Actividad
en el barrio
Al principio
en casa nos organizamos como pudimos. Mientras estuve libre de un trabajo
sometido a un horario, era yo quien compraba y hacía la comida. Aunque eso sí,
todos limpiábamos por turnos la vivienda.
Nuestras
comidas eran de lo más económico: legumbres, arroces, patatas, verduras, bajos
de cordero cocinados en estofado, así como ternera estofada, algo de pescado
(sardinas), panceta y derivados del cerdo. El hígado de ternera asado a la
plancha y aderezado con aceite crudo de oliva y ajo picado, era para nosotros
un manjar. A los sorianos Emilio y Fermín les gustaba mucho hacer “torrezno”,
cortezas de cerdo fritas y crujientes. Les encantaba. Eran comidas fuertes de
jóvenes trabajadores y procedentes de tierras de la fría Soria. En una olla
exprés hacíamos cada cocido que…, eso, que quitaba el hambre y alimentaba
estupendamente.
Dormíamos lo
justo, porque nuestras actividades socio-políticas-apostólicas se hacían al
caer la noche. Además bastantes veces había que colaborar con partidos, sindicatos,
grupos vecinales y con nuestras actividades de HOAC y de JOC en reuniones, y
arrojando octavillas informativas por los barrios y por la ciudad en general.
Era nuestra prensa clandestina. Por eso nuestro lema elemental era: “a menos
dormir, más comer”.
Por otra parte
en casa teníamos nuestra puesta en común y nuestras reflexiones entorno a la
Eucaristía que celebrábamos con nuestro pan y vino de nuestras comidas
habituales. Era nuestro encuentro especial e íntimo de nuestra familia
cristiana. Además cada uno estaba insertado en un equipo de la HOAC compuesto
por militantes especialmente de los barrios. Se producía una corriente de ideas
y compromisos que iban de casa al equipo, del equipo al barrio, y desde los
barrios se presionaba constantemente a las autoridades eclesiásticas y civiles
con la intención de mejorar las condiciones de vida de las gentes trabajadoras.
Y así un día y otro día, noche tras noche, se lograba avanzar en el despertar
de las conciencias de los vecinos.
El cinturón
humano de los barrios apretaba a las autoridades con sus denuncias y
exigencias. Comenzaba a ser corriente las manifestaciones, la policía en la
calle, el sonido de las sirenas de los coches policiales, sanciones
gubernativas, noches en Comisaría, solidaridad vecinal, ocultación de gentes
huidas de la policía en las casas de los militantes, libros clandestinos,
trabajos especializados multicopiados y distribuidos de mano en mano…
Nosotros
disponíamos de un instrumento muy importante para la concienciación de las personas.
Eran los libros ZYX de temas actuales y de precios muy asequibles para la gente
trabajadora. Se leía y se discutía en grupos, asambleas, ateneos, en todo
tiempo y lugar. Vivíamos a tope, porque trabajábamos a tope.
Todo lo que
ganábamos lo poníamos en común. Cada uno gastaba según su criterio y según sus
necesidades. Pero observamos que aquel proceder no era suficiente, no era
eficaz, el dinero de todos apenas si llegaba a final de mes. Reflexionamos y
llegamos a un acuerdo: procederíamos según el presupuesto que decidiéramos
todos. Tanto para comer, tanto para gastos de casa, tanto para libros y
actividades personales, y si alguien necesitaba algún gasto especial por alguna
circunstancia debería ser la comunidad la que le diera el visto bueno. Y aquello
resultó. Al llegar a final de mes empezaba a sobrarnos dinero. Ayudábamos a
otros equipos, teníamos ahorros para gastos de desplazamientos para realizar
cursillos, Incluso llegamos ahorrar suficiente dinero y comprar una nueva
furgoneta Citroen 2cv., que pusimos a nombre de la ZYX en Madrid. Nuestra
disciplina económica comenzaba a dar sus frutos. Y nuestra flamante furgoneta
llegaría a hacer un buen servicio. Gastaba poco, corría poco, cargaba mucho, y
era resistente y fiel, imagen de como ha sido siempre el trabajador en la
historia obrera.
La furgoneta Citroen 2 CV Azul de la factoría Citroën Hispania. 1958. Vigo. Utilizada en las décadas 60s. y 70s, especialmente por Correos y Telefónica.
Llegó un momento en el que hacer la comida
fue también cosa de todos. Todos aprendimos a cocinar. Especialmente nos ayudó
un vecino que venía por nuestra casa muy a menudo porque decía que se
encontraba a gusto con nosotros. Estaba casado y tenía una niña. Tanto su mujer
como él eran andaluces. Ella era discreta, serena, eficaz. “mujer de su casa”,
un encanto de mujer. Él era de profesión etnólogo y trabajaba en una
cooperativa vinícola de Cariñena. Pero tenía también el Carnet de Hostelería
como cocinero. Nos enseñó a cocinar. Nos practicó unas recetas de poco coste,
pero ricas en sabor y valor nutricional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario