Las Comunidades de base en España
y la teología de la liberación
Santiago VILLAMAYOR LLORO
Abstract:
Theology, or better, the
praxis of Latin American liberation,
came to Spain in the
late 1960s and had its most intense moment
in the 1970s and 1980s.
It coincided with the anti-Franco struggle
and the transition to
democracy. A process of political, cultural
and religious liberation
that extends from National Catholicism
to the secular humanism
of today. Its most outstanding fruit is the
emergence of grassroots
communities, animated by the testimony
of the martyrs and
witnesses of the Latin American communities.
In the 1990s, and
especially in the 21st century, postmodernism
and globalization,
hyper-technological inflation and secularization
modulated the liberating
impulse of the communities towards an
internationalist
solidarity.
Resumen:
La Teología, mejor, la
praxis de liberación latinoamericana, llegó a España a finales de los años 1960
y tuvo su momento más intenso en las
décadas de los años 1970 y 1980. Coincidió con la lucha antifranquista y la transición a la
democracia. Un proceso de liberación política, cultural y religiosa que abarca
desde el nacionalcatolicismo hasta el humanismo laico de hoy día. Su fruto más destacado
es el surgimiento de las comunidades de base animadas por el testimonio de los mártires y testigos
de las comunidades latinoamericanas.
En los años 1990 y sobre
todo en el siglo XXI la posmodernidad y la globalización, la inflación
hipertecnológica y la secularización modularon el impulso liberador de las
comunidades hacia una solidaridad internacionalista. 264 ·
Introducción
La Teología de la
Liberación es la consecuencia más honesta del Vaticano II, nacida en parte en
las catacumbas romanas1 y marginada por la curia romana desde ese mismo
momento. Todo el poder y el peso de la gran Basílica de San Pedro caerían a
plomo en los años siguientes sobre ese subsuelo evangélico. Pero la iniciativa
prendió con fuerza en la religiosidad popular latinoamericana animada por los
“misioneros y misioneras” que habiendo ido a evangelizar fueron más bien
evangelizados.
La expresión más relevante
de esta renovación fue la formación de un gran movimiento de doble militancia,
cristiana y política, en forma de pequeñas comunidades.
En las fronteras de la
misma Iglesia, muchos catequistas, personas religiosas y sacerdotes se
acercaron a los pobres, indígenas, chabolistas y campesinos que se ganaban el
pan con dificultad, y que por sus protestas perdían la vida con facilidad. El
martirologio latinoamericano muestra la radicalidad y la santidad con que se
asumió el seguimiento de un Jesús de Nazaret, siempre nuevo, pobre y
subversivo, profeta al servicio del pueblo.
En España el ejemplo
latinoamericano cundió rápidamente sobre todo entre los cristianos esperanzados
por el Concilio. Eran los sectores que se iban desgajando de la ortodoxia y el
concubinato político con el
Régimen franquista; una
pequeña burguesía de religión sincera, trabajadores de la industria de
religiosidad todavía muy rural, profesionales liberales, estudiantes
contestatarios, y los restos de la izquierda que perdió la guerra y que no por
eso habían renunciado a su cultura cristiana.
Se originó entonces una
dinámica de acercamiento a la “clase obrera”, de proletarización y de vecindad
en los barrios. El misticismo revolucionario se abría paso inspirado en el
Éxodo y los Profetas.
En el presente artículo
analizamos primero y en general las aportaciones de la Teología de la
Liberación en nuestro país. Luego exponemos la trayectoria de las comunidades.
Los epígrafes responden a los títulos de algunos libros que marcaron su
evolución. Se corresponden aproximadamente con las décadas de los últimos casi
50 años, pero es difícil precisar porque no hay fronteras determinadas. Es un
continuo quizás artificialmente pautado.
1 El Pacto de las Catacumbas (1965)
promovido por Hélder Câmara fue el primer compromiso sincero de la Iglesia al
servicio estructural de los pobres, la semilla de la Teología de la liberación.
Santiago VILLAMAYOR LLORO· 265
Estos grandes momentos son:
el descubrimiento del compromiso temporal bajo la influencia del Vaticano II
(1), la creación de las comunidades de base como alternativa a la gran y
poderosa Iglesia (2), la irrupción del Tercer Mundo, el Sur, en la mirada
cristiana (3) y finalmente el momento actual de deconstrucción y reinvención
del mensaje cristiano ya convertido en una supra ética universalista (4).2
2 Estas fases
se exponen intuitivamente en el cronograma elaborado por Comunidades Cristianas
Populares en Aragón. Véase: http://ccparagon.pangea.
org/quienessomos/historiaccp.gif
1. Influencias de la Teología de la
Liberación en España
“Marx y La Biblia”3.
