ENCAJE DE BOLILLOS.
Ya estaban todas
preparadas. Habían quedado en que después de comer, irían pronto a fregar la
vajilla al lavadero del Puente y se juntarían esa tarde para hacer encaje de
bolillos. Como amenazaba tormenta decidieron meterse en el patio de la Casa nº
3 del Cantón Curto.
Era la casa del tio Justo,
“el Pajarero”, y de su esposa la tia María, “la Calderera”. El matrimonio tenía
siete hijos: Paco, Juan José, Agustín, Justo, José, María y Pilarín.
Los hombres estaban en el
monte en las faenas del campo y no volverían a casa hasta el sábado. Por lo que
habitualmente en casa no quedaban más que las tres mujeres. Aunque María, que
era la mayor de las dos hermanas, muchas veces subía también al monte para
preparar comidas y echar una mano a los hombres cuando la faena era excesiva.
Por lo que no había problema. El patio era espacioso, fresco, y con suficiente
luz natural por encontrarse al comienzo del cantón y ser un poco más ancho que
el resto de la calle.
Allí estaban pues reunidas
las dos hermanas, María y Pilarín, Paquita, Ascensión, y mi hermana María. Cada
una con su “silla baja” fue eligiendo la posición más propicia en el patio para
aprovechar la luz de la calle. A medida que avanzaba el tiempo, se oía sin
cesar el “tintineo” de los palillos, que al ser movidos por las manos, cual si
fueran las de un malabarista, entrelazaban los hilos sujetos a ellos,
confeccionando poco a poco la puntilla previamente dibujada en el armazón de
paja larga de trigo centeno. El armazón era como un cojín alargado de paja
forrada con tela con la suficiente dureza para fijar en él los alfileres que
marcaban las filigranas de la puntilla diseñada.
El tio Serón vendía unas
tiras de cartón rojas sobre las cuales estaba impreso el dibujo como si fuera
el sistema de escritura Braille. En los agujeros se iban clavando los alfileres
permitiendo que los hilos, sujetados y separados al mismo tiempo, constituyeran
el encaje de la puntilla. Poco a poco avanzaban con santa paciencia y máxima
rapidez de sus manos.
Las madres hacían jersey de
lana o de estambre con largas y gruesas agujas. Las abuelas, como lo hacían
durante todo el año, no paraban de hacer calceta. Los fuertes calcetines que
hacían abrigaban en invierno los pies de todos los de la casa.
Charlas, canciones,
chistes, risas, chascarrillos, amenizaban la faena.
Y, ¡los chicos, a la calle!
Era nuestro terreno habitual para el juego de los pitos, chapas, baraja, y para
dar patadas a la pelota. Pero eso no impedía que de vez en cuando echáramos una
mirada a lo que estaban haciendo las mujeres. Y, cuando menos se lo esperaban
nuestras madres, escapábamos al río. Era lo nuestro. Estamos hablando de un
verano cualquiera de los años cuarenta del siglo veinte.
Desde el puente, las
madres, aguas arriba primero o aguas abajo después, gritaban nuestros
nombres haciéndose obedecer y obligándonos a ir a casa. Desde lejos
mostraban en la mano su zapatilla, signo elocuente para nuestro entendimiento.
Aunque no siempre conseguían con rapidez lo que deseaban. Seguramente
recibíamos algún castigo, pero nosotros decíamos para nuestros adentros “que me
quiten lo bailado”, porque más vale “pájaro en mano que ciento volando”.
Y al anochecer todo el
cantón olía a fritada vegetal. Cenábamos y… “a tomar la fresca a la calle”.
Para un niño era un placer jugar por las calles desafiando la oscuridad de la
noche.
Pero cuando los hombres
bajaban del monte con los machos y las mulas, los burros y las burras, ya no
había tranquilidad. Prácticamente todo el patio, toda la calle, eran para
ellos.
Si la casa es un lugar
donde habita una familia, la calle, nuestro cantón, era el lugar de ensayo para
la convivencia en el otro lugar más grande que constituía el municipio. Se
“con-vivía”. Se prestaban o se donaban cosas. Se ayudaban. Se alegraban cuando
nacían los hijos, y se consolaban cuando algún familiar moría. Cada calle, cada
barrio, tenían sus propias fiestas, y las gentes se autodenominaban según donde
vivían. “La María la del Cantón Curto”. “El José, el albalatino”. Y así
sucesivamente, el turolense, el aragonés, y el español.
