domingo, 13 de noviembre de 2016

QUÉ PODEMOS RESCATAR...JESÚS GIL


QUÉ PODEMOS RESCATAR HOY DE LA SABIDURÍA DE JESÚS.
UN NUEVO LENGUAJE CRISTIANO.


INTRODUCCIÓN

El título de la charla habla de lo que podemos rescatar de la sabiduría de Jesús.
Esto implica que hay aspectos de la vida de Jesús, de su persona y de su mensaje
que han sido al menos olvidados a través de los siglos, si no secuestrados, y que
podemos recuperar. Rescatar es recuperar algo que estaba sustraído, ignorado o
secuestrado. Vamos pues a intentar recuperar aspectos de la sabiduría de Jesús,
que pertenecen a su estadio originario, al cristianismo primitivo, y que han sido
dejados a un lado a través de los siglos.

La ponencia pretende un doble objetivo: En primer lugar transmitir la vivencia
espiritual de una comunidad cristiana a través de sus años de existencia. En este
tiempo ha habido una serie de acontecimientos que han dejado su huella en la
vida de la comunidad. El Concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación y la
Ecoteología han influido de una manera decisiva en su espiritualidad, que
siempre ha intentado tener como fuente a Jesús de Nazaret, su persona, su vida
y su mensaje del Reino de Dios. Y han colaborado en el rescate de diversos
aspectos de la sabiduría de Jesús, como veremos a continuación. Últimamente la
modernidad y los descubrimientos científicos nos están exigiendo realizar un
nuevo rescate, un nuevo lenguaje cristiano, más razonable y acorde con el
pensamiento moderno., un lenguaje nuevo, el lenguaje de la modernidad, una
nueva espiritualidad, laica y pos-religional.

Y en segundo lugar quisiera alentar e invitar a la reflexión y al debate sobre el
nuevo paradigma cristiano que hoy se plantea en ciertos sectores de la Iglesia,
alentados por la figura del papa Francisco cuando dice: “La pastoral en clave de
misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha
hecho así”. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los
objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias
comunidades” (E. G. 33). Sus reflexiones no pretenden ser conclusiones
definitivas y absolutas, sino cauces nuevos de profundización, para llegar a un
lenguaje cristiano nuevo, más acorde con la modernidad y más consecuente con
el cristianismo originario. En esta tarea está empeñada actualmente la
comunidad.

DESDE UNA COMUNIDAD CRISTIANA

La reflexión que me propongo exponer no es fruto de mi persona, sino de una
comunidad cristiana. Una comunidad que comienza su andadura por los años
setenta y de la que formo parte desde entonces como animador de la fe. Una
comunidad que nace como consecuencia de un conflicto eclesial en el año 1974 ,
el famoso “caso Fabara”, al ser destituido un cura rural y solidarizarse con él 32
curas de la diócesis de Zaragoza. Entre ellos el de una parroquia de un barrio
obrero de la ciudad, Balsas de Ebro Viejo, en la margen izquierda del Ebro, que
dimite de su cargo de párroco. Y, como consecuencia verse los feligreses fuera
del templo parroquial a la hora de celebrar la misa dominical. En ese momento
estos feligreses, muy numerosos al principio, deciden formar una comunidad y
coordinarse con el naciente movimiento de Comunidades Cristianas Populares.

Esta comunidad, compuesta por diversos grupos de reflexión, comienza a revisar
y madurar su fe. Empieza un proceso de rescatar la persona y el mensaje de
Jesús de Nazaret. Se trata de recuperar la genuina figura y misión de Jesús y
recobrar su frescura, perdida y olvidada a través de los siglos. En esta tarea la
comunidad se encuentra ayudada por una serie de eventos que suceden en los
comienzos de su camino.

I.- EL CONCILIO VATICANO II. PRIMER RESCATE

El primer rescate lo realiza la comunidad a instancias del Concilio Vaticano II
convocado por el papa Juan XXIII, Su apertura se realiza en 1962 y su clausura se
lleva a cabo en 1965 por el papa Pablo VI, con el objetivo de actualizar la Iglesia y
adaptar su mensaje al mundo moderno (aggiornamento) Dos son las intuiciones
que señala el papa para conseguir este propósito de renovación de la Iglesia: la
vuelta a las fuentes y la apertura de la Iglesia al mundo moderno. Estas dos
indicaciones van a marcar el quehacer de la comunidad en sus primeros años. Y
este es el primer rescate de la comunidad: recuperar al Jesús histórico, la
persona de Jesús de Nazaret, su figura y su mensaje, secuestrado y deformado
por la religión cristiana a través de los siglos.

Se conocía al Cristo de la fe, la divinización de Jesús realizada por la religión
cristiana a lo largo de los siglos desde el momento de su nacimiento. Según la
tradición Cristo nace en Belén para que se cumplan en él las profecías del
Antiguo Testamento. Es nacido de una mujer virgen gracias a la intervención del
Espíritu Santo. Pasa por la vida realizando milagros, como prueba de su
divinidad, Es la segunda persona de la Santísima Trinidad y el Hijo de Dios. Su
muerte redentora en la cruz rescata a los hombres del pecado original y los salva
del castigo eterno. Al tercer día de su muerte resucita de entre los muertos y
asciende al cielo al lado de Dios Padre.

Pero se desconocía la figura humana de Jesús, hijo de María y José, su historia y
su mensaje del Reino de Dios. En este rescate va a ayudar a la comunidad el
libro de Albert Nolan ¿Quién es este hombre? Este acercamiento al Jesús
histórico nos conduce a las siguientes connotaciones sobre su persona, su vida y
su misión fundamental:

• Jesús de Nazaret es hijo de María y José. Nace y vive pobremente
en Nazaret, ayudando a su padre los primeros años de su vida en su
trabajo manual.

• Descubrimos su persona. Jesús no es un superhombre. Es un
hombre como los demás. Nacido de mujer, dice Pablo. Un hombre
corriente, ordinario, un hombre entre los hombres. Un creyente, un
hombre de fe, un buen judío de su tiempo. Con una fe sometida a la
duda y a la crisis.

• Su muerte es el resultado de los dos juicios a los que fue sometido
Jesús: el religioso ante el Sumo Sacerdote Caifás, y el político ante el
Procurador romano Poncio Pilatos. Esta fue la consecuencia de su
vida y su mensaje. Fue condenado por oponerse a la religión judía,
sus instituciones y sus normas; y por anunciar la llegada inminente
del Reino de Dios en contra de los postulados del derecho y cultura
de Roma. Así es como recuperamos la dimensión histórica de la
muerte de Jesús en la cruz. Jesús muere condenado por la religión y
por la política.

• La resurrección es la experiencia vivida por sus discípulos de que
Jesús era el Viviente, de que Dios lo había devuelto a la vida para
siempre. Jesús había vencido a la muerte, y el Dios de Jesús es el
Dios de la vida.

En este rescate del Jesús histórico a través del estudio del Nuevo Testamento
nos ha ayudado también la reflexión actual de José Antonio Pagola en su libro
“Jesús. Aproximación histórica”.

Con el segundo aspecto de este primer rescate, la apertura al mundo, va a
recuperar la comunidad la relación entre fe y compromiso socio-político. Creer
es comprometerse, como reza un libro muy peculiar del canónigo González Ruiz.

La comunidad recupera a:

• Jesús como profeta, continuador de los profetas
veterotestamentarios. Anuncia el Reino de Dios como oferta de
salvación para los pequeños y marginados. Este anuncio lo realiza a
través de las parábolas.

• Jesús anuncia la llegada inminente del reino de Dios a través de
tres actuaciones: curando todas las enfermedades, aliviando
sufrimientos y dando vida (las sanaciones y curaciones); dando de
comer y compartiendo su comida con los más pobres
(multiplicación de los panes); y estableciendo unas relaciones
profundamente humanas, como camino para conseguir la felicidad
(las bienaventuranzas). En este sentido los milagros no son
prodigios inexplicables, sino signos, señales, indicadores del Reino
de Dios.