3 “Una de las
mejores obras de los orígenes de la Teología de la Liberación. Porfirio Miranda
no aparece, en primera instancia, en la mayoría de listas de padres fundadores
de la Teología de la Liberación. En general, el primero que siempre se cita es
Gustavo Gutiérrez, luego Hugo Assmann o Juan Luis Segundo, y también a Leonardo
Boff”. Alberto Macko en Revista de Teología Crítica. Disponible en https://goo.gl/htfmZn Del Nacionalcatolicismo al Postcristianismo. 266 ·
Este libro de José Porfirio
Miranda no es el más importante de la TL pero sí uno de los más decisivos en
las comunidades. Llamativamente situaba a la justicia interhumana como
principio ético común al marxismo y al cristianismo. “La fe es creer que este
mundo tiene remedio”. El análisis marxista de las alienaciones y la
interpretación materialista de la historia comenzó a ser la mediación que la
teología necesitaba para salir de las etéreas y desprestigiadas
interpretaciones metafísicas. Se descubría así un “amor más universal y por
tanto más divino” que el de la atención a las clases influyentes cuyo Dios se
sienta a “la mesa del patrón”. La sociología marxista y la revolución de los
cristianos se situaban así en el ojo del huracán eclesiástico y político.
Con este acercamiento
estructural a los pobres surge también un nuevo paradigma, una sincera clave de
interpretar la realidad, muy sencilla y muy poderosa a la vez: que no es el
pensamiento el que determina la manera de ser o vivir, sino que es la
existencia real, la condición social, la que determina el modo de pensar y por
tanto de actuar. Parafraseando nuestros refranes, el “dime con quién te codeas
y te diré qué evangelio escribes”.
Este paradigma, esta praxis
de la TL, vino para quedarse definitivamente.
Impregnó la experiencia
cristiana de tal modo que hoy, a pesar de la profunda transformación de las
sociedades, todavía persiste, aunque con nuevos modos de expresión: con menor
radicalidad quizás, pero con mayor extensión4. Una gran parte del ideal
democratizador que prima en tantos países e instituciones es un fruto diferido
de la opción preferencial por los pobres que sitúa las políticas de
redistribución, de cooperación y de ayuda a la dependencia en las agendas
políticas. Hoy se es más solidario que hace años. El consensuado mantenimiento
de los servicios públicos con nuestros impuestos es bastante más generoso que la
imposición medieval de los diezmos por parte de la Iglesia.
Y decimos también que esta
teología vino para reconciliar a la Iglesia con la izquierda, pues hasta los
años 1960 la exclusiva del catolicismo la tenía la derecha. Vino para hacer de
puente entre la sinceridad del catolicismo en algunas familias y los “héroes
rojos”, perdedores de la guerra. Si bien el episcopado y la jerarquía en
general, y muy a pesar del Papa Francisco, todavía se resiste a ello.
También vino para construir
el istmo de un humanismo liberador universalista. Un movimiento que asume y
supera las religiones y las ideologías, el teísmo y el ateísmo, y que une a
“griegos, judíos y gentiles” en una convocatoria plural e indefinida
interpretada por las comunidades bajo las metáforas del Reino y del Padre. Es
decir, animada por el cielo estrellado de la fraternidad universal, y movida
por la memoria de la más bella “buena voluntad” en nuestro interior (Kant).
2. Trayectoria de las comunidades de base en
España
“Creer es comprometerse”
La ruptura con el
nacionalcatolicismo, ca. años 1960 y 1970
El nacionalcatolicismo fue
el movimiento simbiótico construido entre el Régimen franquista ganador de la
guerra civil y la Iglesia española defensora de los valores más tradicionales
del catolicismo y legitimadora de dicha guerra civil, a la que calificó de Cruzada.
De corte fascista, impuso una manera de vivir y de creer propias del “valle de
lágrimas”, marcada por la resignación y el silencio ante las atrocidades
posbélicas.
