A S Í S E H A C E
U N L I B R O
Santiago Sancho Vallestín
Estimado
alumno. Tal vez te extrañe leer la
palabra "hacer" empleada para un libro como si un libro fuera un
objeto manual. Sin embargo lo es, ya que en su elaboración son muchas las personas
que intervienen, y deben hacerlo de forma coordinada para que el resultado
final sea valioso. Veamos por qué.
Plantar
un árbol, tener un hijo y escribir un libro, son tres importantes acciones que
todo el mundo debería realizar para sentirse satisfecho de su paso por la Tierra. Tres actos
distintos que tienen un mismo fin: crear vida.
Cuando
plantas un árbol, aguardas ansioso el momento en que sus abultadas yemas
exploten para adornar el paisaje; llegado ese instante ya te sientes creador.
Cuando el hijo que esperas, fruto del amor y del deseo, exhala el primer vagido
y ves en su rostro rasgos que son tuyos, te sientes creador. Cuando escribes un
relato, un poema, o un pensamiento, también te sientes creador; pero el gozo no
es completo hasta que esas palabras secretas que han salido de tu alma dejan de
ser tuyas para ofrecerlas a los demás impresas en un libro. ¡Qué paradoja! Es
en ese acto de desprendimiento, de abandono de algo que ya no te pertenece,
cuando el fruto de tu creación se acrecienta y te olvida.
A pesar de que hoy se publican muchos libros,
escribir no es sencillo; el escribir es una bendición y una maldición. El
artista, y el buen escritor es a veces un incomprendido porque se adelanta a
los sentimientos de la sociedad. El que un escrito se convierta en arte no es
debido a lo que dice, sino a cómo lo dice. El éxito total no existe; llevamos
encima la muerte y esa carga atormenta; únicamente el humor podrá librarnos de
ese castigo.
1- EL AUTOR
Cuando
el autor comienzas a escribir siente un pequeño cosquilleo de ideas en su
mente. Poco a poco, esa sensación va aumentado hasta convertirse en una
verdadera obsesión. Su espíritu se rebela ante tal situación obligándole a
sacar de su almacén los sentimientos que, unas veces alegres, y otras amargos y
contradictorios, luchan por querer ver la luz: ¡Ha llegado el momento de
ponerse a escribir!
Será
primero unas frases, tal vez incoherentes, las que emborronen la primera
cuartilla; pero en ellas ya estará el germen creativo que, con trabajo y
esfuerzo, se convertirá en un poema o en
un capítulo de un futuro libro.
Tras
muchas horas de dedicación, a veces de borrón y cuenta nueva, el hipotético
libro se termina pero no está en condiciones de ser presentado en sociedad.
Seguramente se ha escrito con el corazón y, al leerlo todo seguido, encontrará
fallos e incongruencias. El autor duda
si lo que ha creado merece la pena darlo
a conocer; si las ideas que en él se reflejan no estarán ya escritas y su
originalidad queda en entredicho. Mejor será
que repose un cierto tiempo y volverlo a releer; tal vez entonces
descubra que no merece la pena intentar publicarlo. Si por el contrario
comprueba que el contenido y la forma de expresión siguen siendo válidos, hará
lo posible por divulgarlo. Se siente tan vanidoso que cree sería injusto si lo
escrito con entusiasmo y esfuerzo se perdiera en el rincón del olvido.
2- EL EDITOR
Si
el autor es el padre del libro, el editor es su padrino. Encontrar un editor es
tarea algo compleja para un escritor novel. Comenzará su peregrinar de
editorial en editorial de las que recibirá, en el mejor de los casos, una
promesa de estudiar el asunto. Aún le quedan dos recursos: presentarlo a un
concurso literario, al que acudirán varias decenas de libros para seleccionar a
uno que, seguramente ya estaba elegido con anterioridad o, si económicamente
puede, publicárselo por tu cuenta.
¡Aleluya,
ya tenemos un editor! Él es ahora el nuevo dueño del libro. Si realiza su
trabajo con vocación puede recrearlo, al menos en su apariencia física,
formato, tipo de letra, ilustraciones... para que al pasar al impresor sienta
éste también el cosquilleo de tener que realizar algo importante. Los
impresores tienen que ver en el libro una transmisión de cultura. La imprenta
debe ser un negocio, pero tiene que estar unida al editor para trabajar con la
idea de poder imprimir libros que embelesen al lector.
Terminada
su impresión llega el momento de encuadernarlo. Faceta esta importantísima porque de ella dependerá que el libro resista
el paso del tiempo sin sufrir daños de consideración. La encuadernación manual,
con sus pasos de ranura, cosido, colocación de guardas y cintas de cabezadas,
pegado, colocación de tapas y guillotinado, se ha convertido en trabajo para
verdaderos artistas; un sastre a la medida que hoy día pocos pueden permitirse
el lujo de pagar. El libro, ya
impreso llega a tus manos por
primera vez. Aquello que entregaste en folios, o en un disco de ordenador, se
ha convertido en letra impresa de la de verdad, de la que perdura, y ves que tu
nombre aparece en la portada. Tus ojos, algo incrédulos, se abren como platos
recreándose en todos los detalles; tienes delante de ti a ese hijo que ya
conocías, porque has sido su creador, pero que ya no te pertenece: sus nuevos dueños
serán todos aquellos que lo lean.
Una
vez presentado el libro en sociedad comienza el calvario de su juicio.
Primeramente serán las personas de tu entorno las que se atrevan a juzgarlo.
Sus opiniones serán, seguramente, laudatorias y de ánimo a que sigas
escribiendo. Si tu editorial lo ha distribuido bien, y llega a los diferentes medios de
comunicación, es posible que te toque la lotería y que algún crítico literario
te haga una simple reseña o incluso se atreva a valorarlo. Es el momento de la
verdad. El esfuerzo y la ilusión de muchas horas de trabajo pueden venirse
abajo en unos segundos. Tal vez pienses entonces que hubiera sido mejor haber
esperado a tener más dominio del idioma, a encontrar otra forma de contar los
hechos, a saber eliminar lo mucho que sobra o resaltar aquellos aspectos de lo
que ahora ves que cojea. Pero ya no hay marcha atrás. Tal vez ese libro te
marque para siempre y abandones la difícil tarea de escribir o, por el
contrario, te sirva de acicate para seguir en la brecha gozando del placer de
jugar con las palabras.
3- LAS CRÍTICAS
Hay
editoriales que tienen sus críticos y apoyan a sus escritores. Y aunque la
crítica no venda actualmente, siempre es bueno que alguien hable bien de tus
libros. De todas formas, todo escritor debe
estar preparado para aceptar las críticas negativas. El escritor que
realiza la función de crítico ve muy difícil cumplir con honestidad su trabajo;
él sabe que otros pueden juzgarle cuando se encuentre en el otro lado.
Para
ser crítico hace falta una buena formación. Ante un libro hay que tener respeto
y librarse de las influencias. En
cualquier caso, el aprendiz de escritor siempre será un privilegiado. Si
escribe es porque le gusta leer, y el placer que ello lleva consigo no se puede
pagar materialmente. Cultivar el espíritu, evitando que caiga en la
chabacanería prevaleciente de la
sociedad actual, es una tarea que hay que mantener continuamente.
A mis setenta y
ocho años he plantado decenas de árboles de los que algunos ya murieron
tras cumplir su sagrada misión. Tengo tres hijos y una nieta. He escrito nueve libros que han sido publicados, y
aunque mi salud no es buena no pierdo la esperanza de dar a conocer alguno más.
*** Dedicado
a la editorial COMUNITER que ha
publicado todos los libros que he escrito.
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