La Casa Nº 4 era algo
distinta. Era más moderna. No tenía cuadra como tenían todas las demás. Todas
tenían bodega, aunque no todas tenían cuadra. En concreto no tenían
cuadra la 4ª y la 15ª, si la memoria no me falla. Ello dependía de si había o
no animales. A medida que los animales desaparecían, las cuadras se iban
convirtiendo en cuartos trasteros e incluso en habitaciones confortables.
La del 4 tenía cocinilla de
carbón o de leña para guisar. No tenía fogón. Pero la cocina era también, como
las demás, el salón-comedor. Esta casa era de alquiler y por ella pasaron
sucesivos inquilinos.
Primeramente la habitó la
señora Teresa la “Recordadora”. Una anciana encantadora, educada, cariñosa y
atenta con todos los vecinos y especialmente con nosotros los chicos y chicas
de la calle.
Siguió ocupándola la señora
Herminia con sus hijos Pili, Alicia y Manolo.
Había quedado viuda por
circunstancias de la guerra. Su presencia recordaba los trágicos sucesos
habidos el 16-08-1936 en la Cuesta de la Calzada y los del 1-09-1936 en el
cementerio de Albalate. En total 37 fusilados por los milicianos venidos de
Barcelona según se dijo en su día y recogido en nuestras historias. Antes y
después de esas fechas hubo también otros fusilamientos por parte de uno y de
otro bando. Fueron crímenes horrendos que nunca más se deberían repetir.
Y ya sabemos como ocurrían:
venían unos y sus adeptos señalaban con el dedo a las posibles víctimas, y
venían los otros y ocurría lo mismo.
Siempre recordaré lo que el
abuelo Remigio y el tío Francisco me decían: “si nadie hubiera señalado a nadie
con el dedo seguramente no se hubieran producido tantos muertos”.
Mientras los hombres se
mataban entre ellos, las mujeres cuidaban la vida de los hijos en el “calor de
su regazo”. “La cuidaban y la sacaban adelante”. Esto es lo que hacía Herminia,
y esto es lo que hacían todas las madres viudas y solas, las sin marido, las de
los exiliados.
En una calle, como la del
Cantón, de longitud similar al recorrido del claustro de un monasterio, y no
mayor a dos lados contiguos del rectángulo que forma el terreno de juego de un
campo de fútbol, había una viuda por causa de la guerra, y al menos cuatro
exiliados que yo recuerde. Y las madres se respetaban y se ayudaban mutuamente.
Los hijos éramos todos amigos.
Permítaseme, y a modo de
reflexión, recordar algunos hechos ocurridos en las mismas o parecidas
circunstancias en otros pueblos y contraponerlos a lo ocurrido en Albalate.
“Cuando los milicianos
entraron en el pueblo de Candasnos –situado en la Carretera Nacional II entre
Zaragoza y Lérida, y más en concreto entre Bujaraloz y Fraga- el Jefe del
Comité Local Revolucionario y de Defensa de Candasnos Timoteo Callén, cuando
fue preguntado a quien había que fusilar en el pueblo, contestó sin vacilar:
“aquí no hay nadie que tenga que ser fusilado”.
- Y ¿el Cura, donde está el
Cura?
- El Cura se ha ido a
Zaragoza, fue la respuesta.
En Candasnos no se fusiló a
nadie.
Pero todavía hay más:
Hijo del pueblo había un
sacerdote, Jesús Arnal Pena, que estaba de cura en un pueblecito al SE de
Graus, en plena montaña, que se llamaba Aguinalíu de la provincia de Huesca.
Cuando los milicianos fueron por allí buscando al cura, él se había refugiado
ya en la montaña. Desde el pueblo se domina todo el valle y se puede observar
quien se acerca por la carretera. Mosén Jesús conocía bien la montaña porque
acostumbraba a ir de caza con los vecinos de su parroquia. Allí estuvo
refugiado durante mucho tiempo en una de las cuevas inaccesibles e invisibles
por la maleza del entorno. Alguien del pueblo le subía de vez en cuando víveres
suficientes para subsistir.
Cuando se cansó de estar
escondido se decidió a bajar a monte través, siempre caminando por la noche y
descansando escondido por el día, con la idea de llegar hasta su pueblo,
Candasnos, y refugiarse en su casa. Y Así fue.