4 Santiago
Villamayor, “Las Comunidades Cristianas Populares, sequía o desbordamiento”, en:
https://goo.gl/VH2wGj Disponible también
con otros documentos similares en el blog: http://redesreto10.
blogspot.com.es/ Santiago VILLAMAYOR
LLORO· 267
Una dictadura católica. Una
“triple alianza”: del ejército golpista, el poder económico beneficiado por la
guerra y la Iglesia anticomunista y tridentina.
Franco seleccionaba el
nombramiento de los obispos y entraba bajo palio en las Iglesias. La jerarquía
a cambio se sentaba en las Cortes y permanecía erguida en los actos oficiales.
El fiel católico va pasando
del catolicismo burgués, centrado en el culto, en la salvación individual, en
el moralismo, sobre todo sexual, y en el “otro mundo” –ganado por la
reiteración mágica de los sacramentos–, a un cristianismo de solidaridad entre
hermanos, que buscan juntos una liberación de sus condiciones de vida y su
dignidad. Un tránsito vivenciado conjuntamente en el seno de una comunidad.
Por eso casi se puede decir
que fue un milagro salir de esa cerrazón.
Pero el milagro se dio. Y
sobre todo en los años 1960 donde concurrieron circunstancias muy decisivas y
variopintas que luego comentamos.
Sobre todo, el
descubrimiento de la pobreza extrema en los barrios periféricos a raíz de las
misiones catequéticas. “Una chabola en Bilbao”, de José Luis Martín Vigil
expresa muy bien la concienciación experimentada ante el desamparo y la
injusticia de los suburbios.
En este divorcio con el
régimen tiene un lugar destacado el padre José María de Llanos, el monseñor
Romero español podríamos llamarlo.
Y con él los otros dos José
Marías: José María González Ruiz, párroco de barrio y canónigo de la catedral
de Málaga, que fue quizás el teólogo español más influyente en el Vaticano II,
y autor del libro que da título a este apartado. Y José María Díez Alegría,
hermano de dos destacados generales del ejército ganador, y compañero de Llanos
en el Pozo del Tío Raimundo.
El Padre Llanos pasó de
dirigir los ejercicios espirituales a Franco, a la barriada más pobre de
Madrid, el citado Pozo del Tío Raimundo.
Allí se enroló con los
trabajadores y sus luchas e ingresó en el sindicato
Comisiones Obreras, y
posteriormente en el Partido Comunista. Fue un escándalo para el régimen y una
locura de fe de gran impacto en el naciente cristianismo popular de las
comunidades. Otro jesuita siguió pasos parecidos: “Paco el Cura”, Francisco
García Salve, hijo de guardia civil asesinado por los anarquistas, peón de la
construcción y después abogado laboralista. Llegó a ser miembro del Comité
Central del Partido
Comunista y de la dirección
de Comisiones Obreras, y como tal, condenado en el famoso «proceso 1001» de
1973. Estas conversiones más llamativas no ocultan la extensa ola de renovación
en el “laicado”, hasta entonces “clase de tropa”, y que ya empezaba a ser
valorado por algunos teólogos como Yves Congar.
Otros factores menos
“espirituales”, de naturaleza cultural o circunstancial, contribuyeron a crear
el clima de apertura que permitió el cambio. El desarrollismo, el turismo y la
televisión entraron también con, el soplo del Espíritu y abrieron las puertas
de la corporalidad y el apego a la tierra; el movimiento hippy alimentó el amor
libre y a la naturaleza.
Del Nacionalcatolicismo al
Postcristianismo. 268 ·
Llega a España la obra de
Wilhelm Reich que invita a la “revolución sexual”, y ayuda a desinhibir los
miedos y acelera el inconformismo y la revolución política. La pequeña
burguesía se pone la minifalda y los vaqueros, o los pantalones-campana como
los Beatles. Es la “década prodigiosa”. En Europa se prepara el “Mayo del 68” y
en EEUU estalla la contestación a la guerra del Vietnam. En Cuba triunfa Fidel
y en España los seminarios entran en ebullición.
Comienzan las primeras
exclaustraciones hacia el compromiso social y los movimientos apostólicos. La
HOAC y la JOC se acercan a las malas compañías de la subversión marxista. Los
“curas obreros” se insertan con gran sacrificio en el trabajo manual
asalariado. Equipos de religiosos y religiosas, forcejeando con sus superioras,
dejan los colegios y residencias y se van a vivir a pisos compartiendo
vecindad, mercado y calle como todo quisque. Se ceden los locales parroquiales
a la lucha obrera, entonces clandestina, y sus ciclostiladoras imprimen más
octavillas que hojas parroquiales.
