El reto del Ebro.
Tres posibilidades había para llegar hasta la otra
parroquia de Alborge:
Una, andando por la huerta de Cinco Olivas, cuyo
recorrido se podría hacer en diez minutos. El problema era que yo no podía
andar sobre las aguas del río.
Dos, hacer un rodeo por carretera hasta cerca de
Sástago, cinco kilómetros, atravesando el Ebro sobre la barcaza que servía de
puente para vehículos y personas, y un no muy largo recorrido por carretera
teniendo a derecha e izquierda las huertas de Alborge.
Tres,
y en el que había que emplear mucho más tiempo: llegar a Sástago, pasar por el
puente, -reconstruido después de la guerra-, subir hasta las tierras de
Bujaraloz, y descender por una carretera local en muy mal estado hasta orillas
del Ebro donde se ubica el pueblo de Alborge, y después de dejar a nuestra
izquierda la ermita de Nuestra Señora de Montler, punto de peregrinación de
Sástago, Alborge y también Cinco Olivas y pueblos limítrofes que se sentían
invitados.
Dice la Gran Enciclopedia Aragonesa en su
primer tomo, pagina 105:
"Alborge, lugar de la provincia de
Zaragoza, a 62 km.
de la capital. Situado en el Bajo Aragón, junto al río Ebro, a 156 m. de altitud. Temperatura
media anual, 15'6°. Precipitación anual, 350 mm.
Población
en 1978: 132 hab.; en 1900, 433 hab.; en 1950, 260 habitantes".
"Pueblo
ribereño del Ebro, situado en su margen izquierda; fue típico siempre por el
paso de la barca, que se remonta al año 1336, si bien en la actualidad, 1980,
existe un puente que hace innecesario el uso del antiguo pontón".
Iglesia de
Alborge desde el río Ebro.
"El casco urbano se encuentra muy cuidado,
porque todos los vecinos colaboran en el empeño. La Asociación Cultural
Montler, fundada en Alborge, programa cada año numerosos actos artísticos y
culturales, concursos y certámenes de carácter nacional. Ha creado, además, una
residencia para artistas y un museo etnológico, que se verá completado con otro
de arte contemporáneo, además de un auditorium. Es un ejemplo vivo de lo que un
pueblo puede hacer por la cultura, cuando existe la necesaria unidad de acción".
"Celebra
sus fiestas patronales el 10 de Agosto, en honor de San Lorenzo, y en las
mismas destacan los festejos de tipo cultural y artístico, además de los
tradicionales".
El médico de ambos pueblos, D. Fabián Lou, puso a mi
disposición su pequeño pontón a remos para que yo lo utilizase para mis
relaciones con el municipio de Alborge. Él vivía en Cinco Olivas, pero su
cuñada Nati, que permanecía soltera, y su hijo Juan Carlos Lou, vivían en
Alborge al cuidado y administración de los campos que tenían las hermanas Nati
y Gloria, ésta esposa de Fabián.
La casa estaba en la Plaza de la Iglesia, donde
además se encuentran el Ayuntamiento, y las casas de los hermanos Burillo,
habitadas por sus respectivas familias. Además estaba la casa del Sr. Ambrosio,
cuya señora era la sacristana, y unas antiguas escuelas en la casa de los Alda,
el maestro D. Antonio Alda. Había escuelas nuevas como en Cinco Olivas, pero el
maestro prefería por comodidad seguir en la vieja escuela, al igual que la
maestra Dña. María.
De D. Fabián
recibí unas elementales instrucciones para remar y manejar bien el pontón. La
barquita había sido hecha por el carpintero de Cinco Olivas, construida con
madera de olivo, muy bien ensamblada y abundantemente alquitranada, o
embadurnada con pez o resina. Era muy consistente y muy manejable. Iba a ser en
adelante mi compañera de fatigas, de zozobras, sustos, y grandes riesgos en las
crecidas invernales del Ebro.