• El proyecto fundamental de Jesús es el Reino de Dios, en cuanto
consecución de una vida digna y justa para todos y todas. Se trata
de un proyecto laico, la construcción de una sociedad justa,
humana y fraterna. El Reino de Dios no es un proyecto religioso,
sino un proyecto político. La fe no implica una separación de la
realidad mundana, sino una inserción en ella para transformarla. Y
en este proyecto debe implicarse la persona creyente en Jesús de
Nazaret. Esta es la tarea fundamental de la Iglesia: procurar un
mundo donde se implante la justicia, la paz y la humanización de
todos y todas.

Desde ese momento los miembros de la comunidad comienzan a
insertarse en los movimientos sociales y políticos, en las
Asociaciones Vecinales y Culturales, y en los Sindicatos y Partidos
Políticos. Son los años últimos del franquismo, y la lucha contra la
dictadura y por la democracia se convierten en una plataforma
unitaria. Miembros de la comunidad entran a formar parte de los
Comités de Barrio, de carácter clandestino y antidictadura. La fe
nos exige comprometernos en la sociedad para cambiarla.

Este primer rescate lleva a la comunidad a concebir su vida creyente como el
seguimiento de Jesús de Nazaret, de su persona, de su vida y de su mensaje del
Reino. La tarea de Jesús continúa en la historia a través de sus seguidores. Esto
comporta un talante, una manera de vivir y actuar, es decir, una espiritualidad.

Es la espiritualidad del seguimiento. Para la comunidad la espiritualidad no es la
evasión a lo sobrenatural. No es el sector interior de la existencia (intimidad)
por contraposición a lo exterior (acción), como si la persona y la realidad
estuvieran divididas, No es un lujo para un grupo selecto de gente más cultivada.

No consiste en la realización de una serie de ritos y devociones, actos religiosos
que tienen relación con el Dios de las alturas. La espiritualidad es una forma de
vivir, coherente con el evangelio, lo que conlleva a asumir el proyecto del Reino
de Dios como proyecto determinante de la propia vida (J. M. Castillo). El
seguimiento de Jesús es una llamada urgente a configurarse como hombre
nuevo, al compás del espíritu de las bienaventuranzas, en discontinuidad y
ruptura con el hombre viejo, que vive polarizado por los valores mundanos (J.
Lois),

Esta espiritualidad ha tenido diversas etapas en la comunidad. En un primer
momento la actividad militante ha sido la preocupación principal de la
comunidad. Es la etapa de la espiritualidad de la militancia (década de los 70) La
comunidad descubre que la fe cristiana lleva consigo el compromiso
transformador de la sociedad. Son los últimos años de la dictadura y hay que
conquistar la democracia, y los valores fundamentales de la persona humana.

Una segunda etapa de la espiritualidad es la que podríamos llamar la
espiritualidad del desencanto (década de los 80). Estamos ya en la democracia.
Se han conseguido las libertades fundamentales, pero el cambio que se
esperaba no ha llegado. Esto produce un cierto desencanto y desesperanza en
la comunidad, como en el resto de comunidades. Y ello tanto a nivel político,
como eclesial. Las reformas que se esperaban no han pasado de ser superficiales
e insuficientes.

Ante la situación de desesperanza es necesario reaccionar (del 90 al 93) Se trata
de resistir activamente ante los ataques desalentadores que se gestan en la
sociedad y en la Iglesia. Hay que seguir luchando para transformar la sociedad y
para renovar la estructura eclesial.

En un periodo posterior (segunda década de los 90) la comunidad ve necesario
reencontrarse consigo y con el resto de comunidades. Es la espiritualidad del
reencuentro. La caída del comunismo histórico a nivel mundial y la etapa
conservadora en lo socio-político vivida a nivel nacional, por una parte, y el
involucionismo imperante en la Iglesia invita a la comunidad a reflexionar sobre
su realidad e identidad, y descubrir los nuevos desafíos de la sociedad a los que
es necesario dar una respuesta.

Una etapa posterior (los 2000) es la que denominamos la espiritualidad del
pluralismo. Nuevas culturas y nuevas religiones conviven con nosotros. La
cultura occidental no es la única ni la mejor, es una más. El cristianismo es
mayoritario en occidente, pero no es la única religión. Se impone la tolerancia y
el diálogo interreligioso para construir una convivencia pacífica y enriquecedora
en la sociedad.

CONCLUSIÓN; Las principales aportaciones a la comunidad de este primer
rescate se centran en el Jesús de la historia, su persona y vida, y en su mensaje
del Reino de Dios, en cuanto realización de la justicia y de la libertad en nuestra
sociedad., la construcción de una sociedad libre, igualitaria, justa y fraterna.

II.- LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN Y LA ECOTEOLOGÍA

Un segundo rescate de la sabiduría de Jesús lo realiza la comunidad desde la
Teología de la Liberación. Esta teología se entiende como una reflexión crítica
en y sobre la praxis histórica en confrontación con la palabra del Señor vivida y
aceptada en la fe, orientada a su comunicación, Esta teología que nace en
Latinoamérica es aceptada y asumida por la comunidad, junto con el resto de
CCP del Estado. Parte de la constatación del mundo del oprimido y mediante la
confrontación con la Palabra de Dios contenida en la Escritura, tiende a la
práctica liberadora de toda opresión. Pues bien, a raíz del conocimiento de la
Teología de la Liberación la comunidad rescata la opción de Jesús de Nazaret
por los pobres y oprimidos, y el carácter liberador de su misión y proyecto.

En otoño de 1972 el Instituto Fe y Secularidad organiza en El Escorial unas
jornadas sobre “Fe cristiana y cambio social en América Latina”. A través de
estas jornadas se da a conocer la teología latinoamericana a las iglesias de
España, aunque ese no era el objetivo fundamental. En ellas intervienen los
principales teólogos latinoamericanos: Segundo Galilea, José Miguez Bonino,
Juan Luis Segundo, Gustavo Gutiérrez, Hugo Assman, Juan Carlos Scannone, por
citar algunos de ellos. Estas Jornadas sirven para conocer de cerca las intuiciones
más peculiares de esta teología latinoamericana. En esta tarea nos ha ayudado
en la reflexión el libro de Julio Lois “Jesús de Nazaret. El Cristo Liberador” (Ed.
Hoac. 1995).

La asunción de esta teología por la comunidad nos conduce a señalar los
aspectos más importantes de este segundo rescate:

• La opción de Jesús por los pobres y marginados. Esta solidaridad
real con los pobres y marginados constituye un rasgo
históricamente cierto y distintivo de la vida de Jesús. Optar por los
pobres quiere decir solidarizarse efectivamente con ellos
asumiendo su causa justa de liberación. Jesús nació pobre, vivió
pobre, trató con los pobres e hizo de esta opción por los pobres el
distintivo de su misión y el rasgo fundamental de su seguimiento.
Jesús estuvo de parte de los pobres, los que lloran, los que pasan
hambre, los que no tienen éxito, los impotentes, los insignificantes
(H. Küng) Jesús, consciente de la realidad de su tiempo, siente
compasión de las muchedumbres y exige a sus discípulos que les
den de comer.

• Jesús de Nazaret, que elige ser pobre y son los pobres los
preferidos, anuncia el Reino de Dios como una realidad ya presente
mediante la liberación de todo aquello que oprime y esclaviza al ser
humano: la enfermedad, el pecado y la muerte. En definitiva, Jesús
se presenta como Liberador. La salvación anunciada y comenzada
por Jesús no es de carácter religioso, sino terrenal, liberación de
toda opresión del carácter que sea. Jesús es Liberador porque salva
liberando de todos los dioses que niegan al ser humano como sujeto
autónomo; porque posibilita el ejercicio de la libertad de todos
aquellos que le siguen; porque con su mensaje y praxis anuncia y
hace ya presente el Reino de Dios, que es bienaventuranza para los
pobres de la tierra y reclama la liberación de toda opresión. Jesús
defiende a los pobres y desenmascara a los que oprimen y
esclavizan. Y por esta actitud es perseguido y condenado.

Hace unos años, no muchos, la comunidad comienza a reflexionar sobre la
ecología. Comenzamos a tomar conciencia de que no estamos solos junto con
los demás seres humanos, sino que vivimos en relación y dependencia de la
naturaleza, a la que hemos recibido el encargo no de poseer y dominar, sino de
cuidar y respetar, y junto con ella desarrollarse y realizarse según el plan de Dios
Creador. Dios no solamente ha creado al ser humano, varón y mujer, sino toda la
naturaleza, animales, vegetales, minerales y seres en general que conforman la
Tierra. Hemos vivido una fiebre antropocéntrica, como si el ser humano fuera el
único viviente y todos lo demás a su alrededor estuviera supeditados a su
dominio y control. Hoy existe la conciencia que es un ser más en el cosmos y
que debe convivir con el resto de seres que habitan en la Tierra.

