sábado, 19 de marzo de 2016

EL MATERIALISMO DIALÉCTICO



El materialismo dialéctico.(6)

“Estudiaremos brevemente hoy estas actitudes, insistimos, no con el ánimo de derrotar a un adversario, sino de asumir todo lo que estas críticas tengan de válido. Solamente después de haber incorporado a nuestra condición de cristianos esta riqueza de la crítica del pensamiento contemporáneo a la religión, saldrá nuestra fe purificada y robustecida”.
Así comenzaba Tomás Malagón aquella mañana del 69 su exposición sobre las distintas actitudes que se desprendían de la mentalidad moderna y que se han enumerado antes.
Yo era uno de los muchos militantes y sacerdotes, que estábamos haciendo el Cursillo de “La fe en el mundo de hoy” en Segovia. (6)

Malagón era hombre sencillo, humilde, extraordinariamente sensible, y un intelectual de los pies a la cabeza. Vestía modestamente y siempre llevaba el alzacuello blanco de sacerdote católico que entonces, y a raíz del Concilio Vaticano II, sustituía al traje talar (sotana negra desde el cuello hasta los pies). Un traje-chaqueta oscuro de paño económico, pero de porte digno, según sus circunstancias personales. Vivía austeramente, pero rodeado de libros. Su tono de voz era suave, pausado, pero constante, insinuante y convincente. Su léxico y su método expositivo era de un rabioso escolasticismo. Casi siempre hablaba mirando a la gente, siempre de pie, y de memoria. No llevaba ningún guión escrito, pero su método de análisis era sistemático, disciplinado y contundente. Decía lo que estaba pensando en ese momento. Y lo tenía muy bien pensado.
Para mí, Malagón era uno de los intelectuales más interesantes de la época. Bajo aquella apariencia retrógrada de hombre trasnochado, había una cosmovisión, unos planteamientos intelectuales salidos de la realidad de los militantes cristianos y de su propia experiencia, que no tenían límite alguno. En su análisis económico, social y teológico no había impedimento alguno para seguir adelante. Su visión intelectual no tenía barreras. Llegaba hasta donde hiciera falta llegar y hasta donde la ciencia había ido abriendo camino. Y siempre su pensamiento estaba abierto a “ese algo más” al que el hombre debe aspirar. No era un empollón. Era un intelectual. Vivía como pensaba, y pensaba como vivía.

Y continuaba: (6)
“Un sistema tiene siempre de verdad por lo menos lo que tiene de crítica. Se puede superar a un adversario o por eliminación –ya sea la eliminación brutal del asesinato: la Inquisición- o por la eliminación intelectual de los argumentos aplastantes o por asumción, es decir, tragándose y asimilando todo lo que es aceptable de su ideología. De este modo nos habituamos a un talante dialéctico que aspira a una síntesis superadora de la antítesis y tesis. Aceptar, comprender, reconocer y asimilar es el mejor modo de superar. De ahí salimos con nuestra riqueza propia purificada de adherencias históricas y con la riqueza ajena que nos permita ser hombres de nuestro tiempo sin dejar de ser creyentes. Así lo hizo Santo Tomás con Aristóteles”.

La crítica del pensamiento contemporáneo no solo se hacía al cristianismo oficial o tradicional, sino que también se hacía sobre la teología del postconcilio, y de las posturas que pretendían ser más avanzadas. (6)
Entre los teólogos de la época hay también lagunas notables. Por ejemplo:
Kurl Rhaner quien ha asimilado muy bien el existencialismo de Heidegger, ignora, sin embargo, el pensamiento dialéctico marxista.
Yves Calvez que ha estudiado a fondo el marxismo, no lo asume ni lo incorpora al pensamiento cristiano, sino que lo analiza y lo juzga desde fuera.
Lo mismo ocurre con los teólogos de la secularidad y de la muerte de Dios respecto al talante ateo contemporáneo: más que síntesis enriquecedoras hay meras concesiones que empobrecen la propia fe y no dan cuenta suficiente de las críticas que se hacen a la fe cristiana. Si bien es cierto que lo que se critica del cristianismo es fundamentalmente lo que tiene de residuo histórico.