Yo elegí el primer camino para ir a Alborge,
solamente en ocasiones muy contadas hice uso de la barca de Alborge y de la
"carretera de Sástago-Bujaraloz-Alborge". Era cuando el médico,
viendo algunas riadas, me decía que no debía pasar a remo. Creo que me lo decía
como médico, como Alcalde, pero sobre todo como amigo. Por mi juventud yo no
reparaba en riesgos. Nada se me ponía por delante. Pero él se sentía
responsable de mí. ¡Gracias, D. Fabián!
No había manejado una barca, más que una sola vez,
cuando durante la campaña de los adobes y estando en el seminario, Roberto,
Laín y yo, alquilamos un pontón en lo que hoy es el club Náutico del Ebro en
Zaragoza. ¡Cómo nos pusimos de "Chipíaos"!. Mas que remar
chapoteábamos. Domingo Laín se reía de tal manera que más de una vez estuvimos
a punto de naufragar. Quién me iba a decir a mí entonces que me hartaría de
remar algún día.
Con el buen tiempo, remar por el Ebro, en aquellas
aguas "remansadas" por las Azudes, constituía un verdadero placer.
Que recuerde hay construidas al menos seis Azudes, dos en Cinco Olivas, una en
Alborge, dos en Sástago; y una en Escatrón, que daba lugar al complejo
hidráulico del Monasterio de Rueda. Este tramo del Ebro, en sus meandros, debió
de ser una maravilla de aprovechamiento del caudal del río. El Desierto de Los
Monegros finalizaba en un vergel, en un oasis, al sureste de las tierras
esteparias, -antiguamente "Montesnegros"-. Del monte secano a la
ribera del Ebro, en su margen izquierda, no hay más que un paso, el del
precipicio por el desnivel que existe entre la planicie Monegrina y el cauce
del río. De ahí la formación de los meandros del Ebro en la zona en la que nos
encontramos.
Cuando
te acercabas a la orilla y veías una cuerda que atada en una rama o en algún
arbusto se sumergía en el agua, sabías que allí había "algo". El buen
amigo de Alborge, Jesús "el pescatero", disponía de trampas para
pescar anguilas, finísimo "boccato di Cardinale". Eran cestos de
mimbre, a modo de una caracolera, con la boca más estrecha que el resto del
cesto y con unos mimbres hacia adentro, púas que facilitaba la entrada pero hacían
imposible la salid a las anguilas. Se les ponía algún cebo como barbos o
madrillas y quedaban atrapadas en su mismo hábitat. Tirabas de la cuerda y a
veces encontrabas varias anguilas dentro. ¡Qué impresión!
La
iglesia de Alborge, como la de Cinco Olivas, era de una sola nave con crucero y
también muy surtida en imágenes de santos y santas vírgenes y mártires,
igualmente cuidada y limpia. Las ropas litúrgicas eran las habituales, algunas
de corte más moderno, puesto que el sacerdote a quien sustituía, era muy aficionado
a la sastrería, el buen Juan Agudo, que se iría para las tierras de allende los
mares, a la República Dominicana. Allí ha permanecido hasta hace algunos años.
Hombre cordial, dicharachero y abierto hacia todos los cambios que nos traía el
Concilio Vaticano II.
Creo
que fue Tomás Malagón, fundador con Guillermo Rovirosa de la HOAC (Hermandad
obrera de Acción Católica), quien decía que los pueblos, en su historia, se
iban configurando en su idiosincrasia colectiva, de una forma un tanto
dialéctica. Es decir, que al lado de un pueblo muy religioso, en este caso
Cinco Olivas, se desarrollaba otro en sentido contrario, o quizás más bien
complementario, es decir más secularizado, “más humanista" o no tan
creyente (religiosamente hablando). No venían tanto a besar la mano del
sacerdote, lo cual me parecía muy bien, pero eran acogedores y compartían
pronto lo que tenían. Al tener la dificultad de la salida del pueblo por falta
de puente sobre el río, hacían mayor esfuerzo, y salían más. Vivían más hacia
afuera. Vivían, quizás, más unidos, y no se les ponía nada por delante. Los
objetivos de información, formación, y de relaciones hacia afuera podían ser
los mismos que en Cinco Olivas. Por lo que en adelante cuando desarrollemos las
actividades en Cinco Olivas, deberá entenderse que se hacía lo mismo, más o
menos, para Alborge.