En esta reflexión la comunidad se apoya en Leonardo Boff, y en su libro
“Ecología. Grito de la Tierra, grito de los pobres” editado en castellano en 1996
en su primera edición. La ecología es el estudio de la inter-retro-relación de
todos los sistemas vivos y no vivos entre sí y con su medio ambiente (L. Boff).
Estudia las interconexiones, interdependencias e intercambios de todo con todo,
en todos los lugares y momentos.

Esta relación con los demás seres humanos y con la naturaleza es otro de los
rescates que la comunidad realiza de la sabiduría de Jesús.

• El Jesús histórico está ligado a la historia del universo. En él entran todos
los elementos de los que se componen todos los seres y todos los cuerpos.

El cuerpo de Jesús posee el mismo origen ancestral y formado de
materiales del polvo cósmico. Jesús es un producto de la gran explosión e
inflación iniciales; sus raíces se hallan en la Vía Láctea, su cuna en el
sistema solar y su casa en el planeta Tierra. Como todo humano es hijo del
universo y de la Tierra. El Jesús histórico se enraíza en el cosmos y se halla
limitado a las ataduras espacio-temporales.

• Jesús además mantiene una relación estrecha con todas las criaturas, y
no solo con todos los seres humanos, sea la que sea su condición social,
política y religiosa. Está en contacto permanente con la naturaleza,
prestándole una atención llena de cariño y asombro. Invita a sus discípulos
a reconocer en las cosas un mensaje divino (Jn 4,35). Cuando habla del
Reino de Dios, su mensaje preferido, lo compara con los seres de la
naturaleza, los pajarillos (Lc 12,6) y las aves del cielo (Mt 6,26), la semilla
de la mostaza (Mt 13, 31-32).

La comunidad al asumir las reflexiones de la Teología de la Liberación añade a
su talante de vida, a su espiritualidad, unas señales que caracterizan a la
espiritualidad de la liberación. Esta espiritualidad en primer lugar se reconoce
por la honradez con lo real (J. Sobrino), Lo real, lo creado, es vida, y se mantiene
como real en cuanto es vida. Pero constatamos que la inmensa mayoría de la
humanidad vive en la miseria, en la opresión y en la represión. Y esto no es vida.
La mayoría se los seres humanos viven privados o amenazados en su propia vida.

El segundo aspecto de esta espiritualidad consiste en fomentar lo que es vida,
obrar sobre la realidad para que haya más vida. Se trata de erradicar el pecado e
implantar lo que es vida. Ingrediente de esta espiritualidad es perseverar en la
lucha contra la opresión y lo que esclaviza. Esto lleva a realizar una práctica
salvadora, liberadora.

Y todo ello apoyada en la esperanza de lo real. La realidad está llamada a su
plenitud, a realizar plenamente la vida. Es la tarea de humanizar a la humanidad,
de entrar en sintonía con el espíritu de una realidad que busca su propia
plenitud. Esta esperanza de la realidad y su correlación con una práctica dadora
de vida es el fondo de la práctica de la liberación.

La comunidad se ve enriquecida con estos ingredientes que le aporta esta
espiritualidad de la liberación: Una toma de conciencia de la realidad de la
opresión y falta de vida que vive la mayoría de la humanidad, y en concreto la
pobreza en que vive la mayoría de las familias del barrio. Hoy los pobres tienen
un nombre muy concreto, son los migrantes y refugiados. Y por otra parte la
necesidad de comprometerse en la práctica liberadora a través de las instancias
existentes en la sociedad (asociaciones vecinales, sindicatos, partidos políticos,
etc…) es decir en aterrizar en una práctica liberadora de toda opresión y dadora
de vida. Esta práctica se concreta hoy en la hospitalidad y acogida hacia los
migrantes, y más en concreto hacia los refugiados que huyen de la guerra y de la
muerte.

La toma de conciencia ecológica de la comunidad, constatando que la versión
dominante del cristianismo es antropocéntrica, y que todo está centrado en el
ser humano, lleva a asumir los aspectos fundamentales de la eco-espiritualidad.
Su punto central es la realidad-vida, no el poder, ni la acumulación ni el placer.
Optar por la vida implica optar por el planeta Tierra, como un todo orgánico,
agredido y herido, para que pueda seguir existiendo como un todo en el que se
relacionan todos los seres que lo componen. Supone también esta espiritualidad
una actitud por la que el ser humano religa, relaciona, todas las esferas de lo
real, Se trata de una vivencia integradora y de veneración de todos los seres,
mostrando el lazo de radical fraternidad- sororidad que nos une a todos los
seres. En definitiva, una espiritualidad basada en una cosmología que no tiene
como punto central el ser humano, como señor del universo, como sujeto
creador del mundo, sino que es fruto de una nueva sensibilidad que subyace a la
nueva cosmología, en la que el ser humano es un ser más junto a todos los seres
del universo, regido por una Energía cósmica que da vida, movimiento y
desarrollo a todos los seres. Esta espiritualidad ecológica proporciona un
horizonte nuevo a la comunidad. Nos abre a todos los seres del cosmos, no para
dominarlos y poseerlos, junto a la Madre-Tierra, sino a cuidar de ellos, a
respetarlos y a amarlos. Es la cultura del cuidado.

CONCLUSIÓN: La segunda aportación a la comunidad de este doble segundo
rescate consiste en la necesaria opción por los pobres y su causa, y el
compromiso en la liberación de toda esclavitud y opresión, hacia la plena
humanización de la humanidad; y por otra parte, la afirmación de que el ser
humano es uno más entre el resto de seres y en profunda relación con la
naturaleza, no para dominarla, sino para respetarla y cuidarla.

III.- UN NUEVO LENGUAJE CRISTIANO. Un último rescate
EL CAMBIO NECESARIO


Vivimos tiempos de cambio. Se hace necesario el cambio a nivel social. No se
puede consentir que la bolsa de la pobreza vaya aumentando a costa del
enriquecimiento progresivo de unos pocos. El riesgo de pobreza y exclusión
social se eleva a 13 millones, el 29,2% de la población. Y 5 millones están en
exclusión severa, o porque no tienen empleo, o porque carecen de vivienda, o
porque no tienen acceso al sistema general de salud. Se hace necesario también
el cambio en la política. En nuestro país es especialmente urgente. La
corrupción en las instituciones hay que atajarla ya. Esto requiere una
transformación del panorama político, introduciendo la honradez como
distintivo del quehacer político. Este cambio es necesario también en la Iglesia.

El punto de referencia no puede ser el fortalecimiento de la institución
eclesiástica, sino la vuelta al Evangelio. Así lo ha proclamado el papa Francisco
en su primer documento público “La alegría del Evangelio”.
“Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura
original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos,
otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras
cargadas de renovado significado para el mundo” (11)

Este cambio debe abarcar el contenido de la fe cristiana en lo referente al
lenguaje. La modernidad nos exige revisar y actualizar el lenguaje religioso.
Muchos de los vocablos que utilizamos provienen de una época en la que
prevalecía la lectura literal de las Escrituras. Hoy sabemos que hay que superar
el fundamentalismo cristiano basado en la literalidad del texto sagrado. La
desmitologización dejó al descubierto muchas interpretaciones bíblicas que
ponen en entredicho vocablos y expresiones actualmente inadmisibles. Y estas
continúan presentes en nuestro vocabulario religioso.

A este trabajo de revisar el contenido de la fe cristiana se dedica la comunidad
desde hace unos años. Se trata de deconstruir para reconstruir un lenguaje más
apropiado a la cultura y momento actuales. Hubo un tiempo en que ciencia y fe
fueron irreconciliables. La fe dominó y sofocó a la ciencia. Hoy no podemos
seguir de espaldas a los conocimientos científicos y tenemos que afirmar que
ciencia y fe no son irreconciliables. Cada una mira la misma realidad en planos
diferentes y con métodos distintos. Ambas se encuentran y se iluminan
mutuamente.

