miércoles, 7 de febrero de 2024

 

TODOS SOMOS DISCAPACITADOS EN ALGO

En febrero de 2005, Eliseo Bayo puso en el Blog  SUBP'ORTICA el artículo  titulado "De alguna manera todos los seres humanos somos discapacitados". Seguidamente Laureano Molina puso el suyo:  Todos somos discapacitados en algo".

  De alguna manera todos los seres humanos somos discapacitados

 Eliseo Bayo

Estoy diciendo que debemos estimular en primer lugar el sentido de la justicia, no el sentimiento y mucho menos el sentimentalismo. Seamos justos, defendamos la justicia, y así empezaremos a eliminar el sufrimiento producido por la injusticia y la insolidaridad.

No he visto ni he ver la película “Mar adentro” a pesar de que Javier Bardem me parece un actor muy valioso y excepcional, y que Ramón Sanpedro, el tetrapléjico sobre el que está inspirada la cinta, llevó su aventura hasta límites ejemplares. Tampoco desanimo a nadie a que la vea, por supuesto. Es más, creo que sería bueno que la viera mucha gente. Yo aduzco razones personales. He vivido y conocido de cerca muchas situaciones límites; se lo que es el sufrimiento propio y ajeno. En consecuencia procuro abstenerme de las películas – y de las obras de teatro, y de las novelas-, cuya primera finalidad es recrear una situación límite, un sufrimiento fuera de lo común. No necesito ir al cine para sentir la piedad, para estimularme a la solidaridad, para ayudar en lo que debo; no necesito conmoverme por una historia, para sentirme mejor. Son razones personales. Y además sospecho- quizás sea arbitrario, pero es así- que el director ha elegido un tema por motivos de oportunidad.  No me siento culpable por sentirlo así. Tampoco me siento culpable cuando no colaboro con las organizaciones que lanzan sus mensajes por televisión para ayudar a los países pobres. Frente a esas situaciones de injusticia hago lo que debo hacer, y no es para predicarlo a los cuatro vientos. Estoy diciendo que debemos estimular en primer lugar el sentido de la justicia, no el sentimiento y mucho menos el sentimentalismo. Seamos justos, defendamos la justicia, y así empezaremos a eliminar el sufrimiento producido por la injusticia y la insolidaridad.

¿Qué debo decir de los discapacitados?

Las personas que creen no tener ninguna discapacidad sienten una especie de complejo de culpabilidad en presencia de alguien que la padece. Se conmueven e intentan ayudarle en lo que pueden. Pero generalmente se trata de actos compulsivos, como el que se ve forzado a dar una limosna a la vista de “un” pobre.

De alguna manera todos los seres humanos somos discapacitados. No podemos hacer lo que nos gustaría y estamos sometidos a muchas limitaciones. El discapacitado, o como se dice ahora el colectivo de discapacitados, exige una serie de reivindicaciones que parecen a veces exageradas.

La sociedad está evolucionando para ofrecer y dar y demandar cada vez más servicios. Hace algunos años habría parecido un disparate la exigencia de modificar las ciudades para que los inválidos pudieran transitar por las calles y acceder a los edificios.

El número de discapacitados es ya muy elevado y el hecho de ser y padecer alguna minusvalía no les da derecho a vivir sin trabajar, sino que por el contrario deben trabajar en condiciones de inferioridad para su subsistencia y la de quienes dependan de ellos. Por lo tanto, la sociedad que no garantiza la supervivencia de los minusválidos, debe al menos crear las condiciones para que tengan los mínimos inconvenientes derivados de su situación. Quid pro quo.

Las estadísticas nos dicen que, sumando a todas las personas que tienen algún tipo de discapacidad o de minusvalía, representan a un porcentaje muy elevado del total de la población. Si a las minusvalías físicas y psíquicas les añadimos otras minusvalías más recientes y poco conocidas,  se verá que en muy poco tiempo la mayor parte de la población padecerá algún tipo de discapacidad. Hay que prepararse para ello. Dentro de poco el número de gente completamente sana, sin ningún tipo de incapacidad, será una minoría. Por lo tanto, la mayoría deberá organizarse para hacer frente a esa situación. Los “discapacitados” ya no dependerán de los “capacitados”, y éstos no podrán hacer frente por sí solos a las demandas de aquellos.

Estamos viendo aparecer una sociedad llena de situaciones de discapacidad, de marginación, de limitación.

Discapacitados o no, tenemos la sensación de que se acercan tiempos muy difíciles en los que se producirán cambios espantosos. La sociedad – sus sistemas políticos, económicos, jurídicos, de seguridad- va a ser puesta a prueba.

La única manera de prepararnos para esos tiempos es reforzando los lazos de solidaridad, sentando las bases para la justicia en sistemas sólidos. Los grandes problemas que se avecinan van a dejar chiquitos los problemas individuales, personales, familiares que padecemos hoy. Debemos empezar a mirar al otro, no como a un adversario ni como un sujeto de lástima, sino como un compañero al que necesitamos en la difícil aventura de vivir. Todos los seres humanos van a descubrir al “otro” en sí mismos. Todos van a estar al borde de conocer la discapacidad, la dificultad, la injusticia, el dolor que hasta ahora se reservaba siempre a unos pocos ( que a veces eran millones), y sólo tomando conciencia de que “el otro puedo ser yo” ( la víctima iraquí, por ejemplo) empezará la sociedad a darse cuenta de que el menor negocio es la justicia, es la paz, es el diálogo.