Candasnos
en la actualidad.
Estuvo escondido en su casa
hasta que un día se acercó su paisano y amigo Timoteo Callén que le dijo:
“Mira Jesús, aquí no estás
seguro porque ya empieza a correr el rumor de que estás en el pueblo. Por lo
que te propongo que esta noche con dos más de tu confianza te llevemos hasta
Bujaraloz donde Durruti tiene su Cuartel General y está al mando de su columna,
la “Columna Durruti”. Es amigo mío y veremos qué podemos hacer...”
Durruti lo miró de arriba a
bajo y dijo: “Timoteo si este cura es tu amigo, es mi amigo”. Y dirigiéndose al
cura, que naturalmente no llevaba sotana, le espetó: “Jesús, tienes dos
opciones: o marcharte y, tarde o temprano, caerás en manos de algún grupo de
milicianos, con lo que no te aseguro tu supervivencia, o quedarte conmigo y
hacer de secretario. Yo necesito uno que me lleve la relación de todos mis
hombres y se encargue de dar los permisos que se requieran para que se ausenten
del frente, visiten a sus familias en Barcelona y controle su retorno”.
Todo esto y más lo cuenta
el propio Jesús Arnal en el libro de sus memorias “Por qué fui secretario de
Durruti”, que escribió cuando volvió a ejercer de sacerdote, una vez terminada
la guerra en la Parroquia de Ballobar (HU).
Cuando este invierno
terminé de leer el libro que me dejaron unos amigos de Candasnos, Carmen Angás
y Pepe Bada, anoté en mi agenda: “Libro curioso y sincero”. “Podría servir de
síntesis para actitudes que unieran a los dos bandos de la Guerra Civil
Española”. “Jesús fue humano con los rojos, y por eso Durruti lo preservó aun
después de su muerte, pues los de su Columna, por respeto a su Jefe, lo
siguieron protegiendo.
Recordemos que Durruti cayó
herido el 19 de Noviembre de 1936 en el Frente de Madrid donde el Gobierno
Republicano exigió su presencia con parte de su Columna. Murió el día 20,
el mismo día que José Antonio Primo de Rivera fue fusilado. Y fue enterrado en
Barcelona el día 21 con todos los honores.
Jesús siguió con el resto
de la Columna Durruti hasta que Bujaraloz fue tomado por los Nacionales. Se
retiró con sus compañeros de la Columna a Barcelona, y después marchó a Francia
con los mismos compañeros. Una vez en Francia, y como otros muchos hicieron, se
desplazó hasta Hendaya, y por Irún entró nuevamente a España. Del campo de
Concentración en Pamplona fue rescatado por sus familiares y llevado a
Candasnos. Muchos intercedieron por él hasta que quedó libre plenamente y fue
admitido como sacerdote por el Obispado de Lérida.
Buenaventura
Durruti (1896-1936).
“Y Jesús Arnal siguió
siendo humano y comprensivo con todos bajo el mando de los Nacionales”. “Y por
eso siguió ejerciendo de sacerdote”. “En su relato sobre la guerra, y visto
desde su realidad, fue amigo de sus amigos anarquistas, y amigo con sus nuevos
feligreses durante el mandato de Franco. No es necesario decir que durante “su
jefatura” o su influencia en la Columna, salvó a muchos, y también después como
sacerdote intercedió por otros muchos.
Y en el pueblo de Ariño,
limítrofe con Albalate, al llegar los milicianos y hacer la pregunta habitual,
los vecinos Nicolás y Tadeo y otros miembros del Comité Local, manifestaron
que: “en el pueblo nadie se destaca por encima de nadie, todos somos iguales,
por lo que no hay lugar a represalia alguna”.
Estas palabras pueden
servirnos para nuestra reflexión actual. Todos somos iguales como seres
humanos.
No se fusiló a nadie.
Posteriormente vivieron en
la Casa nº 4, Josefa “la Jabonera” y Silverio, padres de mi amigo Silverio que
poco después se trasladaron a vivir a Zaragoza, porque allí había trabajo.
Silverio hijo fue empleado de Ibercaja y en la actualidad está jubilado como
todos aquellos que éramos de la misma promoción. El abuelo Silverio y otros del
pueblo sirvieron de modelos al pintor albalatino Juan José Gárate para su
cuadro denominado “Copla alusiva”.
