumpir la conversación
(“los capazos”). La vanidad es patrimonio de la mujer, en tanto que depende de
la emotividad.
En resumen: La mayor parte de las cualidades
de la mujer dependen de su mayor emotividad. Se entiende muy bien con los
niños, ancianos, discapacitados psíquicos, de ellos es la mejor cuidadora y
educadora. Su reinado está en los colegios, guarderías, hospitales,
geriátricos, y en general en los centros que generan humanismo a tope.
La emotividad es base del carácter
femenino. En la mujer aparece el cambio
de afectos, la timidez, el buscar variación, la estrechez de la conciencia, la
sugestibilidad, el pensar intuitivo, la impetuosidad, la vanidad, la compasión,
la honradez, la nobleza, y el sentido religioso. Entre su actividad y
emotividad, cuando no coinciden, prevalece ordinariamente la emotividad.
Todo esto es un atisbo de lo que se daba
entonces en nuestras mentes y en nuestros sentimientos. A partir de aquí vendrá
la lucha por tomar partido por una dedicación vital u otra.
Terminaban los años de filosofía y había que
comenzar la etapa de la teología, etapa propiamente dicha para el objetivo por
el que habíamos ido al seminario. Era el momento de elegir. Vendrían las
despedidas de los amigos de la infancia, y el apretar las filas, codo con codo,
de los que decidiéramos seguir adelante en el seminario.
Momentos de relajación y de
bromas
Las mujeres que pintó Julio Romero de Torres (1874-1930). Córdoba-Andalucía-España. Pintor de "la mujer morena" y que personalmente yo admiraba muchísimo. En la primera foto yo veía el alma de mi madre a quien recordaba frecuentemente.
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