Al principio yo hacía lo que hacían todos: seguir
escrupulosamente las normas litúrgicas. Quizás si pudo haber alguna diferencia
es que personalmente me lo tomaba muy en serio. Por decirlo de alguna manera,
procuré dar a la liturgia un atractivo estético y una absoluta seriedad. La
rutina para mí era un pecado. Además intenté que fuese comprensible lo más
posible.
No olvidemos que la misa la hacíamos en latín y de
espaldas al pueblo. Me costaba mucho predicar a las gentes y tuve que valerme
de una ficha que llevaba en mis manos a la que consultaba frecuentemente. Era
incapaz de decir dos palabras seguidas.
Pero la gente acudía a las celebraciones con gran
respeto. Casi no me atrevía a mirar a la cara a los que tenía delante. Pero fui
conociendo a las personas y ellas me fueron conociendo a mí. Yo me expresaba
como podía, y la gente hacía el esfuerzo por comprenderme. El respeto y la
comprensión eran mutuos.
Llegó un momento en que me planteé que la liturgia
no podía seguir siendo tan hierática y tan fría.
“No está hecho el hombre para el Sábado, sino que es
el Sábado el que está hecho para el hombre”, había dicho en su día Jesús de
Nazaret.
Y a partir de ahí empecé a simplificar las
celebraciones suprimiendo lo que favorecía la rutina, y acentuando lo que podía
ser mejor comprendido. Estética, seriedad, sencillez, cercanía y sobre todo
reflexión, venían a ser los objetivos.
Llegó
el Concilio Vaticano II y cambiaron las normas. Todo debía hacerse de cara al
pueblo y en español. “Cara a cara Iglesia y Pueblo y hablando el mismo idioma”.
El latín quedaba para los estudiosos, y el castellano para las gentes normales.
Los carpinteros de Sástago, los hermanos Garín, me
confeccionaron una mesa según el diseño que yo les había hecho. La coloqué lo
más cerca posible a los bancos donde se sentaban las gentes y cara a cara
comenzaron nuestras celebraciones. Yo me sentía próximo a la gente, y ellos
comenzaban a tratarme de tú a tú.
La lectura del Evangelio se hacía con el mismo lenguaje
que el de la calle.
Analizábamos los principales acontecimientos diarios
cercanos a nosotros, y también los acontecimientos más notorios acaecidos en el
mundo a la luz del Evangelio.
El Evangelio nos servía para la vida, y la vida
aportaba al Evangelio mayor comprensión e inmediatez para todos nosotros.
A partir de ahí me fue más fácil expresarme, y la
gente comenzó también a exponer su pensamiento.
Poco
a poco todos comenzamos un diálogo con libertad, puesto que lo que se decía nos
interesaba a todos. En ocasiones también los monaguillos intervenían en las
reflexiones.
Si
uno de los objetivos era abrir a las gentes hacia los pueblos cercanos y el
resto del mundo, había que traer al pueblo para que les hablasen, a otros
curas.
Se hicieron Semanas de Misiones. Se organizaron
charlas sobre las Encíclicas de los Papas Juan XXIII, especialmente la “Pacem
in terris”, y de Pablo VI.
Pasaron por las parroquias los sacerdotes el Padre
Antonio Gelabert, profesor nuestro en el seminario, Emilio Escobedo y Pascual
Segura, Alejandro Fernando y Alfonso Milián.
Sobre
la Encíclica “Populorum Progressio” de Pablo VI se organizó una semana de
charlas dadas por José Antonio Usán que causaron mucho impacto.
Incluso
en verano acamparon un buen grupo de seminaristas venidos de Zaragoza dirigidos
por el Rector del Seminario D. Agustín Flores. Eran los de 3º de Filosofía
entre los cuales estaban Fernando Larrubia García, Manuel Liarte Guardia, Tomás
Ortiz Arrese, y José Mª Rubio con el resto de compañeros.
Todas las noches en la plaza de la iglesia había
fuego de campamento.
Los mayores se quedaban admirados viendo cómo se
expresaban aquellos jóvenes con plena libertad y soltura y viendo que sus
propios hijos hacían lo mismo. Música, canciones chistes, breves representaciones
teatrales.
En definitiva constituían unas veladas muy gratas
para todos.
En las escuelas, cerradas por vacaciones, tenían su
centro de convivencia durante el día programando las actividades de la jornada.
Charlas, debates, animaban a los jóvenes.
Limpiaban caminos, acequias, cementerio, etc.