Escena
sobre el puente de Albalate. "Copla alusiva", de Juan José Gárate. El
tío Silverio es el de la guitarra.
Vivió también en la misma
casa Carmen “la Serona”, viuda y hermana de José Serón del nº 1. Con Carmen
vivían sus hijas Carmen, Raquel y Milagros. Tres hermosas muchachas. Creo que
después se trasladaron a Barcelona.
A continuación la casa fue
ocupada por María “la Ariñera” y Agustín, su esposo, que era camionero
trasportando el carbón que salía de las Minas de Ariño. Con ellos vivía una
tía, también de Ariño, que fue quien crió a María al quedarse huérfana de
padres desde muy niña.
Hijo de Agustín y de María
era nuestro amigo Rogelio. Rogelio era un chico listo y vivo “como no había
otro”. Ingresó en el Seminario de Alcorisa que en aquel entonces hacía de
Seminario Menor del Arzobispado de Zaragoza. Permaneció en el seminario hasta
que su “juventud se le echó encima” y no pudiendo aguantar más lo dejó.
Cuando su madre
apesadumbrada le dijo: “Hijo, qué ilusionada estaba por tener un hijo
sacerdote”. Él con toda su cachaza se limitó a responder: “También yo, mamá”.
Zaragoza, 24 de Mayo de
2007.
Bibliografía:
“DE
ILUSIONES Y TRAGEDIAS”. Historia de Albalate del Arzobispo. De José Manuel Pina
Piquer. Edita: Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo. Año 2001.
“POR QUÉ
FUI SECRETARIO DE DURRUTI”. De Mosén Jesús Arnal Pena. Edicions Mirador del
Pirineu. Andorra la Vieja. Principado de Andorra. Fecha: 17 de Junio de 1969.
Depósito legal nº 72. Esta edición originaria está agotada y solo se puede
encontrar a través de algún vecino o descendiente de Candasnos. Posteriormente
se hizo otra publicada en Tárrega en 1972.
Mari
Carmen Serrano, natural de Ariño, amiga nuestra, y vecina de Zaragoza, me
proporcionó la información sobre los acontecimientos de su pueblo durante la
Guerra Civil Española.
El Puente Colgante hacia Ariño
NOTAS DE ACTUALIDAD.
JUNIO DE 2020.
La Borrasca GLORIA
(19-20-21…de Enero de 2020.
Del Cantón Curto al
Barrio Bajo de Albalate del Arzobispo (Teruel).
El
día 17 de enero, AEMET, nombra a la Borrasca Gloria, habiéndose dado avisos de
nivel rojo y naranja por rachas de viento, lluvia, nieve y fenómenos costeros
que comenzaría a partir del 19 de enero de 2020. Sus efectos se harían notar en
gran parte del norte y del sur de la Península. En el Sur su intensidad se hizo
sentir el día 20. Los siguientes días se desplazaba por el Mediterráneo a lo
largo de toda la costa española.
Viento,
lluvia, nieve y mar se presentaban con una intensidad excepcional.
Desde
la Comunidad Valenciana la borrasca fue subiendo hacia las tierras de Teruel.
En Albalate llegó Gloria a través de Andorra y Sierra de Arcos.
La
velocidad del viento atravesando todo Aragón llegó a Torla (Huesca) a 108 Kms/h. En Cerler (HU) se
midieron 106 kms/h.
Las
precipitaciones fueron intensas y persistentes en el Mediterráneo. En Morella
(Castellón) se midieron 145’4 l m2. En Alcañiz (Teruel) la medida tomada fue de
122`2 m2.
En
Albalate como en otros muchos pueblos de Teruel los desastres que originó
GLORIA fueron muy importantes. Tal es así que la DGA convocó ayudadas directas
para los afectados el 28-02-20. Tejados levantados, filtraciones de agua, y
varias casas se vieron muy afectadas. Se hicieron obras para reabrir accesos y
reponer muros en 60 localidades por parte de la Diputación de Teruel.
Mil cien alumnos en Teruel, un 48% del
total de los alumnos,los que se desplazaban en autobús no pudieron asistir a
clase. Se vieron cortadas las rutas de Alacón,
Albalate, Andorra, Cañizar del Olivar, Castellote, Ejulve, y la Iglesuela…
Al
entrar la borrasca con toda su intensidad de viento en Albalate, desde el
Sureste, por la Sierra de Arcos, el impacto con las casas cuyos solanares
orientados hacia el mediodía, fue tan tremendo que las removió desde sus
cimientos como si pasara un torbellino o hubiera habido un terremoto. Varias
csas quedaron afectas muy seriamente.