“Hay que repensar el cristianismo para que sea evangelio liberador.
El cristianismo no puede ser evangelio liberador manteniendo
conceptos y paradigmas del pasado que hoy resultan anacrónicos,
absurdos e incluso nocivos. Lo cierto es que no podemos seguir
haciendo teología, es decir, hablando de Dios con imágenes y
lenguajes que pertenecen a cosmovisiones anacrónicas o
paradigmas obsoletos” (J. Arregi)

EL MOVIMIENTO DE JESÚS DE NAZARET Y LA RELIGIÓN CRISTIANA

Antes de iniciar la reflexión sobre el nuevo lenguaje cristiano la comunidad,
acudiendo a las fuentes, a los orígenes del cristianismo, llega a una primera
constatación fundamental: El movimiento iniciado por Jesús y la religión
cristiana son dos realidades radicalmente diferentes, y en algunos aspectos
opuestas. Jesús no fundó una religión, sino que comenzó un movimiento laico,
al margen de la religión judía.

Todo empezó con Constantino en el siglo IV quien mediante el edicto de Milán
(313) promulgó la tolerancia del cristianismo, movimiento que había sido
duramente perseguido. Pero fue su hijo Teodosio I el Grande quien hizo del
cristianismo la religión oficial del Imperio Romano, mediante el edicto de
Tesalónica en el 380. Desde ese momento la religión cristiana tomó como
modelo la estructura imperial. El papa comenzó a ser verdadero emperador de
la nueva religión. Los obispos fueron auténticos reyes en su territorio. Los
primeros concilios Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia, convocados por el
Emperador, diseñaron las líneas básicas de la religión cristiana, distanciándose
del mensaje de Jesús de Nazaret. La nueva religión adquirió la estructura
piramidal bajo las órdenes del obispo de Roma, quien a imagen del Emperador
tenía su palacio, sus territorios, su ejército y su corte formada por los
cardenales. Los obispos regían sus diócesis como señores feudales, encargados
de lo sagrado (templos, ritos y objetos), ayudados por los sacerdotes. El papa,
los obispos y los sacerdotes, todos varones, son quienes rigen esta nueva
religión. La mujer está totalmente ausente en los órganos de dirección y poder.

Esta religión se fortaleció con una legislación contenida hoy en el Código de
Derecho Canónico. La nueva religión, dedicada a administrar lo sagrado, se
convierte en una institución poderosa y rica, preocupada especialmente en
extender su dominio en el mundo. A grandes rasgos esta es la religión que hoy
defiende la estructura clerical de la Iglesia católica.

Muy distinto fue el movimiento iniciado por Jesús de Nazaret, el cristianismo
originario. Jesús no fue una persona consagrada, sino un laico. Huyó de todo
poder y se preocupó especialmente de las personas marginadas. “El cristianismo
no es originalmente una religión y Jesús no fundó ninguna religión. Más tarde los
cristianos fundaron la religión cristiana, creación humana y no divina” (J.
Comblin) Más bien Jesús se enfrentó a la religión judía y a sus instituciones
(sinagoga y templo de Jerusalén) Se rodeó de personas, varones y mujeres,
dispuestos a continuar su camino, anunciando el mensaje del Reino de Dios.
Proclamó las bienaventuranzas como proyecto de este Reino. Denunció las
injusticias haciendo realidad la salvación del Dios Padre-Madre a través de sus
curaciones. Las mujeres tuvieron un lugar preeminente en la vida de Jesús. Por
su vida y su mensaje liberador Jesús fue juzgado por el poder religioso y político,
siendo condenado a muerte. Hoy este movimiento quiere hacerse presente y
continuarse en las comunidades cristianas de base.

La comunidad con esta reflexión quiere diferenciar claramente estas dos
realidades presentes en la Iglesia: la estructura vertical de la institución clerical,
que ha usurpado en exclusividad el nombre de Iglesia, y la organización
horizontal de las comunidades populares.

La religión cristiana actual es deudora de esta religión que constituyó el nexo de
unión del Imperio. El Emperador se convirtió en el jefe de esta nueva religión.
Bajo su dominio estuvieron los obispos y sacerdotes, los hombres consagrados
de esta religión. Se acercó al modelo del imperio y se alejó del movimiento de
Jesús de Nazaret. La estructura jerárquica de la Iglesia hoy tiene el poder y los
mecanismos de influencia en la sociedad, pero carece de la legitimidad de ser la
continuadora del movimiento iniciado por Jesús de Nazaret. La religión cristiana
ha ido avanzando a través de los siglos fortalecida por la jerarquía de la Iglesia
hasta nuestros días. Sigue básicamente los mismos parámetros que en sus
orígenes: estructura piramidal, en cuyo vértice está el obispo de Roma, que
detenta los tres poderes (legislativo, judicial y ejecutivo) Está dirigida
únicamente por varones. Tiene un gran poder como Estado Vaticano. Su
preocupación principal es ser guardiana del depósito de la fe confeccionado a
través de los Concilios, Su teología está basada sobre todo en los dogmas. Se
considera dispensadora de la gracia divina de la que es mediadora por medio de
los sacramentos.

El movimiento de Jesús de Nazaret ha sobrevivido a través de los siglos en
pequeños grupos. Muchos de ellos considerados herejes por la religión cristiana.

No tienen poder, ni lo buscan, Intentan estar al servicio de las personas, a
ejemplo de Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir (Mt 20, 25-28). Sus
integrantes viven en pequeñas comunidades. Igualitarias en dignidad, mujeres y
varones, y horizontales en su funcionamiento. Procuran ser consecuentes con el
mensaje de Jesús: anunciar el Reino de Dios a los pobres y marginados de la
sociedad. (Mt 10, 7-8). Tienen como guía las bienaventuranzas proclamadas por
Jesús en el sermón de la montaña (Mt 5, 1-10) Comparten la vida y los bienes
haciendo realidad la eucaristía a ejemplo de los primeros cristianos (Hech 4, 32-
35) Se esfuerzan en llevar a la práctica el único mandamiento de Jesús: amor al
Padre-Madre en el amor a los hermanos más desfavorecidos (Mt 22, 37-40).
Elaboran una teología basada en la experiencia espiritual de las comunidades,
actualizando especialmente el evangelio en el momento histórico de la sociedad.

EL LENGUAJE DE LA MODERNIDAD

En esta perspectiva asistimos en 2011 a la III Asamblea de Redes Cristianas
celebrada en Jerez de la Frontera. En el taller “Hacia una teología de la
espiritualidad de las comunidades cristianas del siglo XXI” se decía:
“Proponemos la plasmación de una nueva teología que enfrente los retos que la
sociedad actual nos demanda que ha de ser “más laical, menos masculina,
menos occidental y más dialogante con las ciencias”. En esta línea creemos tener
una oportunidad de reformular, de reinterpretar, de recrear incluso toda la
religiosidad en diálogo con la situación del hombre moderno. Muchos conceptos
fundamentales han de ser reelaborados, y mucho lenguaje ha de abrirse a un
planteamiento más universal… Por eso se hace necesario reescribir la teología,
hay que recrear la espiritualidad, hay que reinventar la liturgia, hay que
reencontrar la misión…porque las actuales formulaciones dependen de aquel
viejo paradigma que ya no funciona. Hay pues una inmensa tarea por hacer. Se
trataría de vivir en esperanza, confiando en el Espíritu que siempre empuja y
todo lo renueva y nos anima a intensificar la vida”

A los pocos meses, en Octubre de 2012, participamos en una Jornada de
Reflexión con el teólogo José María Vigil bajo el título “Deconstruir y reconstruir
la fe en Jesús”. Se trataba de debatir sobre los nuevos paradigmas cristianos,
sobre otros modelos de fe más acordes con la cultura, la ciencia y la sensibilidad
de nuestro tiempo. “Vivimos un tiempo axial o de cambio de época muy
profundo. Estamos pasando una página de la historia. Como dicen algunos un
tsunami cultural se nos ha echado encima y nos ha volteado una inmensa oleada
de elementos científicos, sociales, de vida cotidiana y de diferentes
mentalidades en nada esperados…En la medida de lo posible queremos
reencontrar los elementos valiosos de esas experiencias, para reconstruir una fe
y una esperanza que puedan ser amadas por todos”

En el 2014, en el XV Encuentro Estatal de CCP en Granada, se nos invitaba a ir
concretando un nuevo paradigma cristiano. Un paradigma que debía ser
liberador, moderno, oikocéntrico, biocéntrico, feminista, post-religional y
pluralista, por decir algunos de los elementos que debían acompañar a este
nuevo paradigma en búsqueda.

