1.- LOS PILARES DEL NUEVO PARA-DIGMA
Estamos asistiendo a una época clave en nuestro mundo.
Los descubrimientos científicos de la física cuántica, de la astronomía y
de la arqueología en el siglo XX, y sobre todo en el siglo XXI, ponen en tela
de juicio muchas de nuestras certezas consideradas como verdades absolutas.
Estos descubrimientos están socavando los cimientos sobre los que se asentaban,
y se asientan, los fun-damentos de las religiones, y en concreto de la
religión cristiana. Hoy ya no es razonable sostener muchas de las verdades de
la institución religiosa. En el horizonte asoma un nuevo paradigma cris-tiano,
acorde con los datos proporciona-dos por las ciencias. Se nos presenta un nuevo
desafío de la ciencia a la fe, que se creía incombustible.
Por otra parte, la vuelta a los orígenes, propugnada
por el concilio Vaticano II, e incentivada por el papa Francisco (“Cada vez
que intentemos volver a la fuente y recuperar la frescura original del
Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de
expresión, signos más elocuentes, palabras carga-das de renovado significado
para el mundo actual” EG 11), nos conduce al cristianismo originario,
al movimiento de seguidores iniciado por Jesús de Nazaret. Es el paradigma
fundacional del cristianismo. Ello conlleva prescindir de las adherencias
impuestas a través de los siglos, ajenas al cristianismo originario.
Las novedades de la ciencia y el cristianismo
originario constituyen los dos pila-res en que se fundamenta el nuevo
paradigma cristiano, más allá de la religión cristiana. ¿Cuáles son los
interrogantes que estos pilares plantean a la fe? Este es el desafío que se nos
plantea a los cristianos de hoy, que buscan con sinceridad la coherencia
racional de su fe.
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2.- LA NECESIDAD DE UN CAMBIO. LA VUELTA AL EVANGELIO
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Vivimos tiempos de cambio. Se hace necesario el cambio
en la sociedad. No se puede consentir que la bolsa de la pobreza vaya
aumentando a costa del enriquecimiento progresivo de unos pocos. Nuestro
planeta tiene recursos para que todas las personas puedan vivir dignamente. Se
hace necesaria una redistribución de la riqueza para que los recursos lleguen
a todos. No podemos admitir tanta desigualdad de posibilidades. El sistema capitalista-liberal
no es humano, y por ello no podemos admitirlo. Hemos de luchar contra él porque
engendra pobreza y desigualdad.
“Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que
cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre
ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos”
(Discurso del papa Fran-cisco en el Encuentro de los Movimientos Populares)
Se hace necesario también el cambio en la política.
En nuestro país se hace especialmente urgente, La corrupción en las
instituciones hay que atajarla ya. Esto requiere una transformación del
panorama político, introduciendo la honradez como distintivo del quehacer
político. La política no puede ser la escalada al poder para beneficio propio,
sino un servicio transparente a la sociedad. El modelo político vigente no
nos convence. Hemos de buscar y crear otros modos de hacer política, para
conseguir una verdadera democracia en nuestra sociedad, una democracia no solo
representativa, sino también participativa.
“La escandalosa concentración de la riqueza global
es posible a causa de la connivencia de los responsables de la cosa pública
con los poderes fuertes. La corrupción es en sí misma un proceso de muerte y un
mal más grande que el pecado. Un mal, que más que perdonar, hay que curar”
(Declaraciones del papa Francisco en el viaje a Filipinas)
Este cambio es necesario también en la Iglesia.
El punto de referencia no puede ser el fortalecimiento de la institución
eclesiástica, sino la vuelta al evangelio, proclamada por el papa Francisco en
su primer documento público “La alegría del evangelio”.
“Cada vez que intentamos volver a la fuente y
recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos
creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas
de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica
acción evangelizadora es siempre nueva” (11). “Cristo llama a la Iglesia
peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto
institución hu-mana y terrena, tiene siempre necesidad” (26)
Esta vuelta al evangelio lleva consigo una profunda
renovación en la Iglesia, preocupa-da no de sí misma, sino del bienestar de la
humanidad, especialmente de los más pobres y necesitados.