Los seminaristas daban catequesis a los niños y los
sacaban de excursión al río, al Fortín de Sástago donde recordaban su historia,
y al Monasterio de Rueda, que entonces estaba medio en ruinas y que era empleado
como corral de un gran ganado de ovejas.
Los actos litúrgicos adquirían todo su esplendor.
Fueron unas jornadas muy positivas.
A la hora de las despedidas hubo suspiros, lágrimas,
y enamoramientos platónicos.
Pero todo hizo que unos y otros se fortaleciesen en
el conocimiento y dominio de sus personas. Durante largo tiempo siguieron
comunicándose por correspondencia.
Fue una experiencia enriquecedora para todos.
Fue una “ventana al mundo” importante.
Recordemos
que estamos en los años 1.964 - 1.968.
Para las fiestas patronales, un año, el amigo Carlos
Tartaj que estaba de sacerdote Coadjutor en Andorra nos hizo el regalo de venir
a Cinco Olivas con todo el Cuadro de Jota. Al frente iba el “Pastor de
Andorra”, José Iranzo, famoso cantador de la Jota Aragonesa, y la bailadora
María Jesús Cubero.
Constituyó una gran velada. José Iranzo nos regaló
con una jota en inglés que solía cantar cuando salía de España en su gira
artística por diferentes países y siempre que se lo pedían.
Escuchar
por primera vez una jota en inglés fue extremadamente curioso. Carlos y yo nos
mirábamos apretando los dientes pues el sonido de la jota en lengua anglosajona
erizaba los dientes. Fue una experiencia muy curiosa. José Iranzo además de ser
un gran jotero ha sido siempre una excelente persona.
Habíamos colocado un sistema de megafonía en la
iglesia y colocamos altavoces en el campanario.
El micrófono nos permitía hablar con más intimidad y
más cercanía.
Los
altavoces de la torre hacían posible trasmitir música, y en ocasiones eran
empleados para dar algunas noticias o avisos a las gentes.
Los
sacerdotes Antonio Ramos desde Andorra, Alfonso Milián desde Azaila y yo desde
Cinco Olivas, organizamos para la juventud tandas de Ejercicios Espirituales en
la Ermita del Carmen de Híjar, Los Pueyos en Alcañíz, y “El Santo” en Aguarón.
Los jóvenes de distintos pueblos comenzaban a
encontrase.
Desde Albalate del Arzobispo vinieron una temporada
a hospedarse en mi casa buscando quizás una terapia a sus crisis emocionales,
mi prima Carmen Ayuda Gómez, el joven seminarista Jesús Mari Félez Aranda, y de
Sástago Pepito Albacar Bada. Entonces vivía conmigo mi hermana María.
Se acercaron por el pueblo otros jóvenes de otros
pueblos atraídos por lo que “se decía”. Incluso algunos años llegaron de
Barcelona jóvenes para pasar sus vacaciones de Semana Santa.
Iglesia de Cinco Olivas (Zaragoza)
Los
Ejercicios Espirituales fueron complementados con Semanas Culturales de
Juventud, y Encuentros Festivos centrados en diversos pueblos según la ocasión.
El recién estrenado Salón de Cine de Gelsa acogió a una gran concentración de
jóvenes de toda la comarca.
Para
todos se organizaban los entonces famosos Cursillos de Cristiandad dirigidos
desde la Acción Católica en Zaragoza. Por ellos pasamos todos los que lo
deseamos. Si tuviera que resumir su impacto diría que nos abrían al mundo y a
la comprensión de un Jesús de Nazaret más cercano, más personal. “Otro modo de
percibir a Dios era posible”.
Organizamos excursiones masivas en autobús a Lourdes y a Santiago de Compostela.
Comenzamos a convivir unos con otros fuera de nuestras casas, fuera de nuestros
pueblos.
La de Lourdes fue multitudinaria a pesar de la poca
costumbre que había entonces de salir de sus pueblos las gentes. Se
incorporaron jóvenes conocidos de Zaragoza, de Nuez de Ebro, y de los pueblos
limítrofes a Cinco Olivas.
Roberto
Gracia Alcaine, sacerdote entonces del hermoso pueblecito de la montaña,
Cerveruela, y compañero desde la infancia en el Seminario de Alcorisa, y al
igual el compañero Domingo Laín Sanz recién llegado de realizar estudios en el
Noviciado de los PP. Blancos en Gap (Fr) durante los años 1.961-1.962,
colaboraron en la organización. El idioma francés aportado por Domingo nos
sirvió mucho a la hora de encontrar alojamiento en los hoteles de Lourdes.
