miércoles, 29 de junio de 2016

SEGUNDO CUADERNO

SEGUNDO CUADERNO

9 de enero de 1950:

Otra vez la nostalgia se anida en mi corazón. Creía que la vuelta al colegio no iba a producirme tanto pesar como a principio de curso, mas no ha ocurrido así. Mi tía vino a buscarme ayer al garaje de autobuses Ágreda y me ayudó a llevar la maleta. En el recorrido por las estrechas calles de la ciudad, iba naciendo en mi interior un sentimiento extraño. Dudaba si no sería mejor continuar en la escuela del pueblo dos años más y ser albañil y agricultor, como mi padre, en lugar de tener que cursar un bachillerato de siete años y seguir estudiando para poder alcanzar un título universitario. Inmerso en estos pensamientos iba cuando, sin darnos cuenta, llegamos al Mercado Central. El bullicio de la gente, las caras tristonas de los descargadores de camiones, el griterío de los vendedores en los porches, los diferentes olores que salían de las garitas de madera carcomida, donde se vendía todo tipo de artilugios domésticos, libros antiguos y herramientas, me alejó del pueblo: el colegio estaba delante de mí.
Cuando esta mañana he oído las palmadas que el Lorenzana hace sonar de habitación en habitación, mi cuerpo, acurrucado como un feto, ha tenido que realizar gran esfuerzo para levantarse. Tras el frugal desayuno hemos bajado a la vela. Allí, a medida que cada profesor llegaba, el inspector de turno llamaba a un curso y se marchaba a su aula respectiva. Pasaban veinte minutos de las nueve y Pinoseco, el de Matemáticas, todavía no había hecho acto de presencia. Los alumnos de primero estábamos pendientes de oír el sonido de la campana de entrada. Es tan grande el miedo que nos da su presencia que, aun sabiendo que hoy no preguntaría a nadie -tocaba explicar lección nueva- estábamos temerosos. A Vicente lo he visto un instante a la hora
del descanso. Me ha saludado y le he dicho que tengo que contarle asuntos importantes. "A ver si mañana nos podemos sentar juntos en la vela y hablamos", me ha respondido con una sonrisa, algo inusual en él. Los compañeros que viven por el Pirineo todavía no han vuelto: en mi dormitorio hay dos camas con los colchones enrollados. ¡Qué suerte tienen de vivir tan alejados!

11 de enero:
Ya estamos todos. Además, ha venido gente nueva: un inspector (un rebotado de cura más) y dos alumnos. Ha sido durante la comida del medio día cuando hemos visto pasar a dos muchachos, bastante gordos, guiados por el director; detrás de ellos iba un fámulo llevando las maletas. Javier ha comentado que serían alumnos importantes porque iban acompañados por el jefe y los llevaba a las habitaciones de los enchufados. Por la noche, a la hora de la cena, ha vuelto el director de nuevo con ellos; al menor lo ha sentado a mi lado y me ha dicho sonriéndome:
-Sánchez, este muchacho es también de primero. Te ruego le pongas al corriente del funcionamiento de las clases.
Sorprendido por tan inusual petición no he sabido qué contestarle. El nuevo compañero no se ha sentido avergonzado ni temeroso por ser novato: enseguida ha comenzado a contarnos su vida. Nos ha dicho que se llamaba. Francisco y que era de Madrid, al igual que su hermano Daniel, dos años mayor. Que su padre es un militar de alta graduación, y tiene un tío que ha sido gobernador en Barcelona. Todos nos hemos quedado perplejos al escucharle, Además, habla con acento extraño y tan deprisa que hay que poner mucha atención para entenderle. Intrigados por conocer cómo siendo de Madrid venía a estudiar a Zaragoza, y a un colegio como el nuestro, nos ha contestado que su padre quiere que estudien en un lugar alejado de la familia, donde la disciplina fuera dura: no deseaba que volvieran a suspender como el curso pasado.

13 de enero:
Vicente estudia quinto curso y sin embargo tiene cara de más joven; si llevara pantalón corto como yo no le desentonaría. Vive al otro lado del río Ebro, en un barrio llamado Ranillas, y lo cruza por la pasarela metálica; tiene una hermana mayor que estudia séptimo curso en este centro. Su padre, ferroviario de profesión, pertenecía a las organizaciones obreras que con la llegada de la República se formaron en Zaragoza. Aunque durante la guerra pudo librarse de ser fusilado, al terminar la contienda estaba entre las personas que la policía vigilaba por considerarla sospechosa de no aceptar el Régimen establecido. Vicente, a pesar de las recomendaciones que su familia le hacía sobre lo peligroso que es hablar de política, él era intransigente con la injusticia y con la humillación. Desea acabar pronto el bachillerato y poder salir de España a trabajar en el extranjero: su gran sueño es poder hacerse marinero y recorrer todo el mundo; es un buen deportista que practica la natación con mucho entusiasmo Todas estas cosas me las contó ayer por la tarde en el estudio de la vela en donde hice todo lo posible por colocarme a su lado, coincidiendo con la vigilancia de un inspector que no causa tanto respeto como el enigmático don Elías, que se pasea entre las mesas con las manos atrás sujetando la correa. Yo me quedo embobado escuchándole, lo hace con tanto entusiasmo que me cautiva. Cuando le he contado la conversación que tuve con mi padre y lo que hizo el mosén con el escrito que él me dio, sobre las diferencias existentes entre los que son de izquierdas y de derechas, ha puesto mirada de enfadado y me ha dicho: -Ese escrito te lo di porque, a pesar de que sólo tienes diez años, he observado que eres un muchacho muy estudioso y responsable. Te lo entregué para que lo meditaras. Y si algo no entendías me lo tenías que haber preguntado a mí, no enseñárselo a nadie. Y menos a un sacerdote; si él quiere puede hacer que multen a cualquier persona sólo con ir a contarle a la Guardia Civil que no va a misa los domingos o trabaja los días festivos. Y en cuanto a tu padre, ya me imaginaba que había sido falangista, o al menos de derechas; vi un día que en tus libros tenías escrito en las primeras páginas: "Virgen santa, Virgen pura, haz que aprueba esta asignatura".

18 de enero:
Hoy, domingo, he salido a comer de nuevo a casa de mi tía. Su marido me guardaba una sorpresa: el encargado del taller en donde trabaja le había regalado tres entradas para ver el partido de fútbol que el Zaragoza iba a jugar y quiso que su hijo y yo le acompañáramos. Me gusta mucho este deporte; la mayoría de los internos sabemos de memoria los nombres de los jugadores de los principales equipos. José Manuel, un chico de Caldearenas, pueblo de la provincia de Huesca, algo brutote pero noble, tiene la suerte de tener un tío que forma parte de la directiva del Zaragoza. Todos los domingos le acompaña, incluso llega a hablar con los futbolistas. Posee una colección de cromos con los escudos de todos los equipos de primera y segunda división y la mayoría de sus jugadores. Algunos alumnos mayores, también varios profesores, así como tres hijos del director, son socios y no se pierden ningún encuentro; los domingos que el Zaragoza juega en casa comen antes que los demás para no llegar tarde al partido que comienza a la tres y media.
Al fin he podido ver jugar por primera vez a mi equipo. Aunque el Zaragoza está en Segunda División, no por eso ha disminuido la afición en la ciudad. Con la plantilla que tenemos este año soñamos con subir a primera. Hoy han jugado: Soro en la portería; en la defensa: Echániz, Jugo y Lanza; Careaga y Valdivieso en la media; y como delanteros: Nogueras, Bello I, Badenes, Rubio y Bello II. El partido contra el Arosa ha sido muy disputado. Faltaban diez minutos para el final cuando Badenes, de cabeza, ha marcado el gol de la victoria. Aunque todo el tiempo he estado de pie, en la grada de general, esta noche he podido presumir delante de mis compañeros de habitación, relatándoles con emoción y entusiasmo, cómo fue la jugada del gol: alguno me ha mirado con cierta envidia.

