Zaragoza, 8-02-05.
El debate comenzó con el tema de la Fiesta Nacional: los toros, y desde
lo cual fuimos a parar al tema sobre el Alma. Esta fue mi aportación.
EL ALMA.
MÁS
ALLÁ DEL TORO.
José Luis en su magnífico artículo en “Subpórtica” del 13-01-05, habla
hermosamente y de forma poco habitual del “alma de la Fiesta Nacional, del
toro”.
Eliseo da un “salto cualitativo” y “afirma” que “el toro tiene alma y es
inmortal”. (Subpórtica, 14-01-05).
Rafael pone “toda su alma” en la defensa del “alma de la Fiesta
Nacional”. (Subpórtica, 17-01-05).
Siguiendo el “juego”, personalmente introduzco la idea de que esa bravura
del toro, esa energía noble del animal, ¿no será quizás el preámbulo de algo
más elevado hasta dónde nos puede llevar el pensamiento anhelante del ser
humano? Si la energía del toro no se destruye, sino que se trasforma, ¿hasta
dónde puede llegar esa trasformación? (Subpórtica, 22-01-05).
Y Arturo (Subpórtica, 2-02-05), desarrolla, como es habitual en él, una
muy correcta explicación sobre la “evolución de los seres vivos a partir de una
primera célula”. Y con la que yo estoy totalmente de acuerdo. Dice Arturo: “la
agrupación de varias células, la especialización que desarrollan en sus
funciones concretas en una adaptación al medio siempre cambiante, permiten el
avance y el progreso de la vida: sistema nervioso, cerebro de los vertebrados,
cerebro sentiente de los animales, hasta alcanzar gran sensibilidad los
animales”. Y en esa explicación la “cumbre” es la gran sensibilidad del
mamífero hombre. El hombre resume en sí mismo toda la evolución de los seres
vivos, con todas sus capacidades logradas. Y dice: “el hombre, al tener su cerebro
varias circunvoluciones más, ha sido capaz de desarrollar un sistema simbólico
que le da una gran ventaja frente al resto de su clase”. Esta sería la gran
diferencia “con sus semejantes los animales”. “Cualquier cosa que no sea el
pensamiento abstracto lo encontraremos en los mamíferos”. De ahí su postura
contraria a la Fiesta Nacional tal como se desarrolla en España. No al
sufrimiento del animal con el único argumento de llenar el ocio del hombre.
Ofrece la posibilidad de “un desafío entre la inteligencia del hombre y la
fuerza del toro sin que se hiera a los animales”. Aquí me sitúo yo también una
vez superada la etapa de mi niñez.
El Alma.
¿Existe el Alma?; y si existe, ¿es algo distinto del cuerpo?
Enrique Miret Magdalena en su reciente libro “La Vida Merece la Pena Ser
Vivida” (Espasa Calpe, S.A. 2004) recoge la idea de Pedro Laín Entralgo (“El
cuerpo humano” y “Cuerpo y alma”, Espasa Calpe, S.A. 1989 y 1991) y entendiendo
el materialismo como no solo que la materia es puramente mecánica, sino también
dialéctica y en proceso ascendente hasta llegar a la “materia-persona” (el
hombre-cuerpo), concluye que “el cuerpo-persona muere cuando muere el cuerpo
visible”. Y Zubiri dice: “Cada especie biológica, cada ser vivo, tal vez no sea
sino una modulación de esa estructura básica que es la vida”. “Materia
inanimada, materia viviente y conciencia, resumiría los tres niveles
fundamentales en el proceso de la evolución.
¿Cómo se han producido? - Como “Evolución emergente”. Es lo que, según mi
opinión, nos está diciendo Arturo con el “desarrollo de un sistema simbólico”.
Pero, ¿todo se quedaría ahí? Creo que queda todo abierto totalmente hacia el
futuro, hacia las consecuciones científicas posteriores.
Dice Miret Magdalena: “el alma, el espíritu ¿no es algo que nos hace dar
un salto cualitativo hacia adelante a la pura materia, pero no distinto de
ella, pues es una materia personal, no animal? Para Zubiri, según Miret,
“nuestra psique es mortal, y lo que resucita (ambos son cristianos) no es un
alma que no tenemos, sino el hombre todo, toda su estructura humana, aunque no
nos lo podamos explicar”, al menos todavía.
