Tomás Malagón. Un sacerdote que
creyó en los pobres.

Desde la otra España.
Cuando Tomás Malagón volvió al seminario
tras la guerra civil venía de la otra España. Para él los militantes obreros
que habían luchado con la República, la mayoría de ellos católicos, no eran el
monstruo que pintaba la propaganda franquista y a los que se seguía fusilando
en las cárceles; es más, la
convivencia con los marxistas
en el frente le había cuestionado sus convicciones más profundas y, en aquella
España del nacional-catolicismo, su crisis vocacional iba a ser ciertamente
atípica: se planteaba si el marxismo o el cristianismo eran la verdadera
respuesta a la injusticia que sufre la clase obrera.
A pesar del ambiente de esa fábrica de
líderes llamados a dirigir a otros ‘menos-persona’ que ellos que siempre ha
sido Comillas, la providencia le iba a poner al lado a un santo, el P. Nieto,
que aceptó el reto de escucharlo en su búsqueda de Cristo, como única respuesta
definitiva a los interrogantes del hombre, también a las injusticias que
oprimen a la clase obrera y a los graves errores apostólicos y políticos con
que los mismos cristianos la habían echado de la Iglesia en las décadas anteriores.
De este modo la Iglesia española iba a
contar con un sacerdote dispuesto de hecho a posponer sus intereses a los de
Cristo, cosa nada frecuente. Un sacerdote que no sólo era una de la cabezas
mejor preparadas de su tiempo para el pensamiento filosófico y teológico, sino
que vitalmente estaba libre de la ideologización nacional-católica de la fe –
de ese “falso cristianismo” que había expulsado a la clase obrera y del que
tanto hablaban Pío XI y Pío XII - y que ya había superado la tentación del
marxismo, que desde los años sesenta seduciría a buena parte del apostolado
obrero español.
Creer en los pobres, es creer en
Cristo.
Libre ya de la confusión entre la fe y el
Reino de Dios con una opción política, con su lógica y su estrategia, D. Tomás
podía ver la realidad descubriendo en ella la fuerza elegida por Dios para
hacer avanzar la historia hacia una mayor liberación: los pobres. Los
últimos de la tierra en los que Cristo se ha encarnado y que proclama como sus
preferidos; esos que, por carecer de
poder e influencia, Herrera Oria había
rechazado, buscando sólo a los “selectos”, y que Lenin utilizaba como “tropa de asalto”
al poder a las ordenes de la élite del partido.
Y la Iglesia lo llamó para ser el
sacerdote de los pobres. En 1954 llegaba a la comisión nacional de la HOAC
para ser consiliario de los obreros y poner a su servicio todas sus
capacidades, colaborando mano a mano con Guillermo Rovirosa y otros conversos,
en lo que ha sido una de las obras misioneras más importantes del siglo XX: la
evangelización de la clase obrera y su reconciliación con la Iglesia tras la
barbarie de la guerra civil. Fueron treinta años de servicio hasta su
muerte. Treinta años de búsqueda y fidelidad a Cristo, la Iglesia y los
pobres… atravesando la dos grandes crisis de la Acción Católica (la que en
los sesenta quiso instrumentalizarla al servio del Franquismo y la que en los
setenta la utilizó al servicio del marxismo y de quienes como el PSOE llevaban
40 años de vacaciones).
Treinta años en los que a la HOAC se
añadió la Editorial ZYX, que
encarnaba en una editorial la adultez del apostolado laico que después
reconocería el concilio Vaticano II.
Y más tarde el acompañamiento a los
militantes que con Julián Gómez del Castillo lanzaron el Movimiento Cultural
Cristiano, cuando en
España la clase obrera ya no era la de los empobrecidos y la solidaridad pedía
responder a la sociedad post-industrial y ver el mundo desde la realidad: desde
los empobrecidos de la tierra.
Veinticinco años después de su muerte
la historia le ha dado la razón.
Los medios que, junto a Rovirosa, puso en
marcha para la formación de militantes también son hoy respuesta para formar
militantes cristianos pobres en una nueva sociedad: los cursillos apostólicos
de Conversión y Contemplación y Lucha, el Plan Cíclico, el método de encuesta,…
que demostraron la eficacia histórica de los pobres permitiendo que en España
hubiera una transición pacífica y una generación preparada para entender el Vaticano
II, son hasta hoy herramientas válidas para la nueva evangelización.
También acertó
cuando tras su visita a Venezuela a principios de los sesenta advirtió a su
episcopado sobre el paternalismo que practicaban, y como la ausencia de
promoción de militantes en la clase obrera traería una dictadura castrista al
país, la misma que hoy sufren.
¿Se enterarán
los que siguen proponiendo vender la Iglesia a quienes tienen influencia y
evangelizar con “minorías selectas” o bien desde ideologías de moda?
Autor: Grupo Eugenio Merino.- Fecha:
2009-02-25
Escrito por: ignacio el 03 Mar
2009 - URL
Permanente
Ver aquí:
“Parque de los incrédulos” en Casablanca
No hay comentarios:
Publicar un comentario