23 de enero:
Hoy ha nevado ligeramente. En Zaragoza no lo había hecho en todo el invierno, por el contrario las nieblas han sido constantes: por las mañanas apenas se ve el Mercado Central. A pesar de la nieve, la mayoría de los hortelanos no han faltado a la cita diaria con su mercancía. En estos días de tanto frío se distingue las diferencias sociales que existen entre los alumnos que vienen al colegio. Junto a los que visten botas nuevas y gruesas, recios calcetines, buenos abrigos, bufanda y guantes, como los hermanos Gastón, los Texeira, los Sopeña. los Gabás o los García Vela. -toda una saga de familias acomodadas de Zaragoza- existen otros que sólo llevan la americana, a veces heredada, una raída bufanda y las manos al aire. Igualmente los hay que a la hora del almuerzo tiran con desprecio a la papelera la mitad del bocadillo que traen de casa, cuando otros sentimos arcadas en el estómago por el vacío que en él se encierra. Alguna vez, cuando he visto que algún alumno olvida su almuerzo en el cajón de la mesa, lo he cogido con disimulo y me lo he comido en el retrete. Se hace tan larga la mañana con el tazón de leche y el panecillo que, este regalo inesperado, no me hace sentir culpable de lo que he hecho. Además, ¡es tan intenso el frío!
Esta tarde ha entrado a la vela un señor bajito y regordete. Los veteranos que ya lo conocían se han puesto contentos; me han dicho que era el que dirige la escolanía del colegio. Al preguntar qué era la escolanía, dos alumnos me han llamado matraco y cateto. Javier me ha explicado que son los que cantan en la iglesia cuando hay misas especiales y en las fiestas del colegio. Para que no me sintiera ofendido ha añadido:
-No tengas en cuenta lo que te han dicho esos engreídos de tercero. Son unos chulicos que se meten mucho con los de primero pero tienen miedo a los de cuarto.
El hombrecico ha preguntado si entre los alumnos nuevos había alguien que le gustara cantar. Muchos han levantado la mano. Yo deseaba hacerlo pero sentía vergüenza; al fin me he decido: siempre he cantado en la iglesia del pueblo la misa de Angelis, los domingos, y los responsos en los entierros. El mosén me decía que tenía una buena voz, que valdría para infantico del Pilar.

25 de enero:
Estoy muy contento. Me han elegido para cantar en el coro. Nos han hecho las pruebas en una clase que tenía un piano. Allí estábamos una treintena de chicos y chicas de todos los cursos; del mío solamente había un alumno externo y dos chicas, entre ellas Mª Pilar; cuando el profesor le ha hecho cantar la escala musical ha sido una de la que más alto ha llegado. La he mirado con envidia; esa chica tiene algo especial. A mí me ha puesto a su lado, junto con ocho más, para formar el grupo de la voz primera. Durante todo el mes de febrero ensayaremos dos días a la semana. En las fiestas de colegio, que se celebran en marzo, vamos a representar una zarzuela: "La marcha de Cádiz".

30 de enero:
Ayer no hubo clase; celebramos la festividad de san Valero, patrono de Zaragoza. Los internos estuvimos hasta las once en la vela y aproveché para escribir a casa, no vayan a pensar que me olvido de ellos. El inspector que le tocaba vigilancia nos llevó a oír misa a la grandiosa iglesia de La Seo: una ceremonia demasiado larga en la que cantaron los infanticos. Terminado el acto, el señor Arzobispo, que fue el celebrante, bendijo los roscones expuestos alrededor de la plaza en improvisadas mesas hechas con cañizos. Los miré con envidia porque debían estar muy sabrosos: sus dueñas, vestidas con delantales blanquísimos, ofertaban la mercancía en voz alta.
La comida en el colegio fue especial, igual a la del día del Pilar, con la excepción de que para postre nos dieron un trozo de roscón. El director, presente en el comedor, con una sonrisa camuflada nos dijo que en el postre repartido en cada mesa había una ración de roscón con sorpresa. "Al que le salga -explicó- tendrá que pagar la entrada del cine a los compañeros que tenga a su lado". Me puse nervioso; si me tocaba me iba a quedar sin dinero. No duró mucho mi inquietud. El compañero nuevo, el madrileño Francisco, descubrió que estaba en su trozo: ¡gracias que se dio cuenta, con lo glotón que es se la podía haber tragado! Otro interno mayor, estudiante de Comercio, se engulló la sorpresa para evitar tener que pagar la entrada a sus compañeros. El inspector de su mesa vio la cara de sufrimiento que ponía y se lo llevó al retrete; allí le hizo vomitar obligándole a meterse los dedos en la boca.
Por la tarde, a la vuelta del cine, el madrileño nos compró otro roscón en una pastelería. Sus padres deben tener mucho dinero, mas él no sabe valorarlo; gasta y gasta en chucherías y sobre todo en tebeos de Hazañas Bélicas: nos hemos hecho muy amigos y, aunque dormimos en distintas habitaciones, me los presta en los recreos.



2 de febrero:
¡Cuánto me aprecia Vicente! Yo, además de apreciarle le respeto. Me habla con tanta confianza y me cuenta las cosas con tanta claridad que, a veces, pienso que aprendo más con las conversaciones que él me da que con lo que explican algunos profesores en sus clases. Hoy me ha aconsejado cómo debo de estudiar aquellas asignaturas en las que hay que memorizar muchos conceptos. Faltaba media hora para que preguntaran las lecciones, antes de marcharse los externos a casa, cuando ha querido conocer qué sabía de Ciencias Naturales. La lección trataba de la misión que
tiene cada una de las partes de las plantas. A sus preguntas yo le he contestado con rapidez, y casi al pie de la letra, lo que ponía en el libro. Cuando pensaba que me iba a felicitar ha hecho todo lo contrario.
-Tú tienes mucha memoria, pero no razonas. Si estudias así, con la misma facilidad que aprendes olvidarás; para que lo aprendido se almacene debidamente en tu cerebro debes meditar y no repetir una palabra cuyo significado desconozcas.
Y tenía razón, yo repetía como un lorito lo que el libro decía, mas cuando él me preguntaba lo mismo, pero de forma distinta, tenía muchas dudas en las respuestas.
-Mira -continuó- siempre que estudies debes de hacerlo teniendo junto al libro un cuaderno y un lápiz, y aquella palabra que no sepas lo que significa la anotas para buscarla en el diccionario o preguntársela al profesor; de esta forma enriquecerás tu vocabulario y tu aprendizaje será más profundo. Yo, en casa, lo hago siempre. Aquí apenas estudio porque no puedo concentrarme. Lo malo de estudiar razonadamente es que no te sirve de nada cuando el inspector de vela, sobre todo si es don Elías, pregunta la lección y tiene el libro delante. Si no le respondes como él lo lee, cree que no has estudiado y, ¡hala! a recibir correazos. A mí no me han pegado nunca, mas si lo hicieran pondría una denuncia al colegio. Esto ya lo tengo hablado con mi padre y él está de mi parte.
Envidio la seguridad con la que habla y la fuerza con la que defiende sus ideas. Tal vez yo sea demasiado joven para poder pensar como él. Además, cuando algún profesor me habla a gritos me pongo colorado y tengo que hacer grandes esfuerzos para no llorar.

4 de febrero:
Si la semana pasada me eligieron para cantar en la zarzuela "La marcha de Cádiz", hoy me ha llamado el hijo del director, el poeta, para que asistiera al ensayo de
una obra de teatro que, igualmente, se iba a representar para las fiestas patronales. Mientras mis compañeros de internado se quedaban estudiando en la vela, yo me he ido con él al aula 6, la mayor de todas. Antes de entrar me ha explicado que en la obra salía un chico de mi edad diciendo dos frases y quería probar mis facultades como actor. Nervioso, y con la cara colorada, como siempre que voy hacia lo desconocido, he entrado en el aula. Allí estaban alumnos y alumnas de los últimos cursos junto a algunos profesores que apenas conocía. Mi sorpresa ha aumentado al descubrir que entre los reunidos estaba Vicente, junto al profesor Dicenta, y el actor que nos recitó poesías en la vela, a quien todos le llamaban Pío. Ha sido precisamente él quien me ha dicho:
-¡Vamos a ver si este muñequito sabe gritar con fuerza y sentimiento al saberse martirizado!
He debido poner una cara tan asustada ante aquella amenaza que creo que mis ojos se han humedecido levemente. Sin embargo, creyendo él que yo estaba actuando ha exclamado:
-¡Muy bien! Esa cara de sufrimiento que pones es la que necesito. Ahora, cuando yo te pregunte quién mató al Comendador, tienes que responder: ¡Fuente Ovejuna, señor! Y a la pregunta de, quién es Fuente Ovejuna, contestarás: ¡Todos a una! ¿Lo has comprendido?
Ante la mirada atenta de todos los que me rodeaban me hacían sentirme todavía más enano. Me ha llevado al centro del aula, delante de la pizarra, y haciendo el gesto de retorcerme el brazo con pose de actor, ha exclamado en voz alta:
-Por vida del Rey, villanos, que os ahorquen con mis manos¡ ¿Quién mató al Comendador?
Asustado de verdad y con voz temblorosa, pero con fuerza, he respondido:
-¡Fuente Ovejuna, señor¡
-Hasta los niños lo niegan. Pero, ¿quién es Fuente Ovejuna?
-¡Todos a una! - he contestado con energía.
Los allí presentes han correspondido con un aplauso. El actor, dirigiéndose al hijo mayor del director le ha dicho:
-Este chico vale. Ya puedes contratarlo.
Una amplia sonrisa en su amplia cara me ha hecho descubrir que este señor, aunque sea ateo, tiene que ser una excelente persona.

