1º.- POR UN MUNDO MÁS JUSTO.
Del
pueblo a Madrid
Habíamos
quedado juntarnos en la Puerta del Sol aquella tarde del primer sábado del mes
de octubre de 1.968.
Como ha sido
siempre habitual en mí llegué con anticipación. Estuve paseando delante de la
puerta (Puerta del Sol) de lo que era
entonces la Dirección General de Seguridad, hoy sede de la Presidencia de la
Comunidad de Madrid cuya titular es, en el momento que escribo, Esperanza
Aguirre y Gil.
Allí en el
kilómetro cero de las carreteras radiales españolas, la Nacional I, Madrid-Irún; la N.
II, Madrid-La Junquera; La N. III,
Madrid-Valencia; la N. IV, Andalucía; y la V y la VI, Extremadura y La Coruña
respectivamente, esperé hasta el momento en el que divisé en la
entrada de la plaza por la calle de Preciados a dos individuos que venían
mirando la hora en el reloj oficial de España. El uno parecía más importante
que el otro puesto que venía cubierto con una preciosa capa negra con ribetes y
lazos rojos. Casi no los conocía. El “acompañante” era José María Gracia Ochoa
y “el señor importante” era el también compañero de curso del Seminario de
Zaragoza, Gregorio Ciria Laglera.
Ellos estaban
estudiando en el Instituto de Adaptación Pastoral Latino-Americano (IAPLA) en
Madrid para ir de misioneros a Iberoamérica, y yo acababa de llegar al Colegio
de Pastoral Misionera para Emigrantes, “Migrans”, ubicado en la calle Román del
Valle, s/n, en el Gran San Blas - Madrid-17, para ir de capellán de emigrantes
al país europeo al que fuera destinado. Gregorio y José María irían a México.
Gregorio, se ha quedado allí, y José María ha vuelto a Zaragoza en su
jubilación.
Era el primer
fin de semana nuestro en la capital de España y queríamos husmear un poco por
la movida madrileña de entonces. Prácticamente todo quedaba ubicado en las
calles adyacentes tras el edificio de la Dirección General de Seguridad.
Entramos por
la calle Espoz y Mina recorriendo el entonces “meollo” de Madrid, sus calles
estrechas llenas de bares, restaurantes, tabernas y diversos servicios muy
demandados por las gentes, hasta llegar a la plaza Mayor. Todo un mundo
desconocido por mí. Mucha gente, mucho bullicio, músicas, olor a taberna. Gente
entrando y saliendo de los establecimientos constantemente. Pinchos, cervezas,
tintos y blancos, y café, mucho café, era lo que se consumía. Un mundo
fascinante para nuestros treinta años de vida recorridos. Doce años continuos
en un riguroso internado, el Seminario, dedicados al intenso estudio, a la
oración, y al deporte. Cinco años intensos en el ambiente rural como curas de
pueblo, y de pronto nos encontramos en un mundo “mágico” como de ensueño creado
por la vorágine de la Capital de España, Madrid.
Restaurantes,
bares y salas de fiesta que a modo de recopilación de aquella época, nos
recuerdan los nombres de: Corinto,
Universal, Noche y Día, La Rosa de oro, La Tasca, Corral de la Morería, El
Pirata, El Pulpito, La Romería Andaluza, Las Cuevas de Luis Candelas, Gran
Taberna Gitana, Morocco, Moulin Rouge, Canasteros, Duende, Las Brujas… (1)
Nosotros
entrábamos en los que nos parecían más discretos y eran más asequibles para
nuestra economía. Pero los nombres titulares de los establecimientos nos
llamaban poderosamente la atención.
