“Primavera del 63”.
El día había amanecido con buen sol,
aunque la mañana estaba fresca. La primavera parecía como que se adelantaba al
comienzo oficial. Las familias habían madrugado aquel 17 de Marzo de 1963.
Esperaban charlando con “voz religiosa” por los pasillos del claustro del
seminario mayor. Nosotros, nerviosos, esperábamos a que sonaran los timbres para
bajar a la capilla.
El Arzobispo Morcillo había llegado ya
con sus acompañantes, y todo estaba preparado para dar el “gran paso”. Íbamos a
ser ordenados sacerdotes once compañeros de curso; aquel “curso” que había
comenzado un 29 de Septiembre de 1951.
“Los que estén dispuestos que den un
paso al frente”.
Después vendrían las Letanías de los
Santos, la homilía del Arzobispo, la imposición de las manos sobre las cabezas
de cada uno de nosotros, el beso cálido del Obispo en nuestras mejillas, la
investidura de la vestimenta característica del sacerdote, la primera
concelebración de la Santa Misa con el Obispo, y el reconocimiento oficial a
los padres como “padres de sacerdotes”, y todas las felicitaciones y agasajos
de todos los presentes.
Anteriormente, el 22 de Diciembre del 62
y posteriormente, el 17 de Febrero del 63, habíamos sido ordenados de
Subdiáconos y Diáconos respectivamente.
Mis padres habían llegado desde Burdeos, acompañados
por el hijo del patrón y de su esposa, Pierrot y Édit Pradier. Mi padre, el
anarquista, se sentía orgulloso; y mi madre plenamente emocionada. Para ella
merecía la pena todos los sufrimientos habidos y por haber a lo largo de los 26
años que yo iba a cumplir el 30 del mismo mes de marzo. Atrás quedaba la
separación de mi padre en la estación de tren de Caspe, en un día de Febrero de
1.938, y a quien no volveríamos a ver hasta otro día de Agosto de 1954 en otra
estación, la de Hendaya. Esa mañana de primavera estaba también mi hermana
María, mis primos hermanos, los Serrano-Gómez, los García- Gómez, seminaristas
de Albalate y diversos amigos. Quise celebrar mi “Primera Misa Cantada” en el
Noviciado de las Hermanas de Santa Ana, como reconocimiento personal a toda su
labor en favor de los más necesitados, y como agradecimiento a que fueron
ellas las que me enseñaron a leer y
escribir en la Escuela de Párvulos de Albalate, y a toda la labor misionera que
estaban realizando por el mundo. Alguna de ellas era amiga de la infancia de mi
hermana, como la hermana Mercedes, que todavía sigue “en activo”.
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Terminado el curso académico en junio,
hice otro “Cante de Misa” en Albalate, pero esta vez con el objetivo de los niños
del pueblo. Se organizó una fiesta y les obsequié con una chocolatada. Tenía
dinero puesto que se me habían hecho numerosos regalos y creí que era una buena
forma de emplear lo que se me había regalado.
En las viñas de Tauriac le Morón
En el mismo mes fui a Tauriac le Morón,
donde vivían mis padres, y donde el sacerdote de la parroquia organizó otro
“Cante de Misa”.
El ambiente de Francia era más
secularizado y ya empezaban a escasear los seminaristas. En el pueblo no se
había conocido ningún seminarista. La gente acudió con cierta curiosidad,
porque iba a decir misa el “hijo del español anarquista”.
Mucho entusiasmo puso el sacerdote en la
ceremonia, y en su predicación, no exenta de imaginación, puesto que le dije
que se me había destinado como sacerdote a dos pueblecitos aragoneses separados
por el río Ebro y sin puente que los uniera. Imagen que ellos comprendían muy
bien desde su situación geográfica en la rivera del río Dordogne y próximo a su
confluencia con el Garona.
El beso de del Arzobispo Morcillo. 17-3-1963.
(Día de la
Ordenación Sacerdotal, Zaragoza a 17-03-1,963).
Carmen y María José de Albalate del Arzobispo.
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