Y en la reciente V Asamblea de Redes Cristianas celebrada en Madrid los días
10 y 11 de Octubre de 2015, en uno de los talleres se nos invitaba a “Formular
una espiritualidad y unas creencias para el mundo de hoy” en el que estuvimos
especialmente implicados algunos miembros de la comunidad, invitando a
profundizar en la palabra Creo, en los relatos de la Creación y de la Redención,
en las grandes preguntas y silencios de la divinidad, y en la convergencia de la
ética y de la esperanza. En la presentación del taller se decía: “Sentimos la
necesidad, la urgencia de una coherencia en todos los niveles de nuestra vida.

Que la racionalidad que utilizamos en nuestra vida profesional; que la
autonomía que exigimos sobre el control de nuestra existencia; que la
participación imprescindible en nuestra sociedad que se va haciendo
democrática; que la responsabilidad inmediata con que asumimos nuestros
actos no se aparque cuando nos reunimos a compartir nuestra fe en el modo de
vida que nos propuso Jesús de Nazaret. Para eso indiscutiblemente necesitamos
“re-formular” nuestras creencias. Solo así la tradición cristiana podrá seguir
aportando humanidad a nuestra historia y merecerá ser transmitida”.

En este horizonte la comunidad se empeña en iniciar este proceso de
reconversión. Con la ayuda de dos teólogos, uno católico (R. Lenaers) y otro
protestante (J. Spong) y su pensamiento concretado en dos de sus libros,
principalmente: Otro cristianismo es posible, y Por qué el cristianismo tiene que
cambiar o morir, nos lanzamos a presentar y profundizar en los aspectos más
esenciales de este nuevo lenguaje. En el 2013, se elabora en la comunidad un
documento de trabajo bajo el título “Un lenguaje nuevo para una teología
nueva”. En él se sugieren una serie de temas, hasta diecinueve, que parece
necesario revisar, a fin de adaptar su comprensión y enunciado a la modernidad.

En cada tema se ofrece, primero, una breve presentación del contenido a tratar,
su vieja formulación y la nueva propuesta. En segundo lugar, se hace una
exposición sistemática del nuevo enunciado del tema. Y finalmente se adjunta
una antología de textos de teólogos que pueden iluminar el debate y
profundización de los temas estudiados. No se trata de realizar enunciados
definitivos, que sustituyan a los existentes tradicionalmente; sino propuestas a
debate, para ser profundizadas por los teólogos y los grupos de reflexión. Con
este propósito la comunidad comienza a estudiar, repensar y formular algunas
de las verdades. Trataremos a continuación de exponer la reflexión realizada por
la comunidad sobre algunos contenidos esenciales del cristianismo.

NUEVAS IMÁGENES DE DIOS
Tradicionalmente se habla de Dios como un Ser Todopoderoso, creador del cielo
y de la tierra de modo definitivo, que domina el universo, Juez Supremo de las
personas, premiador de los buenos y que castiga a los trasgresores de sus
mandatos, que habita en el cielo y que promete a sus seguidores la salvación
eterna en los cielos. El ser humano proyecta sobre la imagen de Dios aquello de
lo que adolece y las cualidades que desearía poseer: omnipotencia, dominio
sobre el mundo, las personas y los seres del universo, habitar en un lugar
fascinante y vivir eternamente. Son imágenes antropomórficas de Dios. El
carácter personal atribuido a Dios es nuestro propio carácter personal,
proyectado sobre Dios. Es la imagen teísta de Dios. ¿Pero no es Dios el
totalmente Otro, el diferente al ser humano, infinito, justo y la eterna bondad?
¿Será posible prescindir de esta imagen de Dios construida según un perfil
humano, y buscar nuevas imágenes alejadas del teísmo? Hoy esta imagen de
Dios no se resiste por más tiempo. El Dios del teísmo ha muerto y quizás no
pueda resucitar. Hemos de buscar nuevas imágenes de Dios más acordes con la
realidad, alejadas de las proporcionadas por el teísmo reinante en la tradición
creyente.

Una primera aproximación a este intento de salir del teísmo aplicado a la imagen
de Dios nos lo proporciona el Primer Testamento, utilizando unas palabras
hebreas, son palabras que expresan seguramente la realidad del ser divino y de
su actividad. El nombre propio de Dios es en hebreo Yhwh (Yahweh) “Yo soy el
que soy”- Para nombrar a Dios se emplea la palabra Ruah (viento, soplo) como
soplo de Dios, en cuanto fuerza vigorizante, dadora de vida. Otra palabra
aplicada a Dios fue Nephesh (aliento), como fuerza que brota de cada ser,
aliento idéntico a la vida. Y también se emplea la palabra Roca, como imagen
impersonal aplicada a Dios, que es mi roca, mi fortaleza, mi libertador (Salmo 118)
Un segundo intento lo encontramos en los místicos. La dimensión mística
reconoce que todos somos parte de Dios y Dios es parte de lo que somos. Dios
es el ser fundamental con el que compartimos nuestro ser. Para ellos Dios se
encuentra en las profundidades de la vida llamando a toda la creación a la
transcendencia. La vida misma es una revelación de Dios que surge de las
profundidades de la vida.

Recientemente teólogos y pensadores han continuado con esta búsqueda de
imágenes no personalistas de Dios. Se ha hablado de Dios como el “totalmente
Otro” (Barth, Otto).
Dios es “el gran Compañero, el que sufre con nosotros y nos comprende”
(Whitehead).
“Dios es el núcleo esencial y la base de todo lo que es “(Tillich)
“Un Dios que no es una persona, sino la fuente de ese poder que alimenta el ser
persona; no es un ser, sino el fundamento del Ser, la fuente de la cual todos los
seres fluyen” (Spong)
“Dios es la fuente de la vida que vivimos, el poder del amor que compartimos, el
Fundamento del Ser, que nos invita a ser al máximo lo que podemos ser (Spong)
“A la luz de la teonomía Dios aparece como el fundamento del ser humano y del
cosmos, es la profundidad espiritual de toda la realidad” (Lenaers)
“Pero Dios significa ahora, en la visión moderna del creyente, el amor creador
que impulsa al cosmos a seguir desarrollándose, y al ser humano a que se siga
humanizando” (Lenaers)
“Dios es Amor. Dios se hace presente, acontece, allí donde acontece el amor
(Torres Queiruga)

“El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (I Jn 4,8)
Se impone, por lo tanto, hacer un esfuerzo para buscar imágenes nuevas de
Dios, diferentes del Dios teísta del pasado, imágenes de Dios no como un ser
externo a la vida, sino de Dios como el ser fundamental con el que compartimos
nuestro ser. Dios como el Fundamento del Ser, que nos llama a ser todo lo que
uno puede ser; como Fuente de la Vida, que nos invita a vivir en plenitud; y
como Fuente del Amor, que nos impulsa a amar abundantemente.
Finalmente, así resume el obispo anglicano estas nuevas imágenes de Dios:
“El Dios que es la Base del Ser, no se puede poseer. Dios es una
presencia universal que permea toda la vida. Dios no bendice
ni maldice a ciertos individuos dependiendo de unas reglas de
conducta impuestas. Dios, la fuente de la vida, nos llama a todos a
vivir plenamente. Dios, la fuente del amor, nos llama a todos a amar
generosamente. Dios, la Base del Ser, nos llama a todos tener el
valor de ser nosotros mismos. Así que cuando vivimos, amamos y
tenemos el valor de ser, estamos comprometidos de un modo
sagrado, engrandecemos nuestra humanidad, y rompemos nuestras
barreras” (Spong p.225).