Eliseo Bayo (Artículo publicado en el Blog SUBPORTICA el 10-02-2015). 

TODOS SOMOS DISCAPACITADOS EN ALGO Laureano Molina .

 

En efecto, de una manera o de otra “todos somos discapacitados en algo”.

He observado que además de discapacitados físicos, sensoriales, psíquicos, intelectuales; los hay que son discapacitados sociales faltos de que la justicia social se haga efectiva en ellos; hay discapacitados emocionales, morales, y deficientes desarrollados en su propia personalidad por falta de oportunidades.

La discapacidad o minusvalía emocional, por ejemplo, es causa de no pocos problemas que se dan entre las personas que nos tenemos como “personas normales”. Y esta discapacidad o minusvalía emocional no se detecta en muchos casos fácilmente, y sobre todo no se admite fácilmente, originando celos, envidias, sospechas infundadas y agravios inexistentes, tergiversación de la realidad, sensación de no ser estimado y querido según su hipersensibilidad a flor de piel, autodefensas inoportunas e injustificadas a ultranza, desconfianzas hacia los demás, mentiras, etc., etc.

El espíritu “gregario”, en muchos casos “borreguil”, hace que la falta de personalidad sea más común de lo que debería ser. Este espíritu gregario o borreguil no favorece para nada el desarrollo integral de la propia personalidad. Y muchísimo menos de “toda la persona y de todas las personas”. La falta de recursos económicos, por ejemplo, es causa remota, y en ocasiones inmediata, de la falta de posibilidades necesarias para este desarrollo personal. No hay igualdad de oportunidades, al menos a escala global.

A veces me pregunto si es posible ese desarrollo de la personalidad en una sociedad de consumo a ultranza, y de un individualismo feroz. Ante lo cual no cabe otra cosa que poner en práctica aquella máxima de “se tú mismo”; y desde ahí, “se tú hacia los demás y con los demás”, pero sin perder “tu norte”. Porque los demás forman parte  necesaria para la formación de la personalidad. La tendencia hacia el individualismo en esta sociedad, impide el desarrollo comunitario intrínseco a la naturaleza humana. Las fuerzas dominantes nos empujan hacia el individualismo y a “consumirnos” a nosotros mismos. Es un caminar contra natura.

Ante lo cual estimular el sentido de la justicia es primordial para salir del atolladero en el que estamos metidos. Sin justicia no puede haber vida íntegra, de todo el hombre y de todos los hombres. Más aún, de todo el hombre en comunión plena con la Naturaleza. Justicia para el Hombre y justicia para la Naturaleza. Para el hombre, haciendo que sean efectivos, para todos, los Derechos Humanos declarados universalmente. Para la naturaleza, logrando su desarrollo de acuerdo con las propias leyes naturales. Porque sin justicia no hay nada estable, y nada que ofrezca una mínima garantía de sobrevivir dignamente. Nada se puede construir sobre la injusticia. La justicia es el único camino para la consecución de la “Salud Humana”. La justicia es anterior al amor, a la caridad. Sin justicia no hay amor. Y sin amor, sin respeto y empatía con los demás, la justicia puede fácilmente tornarse injusta.

Tener respeto y empatía con todos, supone respetar y aceptar las múltiples diferencias y deficiencias con las que podamos encontrarnos con los demás a lo largo de nuestras vidas. Sin esta aceptación previa no es posible la promoción integral de todo el hombre y de todos los hombres.

Los discapacitados no lo son totalmente; pero, sí somos todos discapacitados en algo.

El que reconoce su discapacidad, su limitación, se capacita para el encuentro con el otro, y para la superación de esa discapacidad. Desde mi necesidad camino hacia la solidaridad con todos los demás. Desde mi necesidad abro el camino para la con-pasión. No somos jugadores en un equipo de “estrellas”. Jugar de uno en uno es jugar menos. Jugar con los demás de igual a igual cada uno con sus diferencias, y aportando lo mejor de sí mismo, es ser mucho más. Tan importante es la consecución del fin, como lograr la unión en la consecución de ese fin, aunque se tarde mucho tiempo, aunque no se consiga en un momento histórico concreto. Lograr la unión de personas libres para un fin bueno y común, es ya lograr el fin.

En mi trato diario con los que “oficialmente tenemos como discapacitados intelectuales”, he podido comprobar que son y están tan próximos, si te acercas a ellos con empatía, y son tan valiosos como lo pueda ser cualquiera. Aportando cada uno lo que es, y siendo aceptado por los demás, se puede caminar muy lejos. Esto esta demostrado en los Centros Especiales de Empleo.

Me he preguntado muchas veces si, ¿no podríamos caminar hacia una sociedad en la que ya no haya enemigos, ni adversarios acérrimos, sino compañeros de viaje que busquen la verdad y la justicia social para todos? Porque aceptando al otro, damos un paso más hacia la verdad; y a su verdad sumamos la nuestra; y los fallos de todos son más fácilmente depurados y eliminados, aproximándose por consiguiente a la Verdad Común. Siempre debe de haber confrontación de ideas, de pareceres, pero no encontronazos y mucho menos eliminaciones violentas por causa de las ideas; ni de intereses individuales que solo miran el bien propio y no tanto el Bien Común. En un mundo globalizado como el que estamos viviendo, lo que se dice del individuo se dice también de las Sociedades y de los Estados.

(Laureano Molina Gómez. Extracto de mi artículo publicado en “SUBPORTICA” el 10-2-2005).

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