sábado, 19 de marzo de 2016

LA FORMACIÓN EN LA HOAC



La formación en la HOAC.

Durante el año 1.969 y aprovechando algunos fines de semana y en mis vacaciones escolares, aproveché para hacer los cursillos de la HOAC-ZYX que me fueron posibles.
Entre los numerosos cursillos que se impartían y después de realizar el Cursillo de “Iniciación a la HOAC”, había uno muy importante que se titulaba “La fe en el mundo de hoy” (cursillo organizado por ZYX para promoción de nuestro pueblo), decía el subtítulo. (6)

Comenzaba la introducción aclarando el concepto de promoción integral del pueblo. Porque “promoción es una palabra muy desgastada, que ha perdido por el uso las aristas, como los cantos de un río”. Palabras que se han convertido en un tópico.
Promoción es el desarrollo de toda la persona y de todas las personas. Y ello en el orden económico, social, político, cultural y religioso. De tal manera que todo hombre desarrolle sus posibilidades, a imagen de Dios. Es decir, todo lo que sea posible, y ello durante toda su vida.
Pero vemos que la situación real en la que vive una gran parte de la humanidad es de alienación. Porque una persona está alienada cuando no realiza sus posibilidades y aptitudes: a) porque las ignora, o b) porque no las cultiva, o c) porque se la expolian.
Para nosotros promoción es plenitud. Y Alienación es privación. (6)

Y entendemos promoción en un triple sentido:
- Económica porque el hombre es un ser de necesidades, es un ser esencialmente económico. Por tanto mientras no pueda satisfacer sus necesidades biológicas fundamentales, no podrá realizarse en estratos superiores.
- Socio-política porque el hombre es un ser que vive con otros hombres, nunca podrá desarrollarse a sí mismo aisladamente, si no lo hace en solidaridad y en colaboración con los demás. Lo que hace que el hombre sea un ser esencialmente social y político.
- Cultural o ideológica porque el hombre es un ser inteligente y libre que al mismo tiempo que transforma la realidad con su trabajo, se pregunta por el sentido de su existencia. Y da respuesta al sentido de su existencia, cuando se elabora una concepción del mundo coherente y global, una cosmovisión. Esa es la dimensión ideológica del hombre.
Nosotros, creyentes, pensamos que el hombre nunca se da a sí mismo una respuesta absolutamente satisfactoria, si no es en la abertura de todas esas posibilidades desarrolladas al máximo, hacia lo trascendente. Eso hace de él un ser fundamentalmente religioso.
Es todo el pueblo el que ha de promocionarse a la vez. Porque el hombre es un ser social, la promoción no puede ser nunca individual, sino que toda promoción es, al mismo que personal, comunitaria y colectiva. (6)

Los que no son creyentes han venido en decir a los creyentes: “vosotros, los cristianos, en tanto que pertenecéis a un grupo social llamado Iglesia Católica, habéis sido históricamente, y lo seguís siendo, un obstáculo para la promoción del pueblo.

Por tanto ser cristiano en el mundo de hoy es algo que ha de justificarse. Para la mayoría de los contemporáneos, el cristianismo ha pasado a ser, un conjunto abigarrado de hábitos sociológicos desprovistos de contenido, totalmente anacrónicos, y con una fuerte carga de reaccionarismo y conservadurismo.

En un mundo que sociológicamente  aparecía como cristiano, hasta la segunda mitad del siglo XX, era el ateo el que tenía que justificarse. Y lo hacía denunciando los fallos de orden intelectual o vital de los cristianos.

Los cristianos por su parte reaccionaban con la apologética, especialmente en el siglo XIX, pretendiendo demostrar la verdad de la religión cristiana, y justificar como fuera su trayectoria histórica. (6)

Los tiempos han cambiado. Nosotros en lugar de tener a los demás como adversarios y como enemigos, serán compañeros de viaje en busca de la verdad. Aceptaremos lo que haya de válido en las críticas que se nos hagan. Nos “tragaremos” su visión y sus críticas, las digeriremos, las haremos nuestras, y partiendo de esa “encarnación” en el otro, pondremos de relieve cómo el cristianismo a pesar de todo permanece, y pensamos que puede servir hoy para salvar las insuficiencias del hombre moderno. (Recordemos que estamos hablando según lo que pensábamos en el año 1.969).
Tenemos que hacer que los ateos, así como nosotros lo hacemos con ellos aceptando su visión, comprendan que es natural y posible, que siendo hombres de nuestro tiempo, podamos ser sin embargo, cristianos.

No se trata pues de imponer nuestra visión de las cosas, sino de dar razón de nuestras esperanzas, y de los motivos que tenemos para creer de manera que el no creyente pueda ver honradamente que es razonable que nosotros seamos cristianos, y desde ese plano establecer un diálogo y un contacto. No se trata de vivir frente a los otros, sino de vivir con los otros.
Justificándonos, obligamos a los otros a que a la vez se justifiquen. Porque en última instancia creer o no creer será una opción de la libertad, que no estará condicionada ni por el desarrollo científico, ni por el talante histórico. (6)

Pero a pesar de la actividad que había en la HOAC-ZYX, y quizás precisamente por eso, la presión por parte del Cardenal de Madrid Casimiro Morcillo González, (pensamos que a su vez era presionado por el Régimen de Franco), era muy fuerte. De tal manera que en la primavera del 69 intentaron clausurar los locales de la HOAC de C/. Alfonso XI, 4. Madrid-14. Los teléfonos de alarma entre nosotros funcionaron a tope. De toda España acudimos militantes para encerrarnos en nuestros locales.
Lo que yo estaba descubriendo sobre la postura del arzobispo Morcillo no lo podía creer. Morcillo, que en Zaragoza había sido el gran aperturista del Seminario con mirada clara y generosa hacia Hispanoamérica, y hacia todo el mundo, con aquella campaña de adobes para construir complejos parroquiales en los entonces barrios más humildes de Zaragoza, ahora se me presentaba como “El Gran Inquisidor”. Todavía siento en mi rostro el beso cálido de Morcillo en el día de mi ordenación sacerdotal en el Seminario de Zaragoza. (Ver en Subpórtica: El Dios de mi pequeña historia de L.M.G.:  
A Morcillo me lo habían cambiado. Los aires de Madrid procedentes del Pardo no le sentaron nada de bien.
Permanecimos encerrados hasta que hubo capitulación con el Arzobispado de Madrid. Por el momento quedó superada la situación. Aunque el fondo del problema permanecía. Permítaseme simplificar de esta manera el problema con esta frase: “Franco Sí, Vaticano II No”.

 Pero sigamos con nuestra formación

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