EL RELATO DE LA CREACIÓN-REDENCIÓN

El relato de la creación leído literalmente nos conduce a un universo terminado y
concluido, y no en evolución permanente. El pecado de origen proviene de la
desobediencia de Adán y Eva al mandato de Dios en el jardín del Edén. Pero la
narración del Génesis no es un relato histórico. La humanidad no necesita un
redentor que lo salve del pecado. Pecado original, culpa, Jesús Redentor son
conceptos inadmisibles para la modernidad. La imagen teísta de Dios. Juez
Supremo, hoy no se sostiene.

Una lectura literal del relato de la creación nos lleva a una imagen teísta de Dios
inaceptable por el creyente moderno. Según esta lectura Dios es un Ser que
habita en los cielos, decide crear el universo, y al hombre y mujer a su imagen y
semejanza, para que domine el mundo siendo el centro del cosmos, El relato nos
habla de una creación perfecta y terminada del universo. Esta concepción del
mundo es contraria a los descubrimientos de la ciencia moderna. No podemos
hablar de una creación terminada, si tenemos delante la evolución del universo
con todos sus seres vivos La creación está en proceso y no sabemos su
momento terminal.

Respecto al relato del paraíso Adán y Eva al comer del árbol prohibido pecaron
desobedeciendo a Dios. Desde ese momento la culpabilidad se adueñó de sus
personas. La religión cristiana ha enseñado que este pecado, al que ha llamado
“original”, se ha transmitido a todas las personas. Y desde entonces el pecado
se ha introducido en la conciencia de los seres humanos. De ahí la necesidad de
un redentor que venga a salvarnos del pecado que proviene de nuestros
primeros padres y nos evite el castigo eterno. Esta interpretación nos lleva a
unas imágenes de Dios, del pecado original y de Jesús, Redentor y Salvador de la
humanidad, que hoy no se pueden sostener. La modernidad no puede aceptar
la existencia de un pecado original sin responsabilidad alguna del ser que lo
hereda, y tampoco admitir a un Salvador de ese pecado universal inexistente.

De la anterior reflexión sobre el relato de la Creación y Redención llegamos a las
siguientes conclusiones:

• No es congruente con el carácter científico de la persona
moderna y los descubrimientos de los últimos tiempos
afirmar que Dios ha creado el cosmos y todos los seres de
modo perfecto y definitivo.

• El creyente moderno no puede admitir la existencia del
pecado original, cometido por nuestros primeros padres y
transmitido a todos los seres humanos. Dios no es un Ser que
ponga a prueba al hombre y a la mujer como Juez Soberano, y
los castigue por desobedecer su mandato. Por ello es
inadmisible el pecado original y la consiguiente culpabilidad
de la persona humana, como consecuencia del pecado
heredado.

• Igualmente es contrario a la racionalidad de la fe la afirmación
del carácter expiatorio de la muerte de Jesús de Nazaret. No
es Redentor de ningún pecado. No hay necesidad de que Dios
castigue a su Hijo, enviándolo al mundo para morir
crucificado y de esta manera amortiguar la ira de Dios a
consecuencia del pecado cometido en el Jardín del Edén, y
salvar a la humanidad del castigo eterno.

Así concluye esta reflexión el obispo Spong:

“Todas estas interpretaciones nos llevan a imágenes de una deidad
externa que actúa como una figura humana autoritaria y caprichosa,
a la que le desagrada la conducta humana y que por ello demanda
alguna clase de restitución. Ello implica una definición de la vida
humana como pecadora y como caída. Pero hoy esa deidad externa
ha muerto, y esas definiciones de la vida humana, que nos fuerzan
a soñar con actos expiatorios, sacrificios e historias de
intervenciones divinas, no tienen sentido alguno” (Spong p. 107)

UNA NUEVA BASE DE LA ÉTICA

Tradicionalmente se ha dicho que la base que sustenta el comportamiento
cristiano es la promulgación solemne en el Sinaí por parte de Yahvé de los Diez
Mandamientos y su entrega a Moisés, como líder del pueblo israelita. Dios
dicta a Moisés las leyes sagradas que regirán en Israel (Ex 19 y 20) Este es el
decálogo del judaísmo y posteriormente de la religión cristiana. La legislación
judeo-cristiana proviene de Dios, cuyas normas son escritas por su mano, y es
entregada solemnemente en el Sinaí a Moisés. Este ha sido el resultado de una
lectura literal del acontecimiento narrado en el libro del Éxodo, como si se
tratara de un acontecimiento histórico. Pero hoy no podemos continuar con
esta interpretación pre científica. Se trata de una narración mítica sobre la
promulgación de los diez mandamientos que atribuye a Dios su procedencia y
entrega solemne en la montaña del Sinaí. La legislación que debía regir en el
pueblo elegido debía tener una procedencia divina. Había que magnificar
mediante acontecimientos míticos el origen de la legislación del pueblo elegido.

Legislación que ha sido asumida básicamente por la religión cristiana (los diez
mandamientos de la ley de Dios). Pero esta interpretación es hoy insostenible
para la mentalidad moderna.

De esta constatación se deriva, por una parte, el origen no divino, sino humano
de estas reglas. Los diez mandamientos constituyen la base a la que debe
someterse el comportamiento del pueblo israelita, impuesto por sus líderes. No
se trata de un código divino de validez universal. Por otra parte, esta legislación
manifiesta la mentalidad patriarcal de estas normas, al considerar que la mujer
es propiedad del varón. Una legislación de estas características no puede
proponerse como modélica para la humanidad, sino denunciada por inmoral.
Se impone la construcción de una nueva base ética, no proveniente de un Dios
en las alturas, sino del centro de nuestra humanidad, descubriendo los valores
que realizan a las personas y las conducen a su plenitud. Estos serán los que
conformarán la base de la nueva ética:

• La libertad de ser uno mismo, en concomitancia con la mejora
del ser de los demás, es uno de los valores que perfeccionan a
la persona y la hacen ser feliz.

• El valor objetivo del conocimiento es un segundo valor. Se
trata de usar la razón para acrecentar el bienestar humano. El
conocimiento enriquece a la persona y colma las aspiraciones
más profundas del ser humano.

• Un tercer y último valor humano es la sabiduría del
conocimiento y la apertura a la naturaleza de la realidad
misma. Es malo objetivamente tratar de defender o de
actuar en base a la propia ignorancia. Luchar contra la
ignorancia constituye uno de los objetivos principales de la
nueva humanidad. Es equivocado actuar de forma que cause
o aumente la ignorancia, que llevará a devaluar o destruir a
otro ser humano.

Así pues, la libertad, el conocimiento y la sabiduría son los valores objetivos de
esta nueva base de la ética. Lo éticamente correcto viene determinado por todo
aquello que promueve el ser, lo que afianza la vida y lo que conduce al amor.
Promover estos valores constituye un imperativo ético que roza en lo absoluto.
Esta base da origen a un sistema ético verdaderamente humanista, de validez

universal y presentada a la humanidad entera, sea cual sea su religión, su
cultura, raza o manera de pensar. No hay que buscar el fundamento de esta
ética fuera de la humanidad, en una deidad en los cielos, que controla el mundo
y propone sus normas, como Juez Supremo del comportamiento humano. La
nueva ética se encuentra por lo tanto en lo que llamamos la plenitud de la vida,
en la profundidad del ser humano, y en el amor desinteresado, lo que da sentido
a la vida de la humanidad-

El obispo Spong termina la reflexión sobre la nueva ética de esta manera:
“Promover el ser, profundizar la vida de todo ser humano y liberar
el amor que emana de cada persona, se vuelve parte del criterio
objetivo y último para determinar la conducta humana correcta”
(Spong p.167)

LA VIDA MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Una de las preguntas que todo ser humano se hace en la vida es si existe algo
después de la muerte por lo que merezca luchar y que dé sentido a los
sinsabores de toda existencia humana. La comunidad se pregunta por la vida
eterna de la que nos habla la religión cristiana. ¿Es razonable creer en el cielo y
el infierno como lugares de destino más allá de la muerte? Se nos dice que la
vida eterna consiste en la visión beatífica, en la contemplación de la esencia de
Dios toda la eternidad. En esto consiste el premio del cielo para los fieles
cumplidores de la ley divina.