Mi explicación, se basa en la “Teología Social” elaborada por Tomás
Malagón, fundador con Guillermo Rovirosa de la HOAC. Que no quiere decir una
Teología sobre lo Social, sino que es una teología que ha nacido de la
reflexión de la clase obrera cristiana en su encuentro con la realidad vivida
cada día. Es decir que parte de abajo hacia arriba, hacia formulaciones que por
supuesto lo son en constante evolución, partiendo del esfuerzo que todos los
hombres se hacen para darse una explicación de lo que acontece al hombre “hic
et nunc”. Formulaciones que son solo eso “formulaciones”, pero no dogmas. Todo
queda abierto al avance de la ciencia.
Lo primero que tengo que decir es que “el dualismo Alma-Cuerpo es extraño
a la Biblia, y que es más propio del pensamiento griego”. Esto es admitido por
todos los teólogos en la actualidad.
Parece ofrecer una dificultad la irrupción del espíritu humano dentro de
la dialéctica de la materia.
Pero ya San Agustín con su teoría de las “rationes saeminales”,
ofreció un principio de solución al considerar el alma como un momento
privilegiado de la evolución de la materia.
El marxismo considera que la materia en su evolución manifiesta cada vez
una progresiva tendencia hacia la complejidad y la conciencia. La materia no
es, sino que acontece; es vibración, energía. La materia es acción (el átomo es
desintegrable), por lo que en términos escolásticos diríamos que la materia no
es una sustancia, sino un accidente. Ahora bien, ¿puede haber un accidente sin
sustancia? ¿Puede haber una acción sin sujeto de esa acción? Por otra parte el
sujeto no puede ser también temporal, pues también sería acontecimiento.
“La acción es el mismo sujeto en cuanto que actúa”.
La materia y todo su proceso dialéctico es lo que llamamos creación. La
materia es Dios mismo. Pero no se identifica con Dios (como el andar no se
identifica con el caminante. Mi andar forma parte de mi yo, pero yo soy más que
mi andar). La materia no es Dios, pero sí la huella de Dios que deja y que no
se puede separar de Él, aunque la trasciende. Como Dios no se agota en la
creación.
En este sentido podemos decir: “Dios no existe, sino que preexiste”. La
materia sería una infraexistencia y Dios sería la existencia.
Por tanto Dios no puede ser dialéctico. Y en esta cosmovisión, en esta
forma de ver la evolución, que se acepta plenamente, ¿no es posible que el
espíritu se vaya desarrollando cada vez más estando ya presente desde el
principio, como una semilla? ¿Sería una materia espiritualizada esa energía
a la que se reduce la materia? La materia ¿es solamente materia o es espíritu?
La materia es las dos cosas. La dialéctica no es, necesariamente, materialista.
Un átomo tiene a su alrededor seis o siete electrones, a excepción del
uranio que tiene más de doscientos, para estar en equilibrio, por eso se
desintegran fácilmente las órbitas de uno en contacto con las del otro (por
ejemplo las de hidrógeno con las de oxígeno).
Cuando las órbitas se completan accede el nivel molecular. Todo esto es
lo que desarrolla la física cuántica y modifica la visión de la materia que se
tenía en tiempos de Marx, en que se pensaba que el ritmo de la evolución era
incesante. Cuando en realidad es a saltos, y siempre que hay condiciones
adecuadas, es cuando se pasa del nivel celular al molecular. Pero se sigue
verificando la tensión hacia arriba que a determinado nivel pueda producir la
vida desde elementos inorgánicos.
¿Llegará un día en que igual que ya se producen virus vitales en el
laboratorio se podrá producir un cerebro humano e inocular memoria, como
aseguraba el Dr. Ochoa?
Y la vida, ¿se podrá prolongar largo tiempo por procedimientos de
hibernación? Toda la técnica de trasplantes irá ampliando su radio de acción y
perfeccionamiento.
Las razones puramente naturales que exigen el espíritu como algo
necesario para explicar la vida mental, ya no son válidas. ¿Serán necesarias
razones “extranaturales”?, ¿sobrenaturales quizás? Todo queda abierto hacia el
futuro. Nada hay definitivo. Hoy, por hoy, la ciencia no da para más, pero
nosotros quedamos abiertos a “esa realidad que existe y a la que se trata de
conocer todo lo que se deje conocer”, siendo “el camino para adquirir certeza
el del experimento, propio o ajeno (Arturo), mientras que el que experimenta y
el que cree, quieren y creen algo más.
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