Roberto trajo su extenso Botiquín de Primeros Auxilios ya que acostumbraba a
tenerlo en Cerveruela ante los días que quedaban aislados en invierno por la
nieve. Su acopio de medicamentos elementales, era un servicio extraordinario
que hacía a las gentes de la montaña. La animación en el grupo por ambos fue
muy aplaudida y recordada durante mucho tiempo. Igualmente fue generosa su
dedicación a todos.
Y se presentó un problema. Parte de nuestros jóvenes
en la época veraniega se irían a trabajar de empleados en los hoteles de la
Costa Catalana. Los más conscientes de su situación, pues muchas veces no
tenían tiempo ni para ir a misa o se encontraban muy cansados, nos pidieron
ayuda.
Ante esa situación, llegamos a organizar lo que entonces se llamó Pastoral de Conjunto.
Lo hicimos
especialmente en colaboración con las Diócesis de Barcelona y de Gerona.
Desde nuestros
pueblos dimos el impulso los sacerdotes Alfonso Milián Sorríbas (Azaila), actualmente
Obispo de Barbastro, Antonio Ramos Estáun (Andorra), Ángel Nogueras, trabajador
en una mina “a cielo abierto” en su Parroquia Herrera de los Navarros, Gregorio
Ciria, cura entonces de Monegrillo, desde hace muchos años en México, y el que lo cuenta. Todos éramos
de la Diócesis de Zaragoza.
Nos turnábamos por
meses para vivir cerca de nuestros jóvenes empleados de hotel; además
apoyábamos a las parroquias locales de la costa. Sus jornadas de trabajo
superaban casi siempre los seis días en la semana. El cansancio, la desolación,
el abandono de su religiosidad, era frecuente. Las anécdotas a contar serían
interminables.
Por eso saber que tenían a “sus curas”
cerca de ellos, era un alivio. Todos los días nos marcábamos el plan de visita
a los trabajadores de los hoteles de acuerdo con sus ratos libres.
Llegué a hacer
estudiar el Bachillerato Elemental a todos los chicos y chicas que quisieron
hacerlo bajo la modalidad del Bachillerato RTV.
Modalidad nueva de hacer el bachillerato establecido
por el Ministerio de Educación a mitad de los 60 para jóvenes del mundo rural
donde no había Institutos de Enseñanza y para trabajadores. La Institución
Fernando El Católico de la Diputación Provincial de Zaragoza nos proporcionaba
libros de texto y material radiofónico adecuado.
Se estudiaba lo que entonces se llamaba Bachillerato
Elemental que daba acceso por ejemplo al estudio de Magisterio y de Enfermería.
Salieron alguna Maestra, y alguna Enfermera (ATS), Técnicos Mecánicos, e
incluso un Licenciado en Filosofía.
Del primer curso se encargó D. Manuel Hernández,
maestro del pueblo, puesto que los chicos estaban todavía en edad escolar. De
los Cursos 2º, 3º y 4º me encargué yo mismo por la razón de que yo tenía más
recientes los estudios y los alumnos ya habían dejado la escuela. Lo mismo
ocurrió en Alborge.
Chicos
y chicas que de no haber iniciado en el pueblo el bachiller no hubieran podido
realizar más estudios. Los exámenes se hacían a final de curso en el Instituyo
Goya para los chicos, y en Miguel Servet para las chicas, en Zaragoza.
Personalmente funcionaba a presión. Para
despejar la cabeza aprovechaba para coger algodón en la huerta con los vecinos
del pueblo. Ello me permitía además poder intimar con las familias. Por cierto
que coger algodón en noviembre y diciembre envueltos en la niebla con la flor
del algodón seca y punzante no era ningún pasatiempo. Los dedos te quedaban
deshechos.
Estuve al
corriente de la OPERACIÓN MOISÉS.
En 1966-1967 circuló una carta
dirigida a los obispos españoles y al Nuncio en Madrid para la que se pedían
firmas de sacerdotes representativos de todas las diócesis. La carta constaba
de diez puntos sobre la base del Concilio y del Evangelio para que la jerarquía
rompiera su estrecha relación política con el franquismo y revisara su propia
historia pidiendo perdón por el pasado de la guerra civil, se independizase del
Estado económicamente, y otros puntos. Con ocasión de esta carta hubo
sacerdotes que renunciaron a la paga del Estado y se pusieron a trabajar.
Hice una colecta
pública para ayudar económicamente a los trabajadores deportados por causa de
la Huelga de Bandas en Bilbao que habían llegado a Zaragoza. La gente fue muy
generosa.
