“ESFUERZOS Y RECOMPENSAS”
Aquel día llegó a casa
cansado, abatido, roto, con el miedo metido en el cuerpo. Había estado todo el
día trabajando en pésimas condiciones. Colgado sobre el precipicio, sobre el
río Martín, para realizar unas obras necesarias para el objetivo que se habían
propuesto: “la producción de energía eléctrica mediante el sistema de salto de
agua moviendo las turbinas generadoras”.
Cuatros pesetas diarias
(pesetas de la época) era el sueldo que percibían los trabajadores. A la salida
del sol debían de estar en el tajo. La jornada finalizaría al “caer el sol”.
Santos Molina Baeta
necesitaba aquel salario, pues estaba recién casado con Blasa López Bernad, y
deseaban tener familia lo antes posible. Eran mis abuelos por parte paterna.
En el morral llevaba además
de la cantimplora con agua, una “botellica” de vino del “rinconcico de tierra”
plantada de vid con sus propias manos. El vino daba calor al cuerpo, y el agua
lo refrescaba en un combinado contraste, que desde tiempos lejanos se le venía
llamando “el trago del segador”.
El menú del día casi
siempre era el mismo: un “saquete” de olivas negras de los pocos olivos que
podía cultivar; una sardina de cubo o arenque, que en el mejor de los casos era
sustituida por una morcilla o chorizo, o quizás un trozo de panceta del cerdo
que se había criado en casa. Siempre acompañaba una fiambrera con sofrito de
pimientos, cebolla, tomates secados al sol, ajos, con abundante aceite de oliva
virgen del pueblo, cuyo aroma es inconfundible para los que hemos nacido y nos
hemos criado en Albalate del Arzobispo. La fiambrera de aluminio se calentaba
en una hoguera constituyendo un plato único muy rico en calorías.
Las olivas de la tierra
solían servir siempre como aperitivo,
acompañamiento, y postre, en casi todas
nuestras comidas. Un par de manzanas reineta y ahí está todo.
En cuanto a nuestro aceite,
tomar unas tostadas de pan (“pan turrao”) con aceite de oliva virgen de la
antigua Comarca del Bajo Aragón, Alcañíz. Calaceite, Valdeltormo, el resto de
pueblos, y Albalate, constituye un placer especial inolvidable. Si a ese pan lo
“refrotas” con un diente de ajo y una pizca de sal, viene a ser todavía hoy en
día, una golosina en nuestra vejez. ¡Palabra!
El pan con aceite ha
constituido siempre en nuestra historia una costumbre constante. Y lo es
también en muchísimos lugares donde se cultivan los olivos. Hablando un día con
un palestino en el transcurso de una conferencia sobre Palestina en los
Jesuitas de Zaragoza, me decía que sus abuelos en Palestina hacían lo mismo que
lo que yo estaba contándole, tomando pan con aceite. Más todavía “su abuela
tenía la costumbre de beber medio vasito de aceite en ayunas todas las mañanas,
y funcionaba y se conservaba estupendamente”.
El ex coordinador de
Izquierda Unida Julio Anguita González en su libro “Corazón Rojo-La vida
después de un infarto”, describe con fruición el placer y los beneficios de la
costumbre de comer pan con aceite de oliva virgen. “Un buen aceite sobre una
lechuga es un festival irrepetible si hemos acertado con la verdura y con la
cosecha del aceite”. Y sigue diciendo, “Con respecto al pan con aceite, todo un
ritual del sabor de mi tierra (Córdoba-Andalucía) he de decir que siempre lo he
tomado y sigo en ello”. “El famoso “joyo”, un trozo de pan, preferiblemente el
codo, se le quitaba la miga y se rellenaba con aceite. Luego, por su puesto, se
volvía a colocar la miga de pan encima para taparlo, a modo de sombrero
nutricional. El resultado es una de las siete maravillas que se le pueden dar
al paladar sin desembolsar una fortuna en un producto caro o exótico”. Y
sentencia: “Yo para el aceite soy una lechuza: me lo bebo”.
Nosotros, los de mi época,
“éramos hijos del aceite”. Los jóvenes en la actualidad, “son hijos del
Danone”.
“La
acequia penetra en la montaña”. (Prolongación de El Batán). (Foto de Emilio
García Gómez. Octubre 2.008)
Acquia El Batán. Tramo medio.
Salto de agua para Central Eléctrica
Acquia El Batán. Tramo medio.
