GRANDES TORMENTAS
La abuela Eulalia tenía
encendida la lamparilla de aceite delante de la capilleta de la Sagrada Familia
en un lugar preferente de la cocina-comedor. Pero aquella pequeñísima luz le
pareció insuficiente y encendió también la candela bendecida el dos de febrero
de aquel año, día de Santa María o de la Candelaria como se le llamaba
vulgarmente. Y aún así fue insuficiente la luminosidad y encendió también el candil
con su cazoleta llena de aceite y su mecha empapada sobresaliendo de su guía o
canalillo, quedando colgado próximo a la chimenea.
Y es que ese día del mes de
septiembre de 1.942, cuando debería haber un sol espléndido de verano, y hacia
la mitad de la tarde, se apoderó de todo el pueblo un nubarrón intenso, negro,
amenazante, que parecía que se estaba haciendo prematuramente de noche. Las
gentes del campo se encaminaban hacia el pueblo o se aproximaban a los refugios
campestres o mases, pues la tormenta se echaba encima como una amenaza cierta.
Los chicos acudíamos a casa, y algunas madres llamaban a sus hijos por los
alrededores del lugar para que buscaran cada uno su refugio, bien en la propia
casa, la de los abuelos, o la de algún amigo, según su proximidad o cercanía
donde se encontraban.
Hubo un momento en que los
gorriones y las golondrinas en el pueblo enmudecieron, y los perros acudieron
al calor del hogar. Se hacía el silencio y los chicos comprobábamos que
nuestras voces eran como más potentes en su sonido, debido al techo de nubes
que teníamos sobre nuestras cabezas.
La abuela se puso a rezar
el rosario implorando con insistentes ruegos a todos los santos, y en especial
a la Virgen de Arcos y a Santa Bárbara. Aquel nubarrón intenso, negro y
amenazante, cada vez hacía más real su amenaza. Los chicos estábamos inquietos,
y nuestras risas nerviosas exasperaban a mi abuela y a mi madre. Más de un
pescozón nos llevamos.
De pronto se oyó un gran
trueno y un aguacero inundó tejados y calles. El agua corría a raudales, y las
calles “no eran calles, eran ríos” que buscando la caída natural se encaminaban
hacia el río. El agua de una calle se sumaba a la de la otra calle. Su fuerza
era impetuosa. Por todas partes chorreaba el agua. Así estuvo bastante tiempo.
Los chicos nos fuimos incorporando al rosario de la abuela y de la madre;
incluso los hombres que habían llegado a casa manifestaban un silencio
respetuoso con las oraciones de mujeres y niños.
Por fin la tormenta cesó y
poco a poco, previa visión del arco iris, la luz del sol volvió a brillar. Los
pájaros revolotearon nuevamente y los perros acompañaban a sus amos que se
encaminaban hacia el puente construido sobre el Río Martín en Albalate del
Arzobispo por el Arquitecto Gárate venido al parecer desde Bilbao en 1.796. Lo
hacíamos caminando en fila por las aceras de grandes losas de arena, porque por
el centro de la calzada seguía bajando el agua abundantemente.
“La luz
del sol volvió a brillar”
Desde mitad del puente en
dirección aguas arriba del río, es decir hacia el Sur, allá a lo lejos, el
espectáculo era impresionante. Había como una pelea de nubes, cortinas de agua,
y de vez en cuando asomándose el sol por encima de la Sierra de Arcos. Todo lo
que abarcaba nuestra vista había sido inundado por la lluvia según deducían los
hombres al contemplar las nubes que en algunas partes todavía persistían: el
Barranco de la Hoz, El Saso, La Defesa, La Silleta, La Pinarosa, inundaban de
agua los terrenos de Mas de Francisquín, la Masía del Chano, el Mas del Royo,
Torre de Horna y Casa Echevarría entre otras partidas. La gente contemplaba y
comentaba sacando todas las deducciones posibles: “¡Ojo, con una posible gran
riada!”.