La “Palabra de Dios”, la
buena semilla, ya no se deja con devota parsimonia en los bancos de la iglesia,
sino que se lanza con rabia sobrelas calles, de madrugada. Y en este contexto
entra de lleno la Teología de la Liberación. Y se forjan las comunidades de
base y otros grupos similares.
Tanto en Latinoamérica como
aquí fueron momentos de mística mesiánica. Jesús era un revolucionario como el
Che, como Fidel, como incluso entonces Daniel Ortega. Y la comunidad cristiana
algo como
Solentiname. Y si se tenían
reticencias ante el marxismo, se tomabacomo ejemplo la no violencia de Gandhi o
de Martin Luther King. EEUUera el Leviatán capitalista. El sueño revolucionario
se crecía con el antiimperialismo y miraba con admiración la revolución de Mao.
Creer era comprometerse, participar en las luchas obreras y vecinales, y celebrar
la memoria subversiva de Jesús de Nazaret. Cantar con Atahualpa Yupanqui, que
nadie escupiera sangre para que otros vivieran mejor.
De las dos grandes
corrientes de la teología de la liberación, la de los “curas villeros”, más
centrada en la historia y la cultura del pueblo, representada sobre todo por
Juan Carlos Scannone –compañero y profesor del también jesuita Jorge Mario Bergoglio,
futuro arzobispo de Buenos Aires y actual papa–, no tuvo una presencia tan
importante en España o al menos no la conocimos en las comunidades con tanta
intensidad. La herencia marxista de nuestra contienda civil nos predispuso para
entrar, aunque no sin reservas críticas, en la perspectiva de la “lucha de
clases” y de la “hegemonía del proletariado”.
Santiago VILLAMAYOR LLORO·
269
En las facultades de
teología, además del marxismo, se enseñaba el psicoanálisis y el evolucionismo
de Teilhard de Chardin. Se leía a Camus, a Sartre, a Simone de Beauvoir. Con
Robinson y su “Sincero para con Dios” nos acercamos a Bonhoeffer y Tillich. En
las comunidades y sus grupos de formación se divulgan estos escritos y se lee
directamente a los teólogos más pastorales. A Hélder Câmara, a Garaudy, a
Girardi, a García Nieto y a Comín, que inician en España el movimiento de
“Cristianos por el socialismo”. Proliferan los cuadernos de formación como la
Teología Popular de José María Castillo, las revistas de la HOAC, “Noticias
obreras” o “Exodo” y “Utopía”, ésta ultima de nuestras comunidades. Julio Lois,
Tamayo, Casaldáliga, Ivone Gebara, González Faus, y los cuadernillos de
“Cristianismo y Justicia”, por poner ejemplos, continuarían posteriormente esta
pedagogía de la liberación. Los poemas de Cardenal o las canciones de Víctor
Jara, Violeta Parra, Carlos Mejía Godoy y luego Silvio Rodríguez o Pablo
Milanés, entre otros, nos transmitieron muchas veces más teología que muchos
escritos académicos.
“La alternativa cristiana”
Las comunidades cristianas de
base, ca. años 1970 y 1980
Las comunidades cristianas
de base tienen su apogeo en estas dos décadas. Ya hemos citado sus rasgos
principales. El libro, de José María Castillo cuyo título encabeza este
epígrafe representa muy bien lo que se buscaba. Una alternativa a la Iglesia
tradicional. Un reinicio del cristianismo desde el pueblo, pero sin salirse de
ella. Nos situábamos en una pertenencia crítica. Buscábamos ser “otra voz de
Iglesia” y compensar la excesiva locuacidad derechona de la jerarquía, que casi
siempre dejaba en mal lugar el evangelio.
La evolución de nuestras
comunidades discurre muy paralela con las de Latinoamérica, allí con mayor
dureza y represión, aquí con mayor admiración por su valentía y continua
persecución, por el vigor de sus teologías, arrancadas de esas experiencias y
martirios. El asesinato de Monseñor Romero en 1980 fue uno de los hitos más
importantes, por lo que significaba como ejemplo de conversión al evangelio de
los pobres desde una alta esfera de la Institución. Su muerte dio lugar a los
Comités Oscar Romero, que llevaron la teología de la liberación por todo el mundo.