El “Señor de
la Capa”, nuestro Gregorio Ciria, venía de Monegrillo; José Mª Gracia Ochoa
había dejado el pueblecito zaragozano de Perdiguera; yo acababa de llegar de
los Meandros del Ebro en Cinco Olivas, Alborge y Sástago. Tres curitas de
pueblo camuflados entre la muchedumbre. Una sensación extraña impregnada de
libertad. “El Señor de la capa y los acompañantes”. La capa le caía “bordada” a
aquella figura alta, delgada, estilizada, de facciones finas y blancas, que se
hacía acompañar por dos personas a derecha e izquierda, y que era el centro de
las miradas. Era un placer sentir el anonimato entre tanta gente por aquellas
calles estrechas tras la Puerta del Sol y de la Plaza Mayor de Madrid. Una
familia de Monegrillo (Los Monegros), le había hecho el regalo de una capa
antigua transmitida de generación en generación que habían usado sus
antepasados. Era un precioso regalo que Gregorio quiso estrenarlo en el casco
antiguo de Madrid.
Por cierto yo
estoy también en posesión de una capa similar de la familia de mi esposa
procedente de Azuara y de Belchite. Toda una reliquia. Al igual que un antiguo
bastón que lleva incorporado en su interior un espadín de hoja tridimensional y
muy afilada.
Real Casa de Correos de la Puerta del Sol (Madrid), sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
(Para más
información sobre el edificio ir a:
A las nueve de
la mañana del lunes estábamos ya los tres en el IAPLA (Instituto de Adaptación Pastoral Latinoamericano)
para recibir nuestras clases de preparación para nuestros destinos como
sacerdotes misioneros. Los del “Migrans” teníamos en común las clases por la
mañana con los del IAPLA. Las tardes las dedicábamos a lo específico nuestro
según nuestros destinos. Hispanoamérica los unos, y Europa los otros.
Si el impacto de la movida madrileña de
entonces fue grande en nosotros, más grande fue la movida intelectual y
académica que recibíamos en el IAPLA. Recordemos que estamos en Otoño de 1.968.
Profesores
progresistas. Libros multicopiados y traídos clandestinamente a España (durante la Dictadura de Franco, los libros publicados
en el resto de Europa entraban a España con cuentagotas). Nuevas
ideas que al escucharlas te “quemaban”, pero que al mismo tiempo te daban luz y
vida. Todo el mundo occidental era un hervidero. El Concilio Vaticano II había
terminado. Sus conclusiones impactaron en todo el orbe católico. El Mayo del 68
francés extendía su sombra, mejor su luz, por Europa y América. La “miseria” en
la que había quedado Europa por el desastre de la guerra se estaba superando
ampliamente. Los curas obreros cada vez eran más numerosos. Las Comunidades
Cristianas de Base florecían por todas partes debido a la apertura de par en
par de las ventanas de la Iglesia por aquel abuelo, el papa Juan XXIII.
Gregorio Ciria, José Mª Gracia Ochoa y yo, compañeros de curso en el seminario
desde niños, vivíamos intensamente aquel ambiente intelectual. Nuestro trabajo
como curas de pueblo era ampliamente recompensado con aquel baño de doctrina
humanista y cristiana que abría caminos insospechados para todo el mundo.
Éramos felices y no perdíamos el tiempo.
La Teología
oficial era ampliamente superada. De la Teología Dogmática se pasaba a hacer
hincapié en la Teología Política. En Hispanoamérica comenzaba la Teología de la
Liberación. Y los de la HOAC con Tomás Malagón construían la Teología Social.
Teología hecha desde abajo, desde las bases cristianas, desde el esfuerzo y
desde el sufrimiento por el trabajo arduo y mal recompensado de la clase
trabajadora; trabajo realizado con el sudor de sus frentes, y desde su fe que
se veía zarandeada por el maremoto ideológico del entorno. No era una teología
elaborada desde los despachos oficiales. Ni tampoco por los que habitualmente
estaban instalados en un trabajo
realizado con el sudor del de enfrente.
Pocos sábados
volveríamos a juntarnos en las calles tras la Puerta del Sol. No teníamos
tiempo. Yo procuraba acercarme cada vez más a la HOAC y a la ZYX. Cursillo de
fin de semana que se organizaba en Segovia, cursillo que no me perdía.
La ZYX tenía
alquilada la Casa de Ejercicios Espirituales del obispado de Segovia que
dirigía el amigo Félix Díaz, donde se realizaban casi todas las actividades
formativas para los militantes de la HOAC y seguidores de la ZYX.