4 de febrero:
Ayer no pude ponerme en la vela al lado de Vicente. Quería preguntarle el argumento de la obra de teatro y saber qué papel hacía él. Ha sido esta tarde cuando he podido hacerlo: el inspector que nos vigilaba era el que, sentado en el sillón, encima de la tarima, convierte el estudio en un murmullo permitido. Vicente ha alabado mis facultades de actor diciéndome que llegué a transmitir a los demás el dolor que la tortura imaginaria me producía.
-La obra -me cuenta- es el drama que sufre un pequeño pueblo de Córdoba en donde el Comendador, cargo nombrado por el Rey, no sólo quiere ser el amo de las tierras sino también de las personas. Los habitantes, indignados por las injusticias y afrentas que sufrían, se unieron; y todos -hombres, mujeres y niños- asaltan su casa en donde le apedrean y hieren mortalmente. Cuando la Justicia trata de descubrir a los instigadores de la muerte sólo escuchó una voz: "¡Fuente Ovejuna lo hizo!". Luego, los habitantes piden clemencia a los Reyes Católicos, y éstos, enterados de la atroz tiranía ejercida por el Comendador, no sólo perdonan al pueblo sino que lo acogen bajo su jurisdicción.
-Me gusta la historia.
-Tiene un gran mensaje social. Podría aplicarse a la sociedad actual de nuestro país que vive subyugada por la dictadura de Franco.
-¿Y qué papel representas tú?
-Hago de Juez. Quiero averiguar lo que allí sucedió. Aunque en aquella época los Reyes estaban por encima de la Justicia, en la obra creo que actuaron noblemente.
Vicente ha seguido hablándome de lo duro que es el poder vivir sin libertades. Cuando yo le he preguntado si se sentía prisionero, me ha respondido que sí. Que no era libre de poder leer los libros que él quisiera, ni expresar sus ideas en público. "En España -ha añadido- los únicos que hablan libremente en público son los curas en sus iglesias, teniendo además, en los confesonarios, el lugar ideal para recibir información secreta de beatas acusando a vecinos sospechosos de leer revistas y libros prohibidos o de escuchar radios extranjeras".
Lo de la radio me ha intrigado. En mi casa todavía no tenemos. La única que he oído es la que hay en el Circulo Católico del pueblo al que acude mi padre a tomar café y a jugar alguna partida de guiñote los domingos. Por ello le he preguntado cómo se pueden escuchar radios de otros países.
-Eso ya te lo explicaré otro día. Ahora repasa un poco el francés que ya he visto a la "franchuta" pasar por el pasillo. Aprender idiomas es muy importante.

6 de febrero:
En la clase de Gramática -qué aburrida se me hace ahora- se ha enfadado el profesor por las muchas faltas de ortografía que cometen algunos alumnos. No entiende cómo pudieron aprobar el examen de Ingreso en el Bahillerato con tantos errores. Los maestros del pueblo que me prepararon sabían que, en el Instituto, si cometías más de tres faltas te suspendían. Por ello me hicieron trabajar a fondo en los dictados. Vicente me dijo en cierta ocasión que en los colegios privados no son tan exigentes a la hora de realizar esta prueba. Yo no comprendo cómo muchos compañeros no saben distinguir cuándo la a y la e llevan o no h, o diferenciar ahí de hay, y haber de a ver.
Calmado el profesor nos ha explicado que todos los años se convoca un concurso literario de poesía y prosa con motivo de las fiestas patronales. A los ganadores, además de recibir un premio, les publican su trabajo en la revista del colegio.
Creo que voy a participar en el concurso. Escribir siempre me ha gustado. Cuando el maestro nos mandaba hacer redacciones sobre la primavera o la vendimia, las hacía muy extensas; aunque luego me advertía que evitara repetir algunas palabras. Esta noche, antes de dormirme, pensaré el tema.

8 de febrero:
Nos ha tocado ensayo de la zarzuela. Siempre que nos llaman para ello me pongo muy contento porque puedo ponerme muy cerca de Mª Pilar. Hoy la he mirado y ella me ha devuelto la mirada. Le he dicho que llevaba un lazo muy bonito, que sus ojos eran del mismo color que los míos. Ha bajado la cabeza y se ha puesto a cuchichear con su compañera. Cuando el profesor de canto ha levantado las manos para comenzar el ensayo, he visto con sorpresa que en el lado izquierdo de la americana llevaba sujeta una pistola. Esto me ha distraído de la música y no he empezado con los demás. ¿Una pistola? ¿Un profesor en clase con una pistola? ¿Será verdad que en el mismo colegio hay profesores infiltrados que vigilan a sus compañeros? Mª Pilar también la ha visto y no ha parecido darle importancia. Al terminar el ensayo se lo he comentado y ésta ha sido su respuesta:
-Ya sabía que es policía. Tiene una hija que estudia segundo curso; en el estudio de nuestra vela me ha contado alguna vez que su padre es policía secreta.
Además, canta en el coro del Pilar, con los infanticos y canónigos, cuando hay misas solemnes.
No podía imaginar que ese señor, pequeño, regordete y con voz infantil, fuera un policía. Yo me los imaginaba fuertes, altos, con bigote y mirada algo traidora. Lo comentaré con Vicente, seguro que él conoce bien este tema.

11 de febrero:
Todo ocurrió en un instante. Fue una inspiración que me llegó de improviso. Ayer, en el estudio de los internos, cuando más tranquila se halla la vela y mejor te concentras, pensé qué podría escribir para el concurso literario. Cerré los ojos para buscar ideas y se me apareció mi madre sonriente y feliz envuelta en una nube acristalada. Emocionado por su presencia le dije: "Sí, mamá, voy a escribir una poesía recordando los últimos momentos de tu vida cuando, agarrada a mi mano, te despediste para siempre queriendo trasvasar a mi sangre toda la bondad que tu cara de Virgen acumulaba". Igual que vino se fue. ¡Qué cruda es la realidad de los sueños imposibles! He escrito varios versos pero no casaban bien. Pensando, pensando, he cambiado palabras y al final me ha salido una sencilla poesía que me ha emocionado. Cuando hoy se la he enseñado a Vicente esperaba su aprobación, pero apenas la ha leído me ha dicho que había escrito versos, mas en ellos no había poesía. Que la poesía no tenía forzosamente que rimar, porque a veces, al buscar la palabra adecuada para la rima, se pierde la espontaneidad y la frescura del pensamiento.
-Mira -me ha indicado enseñándome una pequeña libreta que ha sacado de su americana-. Aquí tengo unas poesías que he copiado del libro que ha escrito el hijo del director, al que la censura no le deja publicar todo lo que escribe, a pesar de que un hijo del censor, Ayala, viene a este colegio. La poesía pertenece a su primer libro, titulado "Sumido 25". Léela y dime qué opinas.
El texto llevaba por título "Desnudo entero". He comenzado su lectura y he visto que los versos no rimaban, que unos eran más largos que otros y empleaba muchas palabras que yo no había oído nuca; sin embargo algo había escondido en su contenido que me ha hecho pensar. Cuando he terminado le he comentado a Vicente:
-Lo siento, pero apenas entiendo este texto. Si tú me dices que esto es poesía me lo creo; yo nunca había leído una cosa así.
-Es lógico que no lo entiendas. Tu vocabulario todavía es muy limitado. Tienes que leer mucho para enriquecerlo. Pero es magistral. Está llena de imágenes que sugieren multitud de ideas. Tú, que eres creyente y católico, sabes rezar, ¿no?
-Todas las noches lo hago: tres Padrenuestros y tres Avemarías a la hora de acostarme. Pero yo no he visto imagen alguna en el texto.
-En poesía, una imagen no es una escultura o una pintura: es representar con unas palabras la apariencia y la semejanza de otras; como cuando en un piropo le dices a una chica: tus labios de amapola me seducen. Se lo dices porque la amapola es roja y sus labios también lo son. En una buen poesía debe haber abundantes imágenes; ésta que te he dado es una verdadera oración. Pero no una oración repetitiva en la que siempre se dice lo mismo de forma monocorde, como cuando los católicos rezáis el rosario. Aquí, el poeta le pregunta al Señor para qué hemos nacido. Y al no encontrar respuesta termina diciéndole que no le busque. "... Que se irá solo, agotado de luz, tranquilo pero desesperado, buscando el secreto de las estrellas en el esqueleto de sus labios".
-Tal como tú lo explicas creo que voy entendiendo algo. Entonces, si le habla a Dios no es ateo como me habían dicho.
-Cree y no cree. Duda. La persona que admite poseer la verdad ya no tiene que hacer nada en la vida: está muerta. La vida ha de ser una búsqueda continua. Unas veces
será para hallar soluciones a las injusticias, otras para descubrir los secretos que la ciencia tiene escondidos. Pero para ello hay que dudar. El no pensar, como hacen los fachas que se creen los amos del mundo y no admiten que nadie opine de forma distinta a ellos, es vivir cadavéricamente.
Sin darnos cuenta, hablando y hablando se ha hecho la hora de salir y ha tocado la campana. Vicente, antes de despedirse, aún me ha dicho: -La poesía sobre tu madre está llena de buenas ideas, mas no debes estar preocupado por la rima. Tú, escribe lo que sientas como si fuera una carta que le envías a ella. Ya verás qué bien te queda. Hazlo esta noche y mañana me lo enseñas.