Estando en estos
comentarios, apareció el alguacil comunicando a las gentes que desde la Central
Eléctrica nº 2 de Rivera-Bernad, y por
el teléfono interno, comunicaban que desde más arriba de Ariño el río Martín
bajaba muy crecido y que lo mismo ocurría con su afluente el río Escurriza. Ellos
permanecían en guardia constante ante posibles inundaciones de la propia
Central Eléctrica instalada en el corto estrechamiento del río, donde se había
construido un puente colgante, cerca del Balneario de Ariño, y próximo al
Santuario de la Virgen de Arcos. Los de la Central nº 1, por debajo de Los
Estrechos y de los Chaparros, comunicaban a su vez que veían el panorama con
inquietud.
Desde ese momento el
Alguacil, y la propia Guardia Civil en su puesto de vigilancia del cuartel
frente al río, permanecían atentos a los posibles acontecimientos. Los torreros
y los habitantes de las casas próximas a la ribera eran puestos en alerta ante
el posible peligro. “Solo falta que Val de Alacón se salga también de madre”,
comentaban los mayores.
Efectivamente, en Val de
Alacón bajaban con fuerza las aguas recogidas de las proximidades de La Zarza,
de Los Ventiscares, del Cabezo Negro, y las aguas de su propia cuenca. Todas
las circunstancias confluían hacia un mismo efecto: la gran riada.
Terminaron por cortar el
tráfico por el puente y únicamente se permitía a las gentes que miraran desde
los alrededores.
“Desde el
Cuartel se vigilaba constantemente”. (Foto de años 30/40 del s. XX)
Mi madre nos tenía cogidos
fuertemente de la mano a mi hermana y a mí. Yo tenía cinco años y medio. De
aquella riada guardo algunas imágenes reforzadas por los recuerdos de mi
hermana María, y de mis primas Teresa y Prudencia, además de los comentarios
que fueron haciendo sucesivamente más tarde mi madre y mis abuelos.
Desde la gasolinera
instalada al lado del inicio del puente, junto a lo que hoy ocupa el
característico restaurante “Casa Agustín”, veíamos como las aguas iban
inundando la llamada “Torre del Puente” en la margen derecha y el “Molino de la
Sociedad” en la margen izquierda. Llegaban las aguas hasta donde están
instaladas hoy en día las Escuelas Públicas, el Polideportivo, el Albergue, y
por supuesto todo el actual campo de fútbol. Por la margen izquierda, por el
lado del pueblo, el agua llegaba hasta la casa de la Señora Vicenta la
“Luquillas”, cuyo patio quedó totalmente inundado, al igual que la fábrica de
aceite de Manuel Villanova. Llegó el agua hasta encima del abrevadero del
puente; bajo el lavadero. Las cinco arcadas del puente no daban abasto a dejar
pasar el agua. Tal era la magnitud de la riada. Para los niños fueron
impresionantes aquellas imágenes. Por eso perviven en el recuerdo.
La última riada que ha
habido fue el 31 de Agosto de 1.962, festividad de San Ramón. Es la información
que me ha proporcionado mi sobrino José Ignacio Gómez Molina.
Grandes riadas del río
Martín se han producido a lo largo de la historia. “Aguas bravas, aguas
torrenciales, aguas tormentosas”. En definitiva, aguas destructoras y
modificadoras del propio cauce del río, y de su propio lecho o rivera, se han
producido en múltiples ocasiones. Las pérdidas económicas en su momento fueron
cuantiosas. Los muros y contrafuertes fueron reconstruidos tantas veces como
las riadas se los llevaban por delante.
Los abuelos y mi madre
recordaban la riada que se produjo en Junio de 1.925 que inundó la Sala de las
Turbinas de la Central Eléctrica Rivera-Bernad. Comentaban la que tuvo lugar en
Junio de 1.933; y la de Agosto de 1.934, que llegó a causar unas pérdidas por
valor de 100.000 Pts.
de la época, según nos dice Pina Piquer.