Tanto
las gentes como yo íbamos observándonos, conociéndonos, y sacando cada uno sus
propias conclusiones
El 1 ° de Noviembre, día de Todos los Santos, y el
día dos, día de "las almas", me pidieron los de Alborge que fuese a
rezar "Padrenuestros" al cementerio por sus familiares difuntos.
Tenían por costumbre que por cada padrenuestro daban
al sacerdote cinco pesetas. Yo no quería, pero me metían los duros por los
bolsillos o se los daban a los monaguillos para que éstos me los diesen a mí,
juntamente con la lista de nombres a tener en cuenta. Al principio de la tarde
iba de tumba en tumba rezando padrenuestros con las familias allí presentes.
Pero como el rito se alargaba por le cantidad de gente que quería que el cura
joven rezase por sus muertos, la tarde avanzaba, el sol se ponía, la gente se
marchaba, decidí cortar con "el rito". El anochecer se echó encima.
Desde el cementerio se contemplaba el serpentear del Ebro y las huertas de los
pueblos limítrofes. La altura sobre la que se encontraba (se encuentra) el
cementerio de Alborge permitía la visión de un paisaje con un cielo oscurecido
con nubarrones de Otoño, creando un escenario un tanto apocalíptico. Me quedé
sólo rezando padrenuestros.
¿Aquello
era cristiano o era pagano? Auto excusándome de que tenía que cruzar todavía el
Ebro, me fui a casa donde continué rezando para cumplir con el compromiso de mi
propia conciencia. Ya nunca volvería a repetir la escena. Lo compensé de otra
forma en los años siguientes.
Me comentaban que en tiempos pasados se habían
ahogado en el Ebro algunos chavales por no saber nadar. Tomé como compromiso
darles clase de natación a los monaguillos y a los chavales que quisieran. El
lugar más apropiado era la zona del "embarcadero".
Compré unos cuantos flotadores para mayor seguridad
y una barca hinchable, con remos, en el comercio Bazar X de Zaragoza, que
entonces estaba ubicado en lo que hoy es el centro comercial FNAC.
Todos los chavales trajeron el permiso escrito
correspondiente de sus padres.
Poco a poco los chavales se iban adentrando en el
río hasta llegar a cruzarlo con toda soltura.
Al principio nuestra barca les acompañaba en el
recorrido, después les dejábamos solos, pero siempre observándolos.
Era como "la puesta de largo" de los
monaguillos. Solamente había que tener en cuenta los detalles del
comportamiento de la corriente del agua, y de las zonas donde podrían aparecer
"corrientes de aguas frías" o manantiales subacuáticos y cercanos a
la ribera debido a las filtraciones de las aguas de riego o embolsamientos
subterráneos propiciados por los meandros.
Nadar y encontrarte con una corriente de agua muy
fría, era paralizante, como si te diese un calambre. Ahí residía el peligro.
Todos estábamos avisados y preparados para posibles
emergencias. Fue toda una experiencia, entonces. Hoy una locura.
Cura y monaguillos en la Plaza de la Iglersia
Recordemos que estamos en los años 60 y el río Ebro
no estaba tan contaminado como ahora.
Como locura fue quizás, -de la que no me
arrepiento-, organizar una Colonia de Verano con todos los chicos que quisieron
venir de Cinco Olivas, Alborge y Sástago, durante el verano de 1964 en Casas de
Alcanar (Tarragona).
Los
sacerdotes del Seminario de Tortosa, "Josefinos", de Mosén Domingo y
Sol, me prestaron gratuitamente la casa, colegio de verano, la misma casa en la
que estuvimos los seminaristas de Zaragoza en el verano de 1956.
Playa de Casas de Alcanar (Tarragona). Año de 1.956.