Ahora bien, si no podemos seguir manteniendo la figura de un Dios teísta, Juez
Supremo de las personas, premiador de buenos y castigador de malos, no tiene
sentido que sigamos hablando de cielo e infierno como lugares de premio y
castigo después de la muerte. Las religiones solucionan el problema de la
realidad posterior a la muerte con imágenes humanas, extraídas del
comportamiento de las personas adultas con los niños. Se trata de premiar los
actos buenos y castigar los malos. De esta manera creamos una imagen
antropomórfica de Dios, convertido en Juez Supremo del comportamiento
humano. Pero esto no se puede sostener por más tiempo, porque tal modo de
pensar destruye la idea de Dios como lo totalmente distinto a lo humano. Y si no
existe el premio y el castigo divinos, tampoco podemos admitir la realidad del
cielo y el infierno después de la muerte.

Siendo así las cosas, nos preguntamos si existe algo posterior a la muerte, o si la
muerte es el final de la vida. ¿Hay algo más allá de la muerte, o es el comienzo
de la nada? Las religiones responden afirmativamente: existe vida después de la
muerte. La religión cristiana habla de la vida eterna. La muerte es el comienzo de
una nueva vida. La resurrección de Jesús es la garantía de esta nueva vida. Si
Cristo ha resucitado, todos resucitaremos igualmente, Pero la resurrección no es
la reanimación del cadáver, sino el inicio de una vida diferente, distinta e infinita.
Si la vida es ilimitada y continúa después de la muerte, es porque existe un
proceso vital cósmico que abarca a todos los seres vivos. Es la energía cósmica
que influye en toda la naturaleza. De este proceso formamos parte todos los
humanos. La muerte no corta este proceso, sino que es el inicio de una nueva
etapa vital. Etapa que es diferente a todas las anteriores, dentro del proceso
evolutivo de toda la creación. No sabemos cómo es esa nueva etapa, pero
podemos afirmar que es un nuevo modo de vida. Los cristianos llamamos a esta
nueva etapa resurrección. Resucitar es seguir viviendo en este proceso, con
Jesús de Nazaret, el Viviente. Los no creyentes no tienen esta referencia a Jesús,
pero como seres dentro del cosmos participan de este proceso de vida, que
abarca a todos los seres y a todo el universo. Es la creación evolutiva que sigue
avanzando en diversas etapas y de modo diferenciado dentro del cosmos.

Los seres en la naturaleza pueden acabar su vida concreta, pero no por ello
termina la vida en el cosmos. Incluso ese ser vivo puede terminar su ciclo, pero
no su vida transformada en otro ser. Una especie puede desaparecer y
transformarse en otra superior. El proceso creativo-evolutivo de vida continúa
en el cosmos. Los seres humanos acaban su ciclo por la muerte, pero su vida
continúa por este proceso evolutivo. Los creyentes afirmamos en una
plegaria:“la vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, se transforma”.
Esta es la vida más allá de la muerte. La realización de una vida plena. En esto
consiste la resurrección, en el paso a una nueva forma de vida, desconocida,
pero real. Una nueva conciencia de que la vida humana participa en la eternidad
de Dios y de que viviré, amaré y seré parte de lo que Dios es. Y a participar de
esa nueva vida estamos llamados todos los seres del universo, siguiendo el
proceso evolutivo cósmico que dirige y transforma el universo.

Terminamos con la reflexión que realiza el obispo Spong sobre la vida eterna:
“Descarto, como sin sentido, los conceptos tradicionales que las
instituciones religiosas occidentales nos han impuesto sobre el
concepto de la vida después de la muerte. No tengo ningún interés
en un sistema de premios y castigos. No le encuentro ningún
propósito a una vida después de la muerte pensada para motivar
nuestro comportamiento aquí y ahora. Puedo vivir sin la idea del
cielo, como un lugar de premio, así como sin el infierno, como un
lugar de castigo. Pero creo que la vida es infinita, y también creo
que estamos llamados a explorar su profundidad y a saborear su
profunda dulzura. Creo que la vida aquí es una imagen limitada y
finita de la vida plena, que es ilimitada e infinita. Estoy seguro que
uno se prepara para la eternidad, no siendo religioso y respetando
las reglas, sino viviendo plenamente, con un amor generoso, y
atreviéndonos a llevar nuestra capacidad al máximo. También
afirmo que la única misión que tenemos los cristianos es lograr la
vida, el amor y el ser para todos” (Spong p.218-219)

LA ESPIRITUALIDAD LAICA

Dentro del nuevo paradigma cristiano la comunidad va descubriendo el carácter
laico de la espiritualidad cristiana. Hablar de espiritualidad en nuestra sociedad
es casi sinónimo de evasión, de huída de este mundo limitado, finito y perverso,
y traslado a los cielos, morada del Dios transcendente, infinito, todopoderoso y
suprema bondad. Abandono de las realidades materiales que tenemos a
nuestro alrededor y preocupación por lo transcendente e inmaterial. Pero esta
no es la espiritualidad cristiana. La religión cristiana ha considerado a través de
los tiempos que centrarse en construir una sociedad justa y humana era una
tarea limitada y poco exigente. Había que aspirar a metas más altas y definitivas,
las del Dios en las alturas, que promete en el reino de los cielos una recompensa
definitiva. Pero como ya hemos visto anteriormente esta imagen de Dios, que
habita en los cielos y promete una recompensa de una vida eterna junto a Él,
hoy ya no se puede sostener.

Y consecuentemente este sentido de espiritualidad como evasión de este
mundo ya no tiene sentido hoy en la modernidad. Cuando hablamos de
espiritualidad nos referimos al comportamiento basado en la ética universal,
que defiende los derechos y valores humanos, así como los derechos de la
Naturaleza de la que todos los seres formamos parte. Una espiritualidad
consistente en la consecución de una vida digna y justa para todas y todos. Es
“la cualidad humana profunda” de la que nos habla Maríá Corbí, o “la
sensibilidad por lo esencial, por la dimensión profunda de la realidad diaria” de
Roger Lenaers. Una espiritualidad basada en la ética humanista. Nos referimos a
la dimensión de profundidad, de la que habla Tillich, a las motivaciones últimas
del comportamiento humano.

• Esta ética humanista proclama, en primer lugar los derechos
humanos, contenidos fundamentalmente en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 que se resumen
en el derecho a la vida, y que se concretan: en el derecho de
todos a la sanidad pública, en el derecho a una educación de
calidad, en el derecho a una vivienda digna, en el derecho a
un trabajo humano no explotador, en el derecho a la libertad
de pensamiento, de conciencia y de religión, en el derecho a
la libertad de opinión y de expresión, en el derecho a la
libertad de reunión…,por citar los principales.

• En segundo lugar, defiende los valores humanos, que
conforman una vida digna y plenamente humana. Nos
referimos al valor de la verdad, de decir la palabra sincera, de
no comunicar la mentira. El valor de la coherencia en la vida,
de la correspondencia entre lo que se piensa y lo que se hace.
El valor de la igualdad de derechos de todas las personas,
aunque sean diferentes. El valor de la solidaridad entre los
seres humanos, para conseguir una convivencia fraternosororal.

El valor del cuidado de la fragilidad, de todos aquellos
que necesitan de nuestra ocupación y cariño. El valor de la
compasión y misericordia con todos aquellos que sufren. El
valor, en definitiva, de la gratuidad del amor hacia todos los
seres humanos, incluso a los enemigos, según la
recomendación de Jesús de Nazaret, paradigma del amor
enteramente desinteresado (S. Villamayor)

• Y también debe tener en cuenta los derechos de la
Naturaleza. Los seres vivos que en ella habitan, aunque no
sean seres humanos, tienen sus derechos que deben ser
respetados y promovidos por la persona humana. Estos
derechos están contenidos en la Carta de la Tierra, dada a
conocer públicamente en el año 2000 en La Haya (Holanda)
En ella se exponen los principios que deben regir una forma
de vida sostenible, como fundamento que deberá guiar la
conducta de las personas, de las instituciones y de los
gobiernos de nuestra sociedad.

Por lo tanto, se trata de una espiritualidad no religional, laica. Una espiritualidad
universal. Común a todos los vivientes. Una espiritualidad centrada no en lo
transcendente, sino en lo humano, en la vida realizada plenamente, en el vivir,
amar y ser. El centro de la espiritualidad está en la vida, en el respeto a la vida,
en la dignidad de la vida y en el disfrute de la vida para todas y todos. Una
espiritualidad que se toma en serio lo humano y el respeto a la tierra y los
recursos naturales.