13 de febrero:
Al levantarme esta mañana, cuando todavía estaba a medio vestir, Aznárez, el gordo de Tierga, le ha comunicado al inspector del dormitorio que le habían robado dinero de la cartera. Enseguida, otro compañero, Gómez el de Aguarón, ha dicho lo mismo: le faltaban cinco duros.
-¡Que nadie salga de la habitación hasta que aparezca lo robado!- ha gritado el inspector muy enfadado.
Inmediatamente cada uno ha comprobado si le faltaba también algo. A mí poco me podían robar, sólo tenía quince pesetas, en billetes de a duro, y dos reales: todo seguía en su sitio.
-¡Hay que descubrir al mangante! -ha gritado con fuerza el de Tierga-. Esta vez me han robado dinero, mas la semana pasada me quitaron comida del paquete que recibí de casa.
Aunque ninguno sospechábamos de nadie, todas las miradas se han dirigido al de Anzánigo, un muchacho de vida solitaria que apenas convive con los demás. El inspector del cuarto se lo ha comunicado al Lorenzana con cierta inquietud. Yo estaba
nervioso, hacía tres días que había vuelto a coger otro bocadillo olvidado por un externo en el cajón de una mesa de la vela. ¿Me habrían visto?
-¡Si no aparece antes de dos minutos ese dinero os voy a castigar sin salir los sábados durante un mes! -ha gritado Lorenzana con su voz afeminada-. Este hecho -ha continuado- va a llegar a oídos del director, ya sabéis cómo las gasta.
No han pasado dos minutos cuando el de Aguarón, señalando debajo de la cama de mi amigo Javier, ha exclamado:
-¡Ahí está el dinero, junto a la maleta de esa cama!
Javier, sorprendido por el hallazgo, y ante la mirada acusadora de algunos, se ha puesto muy colorado.
-¡Yo no he sido! ¡No soy un ladrón! ¡Alguien lo ha colocado ahí para que me echaran las culpas!
Y llorando con fuerte hipo y congoja me ha mirado buscando apoyo; él sabía que yo me comía los bocadillos que los alumnos se olvidaban. Adelantándome a sus pensamientos le he dicho al inspector:
-Estoy seguro de que Javier no ha sido. Le conozco muy bien, y aunque tanto él como yo vamos escasos de dinero, nunca robaría a un compañero. Si lo hubiera necesitado, lo poco que tengo se lo habría prestado.
-Creo que el autor del hecho se ha arrepentido de su mala acción -ha explicado muy seriamente Lorenzana-. Eso está bien, pero si vuelve a ocurrir tomaré medidas disciplinarias durísimas. ¡A vestirse todo el mundo y a desayunar, la campana de entrada va tocar dentro de un cuarto de hora!
Por la noche, a la hora de acostarnos, he hablado largamente con Javier. El que pensaran que él había sido el ladrón le había afectado muchísimo. Nos hemos prometido vigilar al de Anzánigo: los dos estábamos seguros que él había sido el mangante.

15 de febrero:
El profesor de Gramática, un rebotado de cura, está enfermo con gripe y lo ha sustituido el profesor que no duerme en el colegio pero sí desayuna y come, aunque lo hace siempre solo: el Dicenta, como lo llama Vicente. Su voz oscura y cascada por lo mucho que fuma, o quizá porque también bebe bastante, es inconfundible. Mordiéndose las uñas sin disimulo ha comenzado a decirnos que a él no le gustaba explicar como a la mayoría de los profesores. Prefería dialogar con el alumno sobre temas de actualidad porque se aprende más de los hechos de la vida que de lo escrito en los libros. Y así, con esta inesperada introducción ha preguntado.
-¿De qué queréis que hablemos?
Nos hemos mirado sorprendidos y nadie ha contestado. Tras un silencio que me ha parecido una eternidad, mirándole cómo se mordía las uñas me he atrevido a decir con voz un tanto apagada:
-Me gustaría hablar de lo que estos momentos siente mi estómago: sobre el hambre.
Las miradas de toda la clase se han clavado en mí como si fuera un bicho raro, poniendo colorada mi cara. El profesor, dejando de redondear sus uñas, se ha tapado la boca queriendo evitar una inesperada risa. Luego, poniéndose serio y apaciguando el pequeño alboroto que mi petición había causado en la clase, me ha preguntado:
-¿No has desayunado?
-Sí, pero un tazón de leche y un panecillo no me dan fuerza suficiente para aguantar hasta las dos.
-Conozco qué es el hambre, pero hambre con mayúscula: estar todo el día en ayunas y sin poder comprar ese panecillo que tú y yo nos hemos comido convertido en remojones con la leche. ¿No te dan almuerzo a la hora del recreo?
Al contestarle negativamente con la cabeza, ha bajado la vista hacia la mesa y se ha puesto a redondear de nuevo sus uñas. Entonces, un alumno externo que me aprecia y me llama cariñosamente "hoyicos" -su padre tiene una tienda de quesos en una calle cercana al mercado- ha sacado de su cartera un bocadillo envuelto en papel de periódico y me lo ha entregado. Dicenta me ha autorizado a salir de la clase a comérmelo. Aunque en el retrete había mal olor, no he hecho ascos a tan sabroso manjar.

16 de febrero:
Parece ser que lo sucedido en la clase de gramática con Dicenta ha llegado a oídos del hijo poeta del director. Ayer, cuando fui a ensayar la escena de Fuenteovejuna me llevó a un rincón y, hablándome cariñosamente, poniendo su mano encima de mi hombro, me dijo que le ha comunicado a sus padres que pongan mi nombre en la lista de los que almuerzan. Le di las gracias y él me contestó que confiaba en mí. Que estudiara mucho para que mi padre se sintiera orgulloso. Por la noche se lo comenté a mi amigo Javier. A él tampoco le dan almuerzo, aunque recibe cada quince días un paquete de casa que su padre le envía por tren. ¡Cuántas veces he compartido con él su sabrosa mercancía!
Mientras el sueño llegaba, arrebujado dentro de la cama con la cabeza metida en su interior, me puse a pensar en los estudios. Me di cuenta que entre los ensayos, la poesía que estoy escribiendo para el concurso y las numerosas veces que mis pensamientos me llevan a los ojos de Mª Pilar, las notas que me ponen en sus libretas los profesores han bajado algo. Tendré que hacer un esfuerzo mayor en los exámenes trimestrales de Semana Santa y compensar esta pérdida. No podría resistir que un suspenso apareciera en mi boletín.

18 de febrero:
A las once ha venido un fámulo a buscarme a la vela y me ha llevado al comedor. Allí estaban los Marraco, los Falcón, Escartín, Marquesán, los hermanos madrileños, Francisco y Daniel, y otros internos que, según dicen, tienen cartilla de cosecheros: todos ellos duermen en los cuartos de enchufados, los que tienen el suelo de tarima y calefacción en las primeras horas de la noche. Otro fámulo ha sacado una bandeja llena de bocadillos y los ha ido repartiendo. Como novato he sido el único que ha mirado qué había en su interior: tortilla de patata. Luego, me he dado cuenta que hasta en esto había diferencias; algunos tenían tortilla francesa y otros carne asada. Por la tarde le he contado lo sucedido a Vicente y se ha alegrado de que mi estómago recibiera ayuda a mitad de la mañana. Luego ha comentado:
-Estoy seguro que ha sido el Dicenta quien ha conseguido que te dieran bocadillo. Es un profesor muy inteligente y comprometido con los problemas sociales. Su abuelo, nacido en Calatayud, fue famoso autor teatral que en la mayoría de sus obras planteaba los problemas que sufrían los obreros. Se hizo tan famoso que le construyeron una escultura en la plaza del Carbón como reconocimiento a su obra. Desgraciadamente fue retirada por los falangistas cuando los militares se sublevaron el 18 de julio de 1936.