“Sueño con una opción misionera capaz de
transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el
lengua-je y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la
evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación” ( EG
27).
La centralidad debe constituirla Jesús de Nazaret, su
estilo de vida y su mensaje, el Reino de Dios establecido en la sociedad
actual, y no para la otra vida.
Este cambio que en la actualidad se considera
necesario debe abarcar los siguientes aspectos:
El contenido de la fe cristiana ha de actualizarse
en lo referente al lenguaje.
La modernidad nos exige revisar y actualizar el
lenguaje religioso. Muchos de los vocablos que utilizamos provienen de una
época en la que prevalecía la lectura literal de las Escrituras. Hoy sabemos
que hay que superar el fundamentalismo cristiano basado en la literalidad del
texto sagrado. La desmitologización dejó al descubierto muchas
interpretaciones bíblicas que ponen en entredicho vocablos y expresiones
actual-mente inadmisibles, Y éstas continúan presentes en nuestro vocabulario
religioso.
“Al mismo tiempo, los enormes y velo-ces cambios
culturales requieren que prestemos una constante atención para intentar
expresar las verdades de siempre en un lenguaje que permita advertir su
permanente novedad. Pues en el depósito de la doctrina cristiana una cosa es la
substancia y otra la manera de formular su expresión” (EG 41).
Este nuevo lenguaje afecta a verdades como Dios
Creador y el Dios de Jesús, Jesús de Nazaret, el Reino de Dios, María madre de
Jesús, la muerte y resurrección de Jesús, la Iglesia, la espiritualidad
cris-tiana, los sacramentos y de modo especial la Eucaristía, la mujer en la
Iglesia, la relación con la naturaleza y el cosmos, el diálogo interreligioso y
la relación entre ciencia y fe. No se trata de cambiar por cambiar, sino de
cuestionar lo que hoy ya no vale, y presentar lo razonable y coherente al
mundo actual. Se trata de de-construir para reconstruir un lenguaje más
apropiado a la cultura y momento actuales.
Hemos de revisar la misión funda-mental de la
Iglesia en la actualidad. La centralidad debe estar constituida en torno a
la persona y vida de Jesús de Nazaret, que descubrimos en el evangelio, y su
mensaje: la construcción del Reino de Dios en nuestro mundo. Dar a conocer los
dogmas y la doctrina contenida en el catecismo, así como los mandamientos y
prácticas religiosas no es la tarea principal de la Iglesia. La preocupación
fundamental de Jesús fue la construcción del Reino de Dios, una misión no religiosa,
sino laica: la consecución de una vida justa y digna para todos, la nueva
humanidad de Dios (procurando la comida para todos; curando las enfermedades;
liberando de toda esclavitud, incluido el pecado; devolviendo la vida).
“Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la
Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas
las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evange-lio es
para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG 23).
Se han de sugerir las líneas básicas de una ética
humana, que es en definitiva la ética cristiana, por encima de los
elementos de la moral católica. En definitiva, se trata de la defensa de los
derechos humanos. En este objetivo vamos a confluir creyentes y no creyentes,
todas las personas de buena voluntad, que están dispuestas a conseguir que
los derechos humanos fundamentales lleguen a ser una realidad en la vida de
todos los pueblos y culturas. Y este es el gran desafío que tenemos hoy todas
las religiones y todas las personas honestas y responsables.
“Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes
luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina
social de la Iglesia” (Discurso del
papa Francisco en el Encuentro Mun-dial de los Movimientos Populares)
“La dignidad es la palabra clave que ha
caracterizado el proceso de recuperación de la segunda postguerra. Nuestra
historia reciente se distingue por la indudable centralidad de la promoción de
la dignidad humana contra las múltiples violencias y discriminaciones que no
han falta-do , tampoco en Europa, a lo largo de los siglos. La percepción de la
importancia de los derechos humanos nace precisa-mente como resultado de un
largo ca-mino…” (Discurso del papa Francisco en el Parlamento Europeo).
Esta es la alternativa que los cristianos pueden
ofrecer en el momento actual como tarea de las religiones y de las
instituciones políticas y sociales: la promoción y defensa de los derechos
humanos para todas las personas y en todos los lugares.
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