En el IAPLA
hicimos cursillos sobre Iniciación al Marxismo y Comunismo con el sacerdote y
profesor Ricardo Alberdi.
Especialmente
intenso fue el Cursillo de El
Proletariado del P. Ricardo Alberdi del Instituto Social “León XIII”,
Madrid, octubre de 1.968. Estos cursillos fueron impactantes. A través de mis
ojos abiertos como platos, se abría también mi entendimiento. Un escenario
insospechado se mostraba ante mí. Comenzaba a hacerme intelectualmente
“adulto”. Emocionalmente quedaban atrás mis niñerías, como dijo en su día el
mismo San Pablo al describirse como hombre cristiano. (1ª Carta a los Corintios, 13, 11-13). (2)
La visión del
proletariado de Alberdi era extensa y completa. Sin cortapisas. Sin límites. La
forma de presentar este tema, como los demás temas de tipo teológico,
antropológico y social que se impartían en el Centro de Estudios, era
totalmente distinta a la impartida en el Seminario. No había barreras
religiosas en la inmersión y en el estudio de todos los temas. No había
adversarios a los planteamientos que se hacían, sino compañeros de camino en
busca de la verdad. El mundo al que nos íbamos a enfrentar exigía estar bien
preparados.
En todo caso,
Alberdi, se limitaba al final de todo su trabajo a hacer algunas observaciones
sobre las “ideas cristianas de las que proveníamos”. Y así lo hacían los demás
profesores. La postura venía a ser más o menos ésta: “hay que conocer todo lo
más posible la realidad del mundo y de su historia, pero teniendo cuidado con
no traspasar la barreras de nuestros Dogmas”.
El estudio del
Marxismo y del Comunismo de la mano de Tomás
Malagón, sacerdote y teólogo, fundador con Guillermo Rovirosa de la HOAC y
de la ZYX, después ZERO, era otra cosa. Aunque después volveré sobre este tema,
quiero dejar clara la diferencia en el tratamiento y estudio de estos temas.
(3)
Con Malagón,
no estudiábamos solo el Marxismo, es que nos hacíamos marxistas sin ninguna
cortapisa, sin ninguna pega, sin ningún límite, sin ninguna crítica a Carlos
Marx, al menos en la aceptación del esfuerzo que hizo Marx para comprender el
mundo y su historia. Si nos queríamos meter de lleno en el “mundo proletario”
en el que vivían las clases trabajadoras de entonces, “teníamos que hacernos
marxistas”. Así, sin más. A imagen y semejanza como decíamos en teología que
Dios se hizo Hombre y se encarnó en Jesús de Nazaret. Nosotros nos hacíamos
marxistas. Marxistas, anarquistas, socialistas, existencialistas, e incluso
ateos. Ateos, al menos, metidos en su visión, y haciendo esfuerzo por
comprenderles, aceptando sus críticas a la religión, aceptándolos tal como
eran, y desde ellos buscando una salida común, para ellos humanista, para
nosotros humanista y cristiana.
A partir de
nuestro bautismo marxista, el esfuerzo lo hacíamos para compaginarlo con
nuestra fe en el Mensaje de Jesús de Nazaret. Para ello estudiábamos la
Historia de la Iglesia y de los Dogmas Católicos dialécticamente (con el
método dialéctico marxista ahondando en el análisis que Marx hacía descubriendo
los niveles en los que la sociedad está estructurada: el nivel de lo económico,
de lo social, de lo político, de lo cultural y de lo religioso) afinando
las definiciones dogmáticas, y entresacando qué es lo que se quiso decir con
ésta o la otra formulación dogmática en los tiempos en los que se hicieron y el
por qué se hicieron, hasta encontrar un equilibrio entre nuestra fe y nuestra
visión marxista. En el fondo, todo lo que procede del hombre puede
confraternizarse mediante un diálogo serio, riguroso y sin prepotencias.