Muchos hombres rompen sin traumatismos ni sufrimientos con la religión. Es algo que ha perdido valor y sentido y se abandona como un traje que se ha quedado pequeño. Esta actitud está cada vez más extendida. Es fruto de una sociedad de consumo, de una sociedad opulenta que tiene por dios el bienestar y el hedonismo. Esto podemos calificarlo de indeferencia religiosa. (6)
Sin embargo el ateismo se preocupa por el problema religioso. Al ateo le preocupa la condición del hombre, su destino y el sentido de su existencia; solo que resuelve estos enigmas negativamente.
Marx no se conforma con la sociedad que tiene delante de sí, (ricos-pobres, opulencia-miseria; cultura de entretenimiento-analfabetismo; unos se dan la gran vida y otros viven en la miseria), se revela y quiere cambiarlo.
Carlos Marx hace una apuesta personal con su vida: en vez de vivir como profesor, empieza a vivir como trabajador. Opta por la clase trabajadora. Y pone a su servicio su formación intelectual. 
Pero el indiferente no se preocupa. Su actitud en el fondo es más frívola que crítica. Los problemas que más atención merecen del hombre, los margina. Esta es la actitud más difundida entre nuestros contemporáneos. Ante esta actitud no queda otra postura para el cristiano que la de incordiar, despertar inquietud, empujar a los hombres de su tiempo hacia un callejón sin salida para que reaccionen. El indiferente religioso lo es para todos los problemas graves que agobian a sus semejantes. Bajo ese “mirar hacia otra parte” se permiten muchas injusticias y muchos atropellos especialmente con los más débiles.
Marx observa las falsas soluciones dadas a los problemas de los hombres habidas hasta el momento en que vive.
Por ejemplo, los filósofos se han entretenido en buscar soluciones ideológicas pero no reales; y han creado una cultura para los que tenían el estómago lleno, pero que en nada servía a los pobres. Y en todo caso esa cultura estaba alejada de los miserables. Por lo que critica un idealismo que es evasión y critica un materialismo que es sin remisión, sin posibilidad de cambiar.
Los políticos han hecho otro tanto: han creado un estado para los fuertes, pero no para defensa de los débiles. Las leyes favorecían a los propietarios pero de nada servían a los esclavos. O a los siervos de la plebe.
Y la Religión crea falsas expectativas en los hombres, porque les infunde resignación y porque les dice que la felicidad la conseguirán en la otra vida. (6)

El materialismo dialéctico de Marx tiene una actitud muy distinta a la de la indiferencia religiosa. Al ateo marxista nada humano  le es ajeno. Y de todo lo anteriormente expuesto, piensa Marx, se ha seguido una enajenación social. “Los pobres malviven y por otra parte los ricos no se sienten seguros”. Por eso tienen que crear instrumentos de control de los esclavos, de los siervos y de los proletarios. (6)
Marx desea una sociedad sin clases, donde el hombre se realice plenamente en comunión con la naturaleza y con los demás hombres. (6)
Según nosotros, sería aquello de la Biblia que dice: (Isaías 11,6) “Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá”.