Los abuelos Remigio y
Eulalia hablaban de una gran riada en la que desde encima del puente “se podía
coger el agua con sartenes de mango largo”. Esta riada quizás podría ser la que
se indica con una raya negra la altura del agua y la fecha de 1.887, según
queda recogida en su Historia de Albalate, por Vicente Bardavíu Ponz.
“La rambla
se quedaba pequeña para soportar las riadas”. (Foto de Teodoro Félix).
Penetrando en la historia
leemos que en el año 1.801 una riada se lleva el Azud Alto y los cimientos del Molino
Harinero.
En 1.794, “una espantosa
avenida del Río Martín rompe el Azud Alto”.
Y lo mismo ocurre con los
Azudes, dañados o derribados, con las riadas habidas en los años 1.742, 1.650,
1.649 y 1.547.
Además se hace referencia
en la historia a que ya antes de 1.547 hubo que reconstruir un Molino Harinero
derribado por una riada.
Por lo que vemos la lucha
del hombre por dominar las aguas del río, y éste por no dejarse dominar, ha
sido constante. ¡Cuantos esfuerzos, cuantos muros construyeron para la contención
de las riadas, y cuantas penalidades soportaron nuestros antepasados! ¡Aguas
bravas! ¡Hombres bravos! Aguas dominadas. Beneficios abundantes. Así es nuestra
historia inseparable de nuestro río. Nuestro padre el Río Martín.
Las grandes tormentas originaban
las grandes riadas.
La escasez de agua durante
el tiempo de sequía, daba origen a otro tipo de tormentas que se desarrollaban
entre los pueblos de la ribera. Litigios, peleas, odios, sufrimientos, se
producían entre las gentes. Lucha de los hombres contra las aguas desbordadas,
y lucha entre los hombres por la falta de agua. Esta es la historia.
Según nos cuentan el
Sacerdote Vicente Bardaviu Ponz (1.914) y el profesor José Manuel Pina Piquer
(2.001) los primeros litigios de los albalatinos a causa de la sequía que nos
consta documentalmente, se produjeron en el año 1.300 con los vecinos del
pueblo Huesa del Común por cuestión de los pastos para sus respectivos ganados.
Con el pueblo de Hijar
comenzaron las discusiones por una cuestión de división de términos en 1.301. Y
en 1.325 volvió a recrudecerse la pelea nuevamente con Huesa del Común y por
cuestión del aprovechamiento de los pastos para el ganado.
Pero las discusiones más
fuertes comenzaron entre Hijar y Albalate en el año 1.446. El Conde de Hijar
contra el Arzobispo de Zaragoza arrastrando consigo a sus respectivos pueblos.
La cuestión era por la construcción de Azudes y el aprovechamiento de las aguas
del río.
El Azud suponía mejor
aprovechamiento del agua para Albalate, pero con ello hacía que el caudal del
río disminuyese para los pueblos que se encuentran aguas abajo: Urrea de Gaén,
Hijar, y la Puebla de Hijar, principalmente.
Ya anteriormente el Rey
Jaime II puso “orden y concierto en la administración y aprovechamiento de las
aguas del río”, según Sentencias Arbitrales firmadas en Alagón (1.311) y
Calatayud (1.312).
Y la Sentencia Arbitral de
1.446, favorable a Albalate como las anteriores, no sirvió para calmar los
ánimos, sino todo lo contrario. Los Pleitos continuaron a lo largo de la época
Moderna.
En 1.522, el señor de Hijar
entabló pleito con el arzobispo Juan de Aragón por el azud de Albalate.
(Historia de J.M.P.P. Pág. 110). “El mismo emperador Carlos I de España y V de
Alemania envió desde Valladolid a Gismundo Barberán, gentilhombre de su guardia
y confianza para que intentase aplacar los ánimos pero no consiguió nada”.
La pelea se daba entre Grandes arrastrando a las gentes sencillas de
los pueblos. Como siempre. Al siguiente año, y tras nueva intervención del Rey,
ambos “Principales” hicieron las paces.