Sería lo que
ayer mismo me decía nuestro compañero Luis Roda Cerdán en su trabajo Programa Psicoeducacional desarrollado
en Modelo de Creática y Desarrollo
Integral: “no podemos afirmar de una forma contundente que una determinada
formulación de la verdad es un completo error, ni ésta es la verdad completa
que no necesita matizaciones o complementarla con otras formulaciones. La adecuada
actitud científica y también de cualquier persona es escuchar la verdad de otro
y manifestarle la propia. (Instituto Internacional de Creática y Estimulación
Integral. Y el Centro Español de Creática, adscrito al Internacional
constituido bajo la dirección del psicólogo Dr. Natalio Domínguez Rivera).
Zaragoza, 15-05-2009.
Entre la
postura intelectual de Tomás Malagón, la nuestra como militantes de la
HOAC-ZYX, y la expresión de Luis Roda Cerdán en la actualidad, hay nada menos
que cuarenta años de distancia.
Toda la
Naturaleza es Dialéctica. Por tanto el hombre y su historia son dialécticos. La
Sociedad es dialéctica. Las relaciones entre los hombres son dialécticas. Nos
guste o no nos guste. Es algo que es así. Dios también es Dialéctico (recordemos el misterio de la Santísma
Trinidad). Pero volveremos sobre el tema.
Se acercaba ya
la navidad del 68, y con ello el final de nuestra estancia en Madrid, cuando
fuimos informados de nuestros destinos como Capellanes de Emigrantes.
Mi destino fue
la ciudad de GAP en Francia.
Se me dijo:
“Te enviamos ahí porque eres el que mejor puedes desarrollar, de los que estáis
en esta promoción, una buena labor con los españoles emigrantes”. Esto me lo
decía el Rector del “Migrans”, don Efrén Lobo, un sacerdote procedente de
Segovia, y perteneciente al OPUS DEI.
La verdad es
que yo debía tener buenos informes de don Vicente García Chus, sacerdote de la
OBRA en Zaragoza, y muy querido por mí. Yo entonces estaba bajo una cierta
influencia del OPUS.
Gap es una localidad y comuna
francesa, capital del departamento de los Altos Alpes,
con una población de 32.262 habitantes (1999) según datos del INSEE. Es la cabecera de
seis cantones: Campagne, Centre, Nord-Est, Nord-Ouest, Sud-Est y Sud-Ouest.
A medida que
yo me iba empapando de la visión sobre el mundo que se tenía en la HOAC-ZYX, me
despegaba de la posible influencia en mí de la visión del mundo que se tenía en
el OPUS DEI.
Eran visiones
totalmente diferentes, y aun opuestas. La HOAC tenía una fe, una teología y un
método que partía desde abajo, desde el trabajador, encarnados en ellos, hechos
una misma cosa con ellos. Era una fe en la Encarnación de Dios en Jesús. Una
teología que arrancaba desde la experiencia y vivencia de la fe de los
trabajadores cristianos. Un método que se creía, y se sigue creyendo, como más
justo y eficaz para trasformar la sociedad, y ello según el Evangelio. Trasformar
la sociedad desde ellos, con ellos, y para ellos.
El OPUS, a mi
modo de ver, es una visión desde arriba, desde el que parece ser “tiene más
posibilidades de hacer el bien”. Sería una postura similar a esta: “yo sé mejor
que tú lo que te conviene”. “Por tanto debes aceptarlo con los ojos cerrados”.
“Por lo que es muy importante ocupar los puestos más importantes en la sociedad
para desde ellos poder cristianizar a las gentes más y mejor”.
(El Opus Dei: fundado por José Mª Escrivá de Balaguer en 1928. Era
una asociación de fieles católicos que buscaba la santificación personal de sus
miembros. Adquirió gran importancia en la España de los años sesenta).
Yo me sentía
feliz porque había encontrado mi camino como sacerdote, pero sobre todo como
hombre. Tenía por tanto una gran ilusión por desempeñar mi labor sacerdotal en
la tierra que había acogido a mi padre en su exilio como refugiado por causa de
la Guerra Civil Española. Era un deber para mí ofrecer mi vida al servicio
especialmente de los trabajadores españoles en Francia. En ese tiempo mi padre
había trasladado ya su residencia a España. Pasó de desempeñar una labor de
viticultor en Burdeos a un trabajo de peón de albañil en Zaragoza.