Hablamos del materialismo como de un sistema de pensamiento a la base y origen de toda realidad. (6)
La Cosmovisión desarrollada por Marx y Engels recogiendo el legado de Hegel establece científicamente la TESIS, ANTÍTESIS, y SÍNTESIS de la materia.
Marx viene a ser la síntesis de Hegel y de Feuerbach. Acepta la dialéctica idealista pero la materializa, aplicándola al estudio de la Naturaleza y del Hombre.
La Historia se desenvolverá mediante ciclos dialécticos. Afirmación, negación de esa afirmación, y síntesis de las dos. Es decir que se acepta algo de las dos, pero se crea algo nuevo. Todo se desarrolla dialécticamente en la Naturaleza, en el Individuo y en la Historia. Así avanzarán las ciencias, a base de intentar superar el presente, y creyendo en la utopía, se descubren nuevas realidades, se crean nuevos acontecimientos. La Humanidad avanza progresivamente.
Es un sistema de pensamiento que pretende asumir por superación toda filosofía, toda concepción económica, y toda superestructura religiosa. Donde Hegel ponía la idea, Marx pone la materia, que es el objeto único del conocimiento del hombre, y cuyas leyes son:
1ª.- Todo es relativo, contingente e histórico. Nada hay sagrado y absoluto. Toda concepción metafísica es alienante.
2ª.- La realidad de los seres se hace por unión de contrarios.  Por ejemplo, en la electricidad, polo positivo y polo negativo, protones y neutrones en la química, etc. De esta unión de contrarios nace el movimiento. La materia es constitutivamente movimiento, es esencialmente autodinámica. Dios como motor no es necesario. La materia es tiempo. Pero esta temporalidad  es duración sin origen. “La materia se transforma, pero no se crea ni se destruye”.
3ª.- Ley de negación que desarrolla indefinidamente  su proceso la materia como única fuerza. Por lo que es innecesaria una inteligencia ordenadora del universo.
4ª.- Ley de transformación: “un cambio cuantitativo provoca un cambio cualitativo”. El espíritu como algo independiente o superior a la materia es eliminado. El espíritu es producido por la materia, es una operación de desarrollo cualitativo de la materia.
De estas leyes deduce Marx  que Dios es una hipótesis innecesaria. Dios es un mito inventado por el hombre en su ignorancia y en su miedo a lo desconocido. Una concepción científica del mundo no necesita a Dios.
El pensamiento es una operación de la materia. El alma no tiene una base verdaderamente científica.
La conciencia, el espíritu, son productos del cambio.
Y este materialismo dialéctico engendra un materialismo histórico:
“El hombre es naturaleza y las leyes de la naturaleza surgen en el hombre del proceso de producción, cuyas características son la actividad pensante, el trabajo y los instrumentos”.
“Las fuerzas productivas son dialécticas, y están en constante cambio. Estos cambios determinan las relaciones sociales”.
Inicialmente la dialéctica surge en forma de tiranía y esclavitud.
Una carencia de planificación produce la ley “de la oferta y de la demanda”.
Los bienes producidos por el capital saturan el mercado, que termina estando concentrado en unas pocas manos. De ahí surge la competencia y la propaganda. Cuando unos se enriquecen, otros entran en crisis económicas. Por lo que las relaciones sociales quedan alteradas. El cambio cualitativo de las relaciones sociales produce burguesía y proletariado.
Hay un momento en la historia del hombre en el que aparece la esclavitud como una situación totalmente lógica. Y en otro momento produce la burguesía y el proletariado.
Es el sistema económico el que determina las formas de sociedad. Las fuerzas producidas y las relaciones sociales constituyen la infraestructura, y determinan las condiciones materiales y las clases sociales. Estas condiciones, a su vez, determinan la forma del Estado que no es otra cosa que la estructura política. La agrupación de todas las estructuras constituyen la realidad social, que a su vez determina las ideologías y la conciencia social en el proletariado. Es pues la realidad la que da el ser social, y la que determina la conciencia social.
Pero para ello desencadena una lucha feroz (lucha de clases), y poniendo como objetivo la Dictadura del Proletariado. Dictadura que llevó acabo Lenin y la culminó Stalin.
Por otra parte vemos que la religión está sobre todas las ideologías como una superestructura. “Por eso el cristianismo es el reflejo producido en la conciencia de una sociedad burguesa y mercantil”.
“La religión nos distancia de nosotros mismos y nos aparta también del mundo y de los otros hombres. La religión es una droga. Incluso nos impulsa a odiar a nuestro cuerpo, que es el único cimiento de que disponemos para el progreso. Nos enemista con nuestra propia conciencia porque nos dice que el hombre es un miserable. Es el opio del pueblo, al dejar en manos de un dios inventado la solución de una empresa que solo el hombre tiene el derecho y el deber de realizar”. “En una sociedad de esclavos es una droga que mitiga la tristeza con la ilusión de un más allá, fomenta la paciencia, la resignación y calma los nervios. Paraliza la actividad creadora y hace del hombre un ser pasivo ante una naturaleza fatal e irreversible”. “Por esto es la religión el opio del pueblo y el origen de todas las otras alienaciones”. Constitutivamente se pondrá a favor de los poderosos, lo mismo que el derecho y la moral. Cuando el hombre despierta con conciencia crítica ante la falacia de esta superestructura, surge la lucha de clases. La historia no es sino una lucha de clases. (6)
 
¿”Habrá que dejar de creer en Dios, para poder creer en el hombre”? Es una pregunta que mucha gente se está haciendo en la actualidad en el año de 2.009.
En todo este proceso el hombre es a la vez víctima de sucesivas alienaciones, y el “Prometeo” que las va superando, y liberándose de ellas.
Este es el entramado del materialismo histórico.