Algo similar ocurrió con el asesinato de los jesuitas y las dos personas que
les ayudaban en El Salvador.
Del Nacionalcatolicismo al
Postcristianismo. 270 ·
“En 1969 tiene lugar un
acontecimiento importante en el movimiento comunitario cristiano. Se celebra en
Valencia la primera Asamblea peninsular de comunidades cristianas. Este hecho
supone la consolidación de esta experiencia comunitaria en la Iglesia y en la
sociedad españolas”.
5 Y en 1973 surge el proyecto de “Iglesia Popular”
que cristaliza en la elaboración de unas bases comunes que obtienen su
ratificación en el primer Encuentro de Comunidades Cristianas Populares (CCP)
del estado, en Madrid en 1976. No son las únicas comunidades de base, pero sí
las más relevantes.
Esta primera etapa de las
CCP se caracteriza por la militancia y la beligerancia social y política. Por
la crítica a la Iglesia Institución y, cómo no, por la clandestinidad, pues
también las parroquias y los centros obreros cristianos son vigilados y
denunciados. En 1974 se produce la revolución democrática de los claveles en
Portugal y el efecto se contagia.
El golpe de estado de
Pinochet supone sin embargo un asomo de desilusión, como lo sería después la
involución nicaragüense.
A principios de los años
1980 se desatan dos debates en las comunidades, uno sobre la presencia o no en
las instituciones políticas, recién alcanzadas por la izquierda, y que
descabezaron las organizaciones populares. Parecía que el trabajar desde dentro
de las instituciones era una traición a la movilización en la calle. Las
comunidades se resintieron de la polémica y dado que, en general, se decantaron
por las posiciones más idealistas, se produjeron algunos abandonos de la
militancia más moderada. En lo relativo al otro debate, sobre nuestra adhesión
o no a los comunicados de carácter político, hubo más unanimidad. Dado que se
pertenecía a diferentes grupos políticos se prefirió no firmar nunca como
comunidades cristianas, salvo los documentos genéricos de carácter humanitario.
A finales de los 80 se
inicia una época de trabajo menos llamativo y más eficaz por su escala institucional.
Gobernar es otra cosa. En las comunidades se va extendiendo poco a poco un
clima de desencanto y de desierto. Más cuando Juan Pablo II ha torcido ya el
espíritu del Vaticano II y ha reprendido y humillado a la teología de la
liberación en la persona de Ernesto Cardenal en su visita a Nicaragua. España
entra en una época de prosperidad económica que va ampliando las clases medias y
con ellas un talante más conformista. “Contra Franco vivíamos mejor”, se solía
decir.
5 Jesús Gil García, tesis doctoral: La Teología de las Comunidades
Cristianas
Populares. Libros Certeza. Zaragoza 2007, pp. 24 y sigs.
Santiago VILLAMAYOR LLORO· 271
“¿Y el sur?”
La cooperación
internacionalista, ca. años 1990 a 2005
Este breve título de una
humilde revista de la ONG “Acción Solidaria Aragonesa” representa una de tantas
iniciativas de liberación de carácter internacionalista, y es significativo de
la evolución de las praxis de liberación, del momento globalizador y de
mestizaje que empieza a darse por la inmigración. El cristianismo de la
liberación se despliega en nuevos movimientos sociales y en la pre-política
mundialista. Las miradas se dirigen al SUR. Las acampadas por el 0,7 en 1994
pueden considerarse como un hito en la irrupción de esta nueva militancia.
También en ese año empieza a andar “Mujeres y Teología” en los cauces del
movimiento feminista.
Estos años 90 son por tanto
de resistencia y de solidaridad reorientada.
Se produce una nueva crisis
cíclica del capitalismo y el paro afecta a las familias de las comunidades; el
cuidado de los hijos preadolescentes y de los mayores empieza a sustraer tiempo
de las causas populares.
La caída del muro de Berlín
y con ella el desprestigio de los países del socialismo real finiquita la
revolución entendida al modo clásico y abre la puerta al pensamiento único y a
la globalización. Fukuyama publica
“El fin de la historia”
para confirmar el triunfo del capitalismo. Pero paralelamente surgen también
los movimientos antiglobalización, los foros sociales y el altermundismo: la Cumbre
de Rio en 1992, las protestas de Seattle en 1999 y el primer FSM en Porto
Alegre en 2001, organizado por ATTAC y el Partido de los Trabajadores de
Brasil.
