jueves, 13 de marzo de 2025

 

«Se marchó triste porque era muy rico» (Mc 10, 22).

Cita del Evangelio de Marcos recogida como título por

J. I. González Faus

El 6 Marzo 2025, el mismo día que murio.

 

A mi pasado envío de análisis del momento actual, le faltaba una conclusión que quiero dejar aquí con tono de despedida: porque ando ahora en manos de médicos y nunca se sabe…

Esa despedida, quisiera dejarla en letras bien grandes, y dice así: 

 

ACABAD CON LOS RICOS O ELLOS ACABARÁN CON VOSOTROS.

Acabar con los ricos.

El gran fallo de nuestras izquierdas ha sido no apuntar a esa meta de acabar con los ricos. Creyeron que podían conseguir la justicia y la igualdad, dentro de un sistema injusto y antiigualitario. La misma Yolanda Díaz, que pasa por tan radical, se limita dar pequeños pellizcos a los ricos que serán anulados en cuanto cambie el gobierno. Las derechas, en cambio, responden que no se trata de acabar con los ricos sino de que todos sean ricos. Lo cual implica acabar con el planeta, dicen con toda razón los ecologistas.

Déjenme repetir una frase de Jesús de Nazaret que desconocen (o prefieren olvidar) todos los hombres pseudoreligiosos: «es imposible servir a Dios y a la riqueza». Quien dijo eso enseñaba además que el verdadero modo de servir a Dios, al que no vemos, es servir de veras al ser humano a quien sí vemos. Por tanto, la frase de Jesús significa que es imposible servir al hombre y a la riqueza.

Hoy hemos llegado a un momento histórico en que el binomio Trump-Musk está poniendo eso de relieve. Y esto evoca una vez más la intuición de Ignacio Ellacuría: nuestro mundo solo tiene remedio (si es que aún lo tiene) en una civilización de la sobriedad compartida. En vez de eso, unos pocos se hacen cada vez más ricos y bastantes se van haciendo cada vez más pobres; faltan viviendas mientras unos poquitos tienen cada vez más domicilios y cada vez más gentes carecen de techo. Son datos que pueden verse hasta en los periódicos.

 

¿Acabar con las armas?

Y aquí viene lo curioso: en vez de trabajar en esa dirección, nuestros políticos proclaman con un gran tono de madurez sensata la convicción de que Europa «debe armarse cada vez mejor». Uno preferiría una Europa-Costa Rica porque, si llegamos a la guerra, las armas nos van servir de muy poco dada la ventaja que nos llevan ya los Estados Ufanos: sería como si, cuando llegaron los primeros europeos al territorio norteamericanos, los pieles rojas se hubiesen dicho: «vamos a hacer nuestras flechas con una punta más afilada, o venenosa, para defendernos de los que vienen con armas de fuego».

Pero, en todo caso, si el mundo es ya una aldea global, ha de funcionar como funcionan nuestros estados: las armas no las tiene cada comunidad autónoma o cada Land o cada territorio, sino solo el gobierno central de cada país. Lo que hoy significa: todas las armas habrían de estar hoy solo en manos de la ONU, la cual debería ser una verdadera autoridad mundial, y no ese ente de razón al que los países ricos no acatan nunca, pero lo usan para justificar sus tropelías ante los demás…

Y pronto hemos visto cuál es el verdadero significado de ese armarse mejor: «para poder hacerlo habrá que recortar los gastos sociales». ¡Aaah! Y uno piensa: hombre, si para armarse mejor decidieran poner un impuesto de mil millones a todos los Ortegas y los Botines, a los Del Pinos, Roig, Escofet o Florentinos de cada país, pues pase. Porque esos señores seguirían viviendo igual de bien con mil millones menos; y las que hasta ahora eran las clases medias, no pasarían a vivir peor y a ver que sus hijos vivirán mucho peor que ellos.

Y aquí me permito añadir: amigos de Sumar, si en esto transigís con Sánchez, os hacéis el harakiri. Vale más que se rompa el gobierno y nos gobierne el dúo Feijóo-Abascal una temporadita, porque eso al menos servirá para despertarnos del sueño del «consumo y espectáculos» (el viejo «pan y circo romano»), al hacernos ver que tenemos a Trump en casa…

 

Para pensar un poco más.