El alimento
espiritual e intelectual que recibía de la HOAC, así como el arropamiento
humano por parte de sus militantes, me llenaba plenamente y daba seguridad e
ilusión a mi vida.
Pero un día, cerca ya de la Navidad del 68, en
una tertulia de café con mis compañeros del “Migrans” se entabló un diálogo
informal sobre nuestros destinos.
Yo no sé si
algunos estaban descontentos con el destino que se les había asignado. Lo
cierto es que hubo un momento en el que, dentro del contexto de la
conversación, se me ocurrió decir que yo no me sentía capellán de emigrantes
“enviado por Franco”, sino que me sentía enviado por la Iglesia Universal y por
supuesto al servicio exclusivo de los trabajadores emigrantes.
Aquella
referencia a Franco no gustó a algún compañero, entre ellos un tal Alonso. La
discusión se acaloró, y nuestras caras se miraron frente a frente como gallos
de pelea. Yo quedé algo sorprendido por la discusión, pues mi mente estaba más
en la visión de España que iba descubriendo a través de los militantes de la
HOAC, que en la realidad que tenía delante según mis compañeros capellanes de
emigrantes. Era evidente que la mayoría de mis compañeros y yo no estábamos en
la misma onda.
Fui un
ingenuo. Mi sinceridad me traicionó.
Entre aquellos
compañeros había también un sacerdote de Zaragoza, Eugenio Laboreo Bodoque, que
me llevaba cinco cursos académicos de diferencia en el seminario, y por tanto
era mayor que yo. También se iba de capellán a Francia. Él prudentemente calló
y no intervino en la discusión.
Mi sorpresa
fue que el último día en el “Migrans”, Efrén Lobo me comunicaba que mi destino
había sido anulado. Era rechazado como capellán de emigrantes.
Al rector Sr.
Lobo le comunicaba los cursillos que iba haciendo por mi cuenta en la HOAC y en
la ZYX en Segovia. Hay que tener presente que me confesaba con él, y que D.
Efrén era mi consejero recomendado desde el OPUS de Zaragoza. Personalmente fui
siempre sincero con él. Siempre creí que yo estaba haciendo lo mejor para el
servicio del trabajador español en Francia. Visto desde la perspectiva actual
(tengo setenta y dos años) he de decir nuevamente que fui un ingenuo, que mi
sinceridad me traicionó.
Pero yo
aceptaba los acontecimientos tal como iban viniendo. En mi interior sentí
pagada la deuda en cuanto a mi dedicación con los españoles en Francia. Y por
otra parte cada vez más se abría la idea de hacerme cura obrero. Los hechos
fueron empujándome hacia ello. No sentí necesidad de pedir explicaciones de mi
rechazo como capellán de emigrantes o de recurrir y defenderme. Percibí que
todo estaba muy decidido y determinado. Efrén Lobo nunca me preguntó qué había
pasado en aquella tertulia de café. Alguien me juzgó y me condenó sin poder dar
yo ninguna explicación, ni de poder excusarme o de pedir perdón si así era
exigido por los demás.
Tengamos en
cuenta que estamos hablando del otoño del 68. El mundo estaba muy convulso.
España iba rompiendo las ataduras de la dictadura de Franco. Pero Franco tenía
muy bien todavía agarrada “la sartén por el mango”.
(El Universo
(universo.com) en Abril 15, 2008 MADRID, España | AFP, publicaba un artículo en
el 40 Aniversario en el que entre otras cosas decía lo siguiente:
“Mientras en
París los estudiantes se rebelaban en mayo del 68, España, una dictadura
franquista aún fuerte aunque a punto de entrar en su época de declive, hacía
frente a los primeros asesinatos de ETA y a la pérdida de Guinea Ecuatorial en
África”.
“La dictadura
de Francisco Franco (1939-1975) se encontró enfrentada así a un grupo armado,
que apenas dos meses después de su primer asesinato mataría al policía Melitón
Manzanas, considerado un símbolo de la represión franquista”.