Poco a poco también una
nueva cultura se va imponiendo, la postmodernidad. La liberación compite con el
gusto por la vida y las costumbres se liberan de la religión. Las relaciones
son más efímeras y lejos queda esa cultura rural del vecino que es como de la
familia. El individualismo, la soledad y el anonimato se expanden por las
ciudades cada vez más cosmopolitas. Se consolidan los rasgos que posteriormente
resumirá Bauman en “La sociedad líquida”.
Las comunidades abordan
estos momentos de contrariedad con múltiples iniciativas. Revisión de sus bases
identitarias, grupos de formación y de oración, jornadas estatales de
reflexión. Cada encuentro estatal se convierte en un motivo de esperanza y una
voluntad de reanimación, aunque prima la nostalgia del profetismo de antaño.
Sin embargo, la mirada se universaliza y el rescoldo se aviva con el auge de las
ONGs.
El pluralismo crece la
inmigración, la preocupación por la identidad semidiluye y se va creando una
atmósfera de convergencia por la justicia.
Del Nacionalcatolicismo al
Postcristianismo. 272 ·
A lo largo de los últimos
años del siglo XX algunos planteamientos teológicos adquieren especial
importancia. Crece el interés por encontrar nuevos símbolos, agotados los
clásicos sacramentos. La desafección ante la Iglesia es cada vez mayor y la
función del sacerdote ha dejado ya hace tiempo de ser reconocida. Las
comunidades se sienten mejor en una sociedad laica, más sinceras en las
manifestaciones que en el culto. La celebración de la eucaristía se renueva
completamente. Es algo de toda la comunidad: reflexión, oración y tentempié en
recuerdo de la cena de despedida de Jesús. No son Pascuas judías ni cristianas,
ni mucho menos sacrificios redentores, y las mujeres empiezan a presidir. Poco
a poco se pierde el carácter sagrado, se valora más el talante común que nace
en el compartir la acción social, y la preferencia por los pobres. No hay
consagraciones ni liturgias. Son nuevos símbolos vinculados a la gratuidad y al
amor desinteresado sobre todo de carácter cívico. Y ya muy recientemente las
comunidades se centran en la ayuda a los inmigrantes y la acogida de los
refugiados.
Con las nuevas tecnologías
informacionales, las redes sociales y los móviles, el activismo social crece en
el mundo virtual y se proyecta sobre la realidad. Las nuevas tecnologías, las
neurociencias y la robótica anuncian un mundo todavía más contradictorio con
los viejos relatos bíblicos y emancipatorios. La TL, que había eclipsado los
problemas metafísicos y existencialistas, vuelve a encontrarse con las
cuestiones radicales de la finitud y la limitación, ahora pasadas por el tamiz
de la vida real y colectiva:
¿Otro mundo es posible?
¿Cuánto nos durarán las conquistas populares?
(“No hay revolución que 50
años dure”). ¿Qué o quién garantiza que el mundo tiene remedio? La opresión y
la injusticia son vistas desde la óptica del tradicional problema del mal, y el
paraíso comunista o comunitario entra en la incertidumbre del misterio y el
enigma. El pluralismo religioso pone sobre el tapete la relatividad de las
respuestas religiosas.
La fe que busca entender se
siente sola e insegura. Los cristianos, ya no tan de la base, son ahora
compañeros de viaje de agnósticos activos y anateístas6.
6 Término utilizado por Richard Kearney (Anatheism, Columbia
University Press,
2009) para indicar un regreso a Dios después de Dios. Esa actitud
de búsqueda
de “algo más” que la revolución o la religión no dan y que la
ciencia tampoco
puede responder. La situación en que se encuentran tantas personas
en el
exilio de su antigua religión, en los umbrales de la mística
oriental o en su
desconcertado compromiso o apuesta moral sin justificaciones
definitivas. Un
giro hacia la secularidad sagrada de la liberación.
Santiago VILLAMAYOR LLORO· 273
“Otro cristianismo es posible”
La pos-religión y el humanismo
universalista. Desde ca. años 2005 hasta hoy.
El cristianismo se ha
renovado siempre. Y tantas veces como se ha degradado, generalmente por causa
del poder, llámese riqueza, autoritarismo o egocentrismo, otras tantas veces
han vuelto los profetas. Pero ahora la crisis y su mutación parecen más
profundas. Afecta a aspectos
muy
sustanciales de su credo, incluso de lo que se creía que era el mensaje originario
del Evangelio.