La huelga de Bandas fue la más larga
en el franquismo (del 30 -10- 1966 hasta el 20-05 -1967)
por un problema de primas y ritmos de trabajo en Laminaciones de Bandas en Frío
de Echevarri (Vizcaya). La solidaridad se extendió por toda España e incluso en
el extranjero, desde los estudiantes universitarios hasta muchos sectores de la Iglesia católica.
Todo eran
actividades hacia los demás.
Pero, ¿qué pasaba
mientras tanto dentro de mí?
La cercanía y el
roce humano hicieron que me enamorase de una chica estupenda y ella se
enamorase de mí. Yo tenía 28 años. Todo era limpio y hermoso y en el más
estricto terreno afectivo. Ambos nos respetábamos mutuamente, y nos ayudábamos
en cuanto personas.
Y es que la
actividad semanal te mantenía distraído, pero llegaba el domingo por la tarde y
yo me quedaba solo conmigo mismo. Escuchaba música, leía, rezaba, pero yo
seguía solo. Me consolaba al final de la tarde la Paraliturgia que tenía
costumbre de realizar con la mucha gente que acudía a la iglesia. Rezábamos
parte del rosario (un misterio) para seguir la tradición, y el resto les decía
que lo hicieran por su cuenta. Eliminábamos el rezo repetitivo y machacón, y el
tiempo lo empleábamos para instruirnos en los acontecimientos más llamativos en
el mundo. Era nuestra “ventana al mundo”. Resaltábamos primero los hechos
negativos: robos, crímenes, atropellos, actos de egoísmo. Seguidamente los
contrarrestábamos con hechos de generosidad y de altruismo hacia los demás.
Hacíamos una breve exposición eucarística y dábamos la bendición a la gente con
el Santísimo Sacramento.
Y nuevamente solo
en casa.
La gente cenaba y
se acostaba pronto porque al día siguiente había que madrugar.
Por mi parte a las
8´30 h. decía la misa, y a las nueve comenzaba las clases de Bachiller
Elemental.
Mi dulce situación
sentimental me producía inquietud e inseguridad. Rezaba, procuraba fortalecer
mi voluntad con pequeñas y repetidas renuncias placenteras, y me sacrificaba
con cilicios y disciplinas, procurando tener la mente siempre ocupada y sobre
todo, me esforzaba por atender más y mejor a los demás. Pero yo seguía solo.
Acudí a los amigos
íntimos Antonio Ramos y Alfonso Milián con quienes tenía una profunda amistad y
una intensa actividad.
En aquella época
el OPUS DEI se presentaba como la mayor fraternidad para los sacerdotes.
Vicente García Chus, sacerdote de la Obra, fue el gran amigo e íntimo
consejero. Era una gran persona. Mi vida estaba comenzando al servicio de la
sociedad y no quería que ello se acabara tan pronto.
La muchacha y yo fuimos madurando
interiormente y encauzando nuestras vidas en el cometido que teníamos
planteado. Ella comenzó a trabajar y yo seguí con un fuerte compromiso
pastoral. Seguimos siendo íntimos amigos durante mucho tiempo. Ella jamás me
dijo casémonos, y yo tampoco lo hice. Pero ambos sabíamos que nos queríamos
profundamente, respetuosamente. Siempre nos mantuvimos en el más estricto
respeto personal. Pero el amor nunca dejó de ser inmenso.
En general
podríamos decir que el placer es objetivo inmediato en el hombre, y el afecto
el objetivo de la mujer. Y aunque ambas cosas se dan en ambos sexos, al menos
de entrada, se dan en proporciones distintas. Podríamos decir que el equilibrio
en ambos campos es la maduración para los dos. Cabría decir que se dan personas
con actitudes que podríamos llamar psicosexuales (equilibrio de placer y afecto),
y personas que se sienten acentuadas por sólo el placer o por sólo el afecto.
Primero ser
amigos, después lo que acuerden mutuamente. La cama llegará a ser una
consecuencia, y a su vez la cama debería fortalecer la amistad, en definitiva
el amor. Así se expresa el teólogo José Ignacio González Faus en un trabajo
publicado en Noticias Obreras, nº 1.475 del 1 al 15 de Marzo de 2.009.
Edita HOAC.
Hoy en día es más
fácil “desnudar el cuerpo que desnudar el alma”. Nosotros desnudamos el alma,
pero jamás desnudamos el cuerpo.
El paso al
matrimonio nunca llegó a madurar de hecho, aunque posiblemente lo deseábamos
los dos. Pero éramos jóvenes y había otras cosas que hacer. Y en lo que a mí me
concierne se irá viendo en el transcurrir de mi vida. Por lo que más adelante
habrá que seguir hablando de este tema.