“Manuel Fraga
Iribarne, ministro de Información y Turismo, el 12-10-68 firmó el acta de
independencia de Guinea Ecuatorial”. Ver en:
La HOAC y la
ZYX estaban en entredicho no solo por el poder franquista sino también lo estaban por la Jerarquía
Eclesiástica. El Arzobispo Morcillo que me había ordenado sacerdote en Zaragoza
estaba rigiendo la Archidiócesis Madrileña. Deseaban “cargarse” aquella HOAC
que presidía Francisco Mera Bermejo antiguo militante comunista catalán y
convertido al cristianismo en el contacto con el también catalán Guillermo
Rovirosa, fundador de la HOAC.
(Pepe Juárez,
militante de la HOAC de Málaga en un trabajo titulado “Aproximación a la Historia de la HOAC de Andalucía en el contexto de
la HOAC española” viene a decir:
"En 1963
comienzan los planes de desarrollo de la mano de los tecnócratas del Opus Dei.
España abandona su reducto del subdesarrollo y se convierte en la décima
potencia industrial. Promovido por el arggionamiento
conciliar y avivado por la revuelta del clero y la izquierda católica, el
desgaste profundo de las relaciones de la Iglesia con Franco desemboca a partir
de 1969 en desavenencia continua.
La policía no
tiene duda de la combatividad de los clérigos en la oposición y el uso de
dependencias eclesiásticas como infraestructura de actividades subversivas.
Los
franquistas acusan a la Iglesia de aprovecharse del fuero eclesiástico para
actuar impunemente contra el régimen." (García de Cortázar)
“La
pertenencia de los militantes de la HOAC a distintas organizaciones políticas,
vecinales y sindicales va creando una forma distinta de ver el compromiso y a
la propia HOAC
La actuación
de la Jerarquía eclesiástica sobre la Acción Católica, e incluso no aceptar el
nombramiento de Francisco Mera como Presidente, crea una situación de crisis en
la HOAC cuya resolución la facilitará en 1969 el Cardenal Casimiro Morcillo con
el compromiso de mantener un estatuto propio. En la resolución de esta crisis
tuvo un papel muy importante la incipiente Zona de Andalucía.
En la IX
Reunión Nacional de Estudios celebrada en Almería 1967 se intenta salir de la
crisis o por lo menos dar una respuesta a la misma. La situación se agudiza en los dos plenos de Presidentes celebrados en
1968. En la XI Reunión Nacional de Estudios celebrada en Pamplona en 1969
se ponen de manifiesto todas las tendencias y diferencias en el seno de la HOAC
lo que definitivamente provoca una crisis que amenaza con su disolución, hasta
el punto de que las diferentes enciclopedias o libros especializados de
historia dejan de mencionarla desde ese año. Ver en:
Como dato
curioso recuerdo que un día en los primeros años de los 70 nos juntamos clandestinamente
unos cuantos en casa de Antonio Blanco y de su esposa Isabel, entonces vecinos
de Zaragoza. Cenamos frugalmente y pasamos a tratar los temas por los que nos
reuníamos. En el transcurso de la reunión manifesté que a mí se me había
prohibido ir de capellán de emigrantes a GAP.
Isabel me
preguntó la fecha, se la dije, y seguidamente exclamó: “luego tú eras el que
estuvimos esperando largo tiempo como capellán nuestro que venía de España”.
Ella era la
Trabajadora Social en GAP enviada por Emigración para atender a los españoles.
Y continuó:
“como tú no venías, al final enviaron a un sacerdote valenciano para cubrir tu
puesto. Ese sacerdote es Antonio, mi marido”.
Nos reímos un
rato con la coincidencia de los hechos. Antonio fue una temporada Gerente de
ATADES (Asociación Tutelar Asistencial de Discapacitados Intelectuales de
Zaragoza). Yo era el chófer que trabajaba llevando el camión de la empresa.
Volví a
Zaragoza para pasar la Navidad en casa de mis padres.
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