20 de febrero
Inesperadamente el tiempo ha mejorado y las nieblas no son tan intensas. Camino de nuestro paseo diario hacia la ribera hemos podido contemplar la rapidez con que avanzan las obras del monumento a los Caídos por Dios y por España. Al mausoleo sólo le falta por colocar la gran mesa de altar y la cruz gigantesca que coronará la obra. La explanada delantera la están preparando para plantar varias hileras de cipreses, como en los cementerios. Se sigue comentando que Franco vendrá el día que se inaugure. Me gustaría verlo de cerca para saber realmente si este hombre, al que unos
alaban, y otros, aunque sea en secreto le odian a muerte, tiene algo especial en su mirada. En las fotos que preside las aulas, su rostro, poco expresivo, no me dice nada; únicamente el bigote, un tanto desaliñado, produce cierta desconfianza.
Por la tarde, en el estudio de la vela me he sentado entre Vicente y Pepe, el cuarto hijo del director, que estudia también quinto curso. Me ha chocado el pantalón golf que llevaba, así como su frente medio tapada con un tupé que constantemente se acariciaba. Pepe es más fuerte y alto que Vicente. Su voz, más grave, no tiene la dulzura y delicadeza de la de su amigo. Cuando ha visto que le entregaba a Vicente la poesía para que me la corrigiera, me ha pedido si podía leerla.
- No sabía que tan joven te gustara escribir poemas.
La palabra poema me ha sorprendido, era la primera vez que la oía. Con mucho interés le he preguntado si una poesía era los mismo que un poema. Sonriéndose me ha contestado que sí.
Nos hemos hecho amigos. Su hermano menor, que va a segundo, es también un buen compañero, pero al ser el pequeño de la familia está demasiado mimado por sus padres y por las criadas que le consienten todo. Durante los recreos siempre está jugando con su amigo Tayo, el menor de los Marraco, a luchas de indios y pistoleros por entre los pasillos y las mesas; según me comentó la Sansonia, a su padre le hubiera gustado que fuera chica: tenía cuatro hijos y deseaba que el quinto rompiera la racha de varones.

22 de febrero
Hoy me he llevado una grata sorpresa. Pepe, el hijo del director, con el que ya me une una gran amistad, me ha presentado al profesor que le da clase de Matemáticas, don Enrique Moliner; un señor pequeño y regordete que fuma en pipa, del que me ha dicho que es paisano mío. Él, y su hermana María, nacieron en mi pueblo a principios
del siglo cuando su padre ejercía de médico; yo desconocía tal hecho Me ha parecido un hombre muy campechano, aunque algo triste, como si estuviera de vuelta de la vida y los días no tuvieran significado. Su hablar, un tanto entrecortado, ha hecho que algunas palabras no se las haya entendido. Hemos quedado en tener otro día una larga conversación. Quiere preguntarme por algunas personas amigas que aún conserva en mi pueblo.
Por la tarde hemos vuelto a ensayar la zarzuela. Y como siempre, he hecho lo posible por ponerme al lado de Mª Pilar. Si estoy a su lado me siento distinto, algo nervioso pero contento. Le he preguntado si era feliz y me ha respondido con una palabra que no he entendido. Al ver mi cara de sorpresa me ha explicado que era una respuesta en esperanto, un idioma que habla su padre y quiere que ella lo aprenda. Esperanto, nunca había oído esa lengua; la palabra suena a esperanza, mas no la relaciono con país alguno. No hemos podido hablar más. El policía secreta -hoy también llevaba pistola- sentado delante del piano nos ha dado la entrada y hemos comenzado a cantar. Las voces están ya muy conjuntadas, solamente nos hemos retrasado en un final. El ensayo ha sido presenciado por el segundo hijo del director, don Manolo, siempre elegantemente vestido, quien nos ha comunicado que la próxima semana haremos un ensayo general en la vela con todos los actores. El último lo realizaremos en el propio teatro con varios músicos de la Orquesta Filarmónica de Zaragoza; ellos, dirigidos por el policía secreta, tocarán sus instrumentos. Los nervios van en aumento. Tengo ganas de que todo llegue y se pase.

3 de marzo:
Hoy he cumplido once años. He recibido dos cartas de felicitación: de mi casa y de mi primo, el que estudia para cura, al que algunas mañanas, durante el paseo por la ribera, voy a visitarle al Seminario situado en la plaza de La Seo: un edificio húmedo y
lóbrego en donde los inviernos, al no tener calefacción, se le hacen eternos; gracias que al ir vestido todo el día con sotana puede hacer frente al intenso frío, aunque la escasa alimentación que recibe convierten a sus tripas en un continuo gorgoteo. Me dice en su carta que ya sueña con poder inaugurar el nuevo Seminario que están construyendo en las afueras de Zaragoza. La carta de casa está escrita por mi hermana mayor; al final ha puesto la pequeña, con letra bastante legible: ¡Felicidades, tato! Veo que su escritura ha progresado muy deprisa. También me han enviado dos billetes de cinco pesetas. Me vendrán muy bien para las fiestas, no tendré que pedirle dinero prestado a Javier -siempre me lo ha dejado cuando yo no tenía- ni al madrileño Francisco que, todos los domingos, como otros alumnos, hacen un vale y el director les da el dinero que necesitan.
El ensayo general de Fuenteovejuna lo hemos realizado en la vela después de haber amontonado bancos y mesas en uno de sus lados. Han asistido, además del director y tres de sus hijos -Pepe también trabaja en la obra-, personas que nunca había visto. El director, vigilante en la puerta, producía un ligero carraspeo de vez en cuando, tal vez producido por el puro que estaba fumando. Yo me he quedado embobado viendo cómo la protagonista, Laurencia, en el tercer acto de la obra le echaba en cara a su padre, y a todos lo hombres reunidos en el Concejo, de no tener la valentía para defender a sus mujeres, permitiendo que el comendador Fernán Gómez las raptara para quitarles su castidad antes de celebrar sus bodas. Se atreve a llamarles gallinas y liebres cobardes. Sus palabras, sentidas y llenas de venganza, convencen a todos los presentes que gritan: "¡Mueran, tiranos traidores! ¡Tiranos traidores, mueran!". Laurencia, viendo marchar a los hombres hacia la casa del Comendador, se queda sola en escena y les dice gritando: "¡Caminad, que el cielo os oye!". Luego, con gesto desgarrador, se dirige a las mujeres y exclama: "¡Ah, mujeres de la villa! ¡Acudid, porque se cobre vuestro honor, acudid todas!". Este final de escena lo hemos aplaudido todos espontáneamente; Dicenta, el hijo poeta del director, su hermano don Manolo y Pío se han mirado complacidos.
Tras una breve pausa hemos continuado con el ensayo. Es en esta parte final de la obra donde Vicente como Juez, y yo, como chico de pueblo, actuamos. Todo ha salido bien. El próximo y último ensayo se hará en el mismo escenario del teatro Principal.

5 de marzo
Nos habían dicho que para las fiestas patronales se iba a publicar una revista en el colegio. Hacía unos tres años que se editaba un boletín llamado Nuestra Revista pero desapareció durante los tres últimos años. La nueva querían que fuera más extensa y con mayor participación de los alumnos. Sin embargo, algún problema oficial -de censura me diría Vicente- hizo que su aparición se retrasara; por fin nos la han entregado en la mañana de hoy. Al tenerla entre mis manos me ha sorprendido su nombre: SAMPRASARANA. ¿Qué significaba esta palabra? Antes de leer su contenido he mirado detenidamente los adornos que rodeaban al título: el símbolo de una raíz cuadrada, en cuyo índice hay un sol rodeando las entrelazadas letras ST -Santo Tomás- le sirve de gorro, y mezclado con él, frases en latín, fórmulas de matemáticas y de química y dos exclamaciones: un muera y un aúpa. Su contenido lo hemos comentado en la clase de Gramática. El profesor ha explicado que le parece una revista jugosa, juguetona, nada ñoña; juvenil, traviesa y seria a la vez; una expresión lo más certera y posible de nuestra vida colegial. Una revista que se ríe de la terrible "Señora Eugenia" y de los avinagrados aspectos que una comunidad de colegiales y profesores tan dispares presenta a veces. Pero también una revista que resalta nuestras inquietudes literarias y
entusiasmos deportivos, las voces de los alumnos, exalumnos y jóvenes profesores, junto a la autoridad y ternura de los mayores.
He empezado a leerla y cuán grande ha sido mi sorpresa al ver que mi nombre aparece dos veces: una en el programa de fiestas como actor en la obra de Fuenteovejuna; al leerme en el reparto como chico de pueblo no mentía, yo era un verdadero pueblerino que quería salir de la ignorancia en la que vivía. Luego, en la última página, en un recuadro titulado "Fallo del Certamen Literario", estaba de nuevo mi nombre con un accésit en el apartado de poesía, categoría infantil. Al leerlo me he quedado mudo: desconocía el significado de accésit, y la palabra fallo la interpretaba como un error. Mi pregunta al profesor pidiendo que me lo aclarara, ha servido de explicación a toda la clase.
-Fallo -nos ha dicho- tiene dos significados: cometer un error y dar sentencia definitiva a algo que se está juzgando. En la revista hace referencia a la resolución que ha tomado el jurado que ha leído todos los trabajos presentados al concurso. En cuanto a la palabra accésit es una recompensa inferior al primer premio.
Aclaradas mis dudas me he tranquilizado. Sólo me quedaba la incertidumbre de si el jurado habría sido justo; a mí me corrigió el poema Vicente, y un profesor se la corrigió al que había recibido el primer premio. ¿Habría también en esto enchufados? No quiero darle más vueltas a este asunto, aunque Pepe, el hijo del director, también ha sido premiado con un poema que la revista publicaba. La leeré detenidamente en cuanto disponga de tiempo. Hoy, sólo me he fijado en quién firma los numerosos artículos que en ella aparecen. Me ha sorprendido que hay uno firmado por el autor del libro de Gramática que llevamos de texto, don José Manuel Beclua. Vicente me ha aclarado que fue un antiguo profesor en el colegio aunque ahora lo es en el Instituto Goya. Pienso que ya tengo suficiente lectura para dos semanas.

