V.- AL ATARDECER ME EXAMINARÁN DE AMOR
5.1. La enfermedad sale al encuentro
Durante 1987, quienes estaban a
su alrededor notaron que su salud no iba bien, pero este tema era enormemente
difícil tratarlo con él. Solo en abril de 1988 accedió ¡y con condiciones! a
ser examinado en el “Miguel Servet”. La primera información del Dr. Velilla
Marco fue muy dura: ¡Estado terminal! Afortunadamente, se logró salvar aquel
primer episodio pero quedó claro que, en el mejor de los casos, le quedaban
diez años de vida.
Retomó las actividades
pastorales: dirigiendo grupos (JOC, confirmación…) y asistiendo a reuniones en
la parroquia o en la
Asociación de Vecinos. Tras la muerte de su padre, se
trasladó con su madre a la residencia del Seminario de San Carlos. No tardó
mucho en fallecer también ella. A pesar de todo, durante ese tiempo, aun tuvo
ánimos para viajar a Turquía (1990) y Marruecos (1993).
Visitas médicas y viajes a Madrid
fueron fortaleciendo la expectativa de un transplante de hígado. Pero no pudo
ser: en 1995 fue ingresado de nuevo a finales de julio. Falleció el martes 1 de
agosto. “Se me lleva una triste neumonía”. Los jóvenes de la parroquia de San
Agustín, organizados por turnos, no le dejaron ni un solo instante apoyando a
su familia en esta tarea.
Los ocho años de enfermedad
quedan resumidos en tan pocas palabras porque es seguro que Teodoro no querría
que se escribiese ni una sola línea sobre su enfermedad y su muerte. “Eso no
tiene ningún interés para la evangelización”. El sabía que sus facultades físicas
irían progresivamente a menos. Pero fue cura hasta la muerte.
Él creía en su futuro y le daba
mucho a la cabeza sobre cómo reubicar su actividad pastoral cuando su movilidad
estuviese muy reducida. A lo largo de su vida había hecho muchos estudios
sociológicos para facilitar el enfoque de problemas muy diversos e imaginaba
que en esa tarea podía continuar: trabajando con la cabeza. Pensaba que se
podía hacer más racional y eficiente la obsoleta maquinaria diocesana. “A los
buenos deseos le llaman plan, pero la buena voluntad sin organización no vale”.
Una especie de “Secretaría Técnica de Pastoral” podía detectar y cuantificar
las necesidades de la diócesis, dar pistas para que los responsables diocesanos
encontrasen la solución y evaluar con rigor técnico los resultados. La
distribución de personal, la atención a la juventud o el establecer prioridades
en la acción no son temas fáciles.
5.2. Impacto de su muerte
En la mañana del día 3
de agosto, se celebró el funeral en la parroquia de San Agustín. La iglesia
resultó pequeña para contener a todos los asistentes. Concelebraron con el
arzobispo numerosos sacerdotes. En la homilía, D. Elías Yanes resaltó que
Teodoro era “un gran educador en el sentido más amplio de la palabra”. Fue
sepultado en Alcañiz, junto a sus padres. Seguramente, una de las cosas que más
le gustó de su funeral es que había bastantes personas no creyentes.
“Heraldo de Aragón” publicaba el día 5 un meditado escrito de sus
amigos titulado “Acción de Gracias” que por su exactitud y ponderación merece
ser releído y meditado. El Boletín del Arzobispado y la hoja semanal “Iglesia en Zaragoza” (3 de septiembre)
publicaron semblanzas de su persona. En puntos anteriores ya nos hemos referido
a las jornadas que organizó en su recuerdo la Asociación de Vecinos
de San José y la dedicación de un centro cívico con su nombre. Es frecuente que
se le cite cuando se habla de los años de la transición, pero él trabajó
siempre por el Reino.
El ocaso de la vida
EPÍLOGO
Claro que hay muchos temas que se
han tocado en las anteriores líneas: las comunidades de base, los viajes
papales, los congresos de distinto tipo, el funcionamiento de los diversos
patronatos diocesanos, de Caritas, de las escuelas universitarias de Trabajo
Social y de Formación del Profesorado y otros muchos temas que por razones de
espacio no es posible tratar.
A partir de 1940, es fácil
encontrar más de ochenta sacerdotes que han publicado algún libro; podemos
confiar que algunos de ellos harán posible que conozcamos mejor la historia de
nuestra iglesia. Pero lo que realmente Teodoro Sánchez nos pediría a todos es
que seamos puntas de lanza en la evangelización sin ceder ante la rutina ni
ante el cansancio.
Multicolor de la naturaleza
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