Las coordenadas o
paradigmas que rigen el mundo han cambiado profundamente. La globalización de
la pobreza se manifiesta en una gran brecha de desigualdad entre el 1% del
poder financiero y el 99% de desposeídos. El planeta entero entra en los
límites del riesgo extremo.
Y por otra parte la
inteligencia artificial y la ingeniería genética, los bigdata, etc., parecen
querer llevarnos al borde del “transhumanismo”, del ser inteligente artificial.
En este panorama muchos se
atreven a decir que estamos en una nueva época axial. En una fase convulsiva de
metamorfosis que en el caso del cristianismo se traduce en una deconstrucción
del gran relato de la
Salvación y en un
incipiente vuelo de la mariposa hacia la convergencia humanitaria. Las
comunidades ya no respiramos al ritmo de los grandes acontecimientos salvíficos
enunciados en la primera teología paulina.
La Biblia es para nosotros
una gran metáfora, no tiene razón, sino alma de liberación. La Creación, el
Pecado, la Encarnación, la Redención o la
Resurrección y la Vida
Eterna… no son secuencias de una gran epopeya histórica. Son símbolos de las
constantes existenciales de la condición humana y de la llamada a la
fraternidad.
Las obras de Lenaers,
Spong, Knitter, Hick y otros, están siendo conocidas en las comunidades gracias
a los servicios Koinonia, su biblioteca
Relat y los sucesivos
encuentros con José María Vigil en sus visitas a España. Es el último paso hoy
por hoy de la influencia de la TL en las comunidades. Estas lecturas nos
provocaron en un primer momento un desconcierto duro y doloroso, pero hemos
remontado a un nuevo paradigma pos-religional y supra-religional que nos
produce alivio y un nuevo animo en la liberación. Es la gran onda de la
maximización del amor cívico que se expresa con toda su pureza cuando abraza a
los más desfavorecidos.
Del Nacionalcatolicismo al
Postcristianismo. 274 ·
Apéndice.
La espeleología de la esperanza
“…Y llegaron tiempos
oscuros en que todas nuestras conquistas fueron destruidas por las hordas de
ciegos mercenarios al servicio del poder del dinero.
Una vez más la esperanza tuvo
que buscar refugio en la cueva más honda para evitar que la codicia la arrasara
borrando su memoria y hubo que guardar silencio, lejos de las cosas, de manera
que el silencio nos devolviera la conciencia sencilla del amor y el sentido
cabal de la palabra”.
(Fragmento de poema encontrado
en las ruinas
de Babilonia, junto a la puerta
de Ishtar).
Éste iba a ser el título
para este artículo, “La Espeleología de la esperanza”, pero me pareció muy
llamativo. No así aquí, como epígrafe de un apéndice. Uso este término,
“espeleología”, muy intencionadamente porque la tarea que se nos pide es de
indagación y creatividad. Porque la “teología” se debilita a la par que crecen
la antropología y la sociología de las múltiples trascendencias humanas. Como
tales apuntan a lo absoluto, sin llegar a tocarlo ni mancharlo. Y nos tenemos
que acostumbrar a seguir en la caverna tratando de salir. Somos incomprensión y
limitación, carne de relatividad que dice Dios, Libertad. Somos humanidad
escindida por la injusticia a la espera de una integración fraternal.
Uso este término también
porque la esperanza no puede ser sino atractiva. ¿Cómo entusiasmarnos con lo
que nos desborda si se anuncia desde un sufrimiento obligado o la impotencia de
una “misión imposible”?
Vamos a indagar pues por
los recovecos de la compleja injusticia de este capitalismo tardío, financiero
y destructor, a buscar soluciones económicas y de pacificación, vamos a mirar
en las vetas de la contingencia para descubrir rendijas de libertad duradera.
La espeleología es una bella labor de descubrimiento que requiere luz potente
en el “casco”, intenso suspense y arriesgado trabajo.
La fe que nace entre los
pobres se llama esperanza. El poderoso vive en la seguridad de los cielos
luminosos, conoce a Dios, sabe quién es y lo llama por su nombre, porque está
con él. El pobre siente su ausencia, anda a oscuras y lo espera y ama sin
razones suficientes. La Praxis de la Liberación, ha abierto unas vetas en la
caverna humana de profunda fe y compasión activa, cada día más anchas.
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