10 de marzo:
¡Qué días hemos pasado! No podía imaginarme el ajetreo y el nerviosismo, pero también la alegría y el gozo, que las fiestas patronales proporcionan a todos los alumnos. Fueron tres días -6, 7 y 8- en los que el ritmo del colegio cambió por completo. Al director se le veía feliz al comprobar cómo sus profesores, sin distinción, colaboraban de alguna forma para que todo saliera bien. El día anterior del comienzo de las fiestas, los que actuábamos en las obras teatrales pasamos toda la mañana ensayando en el Teatro Principal, vestidos con las ropas adecuadas en cada obra, traídas, creo, de Valencia. En la vela habían desalojado todas las mesas dejándola convertida en una sala de exposiciones: numerosos cuadros de pintura y dibujo adornaban sus paredes, exposición que fue inaugurada el día seis, tras haber celebrado en la iglesia Santa Isabel (la mayoría la llaman San Cayetano) una solemne misa en donde la escolanía del colegio, a la que pertenezco, cantamos la misa de Perosi y diversos motetes -así lo ponía en el programa de fiestas- alusivos al acto. Al final entonamos el "Colegio del alma, remanso de calma...", himno del Colegio, que todos, puestos en pie, hemos cantado con emoción. También hubo competiciones deportivas con otros colegios de la ciudad; interesantes partidas de ajedrez y pin-pong; un partido de fútbol entre profesores y alumnos, en donde se escenificó al final del encuentro la quema simbólica de doña Eugenia, siendo padrino del acto el hijo mayor del director, el poeta, vestido con capa negra y gorro de copa. Pero nada fue comparable al acto celebrado en el Principal al día siguiente, desde las tres hasta las siete de la tarde.
El teatro se hallaba completamente lleno. En uno de los palcos, el director, su esposa y otros invitados, contemplaban emocionados el bullicio que los alumnos y familiares producían en el patio de butacas. En los alrededores del escenario, el poeta, su hermano don Manolo, Dicenta y Pío, daban las órdenes oportunas a los tramoyistas
al mismo tiempo que nos animaban calmando nuestros nervios. Una pareja de bomberos se paseaban de un lado a otro entre los bastidores vigilando que nadie fumara. Un fotógrafo, al que llamaban Pomarón, realizaba fotografías en diferentes grupos disparando en cada una de ellas una llamarada de magnesio. Yo estaba alucinado en medio de aquel espectáculo que el público no veía. Vestido con una camisa blanca ennegrecida, unos pantalones de pana remendados, sujetos por un solo tirante, y unas alpargatas recosidas, me parecía al hijo del estañador que semanalmente venía al pueblo con su pozal de fuego echando chispas y gritando: ¡estañador y paragüero! De pronto, la voz cascada de Dicenta resonó como un quejido.
-¡Silencio! ¡Dentro de cinco minutos se levanta el telón! ¡Los actores del primer acto que se preparen!
El Comendador, el maestre de Calatrava, la bella Laurencia y su amado Frondoso se colocaron a la derecha e izquierda del escenario. Yo no actuaba hasta el tercero, eso suponía estar cerca de una hora esperando en un cuarto anexo a los camerinos en los que más tarde actuaba la compañía de teatro Lope de Vega. Y allí, en silencio contenido, junto a otros compañeros y profesores, estuve escuchando las voces de los que actuaban y los murmullos de aprobación del público, esperando a que el Dicenta nos dijera:
-¡Preparados para salir a escena!
Todo salió según lo previsto. Cuando el juez -Vicente- les comunica a los Reyes Católicos que no ha podido averiguar quién fue el autor de la muerte del Comendador, el final se acercaba. Yo, que casi me sabía la obra de memoria, declamaba en mi interior las mismas frases que el Rey pronuncia al terminar el drama: Pues si no puede averiguarse el suceso por escrito, aunque fue grave el delito por fuerza ha de perdonarse. Y la villa es bien se quede en mí, pues de mí se vale, hasta ver si acaso sale comendador que la herede.
Grandes aplausos inundaron todo el teatro a medida que bajaban el telón. Lo levantaron de nuevo y salieron a saludar los protagonistas. Finalmente, obligados por más aplausos, salimos todos junto a Dicenta y don Manolo: el hijo poeta no se unió a la comitiva y se marchó a la antesala a fumar.
Hoy, tres días después de las fiestas, -Pepe ha cumplido dieciséis años y me ha regalado una bolsa de sabrosos caramelos- todavía está mi mente pensando en ellas. Aunque vino a verme mi tía, la que me lleva a su casa a comer algunos domingos, me quedaba el pesar de la ausencia de mis hermanas y mi padre. ¡Cuánto se hubieran alegrado al verme cuando en el descanso, entre la obra de teatro y la zarzuela, al hacerse la entrega de los premios del concurso literario, me nombraron y tuve que salir al escenario a recoger el premio: ¡Un libro de poemas de Juan Ramón Jiménez que allí mismo comencé a leer! Al día siguiente, en un periódico local, un tal Bernardos hacía una crítica elogiosa a la dirección del colegio por su valiosa y atrevida aportación a la cultura zaragozana.

14 de marzo:
El trimestre avanza rápido aunque menos de lo que yo querría. En las clases se trabaja con intensidad y mandan muchos ejercicios. Como el tiempo de luz es mayor, la retirada del sol deja sus últimos rayos en la parte cenital del Mercado Central cuando los externos se preparan para marchar a sus casas. Hay un instante en que sus reflejos penetran por uno de los balcones de la vela dándole un aspecto distinto; esa luz indefinida que alarga las sombras, reflejándolas en las vitrinas que guardan libros y material de Física y Química, tiene un especial hechizo que hace soñar, tras los cristales, al enigmático señor Esteve, el gigantesco muñeco de músculos, nervios, venas y arterias empleado en las clases de Ciencias Naturales. Ahora, los cortes de la luz eléctrica no son tan abundantes como durante el invierno, y aunque falte no se encienden los petromax; unas gotas de esperanza hace que nuestros corazones vibren con más intensidad: la primavera llama a la puerta.

17 de marzo:
Ayer, en la clase de dibujo, le di una nota Mª Pilar. Le decía que estaba interesado en saber algo más sobre el esperanto, ese idioma que le está enseñando su padre y que le sirve para escribirse con personas de diferentes países. Este repentino deseo que me ha nacido es una excusa para poder hablar con ella: creo que me estoy enamorando de su mirada y de su sonrisa. Desconozco qué es esto del amor, pero hay algo en mi interior que sin querer me lleva a pensar en ella. Javier no ha sabido darme una explicación; únicamente me ha dicho que él, cuando piensa en alguna chica guapa se excita bastante. Javier tiene trece años, su bigote y piernas ya tienen pelusilla, y con alguna frecuencia se la menea; más de una noche he notado movimientos sospechosos de tal acto bajo la ropa de su cama. Yo, con mis once años recién cumplidos, siento vergüenza cuando hablan de este tema los mayores, mas no me desagrada; y cuando cuentan chistes de los llamados verdes me río con ellos aun cuando algunos no los comprenda. El problema está cuando llega la hora de ir a confesarte y le tienes que decir al sacerdote que has tenido pensamientos impuros. Él investiga más a fondo preguntándote si también han sido de obra, y cuántas veces. Entonces dudo qué contestarle, y ante mis dudas me da la absolución, con la correspondiente penitencia, recordándome que no peque más. Yo no creo que pensar en los ojos de una chica o el sentir deseo de acariciar sus manos sea pecado; eso pone ilusión en mi soledad y me hace sentirme feliz, sobre todo si compruebo que ese deseo es correspondido por ella.
Este asunto del enamoramiento se lo he comentado a Vicente; no parece haberle interesado mucho pero se ha sonreído. Él tiene dieciséis años pero piensa con la madurez propia de una persona adulta. Me ha dicho que enamorarse tan pronto te quita libertad, te distrae del trabajo y a veces llegas a cometer alguna tontería de la que luego te arrepientes. Sus amores de ahora son los libros y la lucha clandestina contra la dictadura de Franco. Él, afirma, es culpable de que en mi casa se viva con angustia y de que no tenga tiempo de pensar en los cuerpos de las chicas. Pregúntale a Pepe, el hijo del director, que está chiflado por una rubia de su curso. A él le gusta presumir y hace alarde de su enorme frente luciendo un flequillo que constantemente se lo está echando hacia atrás: las chicas lo miran y se quedan embobadas; es el hijo del jefe, pero sabe ser también buen compañero.
De esa chica de tu curso que estudia esperanto -me cuenta Vicente- conozco a su padre; es un hombre comprometido con la justicia social. El esperanto le sirve para estar en contacto con otras ideas más avanzadas, sobre todo socialistas, que por el resto de Europa vuelan. Pero él sabe que tiene que tener cuidado; su correspondencia, al proceder del extranjero, se la vigilan constantemente. Los esperantistas, grandes amantes de la Paz y de la Naturaleza, son mal vistos por las autoridades: creen que, en secreto, luchan para derribar el gobierno de Franco.