En todo caso el
amor hay que hacerlo no solo con el cuerpo, sino con todo nuestro ser. La
sexualidad no debe ser masculinizada, en el sentido de “aquí te pillo aquí te
cazo”, como dice J. I. González Faus.
El catalán P.
Ladislau D´Easo en su “Cançons Espirituals” “¿Qué saps tu de l´Amor”?,
decía “el amor no es una “jugina”, el amor es cosa divina”.
González Faus
seguirá diciendo “desde una sensibilidad masculina la sexualidad evoca sobre
todo el placer; mientras que, desde una sensibilidad femenina evoca
preferentemente el afecto”.
Más o menos esto
era lo que yo pensaba en aquellos momentos. Por eso seguiríamos avanzando en el
quehacer de nuestros planteamientos. Todo esto puede explicar mi situación
anímica de entonces. Pero a pesar de todo yo terminaba estando solo, estaba
inquieto y me sentía frágil y vulnerable.
Tema que seguiremos abordando más
adelante, ya que por otra parte será de obligado cumplimiento, puesto que
nuestra vida dará muchas vueltas a lo largo de los años.
Era corriente de
opinión avanzada entonces que los sacerdotes no deberían permanecer más de
cinco años en la misma parroquia. Se evitaba de ese modo el apego a la
parroquia, y a creerse uno mismo propietario de la misma. La idea era pasar de
la visión de iglesias locales a la visión de Iglesia Universal. Era ampliar el
escenario del pueblo al escenario del mundo. Cáritas, por ejemplo, comenzaba a
salir del ámbito parroquial y atendía a las gentes de una manera global y
aconfesional.
Recordar aquí al
sacerdote Mariano García Cerrada, es reconocer su gran contribución al cambio
dentro de la organización caritativa de la Diócesis de Zaragoza, por otra parte
cambio deseado por el Concilio Vaticano II.
Además el
sacerdote que quería entregarse totalmente a su parroquia en cinco años podía
dar de sí todo lo que le fuera posible. A partir de ahí era conveniente dejar
paso a otro sacerdote que ampliase ideas y objetivos. De esta manera quienes
saldrían ganando serían las propias gentes. Eran ideas nacidas al calor del
Concilio. “La Iglesia al servicio de las gentes”. Nunca en sentido contrario.
Es por esto que me
planteé en la primavera del 68 salir del pueblo e ir de sacerdote como capellán
de emigrantes a Francia. En mi caso era como una obligación. Mis padres habían
sido emigrantes y yo había experimentado lo mismo durante las vacaciones del
seminario.
Lo expuse al Arzobispo Pedro Cantero y
Cuadrado quien me aceptó la idea. Preparamos mi estancia en Madrid en el
Colegio para Capellanes de Emigrantes ubicado en el Gran San Blas, a partir de
septiembre, y para hacer los estudios correspondientes preparatorios al nuevo
campo de pastoral misionera con los emigrantes españoles que salían
especialmente hacia Francia y Alemania.
En el mes de agosto de 1.968 me despedí
de mis feligreses. Antes había dejado preparado y concretado, para todos los
estudiantes del Bachiller Elemental, el lugar y la manera donde proseguir los
estudios de acuerdo con las posibilidades de sus padres.
El Consiliario de
la HOAC entonces Gregorio Forniés me invitó al Cursillo de Iniciación a la
misma. Se desarrolló en una casa de campo en Peñalba, propiedad de la familia
María Jesús Pomar.
Me impactó
fuertemente. Descubrí un mundo, el de la clase trabajadora, para mí totalmente
desconocido. El mundo rural era otra cosa. La franqueza, la familiaridad, y las
expresiones verbales y de camaradería de los compañeros de convivencia, además
del respeto mutuo estando compuesto por hombres y mujeres hacían que el afecto
de sentimientos fuese moneda común y corriente.
El que dirigía el
cursillo era el compañero Norberto Moreno, un hombre convertido al cristianismo
desde una vida superficial y mundana. Pero nos hizo vivir el Evangelio y la
preocupación por el mundo obrero.
Jesús de Nazaret y los hombres
trabajadores eran los dos polos que nos orientarían para siempre. Al mismo
tiempo descubrí otro Dios, otra forma de ver a Dios. Pero ello será el
trasfondo de una segunda parte que compondrá la totalidad de mi relato “El Dios
de mi pequeña historia”.
Laureano Molina Gómez.
Zaragoza a 5 de marzo de 2.009.
(Final de la 1ª parte).
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