Me ayudaron, en la labor de organización, el
sacerdote de Sástago y un par de maestros, D. Jesús y Dña. Mª Cruz, también de
Sástago. La telefonista de Sástago, Maribel, y Mari Carmen Fandos, mi vecina de
casa, fueron las que hicieron de intendentes o de gobernantas. Cada muchacho
llevaba en su mochila, además de los bocadillos para el primer día de viaje
(fuimos en tren), algunas latas de conserva, necesario para organizar la
primera comida. Una vez instalados en el colegio de verano y por la tarde
subimos a los cerros cercanos para traer leña y suministrar a las cocineras el
combustible necesario. Un par de ramas de las podadas ese año por cada
excursionista dio mucho de sí.
No era costumbre general entonces, ir de vacaciones
a la playa. Las Colonias de Verano todavía no se habían puesto de moda en
España. Lo único que existía eran los campamentos del frente de Juventudes de
la Falange y de la Sección Femenina.
La primera noche organizamos una especie de
"fuego de campamento" en la terraza. Los discos de Gila y de Tip y
Coll amenizaron gran parte de la velada. Se trataba de que los chavales cayeran
rendidos en sus camas pare que todos pudiéramos dormir tranquilos la primera
noche. No había experiencia de juntar en un mismo dormitorio unos cuarenta
niños de distintas familias y de distintos pueblos. Era toda una experiencia.
Podríamos decir muchas cosas sobre cómo fue este
ensayo de vida en común. Pero baste con decir que la mayoría no habla visto el
mar.
Decía un chico de Cinco Olivas a otro de Sástago:
- “Qué grande es el mar".
Y el otro contestaba metido en la orilla:
- "Sí, pero el Ebro es más hondo".
La
experiencia fue muy interesante y la noticia corrió de pueblo en pueblo. Las
madres comunicaban que sus hijos "habían aprendido a comer, porque se lo
comen todo ahora".
Atravesar el Ebro en medio de una gran riada es todo
un reto. Allí es donde aprendí a "nadar contracorriente" sin morir en
el intento.
Toda mi vida he estado, de una manera u otra,
nadando contracorriente. Siempre he hecho y he dicho lo que mi conciencia me
dictaba en ese momento. Muchas veces lo he pasado muy mal, pero he sobrevivido.
Para
cruzar el Ebro en barca a remos durante las riadas, basta con hacer lo
siguiente: subes remando por la orilla (las aguas están menos bravas), hasta la
altura suficiente para que en el momento que se juzga oportuno, sin ningún
titubeo, te lanzas hacía el centro del río remando con todas tus fuerzas. Si la
distancia la has calculado bien, la velocidad del agua en el centro, te llevará
hasta la otra orilla y hacia donde querías ir tú. No hay más riesgos, siempre
que en ese momento no te encuentres con algún tronco de árbol o algo sólido que
arrastre el agua. Es pura geometría combinada con las fuerzas físicas de la
corriente del agua. Es como formar en tu recorrido un triángulo rectángulo. El
lado más largo, la hipotenusa, lo constituye la travesía del río. El ángulo
recto se forma en el inicio del recorrido. Así de sencillo.
Según se mira la figura geométrica, el cateto
horizontal = travesía del río a realizar. El cateto vertical = Remar contra
corriente aguas arriba. Y la hipotenusa = travesía del río arrastrado por el
agua. Así se cruza el río Ebro con riada según instrucciones de D. Fabián. Así
lo crucé al menos un par de veces cada año.
La vida de alguna manera es así: cuando se cierra
una puerta se abre una ventana u otra puerta. Es la decisión que uno lleva
dentro la que hace posible la consecución del objetivo. "Antes de cruzar,
mirar". Pero una vez lo has analizado convenientemente, has de lanzarte
sin ninguna distracción ni titubeo en la corriente de la vida.
Este
era el reto del Ebro. Este es el reto de la Vida: ser consecuente con lo que se
ha decidido en un momento dado. Insisto, después de haber hecho un buen
análisis de la situación.
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