21 de marzo:
¡Ya llegó la primavera! Hoy sábado, cuando hemos llegado a los descampados del barrio de la Química para jugar al fútbol, contemplando las lindes de los campos con abundante hierba y algunas margaritas, me han recordado las laderas que rodean al pueblo, sobre todo las cercanas al Calvario, en donde las aliagas y el romero ponen un atractivo color amarillento y verdoso. Me he imaginado a mis amigos jugando al escondite por entre las piedras negruzcas del pequeño montículo e intentando atrapar a las primeras lagartijas, todavía aletargadas, que se atreven a tomar el sol de la tarde por las tapias del cementerio viejo. Aquí, todo es distinto. El humo que desprenden las chimeneas de la fábrica de abonos y productos químicos, pone a veces una nube oscura sobre nuestras cabezas dejándose sentir un olor nada agradable. Pero nosotros a lo nuestro: colocamos las piedras que hacen de portería y a correr detrás del balón. Cuando me canso me pongo de portero imaginándome que soy Eizaguirre. La tarde pasa deprisa y, aunque todavía hay luz, tenemos que volver al colegio; a las siete es la hora de la merienda, luego, estudio general hasta que las palmadas del fámulo nos llamen a la cena.
Hoy hemos realizado la vuelta por la ribera en vez de hacerlo por la calle de Predicadores. Queríamos contemplar el alto nivel de las aguas del Ebro que, tras las primeras y beneficiosas lluvias primaverales, han inundado la zona de los baños públicos, situados en su margen izquierda, junto al centro de natación Helios. Por su ampliado cauce de color terroso hemos visto bajar troncos de árboles secos y algún animal ahogado; numerosas personas, apoyadas en la barandilla, contemplaban preocupadas la gran riada. Y hasta las mujeres de la cárcel, agarradas a los barrotes de sus ventanas, miraban atentamente el espectáculo: la tristeza de sus caras me ha impresionado de nuevo ¿Sufrirán sus hijos? ¿Cuánto tiempo penarán en las celdas por atreverse a pensar libremente? Las ideas revolucionarias de Vicente buscaban acomodo en mi cerebro. Nunca podía imaginar que la mayoría eran presas políticas. De improviso, una de ellas, rompiendo el silencio sepulcral de sus compañeras, ha lanzado al aire su voz con una jota estremecedora: Río Ebro, río Ebro / que arrastras tierras y ramas / llévate el dolor y penas / que se almacenan en mi alma. Todas las reclusas han comenzado a golpear los barrotes emocionadas. Nosotros, sorprendidos por ese lamento, en una reacción espontánea, hemos aplaudido con fuerza. Inmediatamente nos
ha llamado la atención el inspector exigiéndonos andar deprisa. Al llegar a la pasarela, algunos se han parado en la abuela que vende golosinas y cigarrillos sueltos en su viejo carromato: hoy tenía muchos compradores, el resto de los días sólo somos nosotros los que la visitamos en nuestro diario paseo del medio día.

23 de marzo:
Nos avisaron ayer. Hoy comenzarían a impartirnos unas charlas preparatorias para una buena celebración de la Semana Santa. Íbamos a tener durante tres tardes, en nuestra iglesia, una hora de meditación, rezos y cantos; serían como unos breves ejercicios espirituales. Al saberlo, de nuevo me ha venido el recuerdo del pueblo en donde todos los viernes de cuaresma íbamos en fila desde la escuela hasta el templo a celebrar el Vía Crucis acompañados por los maestros.
A las cinco de la tarde se han suspendido las clases. Todos los cursos, desde primero a séptimo, chicos y chicas, hemos ocupado los bancos de la lóbrega iglesia. Además de los inspectores, han sido bastantes los profesores que también han hecho acto de presencia. El director -todavía llevaba gabardina y sombrero- se ha sentado al lado del altar mayor como vigilante mayor del reino. Tras el rezo del rosario por el Lorenzana, ha subido al púlpito un sacerdote cuya sotana lucía en el cuello un reborde morado. El tono de su voz -dicen que es un canónigo famoso por sus sermones- me ha impresionado. Sonaba como salida de ultratumba pero con fuerza y atrevimiento. El silencio y la atención de los primeros minutos, recordándonos que hemos nacido para morir, y que al final del camino lo único importante era salvar nuestras almas del castigo eterno, ha comenzado a dispersarse; cada uno llevaba sus pensamientos hacia los distintas imágenes que adornaban los altares, como esa Santa Lucía que nos mostraba sus ojos, o a Santa Águeda que sostenía en una bandeja sus pechos.
Terminado el largo sermón hemos cantado "¡Perdona a tu pueblo, Señor! ¡Perdona a tu pueblo, perdónanos Señor!".
Vicente ya me había comunicado que no vendría a clase por la tarde. Quería evitar el enfrentarse al director si le obligaba a ir a la iglesia. Para él era un sacrilegio el cantar el "Perdona a tu pueblo" cuando ese pueblo, hambriento de pan y de justicia, paseaba su miseria y desconcierto por los barrios humildes de la ciudad.
-No tiene sentido decirle a Cristo -me decía muy convencido y serio- que no se enoje, cuando muchos de sus representantes, que fueron cómplices en la matanza de personas durante y después de la Guerra Civil, todavía siguen denunciando, sobre todo en los pueblos, a los que no van a misa o trabajan los días festivos. ¡Justicia, Justicia! es lo que habría que cantar.
Las ideas de Vicente me desconciertan. Siento temor a un Dios que puede castigarme si no cumplo sus preceptos divinos -todas las noches le rezo antes de dormirme pidiéndole perdón por mis posibles pecados- y sin embargo me doy cuenta que mis sentimientos hacia Él van cambiando al conocer las cosas que Vicente me cuenta y se me habían ocultado. Hasta me asalta la duda de si mi padre, falangista, podría haber intervenido culpando a alguien. Estos tres días de rosario, sermón y cantos de lamentos van a servirme para intentar poner orden en mi cerebro.

26 de marzo:
El director ha entrado por sorpresa en la clase de latín. Es un especialista en esta asignatura de la que fue catedrático en un Instituto antes de la Guerra Civil. Al verlo entrar, todos los alumnos y el profesor nos hemos puesto de pie. Su visita, nos ha dicho con solemnidad, sirve para saber cómo andamos los más peques con la lengua de Virgilio. En primer curso no hacemos traducciones, nos limitamos a aprender morfología, especialmente a declinar nombres y a conjugar algunos verbos regulares. Y
ha sido precisamente dos tiempo del verbo laudo los que me ha preguntado; le he contestado con rapidez y ha pasado su mano por encima de mi cabeza como aprobando las respuestas. Después de hacer un tanteo preguntando a las chicas nos ha sacado a todos en corro, y con la correa en la mano, aunque doblada, ha comenzado a preguntar las declinaciones alternándolas entre si: ¡Genitivo singular de rosa - rosae! ¡Ablativo plural de consul - consulis! ¡Acusativo singular de puer - pueri! Su mano indicadora pasaba del primero al último y de éste al del medio o al que veía más asustado. Ante aquel rápido bombardeo se nos nublaba la vista y las respuestas se quedaban muchas veces sin contestar. Yo creo que, interiormente, se aguantaba la risa al ver nuestras caras asustadas de niños desprotegidos. Terminada la función ha carraspeado varias veces. Poniéndose de nuevo serio le ha dicho al profesor:
-Hágales comprender a sus alumnos que el latín es la madre de muchas lenguas, su conocimiento es igual de necesario para el hombre de Letras como para el de Ciencias.
Según me contó un día la Sansonia, la vieja bruja de la limpieza, siempre acompañada de la escoba y sus gatos, a su amo le hubiera gustado que alguno de sus hijos hubiera estudiado para cura, pero con la idea de llegar a ser obispo; tanto él como su esposa hubieran sido muy felices. Ella siempre está por las tardes, mientras las criadas preparan la merienda, con un rosario en la mano bisbiseando oraciones, aunque su mirada controladora en la cocina es inmensa. Por eso, continúa la Sansonia, siempre lleva colgadas en la cintura las llaves de los armarios como si fuera una madre abadesa; sus hijos la respetan y quieren: saben que ella lleva el peso del duro trabajo que un internado requiere.