En resumen: “El Marxismo implica una negación de Dios, una negación del espíritu como sustancia, y una crítica de la religión como alienación del hombre; una exclusión de la providencia de todo el orden natural en la historia humana, y supone una lucha de clases presidida por el odio. (6)

Tomás Malagón Almodóvar nació en Valenzuela de Calatrava (Ciudad Real) en 1.917. Ingresa en el Seminario de Ciudad Real en 1.929. En 1.933 continua sus estudios eclesiásticos en la universidad Pontificia de Comillas (Santander).
Durante la guerra civil combate como soldado de transmisiones en el frente de las Alpujarras. Se especializa en Meteorología y da clases a los oficiales del Ejército Republicano.
José Domínguez recuerda en Noticias Obreras, nº 886-887, julio-agosto de 1.984: “Hay una circunstancia especial en la vida de Tomás Malagón. Cuando tenía 19 años, recién terminada la filosofía en la Universidad de Comillas, fue movilizado por el ejército republicano. Destinado al frente ente las provincias de Granada y Almería pasó los tres años de la guerra, salvo una breve estancia en Madrid, en Berja (Almería), donde radicaba el estado mayor del General Galán, en Ujijar y en la Rábita (Granada). Fue enviado a Madrid para hacer unos cursos especiales y volvió al frente como profesor de oficiales y suboficiales y como jefe de transmisiones. En el frente conoció a numerosos militantes anarquistas, socialistas y marxistas. Eso le llevó a interesarse por esas corrientes del pensamiento obrero.
En aquellos años tuvo su primer contacto con el marxismo, leyendo las obras originales o las exposiciones resumidas de Marx, Engels y Lenin que circulaban entre los militantes. Entre los papeles que ha dejado figura su carnet de afiliado al partido comunista durante la guerra civil.
El General Galán le presionó, para que aceptara ser dirigente de las juventudes socialistas. En ese clima se planteó por primera vez el problema de las relaciones entre fe cristiana y militancia obrera. Estando en el frente de operaciones entre Motril y la Rábita, en su puesto central de transmisiones, durante un ataque sorpresa y un intenso bombardeo del ejécito nacional, prometió a Dios que, si escapaba con vida de la guerra, se haría sacerdote y se dedicaría a los obreros. La luz había brillado en su interior. En ese momento empezaba a superar la contradicción “fe cristiana-militancia obrera” y empezaba a surgir su síntesis personal entre experiencia cristiana y militancia obrera. Este compromiso se tradujo años más tarde en la fundación de una Hermandad Obrera Ferroviaria en Ciudad Real  (1.944) y en su posterior dedicación plena a la HOAC a partir del año 1.946.
Malagón se lo contó detalladamente a Domínguez allá por el año 1.964.
Personalmente y en términos generales yo se lo escuché a lo largo de los muchos cursillos que hice con Tomás Malagón en los años  que van del 68-72.
Y sigue diciendo Domínguez: “Por distintos caminos, había llegado a la misma conclusión que Rovirosa: la experiencia mística cristiana y la militancia obrera, que hasta entonces habían sido contrarias y antagónicas, podían caminar juntas; la mística cristiana podía potenciar la militancia obrera y la militancia obrera podía restituir al cristianismo su pureza originaria. El encuentro de Malagón y Rovirosa determinó el carácter fundamental del pensamiento teológico de Malagón”. Fueron íntimos amigos hasta la muerte de Rovirosa el 27 de Febrero de 1.964. Exactamente 20 años después y en el mismo día moriría Tomás Malagón. (8)
Malagón se ordenó sacerdote en julio de 1.943.

(Para más información ver Noticias Obreras nº 876, del 16 al 31 de marzo de 1.984. Y nº 1.476 del 16 al 31 de marzo de 2.009. Además el libro de Alfonso Fernández Casamayor “Teología, fe y crencias en Tomás Malagón, Ediciones HOAC. Madrid 1.988. Y “Aproximación a la historia de la HOAC, 1.946-1.981 de Basilisa López García. Edicioenes HOAC. Madrid 1.995).




Carlos Marx y “Jesús de Nazaret”.

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