martes, 8 de marzo de 2016

PIES Y MANOS EN EL BARRO



Pies y manos en el barro.

Con el Arzobispo Morcillo, llegado de la Diócesis de Bilbao, comenzó una nueva etapa en el seminario de Zaragoza. Se ensancharon los horizontes, Ingresaron profesores nuevos y jóvenes, que desempeñaron su labor juntamente con los profesores veteranos. En el fondo se fue abriendo una dialéctica constructiva entre unos y otros. Pero sobre todo el seminario de Zaragoza se internacionalizó. Era la época de Hispanoamérica. Con Morcillo vinieron unos cuantos seminaristas de Bilbao. La visión se amplió y la capacidad de discernimiento y de crítica fue en aumento cada vez más. También se concentraron en Zaragoza algunos seminaristas de las diócesis de Jaca, Huesca y Barbastro. Incluso convivimos un par de años con muchachos exiliados de la reciente Cuba de Fidel Castro. Antes ya habían pasado por el de Zaragoza seminaristas chinos que llegaron a ordenarse sacerdotes. Ingresaron un buen número de vocaciones tardías, médicos, abogados, jóvenes de Acción Católica, y alguno vino de la JOC. De esta plantilla de jóvenes de la segunda mitad de los cincuenta y primera de los sesenta saldrían muchos de los líderes políticos de la Transición en España.
Se potenció el Seminario Hispanoamericano en Madrid por donde pasaríamos mucha gente, unos para ir hacia América, otros hacia África y quienes hacia los emigrantes españoles en Europa, como capellanes y asistentes religiosos. La España replegada en sí misma reventaba por aquí. Los libros ciclostilados, prohibidos en España, comenzaban a extenderse de mano en mano. Era el reventón de la primavera cultural. Cuanto esfuerzo, cuanta ilusión, cuanta juventud había en el ambiente.
Pero también era la apertura en el campo práctico de nuestro trabajo. Había que construir parroquias en algunos barrios. La economía estaba todavía muy floja. Pero la tradición en la construcción aragonesa nos daba la solución: construiríamos iglesias con adobes, adobes de paja y barro.
Las vacaciones de verano tradicionales en nuestros pueblos, quedaban postergadas ante las movilizaciones para la construcción. Residíamos en el seminario: "lo comido por lo trabajado". Organizados en diversos grupos todas las mañanas a punto día nos desplegábamos por los barrios de "El Picarral", "San Gregorio", "La Paz", "Torrero", "Venta del Olivar". Era jornada intensiva. Por la tarde tiempo libre, lectura, cine, charlas, y algún acto religioso. Se movilizó para lo mismo la Universidad, la Acción Católica, el Voluntariado, y el disciplinado Ejército. Convivíamos en gran camaradería. Pero se iba produciendo una ósmosis de ideas, pensamientos, sentimientos, y de vida. Una vez más la realidad superaba la ficción. El maridaje entre la teoría y la práctica estaba consumado. No había vuelta atrás.
Tal impacto causó en la sociedad este movimiento constructor que fuimos noticia internacional. Tal es así que durante un par de años hicimos intercambio entre trabajadores voluntarios franceses, belgas y holandeses principalmente, puesto que, para entonces, ya había empezado la reconstrucción en Europa. Nos incorporamos a los "Frères Bâtisseures" en Bélgica y Holanda, y parte de ellos vinieron a trabajar en nuestros "campos de trabajo". Los nuestros irían a Gante, ciudad de Bélgica, capital de la provincia de Flandes oriental, en la confluencia del Escalda y el Lys. La ciudad está dividida por canales y ríos navegables. Es la patria de Carlos V. Nosotros pondríamos nuestro trabajo y los gastos de manutención y traslados corrían por cuenta de la organización. En el descanso semanal se haría una excursión al "Chateau Gutierrez". A la Señora, y a los postres, le apeteció que los nuestros le agasajaran con la parodia de una Corrida de Toros. De toro hacía nuestro Wirberto y de torero Benito Ardid. Los demás harían de coro con pasodobles y aplausos generosos. Tanta generosidad que el matador con una de las espadas del castillo, por encima de la cabeza y por debajo de la camisa, agachado como esta el "toro", le deslizó la espada de tal manera que le agujereo la camisa al "toro Wirberto". De inmediato la misma Señora se la cosió lo mejor que pudo entre risas y aplausos. Fue un buen día. Los talleres de restauración y de reconstrucción que existen en la actualidad, tienen su historia más próxima en estos comienzos.

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