28 de marzo:
Mañana comienzan los exámenes correspondientes al segundo trimestre del curso. Y como ocurrió para las Navidades nos dejan quedarnos a estudiar después de la cena, durante dos horas, en la clase donde se encuentra el piano. Me gusta que nos den esta oportunidad porque aquí nadie nos vigila y estamos juntos pequeños y mayores. Yo vuelvo dale que dale a las Matemáticas y al Francés. Pinoseco cada vez exige más, y la franchuta, doña Ana, no quiero que me diga con su dedo índice acusador si fallo algo: "¡Míralo, borricote!", oteando por encima de sus estrechas gafas blancas. Además, los mayores, sobre todo mi amigo el de Aguilón, te ayudan si tienes alguna duda.
Anoche se presentó de improviso en el cuarto de estudio, Pepe, el hijo del director. Su llegada inesperada rompió la monotonía del estudio. Él tiene en su casa un lugar más adecuado para estudiar, sin embargo le gusta juntarse con nosotros. En compañía, según comenta, se cansa menos. Además, ha traído su armónica y durante un cuarto de hora -hemos cerrado bien la puerta para que el Lorenzana no nos oyera- ha interpretado con gran maestría música de películas. Animado Santolaria, un interno de cuarto curso, de Canfranc, ha ido a buscar la suya y han tocado a dúo varias piezas: verdaderamente he sentido envidia de ellos.
Ya comenzaba a tener sueño cuando han sonado las doce en el reloj de la torre de San Pablo. A continuación han comenzado a dar los cuatro cuartos en las del Pilar anunciando las largas campanadas del fin del día. He mirado por los cristales del balcón y ya estaba rodeado el mercado de montones de verduras; los hortelanos zaragozanos todavía tendrán que esperar seis horas a que una sirena, con sonido chillón oxidado, les autorice a comenzar sus ventas a los clientes tenderos de toda la ciudad. Andando de puntillas por el dormitorio he llegado a mi cama; nada más acostarme he entrado en un sueño profundo.

1 de abril:
Hoy es fiesta oficial. No hemos tenido suerte porque cae en sábado y sólo nos hemos librado de las clases de la mañana; las tiendas y bancos abren, pero no los organismos públicos: se celebra el "Día de la Victoria". Nosotros estamos más pendientes del partido de fútbol que mañana juega la selección española con Portugal que en la fiesta que hoy se celebra. De portero sale mi favorito, el vasco Eizaguirre; en la defensa le acompañarán Asensi, Riera y Gonzalvo II; como medios, Gonzalvo III y Puchades. Y para meter goles, una delantera formada por el joven Basora y los más veteranos Molowny, Zarra, Panizo y Gaínza.
El profesor de Formación del Espíritu Nacional -otros la llaman Política- nos explicó ayer el significado de este día. Entró a clase con la camisa azul de la Falange, aunque de un tono más oscuro de las que yo había visto de mi padre en el granero, luciendo en uno de los bolsillos el escudo del yugo y las flechas. Cuando le vimos aparecer así ya imaginamos que nos iba a soltar un rollo político. Igual ocurría en la escuela del pueblo. Existía un cuaderno común, llamado de Rotación, donde quedaban reflejados los dibujos y comentarios sobre las fiestas patrióticas. En ese cuaderno me tocó escribir y dibujar el curso pasado la efemérides del "Estudiante caído", recordando que un nueve de febrero, no recuerdo el año, fue asesinado en una calle de Madrid el estudiante Matías Montero.
Después de los hechos que me ha contado Vicente sobre la Guerra Civil, ya dudo de las historias que nos explica este profesor. Don Luciano, o Luciano a secas (dicen que los falangistas se tratan todos de tú) nos ha recordado que tal día como hoy, hace once años, el Generalísmo Francisco Franco Bahamonde pudo anunciar por la radio a todos los buenos españoles que la guerra, tras tres años de lucha y sufrimiento, había terminado: el ejército rojo, desarmado y cautivo, había abandonado España. Ante este anuncio, continuó, la gente salió espontáneamente a la calle cantando canciones
patrióticas. Por eso, a este día, además de "Día de la Victoria", se le llama "Día de la Canción".
A continuación se ha sentado, ha leído un párrafo del libro de texto que trataba sobre el servicio a la patria y nos ha mandado escribir una redacción de diez líneas explicando el significado de la consigna "Se sirve al caminar", recordándonos que la Falange también se creó para los niños y los jóvenes, formándose el Frente de Juventudes.
Como siempre que nos manda algún trabajo, todos los alumnos, antes de firmarlo, hemos escrito en el folio con letras mayúsculas: "POR DIOS, ESPAÑA Y SU REVOLUCIÓN NACIONAL SINDICALISTA: ¡VIVA FRANCO! ¡ARRIBA ESPAÑA!". Este saludo institucional ya era suficiente para aprobar el examen de esta asignatura a la que muchos llaman "María".

5 de abril:
En el partido internacional del domingo pasado, España derrotó a Portugal por 5 a 1. El partido lo escuchamos atentamente en una radio que Luisito, un hijo del director que padece una rara enfermedad, nos puso en el comedor. El portero portugués Barrinaga tuvo que recoger del fondo de la red el balón que, dos veces Basora, otras dos Zarra y una Panizo, le colaron con gran maestría. Este partido de entrenamiento, según comenta el Marca, le ha dado mucha moral al equipo para el próximo campeonato mundial a celebrar en Brasil. Por su parte, el Zaragoza también ganó 1-4 al Erandio. Ya vamos los terceros, tras el Santander y el Lérida; si antes de que finalice la liga subimos un puesto más, jugaremos la promoción de ascenso a Primera División.

6 de abril:
Hoy es día de despedidas. Esta tarde terminaremos los exámenes del segundo trimestre y mañana de nuevo a casa: ¡Han llegado las vacaciones de Semana Santa! Por
la mañana he podido hablar largamente con Vicente que me ha contado su preocupación por cómo marchan los acontecimiento políticos en nuestro país. Muchas noches escucha a escondidas, con su padre, en su propia casa, las emisoras extranjeras de la BBC de Londres y la de Radio España Independiente. A través de ellas se entera de los problemas que el gobierno nos oculta: aislamiento internacional; los juicios sumarísimos de guerra en las cárceles contra presos políticos sin la menor garantía para el acusado; la falta de libertad de expresión que hace exiliarse a muchos escritores y pensadores; el aumento de la pobreza en la clase trabajadora mientras muchos desaprensivos se hacen ricos a través del estraperlo; la Iglesia Católica apoyando a Franco y sus ministros que, al identificarse con su Régimen político, impone una férrea censura en la prensa y en todos los medios de expresión. ¡Hasta en los libros de texto, para poder ser publicados, tienen que dar el visto bueno el obispo correspondiente!
- Mira -me dice abriendo un libro-, aunque es el primer año que estudias latín, te habrás dado cuenta que en la primera página de cada libro aparece la expresión latina NIHIL OBSTAT. ¿Sabes que significa? Que la Iglesia, representada por un canónigo censor, no pone ningún obstáculo para que el mencionado libro pueda ser publicado. Si ese señor hubiera visto algo con lo que no estuviera de acuerdo, el Ministerio de Educación Nacional no hubiera dado su autorización.
Yo he cambiado de conversación y le he dicho que el libro de poemas que me dieron como premio en el concurso literario me lo ha dedicado el hijo poeta del director. Fue la semana pasada; me vio leerlo en el estudio de la vela de los internos y se acercó a mi mesa a preguntarme si me gustaba. Al contestarle que me había aprendido alguno de los poemas, quiso que le recitara uno. Me sacó fuera del estudio, ante el asombro de los compañeros, y en el pasillo le declamé el titulado "Las carretas". Es el que más me ha gustado. Al ver mi interés por la poesía me puso una dedicatoria en el libro.
- Guarda este libro como un tesoro -me ha contestado Vicente-, no sólo por el autor que lo ha escrito sino por la cariñosa dedicatoria con la firma que te ha dejado "El Peladilla". Con el tiempo sus poemas también estarán en los libros de texto.
El último examen ha sido el de dibujo. Como el profesor nos deja hablar, siempre que no alborotemos, he visto a Mª Pilar mirándome como si quisiera decirme algo. Con la excusa de pedir una goma de borrar me he levantado, y al pasar por su lado me ha entregado un pequeño paquete. De vuelta a mi sitio lo he abierto con mucho sigilo. He visto que se trataba de un librito titulado: "La llave del esperanto". ¡Cuánto me he alegrado! De nuevo la he mirado y le he dado las gracias con una sonrisa que ella me ha agradecido. Esta noche seguro que sueño con ella.

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