Pies y
manos en el barro.
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Se potenció el Seminario
Hispanoamericano en Madrid por donde pasaríamos mucha gente, unos para ir hacia
América, otros hacia África y quienes hacia los emigrantes españoles en Europa,
como capellanes y asistentes religiosos. La España replegada en sí misma
reventaba por aquí. Los libros ciclostilados, prohibidos en España, comenzaban
a extenderse de mano en mano. Era el reventón de la primavera cultural. Cuanto
esfuerzo, cuanta ilusión, cuanta juventud había en el ambiente.
Pero también era
la apertura en el campo práctico de nuestro trabajo. Había que construir
parroquias en algunos barrios. La economía estaba todavía muy floja. Pero la
tradición en la construcción aragonesa nos daba la solución: construiríamos
iglesias con adobes, adobes de paja y barro.
Las vacaciones de
verano tradicionales en nuestros pueblos, quedaban postergadas ante las
movilizaciones para la construcción. Residíamos en el seminario: "lo
comido por lo trabajado". Organizados en diversos grupos todas las mañanas
a punto día nos desplegábamos por los barrios de "El Picarral",
"San Gregorio", "La Paz", "Torrero", "Venta
del Olivar". Era jornada intensiva. Por la tarde tiempo libre, lectura,
cine, charlas, y algún acto religioso. Se movilizó para lo mismo la
Universidad, la Acción Católica, el Voluntariado, y el disciplinado Ejército.
Convivíamos en gran camaradería. Pero se iba produciendo una ósmosis de ideas,
pensamientos, sentimientos, y de vida. Una vez más la realidad superaba la
ficción. El maridaje entre la teoría y la práctica estaba consumado. No había
vuelta atrás.
Tal impacto causó
en la sociedad este movimiento constructor que fuimos noticia internacional.
Tal es así que durante un par de años hicimos intercambio entre trabajadores
voluntarios franceses, belgas y holandeses principalmente, puesto que, para
entonces, ya había empezado la reconstrucción en Europa. Nos incorporamos a los
"Frères Bâtisseures" en Bélgica y Holanda, y parte de ellos vinieron
a trabajar en nuestros "campos de trabajo". Los nuestros irían a
Gante, ciudad de Bélgica, capital de la provincia de Flandes oriental, en la
confluencia del Escalda y el Lys. La ciudad está dividida por canales y ríos
navegables. Es la patria de Carlos V. Nosotros pondríamos nuestro trabajo y los
gastos de manutención y traslados corrían por cuenta de la organización. En el
descanso semanal se haría una excursión al "Chateau Gutierrez". A la
Señora, y a los postres, le apeteció que los nuestros le agasajaran con la
parodia de una Corrida de Toros. De toro hacía nuestro Wirberto y de torero
Benito Ardid. Los demás harían de coro con pasodobles y aplausos generosos.
Tanta generosidad que el matador con una de las espadas del castillo, por
encima de la cabeza y por debajo de la camisa, agachado como esta el
"toro", le deslizó la espada de tal manera que le agujereo la camisa
al "toro Wirberto". De inmediato la misma Señora se la cosió lo mejor
que pudo entre risas y aplausos. Fue un buen día. Los talleres de restauración
y de reconstrucción que existen en la actualidad, tienen su historia más
próxima en estos comienzos.
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