Salto de agua para Central Eléctrica
Se estaba construyendo la
acequia, continuación de la del Batán, por la Empresa “Rivera-Bernad”.
El Batán, antiguo molino de
harina y un más antiguo edificio en el que funcionaba la máquina para fabricar
paños, recibía las aguas del río mediante el azud que se había construido en
él. Al molino de harina acudían los pueblos más cercanos como Andorra, Alloza y
Ariño para satisfacer sus necesidades de la molienda de sus cereales.
El paisaje es idílico: la
Sierra de Arcos; el “estrecho-puerta” límite entre Albalate y Ariño, con su
“Puente Colgante”, los “Baños de Aguas Termales de Ariño”; y el Santuario de la
Virgen de Arcos, cuya imagen parece estar viéndolo todo desde el puntal,
antiguo castillo medieval.
Carlos Blázquez Herrero
dice en el monográfico sobre “El Agua”, y en el capítulo “Agua y Religión”,
editado por El Periódico de Aragón lo siguiente: “La Virgen de los Arcos
(Albalate del Arzobispo) debe su nombre a una antigua población que se
encontraba en la inmediaciones, quizás por los acueductos cercanos”.
La Compañía, formada para
ello, Rivera-Bernad decidió llevar el agua hasta el lugar elegido para
construir la Central Eléctrica.
Había que alargar la
Acequia del Batán sin importar los obstáculos que fueran necesarios salvar para
conseguir el objetivo.
Penetraron la montaña
creando sucesivos túneles en un recorrido de unos 3.000 metros hasta el
embalse donde se colocaría el gran tubo que haría el salto de agua hasta la
orilla de enfrente donde está la Central. Aproximadamente unos 1.380 metros son
túneles por el interior de la montaña. Unos 1.620 metros son de
acequia al aire libre en algunos trechos.
En un “cortado del río”, en
su mayor estrechez, hay unos 40
metros en los que prácticamente la acequia va colgada.
Aquí está el motivo del pánico de aquel día de trabajo de mi abuelo Santos. Es
el tramo más difícil en su construcción. Hay una Almenara para desviar el agua
de la acequia al río para facilitar las labores de su limpieza.
El abuelo trabajó también
en el embalse, salto de agua, y edificio de la Central. Siguió trabajando con
Rivera-Bernad hasta que un día manipulando postes de madera para el tendido de
cables para la conducción de la energía eléctrica, primero hasta el pueblo, y
posteriormente hasta los pueblos limítrofes, se le produjo una hernia inguinal.
¡Se hernió!
“Ya no valía para trabajar
en aquella faena”. Se quedó sin trabajo. Ninguna compensación económica recibió
al respecto. Cambió el trabajo de peón por el de pastor de ovejas.
(Nota: Hernia inguinal,
“tumor producido por la salida total o parcial de una víscera”, nos dice el
Manual de Enfermería consultado. Abarca la zona del abdomen inferior del
ombligo hasta la región suprapúbica. La hernia inguinal en el hombre se debe a
la debilidad de la pared abdominal en donde sale el cordón espermático; entra
al conducto inguinal y después al escroto).
Toda su vida anduvo con el
braguero, artificio que tiene un cojín que se mantiene firmemente en el
orificio inguinal, mediante unas correas que se ajustan al cuerpo. Ese fue el
remedio médico que en aquel entonces se le dio.
El año que oficialmente se
inauguró la Compañía Eléctrica Rivera-Bernad (1.901), al matrimonio Santos y
Blasa le nació su primera hija, Carmen. Posteriormente nacerían Francisco,
Justa, Laureano, Teresa y José. Esta fue la recompensa a los esfuerzos del
abuelo Santos y de su esposa Blasa.
Aguas abajo del río,
después de la Central Eléctrica, se encuentra el “Azud Alto” que con su embalse
permite el origen de todo el sistema de riegos de Albalate del Arzobispo.
Al principio debió de ser
un azud rudimentario de troncos y piedras, que con los consiguientes destrozos
de las riadas, se fue renovando y consolidando en el transcurso de los años.
Para comprender este
magnífico sistema de riegos debemos tener en cuenta la influencia de la cultura
de los Íberos, Romanos, Visigodos y Musulmanes, que juntamente con el buen
hacer de los nativos, en una síntesis de encuentros y desencuentros, de guerra
y paz, permitió el desarrollo del pueblo. Me remito a nuestras historias
escritas por Vicente Bardaviu Ponz (1.914), y José Manuel Pina Piquer (2.001).