La espiritualidad laica abarca la vida entera de la persona, y está pidiendo
nuevas mediaciones, no religionales, sino políticas, transformadoras de este
mundo. Su principal analogado es el compromiso político, la lucha por la
justicia. Una espiritualidad que no mira al cielo, huyendo de lo humano, sino que
busca el logro de la humanidad, lograr la vida, el amor y el ser para todas y
todos.

El obispo Spong trata el tema de la nueva espiritualidad desde una visión no
teísta de Dios:

“Esta visión no teísta de Dios, la promesa de una nueva
espiritualidad basada en la construcción de una vida íntegra, libre y
plena ¿motivará en el futuro a los seres humanos para acercarse al
misterio transcendente de Dios? Los peregrinos en el exilio
¿buscarán un Dios en la tierra y en la profundidad de su propio ser,
aunque no perciban una recompensa obvia? ¿Será suficiente sugerir
que una vida plena, marcada por un amor generoso, y llamada a una
nueva forma de ser, es la recompensa misma?” (Spong p.202)

HACIA UN PARADIGMA POS-RELIGIONAL

Nos encontramos en una época de grandes cambios. Estamos viviendo un
cambio epocal, un nuevo tiempo axial. A nivel social estamos en tránsito de una
sociedad preindustrial e industrial a las sociedades de conocimiento e
innovación continua, de creación continua de nuevos saberes científicos y
tecnológicos en rápida interacción mutua (M. Corbí) Esta situación tiene sus
consecuencias a nivel religioso. No podemos seguir manteniendo una religión
que está dependiendo de una sociedad preindustrial, agrícola. Por otra parte,
acudiendo a las fuentes del cristianismo, nos encontramos con que Jesús no
fundó una religión. Por esta doble razón se nos impone la necesidad de ir
construyendo un paradigma pos-religional. “Llamamos paradigma pos-religional
a esa forma de vivir la dimensión profunda del ser humano que se libera y
supera los mecanismos propios de las religiones agrario-neolíticas”. El
paradigma religional subyacente en el cristianismo ya no nos sirve. Ha de irse
abandonando irremediablemente. Este es el gran desafío que se nos presenta, si
queremos ser honrados con la realidad, y responder adecuadamente al
momento que estamos viviendo Este es el rescate a que estamos llamados a
realizar en el momento presente: rescatar el carácter no religional del
cristianismo originario. Porque el cristianismo en su fundamento histórico y
teológico no es una religión. La religión no fue la preocupación prioritaria de
Jesús. El mensaje del Reino, objetivo principal de Jesús, se presenta como la
superación del sistema de la religión. La única ley de Jesús es el mandamiento
del amor, las bienaventuranzas. Por ello el cristianismo es un humanismo suprareligioso
(Arnold). Este cristianismo es el que estamos llamados a recuperar.

En esta tarea de reconstruir el cristianismo estamos empeñados como
comunidad creyente. En esta dirección, y siguiendo las sugerencias del obispo
Spong, nos hemos presentado un nuevo credo, que va en esta dirección posreligional,
como compendio del trabajo de profundización creyente que se nos
impone en el presente

EL CREDO DE LA COMUNIDAD (A partir del propuesto por
J. Sh. Spong)

Creemos que existe una Realidad trascendente presente en el
corazón de la vida. A esta Realidad la llamamos Dios.

Creemos que esta Realidad tiene una tendencia hacia la vida y la
plenitud, y que su presencia se experimenta como una llamada
para ir más allá de nuestros límites humanos, frágiles y
temerosos.

Creemos que esta Realidad se encuentra en todo lo que existe,
pero alcanza la autoconciencia y la capacidad de ser nombrado,
compartido y reconocido solo en el ser humano.

Creemos que el cielo, ese lugar con el que se ha identificado
tradicionalmente esta Realidad, no es un lugar, sino un símbolo
que representa el infinito del Ser mismo.

Creemos que entramos a este estado celestial cada vez que
rompemos las barreras que limitan la vida humana o devalúan la
capacidad que tiene.

Creemos en Jesús, llamado el Mesías, o el Cristo.

Creemos que esta Realidad trascendente se reveló en su vida
con tal intensidad, que causó que la gente se refiriera a él como
el hijo de Dios, o el Hijo único de Dios. La intensidad abrasadora
de Dios era tan real en él, que al ver su vida decimos: “En ti,
entendemos el significado de Dios, así, que para nosotros, tú
eres el Señor y el Cristo”.

Creemos que ese Jesús era una presencia de Dios, una
experiencia poderosa de la realidad de esa Base del Ser, que nos
ciñe a todos con la profundidad de la vida.

Creemos en ese regalo del Espíritu, que llamaron “el dador de
vida”.

Creemos que este Espíritu inevitablemente crea una comunidad
de fe que, con el tiempo, abrirá este mundo a Dios como la
verdadera Base de su vida y de su Ser.

Creemos que estar en contacto con la Base del Ser crea la
comunión universal de santos, el perdón de los pecados, la
realidad de la resurrección y la puerta hacia la vida eterna.
(Cf. J. Sh. Spong. Por qué el cristianismo tiene que cambiar o
morir. Quito. Ecuador 2014, p.220-224

Otro ensayo de formulación de nuestro credo en base al
formulado por Roger Lenaers:


Creemos en Dios, Padre y Madre, amor infinito
que expresa soberanamente su ser más profundo
en la evolución del cosmos y de la humanidad.

Creemos en Jesús de Nazaret, nuestro hermano mayor en la fe,
nuestro Mesías, imagen única de Dios,
nacido de padres humanos,
reflejo de la nueva humanización de Dios.
El recorrió el camino del sufrimiento y de la muerte,
desde el lugar de los empobrecidos de la sociedad.
Fue crucificado por orden de Poncio Pilato,
murió y fue sepultado, pero vive en plenitud,
porque se abrió y quedó absorbido enteramente en Dios,
llegando a ser por lo mismo una fuerza sanadora,
de manera que puede guiar a toda la humanidad a su plenitud.

Creemos en la acción inspiradora del soplo de vida de Dios
y en la comunidad universal de la Iglesia, comunión de
comunidades,
en la que Jesús, el Cristo, sigue viviendo con rostro humano.

Creemos en el don gratuito de Dios, Padre y Madre,
que nos sana y hace de nosotros una nueva creación,
para llegar a ser seres humanos repletos de dignidad,
y constructores de una nueva fraternidad universal.

Creemos en el futuro divino de la humanidad,
un futuro que significa la vida sin límites.
Amén

(Cf. R. Lenaers. Otro cristianismo es posible. Editorial Abya
Yala, Quito, Ecuador 2008, p-238-239)

BIBLIOGRAFÍA

R. LENAERS: Otro cristianismo es posible. Editorial Abya Yala.
Quito. Ecuador 2008
R. LENAERS. Aunque no haya un Dios ahí arriba. Editorial Abya
Yala. Quito. Ecuador 2013.
J. Sh. SPONG- Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo.
Editorial Abya Yala. Quito. Ecuador 2011.
J. Sh. SPONG: Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir.
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J. Sh. SPONG: Vida eterna: una nueva visión. Editorial Abya
Yala. Quito. Ecuador 2014
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ateos porque encontrarán a Dios .Belo Horizonte, vol. 13 Enero-
Marzo 2015. Brasil. José M. Vigil. Humanizar la Humanidad. El
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www. serviciosKoinonia.org: Libros digitales. Gil, J – Olleta,
Txema. Un lenguaje nuevo para una teología nueva. Zaragoza
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HORIZONTE. Paradigma post-religional. Belo Horizonte. Brasil
2015
www.servicios Koinonia.org: Relat. José M. Vigil. Errores sobre el
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• El ministerio consagrado
• Una nueva base de la ética
• Una espiritualidad laica
• La oración no es petición
• Nuevas imágenes de Dios
• La vida más allá de la muerte.
• El credo de la comunidad
• A modo de conclusión
www.redescristianas.net: Jesús Gil García. El obispo anglicano
Spong un reformador de nuestro tiempo 2015
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Jesús Gil García
Comunidad Cristiana Popular de Balsas. Zaragoza 2016
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