domingo, 5 de junio de 2016

17. MUERTES.- 18. EN LA CRUZ

17 - MUERTES
Millones de personas oran compungidas pidiendo salud o riquezas. Otras tantas en sus plegarias solicitan la paz para una guerra que ellos mismos provocaron.
En mi nombre, y en el de otros mesías, montañas de cadáveres siembran la tierra preguntándose por qué tanto despilfarro inútil, por qué tanta putrefacción si nada hay tan valioso como la vida.
Todo, todo es muy triste: la herida que penetra y mata, la que pone peso en las alas y la que de temblor en angustia hierve. Todos los seres que han nacido y muerto, todas las guerras, amores y sueños perdidos, vuelan en viaje sin retorno junto a las estrellas fugaces que en su fuego escriben la historia.
¡Orad! Orad, sí; pero pedid perdón para que cuando os llegue la noche sepáis encontrar la palabra que tantas veces habéis profanado: ¡Hermano!

Amanecer en Zaragoza. La Romareda.
18 - EN LA CRUZ
Me acusaron de sedición, brujería y blasfemia. Una turba encendida pidió mi muerte que yo ya esperaba. Mudos quedaron mis discípulos y muda se quedó la Tierra. ¡Cuánto desamparo!
Clavado en el madero como un juguete roto, sentí el miedo de un niño abandonado cuando un cielo oscuro y centelleante, atravesado por truenos y extrañas voces, me arrastraron hacia el infinito. Desde aquella atalaya -oscuridad sin límite- os pude contemplar en la noche equinoccial del cambio.
A pesar de todo os perdoné. Pocos me oyeron. Los dioses son bellos pero a veces mudos; la seductora amistad que sus manos irradian siempre están abiertas para acariciar, para calmar el dolor que lentamente se almacena.
¡Oh, qué sosiego, qué paz, saberse acunado por la verdad que el misterio encierra!



No hay comentarios:

Publicar un comentario