El
Ayuntamiento de Albalate decidió atajar el problema de un posible
derrumbamiento de algunas de las casas. El presupuesto era importante. Y a la
espera de ayuda de las Instituciones trajo la maquinaria correspondiente al
Cantón Curto.
Por
lo que prácticamente la calle quedó sentenciada a desaparecer. Era mi calle
donde yo viví toda mi infancia. La casa de mis abuelos, la nº 5, la nº1 y la 3
ya hacía tiempo que habían desaparecido, todas las impares quedaron vistas para
su sentencia: “serán derribadas”.
Desalojadas
las “cuatro” familias que seguían viviendo todavía, y las demás habiendo hecho
cesión de sus terrenos en favor del Ayuntamiento, una mañana en pleno
Confinamiento por la Pandemia del Coronavirus, COVD-19, la gran máquina
apareció en la entrada de la calle. Todavía el Estado de Alarma decretado por
el Gobierno Español duraría hasta el 21-06-20.
Eran
más elevados los costes del derribo que el valor de los terrenos, que pasaron a
ser propiedad de la Corporación Municipal.
Poco
a poco el cantón se fue ensanchando y la máquina avanzando. Todos las impares
quedaron derribadas.
El
Cantón Curto se encuentra en paralelo al Barrio Bajo. Aunque éste en una cuota
más baja.
Las
casas eran adosadas por lo que unas se apoyaban en otras. Más aún algunas
estaban ensambladas materialmente unas en otras. Algunos números impares del
Cantón estaban ensamblados con los números pares del Barrio Bajo.
¿Era
una forma de construir desde antiguo? ¿O ello era debido además a otras causas?
Según
mi teoría era que cuando una familia se encontraba en una grave situación
económica, vendía una habitación a su vecino. “Se cerraba una puerta y se abría
otra por el lado contrario”. Unos perdían una habitación y otros la ganaban.
Tengamos en cuenta que a lo largo de la historia la gente menos pudiente estaba
inmersa en una Economía de Subsistencia. Comían del producto de sus campos y
vivían muy austeramente. Cereales, olivas y aceite, uvas y vino, frutas y
hortalizas, y leche de cabra, gallinas, conejos y el cerdo eran sus alimentos
básicos. El calzado cotidiano, las famosas albarcas, se las confeccionaban
ellos; mi abuelo me hacía las mías, y mi abuela hacía los gruesos calcetines,
llamados “piales”; las demás ropas se confeccionaban con la lana procedente de
sus ovejas. El comercio era elemental: yo te doy o te hago esto, y tú me haces
o me das lo que yo necesito. Eran pues
casas no solo adosadas, sino ensambladas.
Por
ejemplo, la casa de mis abuelos, la nº 5, tenía dos solanares. Uno daba al
Cantón, hacia el Norte. El otro, hacia el Sur orientado al sol del mediodía. Y
éste en parte caía sobre una casa del Barrio Bajo. Incluso alguna habitación
penetraba en otra casa, y viceversa.
El
problema en el derribo estaba servido. Cayendo unas casas, hubo que derribar
otras. De ahí el subtítulo de este escrito: “Del Cantón Curto al Barrio Bajo”.
Si no hay ayuda suficiente de las Instituciones, el pueblo es posible que quede
endeudado para unos cuantos años. En las fotos que a continuación expondré se
adivina hasta donde llega el problema de Albalate.
Fotos
que me llegaron de Angelines de la casa contigua a la de mis abuelos. Otras, la
albalatina y periodista en el periódico LA COMARCA del Bajo Aragón, las puso en
sus artículos. Lo mismo hizo el Diario de Teruel y el Heraldo de Aragón, como
también los Medios Televisivos y Radiofónicos dieron la información
correspondiente. Pero las últimas fotos, y enfocadas desde el Barrio Bajo me
las ha proporcionado el amigo Raúl Sabio Casalod.
“El Cantón Curto Histórico como tal ha
pasado a la historia”.
Laureano
Molina Gómez.
FOTOS
FOTOS DE RAÚL SABIO CASALOD:
AGOSTO DE 2020
FOTOS DE RAUL SABIO CASALOD
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