Por la margen derecha del
río y paralela a éste, discurre el primer tramo de la “Acequia Madre”.
Pero había que pasar el
agua a la margen izquierda, aumentar la superficie de regadío, y sobre todo
conducir el agua hasta la población. Para ello se construyó un acueducto
llamado “La Canal” o “Las Canales”, porque eran dos grandes tubos que conducían
el agua a la otra orilla.
La Canal
(1.956).
En los primeros tiempos el
acueducto era muy rudimentario, de madera. Posteriormente se sustituyó por un
gran armazón de hierro (puente de hierro). Cuando yo lo contemplé por primera
vez, siendo niño, estaba recién pintado de rojo que desde lejos daba gozo verlo
con el contraste del verdor de la vegetación del entorno. Después (1.956), fue
sustituido por el acueducto de hormigón que subsiste en la actualidad.
A partir de ahí dos
acequias paralelas al río continuaban el agua cubriendo las necesidades de los
albalatinos: la Acequia llamada del “Lugar” (margen izquierda), y la Acequia
que se llamaría “La Aceiquieta” (margen derecha del río). El pueblo y el valle
tenían asegurado el suministro de agua.
El origen del sistema de
riegos, como tal, se remonta a la época de dominación árabe. El año 720 sería
aproximadamente su comienzo en Albalate.
La Acequia del “Lugar” originará el salto de agua para el Molino de Harina situado en la subida hacia “La Loma”, cuyo sobradero en una cuota inferior dará lugar al comienzo de la Acequia llamada de “Los Terreros”, y que más abajo, junto al pueblo, daría movimiento al Molino de Aceite (El “Molino de la Sociedad”).
Todas las aguas sobrantes
de la acequia en cuotas superiores serán recogidas por la acequia inmediata en
cuotas más bajas. El aprovechamiento del agua por tanto es extraordinario. La
superficie de tierra regada es total. La distribución del agua por todo el
valle es innegable.
La “Aceiquieta” dará origen
en un discurrir paralelo entre ella y el río, en la margen derecha, a las
acequias llamadas: “Ojo del Partidero”, “Ojo de la Marina”, y “Ojo de
Sambatán”. Al estar en cuotas de altura diferentes unas reciben el agua
sobrante de las otras, y distribuyen correctamente el agua recibida en sus
orígenes.
Entre unas y otras, en
sentido perpendicular a ellas, se encuentran “los Brazales” (más pequeños que
las acequias), para facilitar que el agua llegue a todos los rincones de
regadío.
Al final del término de
Albalate, el abanico de acequias paralelas desplegado (seis en total), se
encaminarán al río o la “Acequia de Gaén” que nace en el “Azud Bajo” para el
riego de los pueblos Urrea de Gaén, Hijar, La Puebla de Hijar, y Samper de
Calanda.
Tormentas, riadas, sequías,
litigios, y esfuerzos por el aprovechamiento del agua. Azudes, acequias,
ingenios, sistema de riegos admirable, energía eléctrica temprana, es la
recompensa.
Laureano Molina Gómez
Zaragoza, 1º de Noviembre
de 2.008.
(Año de la Exposición
Universal de Zaragoza, 2.008).
BIBLIOGRAFÍA
Y FUENTES DE INFORMACIÓN:
HISTORIA
DE LA ANTIQUISIMA VILLA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, del Doctor D. Vicente
Bardavíu Ponz. Tip. de P. Carra. Plaza del Pilar (Pasaje). Zaragoza. Año 1914.
DE
ILUSIONES Y TRAGEDIAS. HISTORIA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, de José Manuel Pina
Piquer. Edita Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo. Año 2.001.
JULIO
ANGUITA. “CORAZÓN ROJO. La vida después de un infarto”. Edición de Rafael
Martínez-Simancas. (3ª Edición). Madrid, 2005.
ENFERMERÍA
PRÁCTICA, de Lillian Sholtis Brunner y Doris Smith Suddarth, Editorial Marín,
S.A. Barcelona 1985.
EL AGUA Y
ARAGÓN, Ediciones 94 y Carlos Blázquez. Edita: Prensa Diaria Aragonesa, S.A. El
periódico de Aragón. Grupo Z. Zaragoza, 1.995.
INFORMADORES:
Laureano
Molina López, hijo de Santos y de Blasa, de 99 años de edad.
Antonio
Palos Martín, “Guía Turístico del Parque Cultural del Río Martín”, de Albalate
del Arzobispo.
José
Ignacio Gómez Molina, Concejal del Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo.
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