INTRODUCCIÓN
La discusión
terminó siendo intensa, casi acalorada. Unos compañeros estábamos manteniendo
una reflexión sobre el tema religioso en el mundo de hoy. Derivó en un debate y
casi en una pequeña pelea. Comprobábamos que no todos estábamos en el mismo
nivel emocional en cuanto a lo religioso, y el nivel intelectual difería algo
entre nosotros.
Unos estaban
en una visión sobre Dios un tanto tradicional, y posiblemente trasnochada, pero
que les seguía valiendo para dirigir sus vidas y experimentar una cierta paz, tranquilidad,
y un cierto placebo balsámico. Otros habían derivado en visiones confusas, un
tanto etéreas o metafísicas y desde luego casi olvidadas. Otros pasaban del
tema o se manifestaban abiertamente ateos.
Había
quienes pretendían imponer su visión personal y dogmática a todos los demás.
Pero esa actitud fue rechazada abiertamente por la mayoría. “Cada uno tiene
derecho a mantener su visión personal de Dios y del No-Dios, siempre que no
avasalle a los demás, y mucho menos se crea en posesión absoluta sobre la
verdad, nada más que la verdad, y toda la verdad”. Y por supuesto no intente
imponerla a los demás. Porque el Dios de nuestras mentes es el Dios fruto de
nuestros deseos y de nuestras concepciones. Pero que ese Dios nada tiene que
ver con un posible Dios en su propia realidad y en su preexistencia
atemporal; es decir antes de nuestro
tiempo.
Desde ese momento tomé la determinación de
intentar poner por escrito la evolución del concepto de Dios en mi vida. Porque
ahora no pienso exactamente como antes.
Hice acopio
de viejos libros guardados en estanterías de cuartos trasteros, juntamente con
los que había ido adquiriendo y leyendo a lo largo de los años. El trabajo se
me antojaba un tanto árido. Por lo que opté por contar más o menos mi vida y
ver el cambio que se había producido en mí. Le puse por título “El Dios de mi
pequeña historia”, y resultó ser en la práctica el relato de mis memorias.
La primera
etapa desde niño hasta ser sacerdote rural en unos pequeños pueblos, la
estructuré en cinco capítulos:
1.- Dios en
Albalate del Arzobispo.
2.- Dios en
el Seminario Menor de Alcorisa.
3.- Dios
durante la Filosofía en el Seminario Mayor de Zaragoza.
4.- Dios en
la encrucijada para dar el paso al Sacerdocio.
5.- El Dios
de un cura rural.
Espero que
haya conseguido expresar el cómo y el por qué de mi vida, y hacer ver poco a
poco la evolución en mí del tema religioso. Dios no siempre lo he concebido de
igual manera, como mi vida no la he vivido evidentemente de la misma forma y en
las mimas circunstancias. Si como decía el Maestro José Ortega y Gasset “yo soy
yo y mis circunstancias”, Dios se ha ido acomodando a las mías haciéndome
comprender que además de Él existen también los hombres. Sin los hombres no hay
Dios. Sin Dios el humanismo se resquebraja.
Por mi parte
he procurado tener siempre presente el meollo del Evangelio de Jesús de Nazaret
consistente en “la construcción de Reino de Dios y su Justicia”. Si Dios se
adaptaba a mis circunstancias, yo procuraba adaptarme en mis circunstancias a
luchar y servir en la construcción de ese Reino de Dios en la historia que me
ha tocado vivir.
San Pablo al
describirse a sí mismo como hombre cristiano llegará a decir:
“Cuando
yo era niño, hablaba como niño, tenía mentalidad de niño, discurría como un
niño; cuando me hice un hombre, acabé con las niñerías. Porque ahora vemos
confusamente en un espejo, mientras entonces (cuando venga lo perfecto) veremos
cara a cara; ahora conozco limitadamente, entonces comprenderé cómo Dios me ha
comprendido. Así que esto queda: fe, esperanza, amor; estas tres, y de ellas la
más valiosa es el amor”. (1ª Carta a
los Corintios. 13, 11-13).
San Juan por
su parte dice también:
“El que
diga “Yo amo a Dios”, mientras odia a su hermano, es un embustero, porque quien
no ama a su hermano, a quien está viendo, a Dios a quien no ve, no puede
amarlo. Y éste es precisamente el mandamiento que recibimos de él: quien ama a
Dios, ame también a su hermano”. (1ª Carta de San Juan, 5, 20-21). (Nueva Biblia Española. Luis Alonso Schökel y Juan
Mateos. Ediciones Cristiandad. Madrid, 1.975).
Vamos a
intentarlo. Lo que veremos a
continuación constituye la primera parte.
Laureano
Molina Gómez.
Zaragoza a
5-03-09
No hay comentarios:
Publicar un comentario