Algunas gentes piadosas dicen que esto nos está pasando por habernos olvidado de Dios. Otros responden que creer o servir a un dios falso es peor que no creer en Dios. Sin entrar en esa discusión, prefiero decir que lo que nos pasa en Occidente es que nos hemos olvidado de Marx y de Freud, bien ateos los dos. Freud nos enseñó que muchas de nuestras acciones están movidas no por los motivos que nosotros creemos, sino por otros, muy distintos, que están escondidos en nuestro inconsciente (aunque podemos hacerlos aflorar). Marx vino a enseñar eso mismo, pero no a nivel individual sino social: lo que él llamó «ideología» es una colección de falsos motivos con los que, sin ser conscientes de su falsedad, justificamos un sistema injustificable. Dejando al segundo que tiene mala prensa, permítaseme terminar con una cita un poco larga del primero:

«El hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor que solo se atreve a defenderse si se le ataca. Por el contrario, es un ser entre cuyas disposiciones instintivas hay que incluir también una buena dosis de agresividad. Por tanto, el prójimo no le representa solo un posible colaborador, sino también un motivo para satisfacer en él la propia agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuírsela, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo. “El hombre es un lobo para el hombre”: ¿quién se atrevería a refutar esa máxima después de todas las experiencias de la vida y de la historia?» («El malestar en la cultura»; Obras completas, VIII, 3046).

 

Eso es lo que en Europa hemos olvidado y lo que el amigo Donald encarna tranquilamente como su propio autorretrato. 

 

Y para cerrar esta reflexión propongo, a los que quieran, una lectura y comentario en grupo de dos libros sobre los ricos que este servidor quiere leer ahora: el primero es una novela de una norteamericana (y creo que médico): Freida Mc Fadden: La asistenta. Y el segundo es de una socióloga francesa: Alizée Delpierre: Servir los ricos. A ver si hemos llegado a una hora histórica en que o acabamos con los ricos o acabarán ellos con nosotros. La dura acusación de los padres de la Iglesia («el muy rico es ladrón o hijo de ladrón») hoy no impresiona, porque ya en mi infancia había una obra de teatro titulada Los ladrones somos gente honrada

 

 

Ha muerto el jesuita y teólogo José I. González Faus. (6-03-25). 

José Ignacio González Faus (Valencia, 27 de diciembre de 1933-Barcelona, 6 de marzo de 2025)1​ fue un jesuita, profesor y teólogo español.

Vida y trayectoria

Licenciado en Filosofía (Barcelona, 1960), fue ordenado sacerdote el 28 de julio de 1963 y posteriormente se doctoró en Teología en la universidad austríaca de Innsbruck en 1968. Anteriormente cursó estudios en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma (1965-66) y desde 1968 es profesor de Teología Sistemática en la Facultat de Teologia de Catalunya2​ (Barcelona). Además, desde 1980 ofrece regularmente clases en la Universidad Centroamericana (UCA) en San Salvador y ha viajado como profesor invitado a distintos países de América Latina (México, Brasil, Uruguay, etc.). De 1968 a 1977 fue director de la revista Selecciones de Teología3​ y desde 1981 al 2005, responsable académico del área centro de estudios sociales y teológicos Cristianisme i Justícia de Barcelona. En la actualidad continúa siendo miembro del Área Teológica de dicho centro.

Pensamiento

El pensamiento de José Ignacio González Faus tiene tres grandes ejes: la reivindicación del "rostro humano" de Dios y el acceso a la fe desde la humanidad real de Jesús; la crítica del capitalismo y del dinero como idolatría;4​ y los pobres como vicarios de Cristo de una Iglesia que debe ser comunidad al servicio de los pobres.

Ciertamente, Jesucristo, la humanidad y los pobres han sido una constante en la reflexión teológica de González Faus, apegada siempre a las causas evangélicas, convirtiendo así su pensamiento en una teología viva y pastoral, como la que se anhelaba en los años previos al Concilio Vaticano II.[cita requerida]

La cristología de González Faus está impregnada además de un profundo sentido de la trascendencia y de la inenarrabilidad de Dios en sí mismo, y a la vez, del inefable amor condescendiente de Dios.

El original esta en este enlace:

 Fuente: Blog CJ
https://search.app/H9uP6LhFizXHng616

 

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