En 1.529 se construye el
primer azud fijo y consolidado, que hace que al ser mejor y más consistente
aprovechaba mucho más el agua para el servicio de Albalate, y como consecuencia
de ello se llegó a secar la Acequia de Gaén con las consiguientes protestas de
Hijar. Una Sentencia Arbitral en 1.530, obliga a repartir el agua.
Durante los años siguientes
las relaciones de “amor y odio” por cuestión de la escasez de las aguas
marcarán la vida de los vecinos de los pueblos.
“Capitulaciones y
Concordia” con constantes intermitencias de Litigios, harán la vida más dura a
los sencillos vecinos de los pueblos.
Será en 1.836, tras cinco
siglos de constantes encuentros y desencuentros, cuando la Sentencia Definitiva
del Tribunal Supremo sobre los litigios de aguas entre Hijar y Albalate ponga
las cosas en su sitio: “la mitad de las aguas del río Martín serán para Hijar,
Urrea y la Puebla de Hijar”.
“Después
de la riada seguía la vida”. (Foto de los años 40 del s. XX).
Tormentas, riadas,
desastres, litigios, sufrimiento, ha sido una parte importante de la historia
de los albalatinos.
Escasez de agua, o agua
extrema perturbadora de la vida; sufrimientos, litigios, incluso guerras, se
están dando todavía en nuestros tiempos.
Más de 1.200 millones de
personas en el mundo no tienen garantizada el agua potable. Ello supone más de
10.000 muertes al día, en su mayoría niños.
Contaminación y degradación
ecológica. “Matar un río supone quebrar la vida de las comunidades que dependen
de él”, dirá el Profesor Pedro Arrojo Agudo.
Conflictos internacionales
por el agua en Äfrica y Asia. Guerra encubierta, o no tan encubierta, entre
Israel, Jordania y Palestina; Turquía y Siria; China e India; Angola y Namibia;
Etiopía y Egipto; Bangladesh e India, son escenarios actuales, o de un futuro
próximo, de conflictos.
La historia se repite en
todas partes.
Se hacen presentes los
conflictos por falta de entendimiento entre los hombres.
Por eso es importante en la
actualidad que tengamos las ideas claras sobre la falta de agua para muchas
personas en el mundo, y su distribución equitativa entre todos.
Pedro Arrojo nos ayuda
distinguiendo distintas categorías de valor sobre el agua, y de derechos de las
personas sobre ella, estableciendo prioridades y criterios de gestión
adecuados.
“El agua-vida”, está en función básica de supervivencia de
seres humanos y demás seres vivos. Es un derecho humano de todos los hombres y
mujeres de la tierra.
“El agua-ciudadanía”, para actividades de
interés general de los países. Son derechos de los ciudadanos y de interés
general de la sociedad.
“El agua-crecimiento”, en función del crecimiento
económico y de la productividad. Es un derecho de los países poder mejorar el
nivel de vida de sus ciudadanos.
“El agua-delito”, cuando se usa el agua pervirtiendo el orden de
prioridades, y utilizando el agua “sobre bases ilegítimas o ilegales”
(contaminación, extracciones de agua abusivas…). Sobre ellos debe recaer todo
el peso de la ley.
El agua para la vida, para
la vida de todos los seres del planeta, debe de ser el Norte que nos guíe a los
hombres en todo momento, como a todos los gobernantes de todos los países de la
tierra.
Laureano Molina Gómez
Zaragoza, 25 de octubre de
2.008.
(Año de la Exposición
Internacional de Zaragoza 2008).
BIBLIOGRAFÍA:
HISTORIA
DE LA ANTIQUISIMA VILLA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, del Doctor D. Vicente
Bardavíu Ponz. Tip. de P. Carra. Plaza del Pilar (Pasaje). Zaragoza. Año 1914.
DE
ILUSIONES Y TRAGEDIAS. HISTORIA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, de José Manuel Pina
Piquer. Edita Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo. Año 2.001.
EL AGUA,
DERECHO HUMANO Y RAÍZ DE CONFLICTOS. Fundación Seminario de Investigación para
la Paz. Edita Gobierno de Aragón. Departamento de Educación, Cultura y Deporte.
Zaragoza, 2008.
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